martes, 19 de abril de 2011

Exposición El tren de la caridad











Gracias a mi amigo Francesco Pino, puedo compartirles la invitación a la formidable exposición



"El tren de la caridad".






Se han elaborado dos obritas que están a la venta; el catálogo ilustrado "Huellas de caridad:la obra del padre Ugo De Censi y de la Operación Mato Grosso", y el folleto "Querido Daniele: ¿tu mano me darás?", breve biografía del Siervo de Dios, mártir, P. Daniele Badiali.



La Exposición de trabajos artesanales artísticos está acompañada de una serie de paneles que prácticamente reproducen el contenido del libro "Huellas de caridad".





Les adjunto el hermoso discurso pronunciado por Mons. Ivo Baldi, obispo de Huari.






EXPOSICIÓN “EL TREN DE LA CARIDAD”
Operación Mato Grosso / Artesanos Don Bosco / Instituto Italiano de Cultura
(Lima, IIC, 14 de abril – 5 de mayo de 2011)

PRESENTACIÓN DE MONS. IVO BALDI,
OBISPO DE HUARI (ANCASH)

Lima, 14 de abril de 2011


Excelencia Reverendísima Mons. Bruno Musaró, Nuncio de Su Santidad,
Señor Embajador de Italia, dott. Guglielmo Ardizzone
Señor Director del Instituto Italiano de Cultura, dott. Renato Poma
Señoras y Señores,
Amigos todos:

El P. Hugo De Censi se encuentra en Chacas, y los médicos no le han consentido viajar a Lima para presenciar a la inauguración de esta Exposición “El tren de la caridad”. Por su deseo, me toca el deber filial de representarle, de presentar a Ustedes el sentido de esta exposición y manifestarles a cada uno su agradecimiento por su presencia.
Las realizaciones visibles de “El Tren de la Caridad” están bajo la mirada de todos, Sin embargo, el P. Hugo habría querido en esta ocasión albergar en su corazón la esperanza de que todos los que se encuentran en esta inauguración y cuantos visitarán la exposición en los próximos días, puedan comprender el “secreto” de estas realizaciones, que es algo más profundo que su visibilidad, y es el valor moral, espiritual, religioso, del camino que durante toda su vida este hijo de don Bosco ha trazado para sí y para los jóvenes.
Este “secreto” se puede comprender un poco conociendo y recordando el camino religioso del P. Hugo, especialmente durante estos años vividos en el Perú.
P. Hugo vino al Perú hace 35 años, cuando ya no era joven. Su deseo hubiera sido el de llevar una vida sencilla con los campesinos de entonces; atenderlos en el servicio religioso -compartiendo su inocencia, su sencillez y su misma humildad religiosa-, ayudarlos en algunas necesidades materiales y dedicar un poco de tiempo a la pintura. En una palabra, haciendo el mismo el camino que a partir de 1967 había indicado a muchos jóvenes italianos que buscaban algo que diera sentido a su vida en los años críticos de la Contestación general de fines de la década del ‘60, y muchos de los cuales se iban apartando de la pastoral tradicional de las parroquias. A aquellos jóvenes de cuarenta y cinco años atrás, entre los cuales estaba quien les habla, el P. Hugo decía desde su adentro -y sigue diciéndolo más fuerte ahora- con la fuerza de un testamento: el mundo pierde o rechaza a Dios, y nosotros lo hemos perdido también: vamos a buscarlo y a esperarlo por el camino de la Caridad ayudando a los pobres.


Llegado a Chacas, el P. Hugo no pudo dedicarse al casi idílico programa que había soñado de sencilla vida entre campesinos, misas y pintura, sino que fue arrollado y aplastado por la Caridad hacia los pobres, sentida, solamente con el corazón, como única posibilidad personal de aferrar la mano de Jesús y como respuesta ilimitada a las necesidades de los pobres, y decía: “Si comienzas con regalar un clavo, estás perdido; ya no puedes parar”. Por eso las carrozas del tren han ido aumentando y el tren de la caridad se ha hecho cada vez más largo. Repetía, a cuantos le decían que no era “justo” ayudar a todos tan irracionalmente o exageradamente: “La justicia es dar a cada uno lo suyo, y la caridad es dar a todos lo mío”.
Pero, entre tantas necesidades de los pobres, al P. Hugo, sacerdote y sacerdote de don Bosco, no se le escapó el verdadero problema y desafío, viendo claramente que en los años venideros el mundo antiguo de la Sierra habría experimentado un gran cambio a causa de la próxima, inevitable y anhelada irrupción, en el silencio religioso del Ande, de la modernidad occidental con sus atractivos espejismos y regalos materiales, pero también con los desastres morales y espirituales que el Padre había bien conocido en Italia, viendo el ocaso obligado del pequeño mundo del valle alpino de su juventud, y cuyo saldo moral negativo había constatado cotidianamente como educador en la casa correccional de jóvenes delincuentes de Arese, atribulados productos de la vida metropolitana.
Percibió inmediatamente el P. Hugo, apenas llegado a Chacas, que se encontraba en el umbral de un mundo que cambiaba, donde lo que más impresionaba al momento, es decir la inveterada pobreza material, encontraría en el futuro alguna mejora o alivio, mientras que, lo que él consideraba la verdadera riqueza, es decir el alma religiosa, sencilla e inocente de los campesinos, que reconducía a él y a sus hijos voluntarios italianos a una devoción perdida, a Dios, se volvería pobre, aplastada o borrada por la vulgaridad, la bulla, la exterioridad, el materialismo práctico del mundo moderno, de la próxima televisión y demás aportes secularizadores del progreso, en el cual vivimos hoy todos sumergidos.
El P. Hugo veía con preocupación a los tantos jóvenes obligados a dejar la vida de la Sierra para ir a las ciudades de la Costa, a Lima, en busca de trabajo, con el peligro de perder -desarraigados de su ambiente natural- el bien más importante: Dios. Habría sido un bien si se hubieran quedado en sus pueblos. Pero, ¿cómo, sin ayudarlos con un trabajo? ¿Cómo hablarles del Padre Dios sin darles la posibilidad de ganarse el pan del día?
Don Bosco, un siglo antes, había enseñado la manera: cuidar el alma cristiana de los jóvenes y prepararlos a la vida enseñándoles una profesión. Su hijo, el P. Hugo, no quiso para ellos una profesión cualquiera, sino artística, capaz de hacer el bien al alma y de acercar a Dios por el arte. Además, no una simple preparación profesional, para abandonar después a la ventura por el mundo a los jóvenes egresados, sino crear en la misma Sierra lugares de trabajo y de continua formación. De esta preocupación nació el grupo de los 18 primeros alumnos del Taller y los centenares sucesivos, así como la Asociación de Artesanos.
El deseo del P. Hugo ha sido y es el de que estos jóvenes que han tenido la suerte de poder encontrar una casa de formación, con gratuidad de estudios, de cama y de comida y, después, una digna profesión, sepan donar a los demás algo de lo que han gratuitamente recibido. El P. Hugo, enriqueciendo la sabia y prudentemente equilibrada máxima confuciana que dice: “No regales el pescado al pobre, sino enséñale a pescar”, le agregó algo importante y cristiano diciendo: “Enséñale al pobre a pescar y a regalar el pescado”.
La Caridad es el horizonte ideal continuo y la base operativa concreta de la obra del P. Hugo, que no es posible en este momento explicar en sus diversificadas ramificaciones, que son la locomotora y los coches del tren que compone la parte ilustrativa de esta exposición, y que van desde las escuelas artesanales a los institutos pedagógicos; desde la especialidad en arqueología a la de guías de alta montaña; desde el Hospital Mama Ashu a casas para discapacitados graves o ancianos terminales, etc., hasta lo que el Padre considera lo más importante: el Oratorio de los Andes, experiencia educativa para miles y miles de chicos.
Estoy hablando solo de una de las dos caras de la medalla, la nuestra, la de la misión; la otra es la de Italia, donde tantos jóvenes de la OMG -los del tender del tren- regalan su tiempo, sus vacaciones, sus fines de semana, para trabajar y recoger sudado dinero para sostener el trabajo de la Caridad en las misiones de la OMG en América Latina.
Es un consuelo y una gran alegría para el P. Hugo ver que el camino de la Caridad, de la OMG, está pegando también entre jóvenes peruanos, tanto en la sierra como en Lima, en Chimbote, en Huaraz. Actualmente los jóvenes de las casas de don Bosco de cada una de las 21 parroquias encomendadas a la OMG, en distintas diócesis del Perú, así como padres y madres de familia, trabajan para recaudar dinero para la caridad, y durante estos años en la Sierra los oratorianos han construido más de mil casas para los pobres, especialmente ancianos abandonados.
La presente Exposición testimonia el camino de caridad del P. Hugo y de sus hijos -peruanos e italianos- y amigos en los Andes y en Italia: la educación espiritual, artística y profesional, de elevado nivel, de centenares de jóvenes trabajadores, y el sueño paterno del P. Hugo de que cada uno de ellos pueda ser siempre un buen cristiano y un buen ciudadano. Detrás de todo esto está un formidable y fatigoso trabajo educativo que nació del corazón de San Juan Bosco y que vive en el corazón siempre joven y para los jóvenes de su hijo el P. Hugo.

Señor Embajador, se celebran los 150 años de la unidad de Italia: pienso que hay y habrá celebraciones y en gran parte se tratará de lanzar o relanzar en el mundo lo italiano, el “made in Italy”, y subrayar los valores culturales y económicos de la presencia de los italianos.
En el Perú, en los lugares que Raimondi estudió e ilustró como reservas de riquezas naturales que hoy son plenamente conocidas y explotadas para el enriquecimiento de empresas de este mundo, viven unos trescientos italianos que no buscan minas de oro, sino aquel “tesoro escondido” del cual habló Jesús, y sin la búsqueda del cual la vida, aun con todos los tesoros de este mundo, carece de sentido y de fin.

Profeta de Nuestro Tiempo

Aguchita

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