martes, 21 de junio de 2011

Elecciones y libertad: la primera política es vivir. ¿Tiene algo que decir la fe cristiana en la coyuntura presente?

Les comparto este manifiesto lleno de lucidez y de esperanza, porque cuando contamos con el patrimonio de la fe nos sentimos alentados a forjar con entusiasmo la realidad de cada día, en este caso el Perú que Dios pone en nuestras manos, aquí y ahora.

 

Elecciones y libertad: la primera política es vivir.

¿Tiene algo que decir la fe cristiana en la coyuntura presente?

 

En democracia los peruanos hemos elegido al nuevo presidente del Perú. Sin embargo, estas elecciones han sido marcadas por una situación bien extraña: muchos han votado por Ollanta “tapándose la nariz”, por rechazo a la dictadura experimentada con el Fujimorismo y muchos, a su vez “tapándose la nariz”, han votado por Keiko, por miedo a la ideología fumosa del Ollantismo. Es decir, en nombre de la defensa de la democracia, se ha votado para no perder el bien de la libertad.

 

El resultado dice, de todas maneras, que la mayoría de las personas quiere “cambios”. En estos días parece volver a nacer la tentación de la utopía: el sueño de que la política – de cualquier color y tendencia – puede ofrecer una solución mágica, que elimine el dolor, el mal y la injusticia, que libere al hombre y lo salve. Sabemos bien cuánto desilusiona depositar la esperanza en algo inconsistente como las utopías, que la historia desmiente puntualmente. Nosotros sabemos que no hace falta un “milagro” político, sino un camino.

 

Este presente es una gran oportunidad, para los católicos, de verificar este interrogante: ¿Tiene algo que decir la fe cristiana en la coyuntura presente?

 

No se puede dar la vida por un “futuro mejor”, sino por un inicio presente, por la experiencia presente del cristianismo, como amanecer de una nueva humanidad.  Basta pensar en todo el mar de solidaridad, unión, trabajo a favor de los débiles, que brota hoy en el Perú de la vida de la Iglesia, en medio de la gente más excluida y humilde. Un inicio de un mundo nuevo ahora, presente. Sólo gente que sabe por qué vive, y que ama su vida y la de sus hermanos hombres, es capaz de crear espacios de sociedad realmente humana.

 

La política tiene la responsabilidad de no impedir que estas experiencias de vida nueva crezcan y se comuniquen, en la educación, en la cultura, en la solidaridad, en toda la sociedad. El deseo de libertad, que ha sido el criterio del voto de tantos, señala que se debe favorecer la iniciativa de la persona y de las comunidades de personas. El Estado no puede concebirse como el “sujeto” que lo hace todo, sino respetar y promover el protagonismo de la sociedad, aunque no coincida con las ideas o los planes del gobierno. En este sentido, el primer compromiso debe ser la apuesta por la educación. Educar a la belleza, a la verdad, a la justicia, a la libertad, al amor. Nosotros encontramos y vivimos esta educación en la experiencia cristiana. Uno de los educadores más importantes del siglo XX, Luigi Giussani, decía: “¡déjennos sin ropa, desnudos, pero no nos quiten la posibilidad de educar!”.

 

Hace falta más libertad para todos, y en esto resalta la responsabilidad de nosotros los cristianos: la vida nueva que experimentamos y que da tantos frutos de cambio real en la sociedad, tenemos que ofrecerla y proponerla a todos, dando razón de su capacidad de responder a los deseos y a las necesidades verdaderas de todo hombre. Ésta es la única fuerza que tenemos. Hoy como al inicio del Cristianismo.

 

 

Comunión y Liberación

Junio de 2011

 

 


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