domingo, 11 de marzo de 2012

América Latina: condiciones históricas para la unidad continental. Libro del Guzmán Carriquiry sobre el bicentenario de las independencias

América Latina: condiciones históricas para la unidad continental
Libro del Guzmán Carriquiry sobre el bicentenario de las independencias

Por H. Sergio Mora

ROMA, domingo 11 marzo 2012 (ZENIT.org).- América Latina al festejar el bicentenario de sus independencias se encuentra en una coyuntura histórica muy favorable para remediar a tantas ocasiones perdidas. Para ello tiene que seguir creciendo económicamente sin olvidarse de la equidad social y buscar una unidad continental que le de autonomía de los poderes económicos transnacionales.

Lo indicó el miércoles 7 de marzo el profesor Guzmán Carriquiry Lecour, secretario de la Comisión Pontificia para América Latina, en la presentación de su libro El Bicentenario de la Independencia de los Países Latinoamericanos (Ediciones Encuentro, Madrid, 2011; versión italiana Rubbettino Editore, 2011) En la sede del Instituto Italo Latino Americano.

Y recordó la importancia --además del idioma y orígenes culturales- de la fe, la tradición católica que es el mayor tesoro de estos pueblos, un factor central de agregación que permitirá un desarrollo integral.

El viaje de Benedicto XVI a México y Cuba que se realiza en este contexto invitará a “reavivar la tradición católica de nuestros pueblos para que la fe en Jesucristo por la intercesión de la Virgen tan amada en la preciosa piedad popular se radique cada vez más en los corazones y en la vida de las familias y en la cultura de las naciones”.

Presentes el secretario general del Instituto Italo Latino Americano, Giorgio Malfatti di Monte Tretto, que recordó "los vínculos de sangre"; el ministro italiano Andrea Riccardi, que elogió los criterios del libro para entender la realidad latinoamericana y el catolicismo como factor unificador; y el canciller de la Pontificia Academia de las Ciencias Sociales monseñor Marcelo Sánchez Sorondo, che indicó una lista de reformas urgentes, desde las infraestructuras hasta la equidad que no sea igualitarismo, en un discurso que fue publicado en el diario vaticano L'Osservatore Romano.

“El bicentenario nos pone --indicó el autor- delante a un juicio sobre los desafíos que nuestra independencia no resolvió” por ello la segunda parte del libro está dedicado “a lo que aún tiene que ser realizado”.

Particularmente porque “América Latina se encuentra hoy en condiciones muy favorables para afirmar, reafirmar y consolidar su independencia, naturalmente en condiciones de interdependencia, cooperación y solidaridad, en un mundo globalizado”.

El punto central para Carriquiry entretanto está “en la unidad latinoamericana” porque el proceso de independencia produjo fragmentaciones que crearon “dependencia y atraso”. Y porque “aislados y divididos no contamos para nada”. En cambio si unidos “tenemos importantes factores y raíces de unidad como el destino histórico, idioma, tradición católica, matriz cultural barroca y criolla, que alimentan el sentimiento de solidaridad”.

Y recordó que en el mundo las uniones o confederaciones de Estados dan supremacía a los pueblos que lo realizan.

Estas condiciones que el período de la independencia no existía, hoy en cambio toman consistencia “gracias a los procesos de integración de los últimos cinquenta años, los que permitieron un salto de calidad”. El profesor uruguayo recordó que Mercosur, Unasur, regionalización o continentalización resulta un paso obligado y oportuno de reequilibrio que le permita a América Latina irrumpir como protagonista en la escena mundial. “Se hicieron pasos de gigantes” aunque se empantana “cuando se limita a tratados de libre comercio” o a “palabras retóricas o cumbres políticas”.

En ocasión de los bicentenarios por lo tanto se presentan enormes desafíos: “desde la modernización tecnológica de nuestras economías, al combate la marginalización de los sectores pobres, las crecientes desigualdades, mayor justicia social, participación democrática y credibilidad, así como la violencia e inseguridad promovida por el narcotráfico”.

Y recordó que Benedicto XVI “el 12 de diciembre pasado, en el día de la Virgen de Guadalupe, patrona de América Latina presidió en la basílica de San Pedro una misa solemne de fuerte resonancia latinoamericana con motivo del bicentenario” así como el inminente viaje apostólico en México y Cuba.

Para el profesor latinoamericano “la intención principal del papa es la de confirmar y reavivar la tradición católica de nuestros países para que la fe en Jesucristo por intercesión de la Virgen, tan amada en la preciosa piedad popular se radique cada vez más en el corazón y en la vida de las familias y en la cultura de las naciones. No hay que olvidar la originalidad histórico cultural de América Latina, continente en el que aproximadamente el 80% de sus habitantes son bautizados”.

“Un patrimonio afectado por la creciente secularización, por el naturalismo religioso, la expansión evangélica pentecostal y de algunas formas de sincretismo” al cual la Iglesia responde en la conferencia de los obispos en Aparecida “con una misión continental de nueva evangelización”.

Si este patrimonio histórico cultural se perdiera, dijo, América latina “sería aplastada por esta cultura dominante de la globalización consumista y por el espectáculo transnacional, tecnocrático, unidimensional y perdería una fuente importantísima de nuestra identidad e independencia espiritual”.

Y concluyó recordando que “si la tradición católica cae en desuso, si no se realiza un trabajo de educación en la fe, sin el empuje de una nueva evangelización, y si esta tradición católica no se vuelve el alma y la fuerza propulsora de un auténtico desarrollo y crecimiento de humanidad, quienes perderán serán nuestros pueblos”.

Por ello vale la pena “seguir con atención el próximo viaje apostólico de Benedicto XVI, convencidos que Nuestra Señora de Guadalupe guiará sus pasos y abrirá el corazón de sus hijos”.

http://jabenito.blogspot.com/2011/07/guzman-carriquiry-habla-de-la-joven-y.html

Iberoamérica: una relectura de las independencias

Martín Santiváñez Vivanco

Hace unos días, cayó en mis manos una pequeña joya bibliográfica, el libro del profesor uruguayo Guzmán Carriquiry, “El bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos”, publicado por Ediciones Encuentro y prologado por el Cardenal Jorge Mario Bergoglio.

El Doctor Carriquiry, como él mismo afirma, es un “uruguayo, rioplatense, mercosureño, sudamericano, latinoamericano que, por la sendas desmesuradas e imprevisibles de la Providencia, trabaja desde hace treinta años en la Santa Sede, en el centro de la catolicidad”. Bajo el paraguas de los bicentenarios, Carriquiry nos recuerda la importancia del cristianismo como elemento configurador de la identidad latinoamericana, un acicate de unidad que frenó los impulsos del federalismo independentista, ralentizando los efectos negativos de eso que él denomina “soberbia doctrina de la división y la impotencia”. En efecto, las fuerzas disolventes que dividieron a los reinos españoles de ultramar no lograron debilitar la profunda unidad espiritual de los países latinos, una comunidad trascendente (tantas veces defendida por intelectuales como Víctor Andrés Belaunde, Tristán de Athayde y Lucas Alamán) sobre la que debe fundarse cualquier intento de regeneración política y social.

Como señala Carriquiry, San Martín, Egaña, Monteagudo y Bolívar intentaron soldar los pedazos rotos del jarrón del imperio español sobre bases endebles, construyendo instituciones frágiles que sucumbieron al caudillismo. La derrota de los grandes próceres y la posterior balcanización estatal (que empeoró la condición social de los indios) demuestra la ineficacia del voluntarismo político por sí solo, más aún si apuesta por la demagogia discursiva y eso que algunos autores llaman “el anatopismo institucional”, es decir, la importación de instituciones sin atender a las claves de la cultura cívica. El factor de unidad esencial es el ethos cristiano. Por eso, con tino, Carriquiry recoge la frase del cura Morelos cuando invoca el factor religioso como espasmo movilizador: “somos más religiosos que los europeos”, sostuvo el revolucionario, mientras lideraba una revuelta de campesinos e indígenas bajo el estandarte de la Virgen de Guadalupe.

Sí, Latinoamérica se presenta, de cierta forma, como el arca de Occidente. Levantar barreras artificiales que pretenden expandir el laicismo disolvente destruye esta unidad espiritual y, a la postre, liquida instituciones y debilita los sistemas políticos. Bolívar, aunque de manera tardía, así lo comprendió. Carriquiry nos lo recuerda cuando cita el brindis que el Libertador pronunció en 1827 al enterarse que el Papa nombraba nuevos obispos para Bogotá, Caracas, Santa Marta, Antioquia, Cuenca y Quito, un hecho que provocó la violenta protesta de Fernando VII. Bolívar, en aquella ocasión, fue más que expresivo: “la causa más grande que nos une en este día es el bien de la Iglesia y el bien de Colombia. Una cadena sólida y más brillante que el firmamento nos liga nuevamente a la Iglesia romana, que es la puerta del cielo. Los descendientes de San Pedro han sido siempre nuestros padres, pero la guerra nos había dejado huérfanos. Estos Pastores dignos de la Iglesia y la República son nuestros vínculos sagrados con el cielo y la tierra”.

El radicalismo rabioso de los primeros años de la independencia fue incapaz de erradicar el “humus” del sustrato cultural católico. La integración política latinoamericana (integración “desde el pueblo” para Carriquiry) ha de basarse en un hecho tangible. La fe no sólo es tradición. La fe es vida. Por eso, el profesor uruguayo acierta cuando sostiene que los símbolos católicos, antes que las ideologías y los liderazgos cesaristas, son las columnas más inclusivas de nuestra identidad. Sí, en efecto, las imágenes cristianas permanecen en el alma de nuestros pueblos, evocan el pasado e informan el futuro. La historia latinoamericana no se comprende sin la Virgen de Guadalupe, el Cristo de los Andes o el Señor de los Milagros. Latinoamérica es la síntesis viviente de numerosas culturas. Y el cristianismo, como sostiene Guzmán Carriquiry en la mejor tradición hispánica, es el elemento de cohesión, el “humus” espiritual que transforma a las sociedades hasta elevarlas al plano trascendente, permitiendo la unidad solidaria de trayectoria y destino. He allí el sendero que Iberoamérica debe recorrer.

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