viernes, 24 de agosto de 2012

Hispanoamérica 200 años atrás, entre la emancipación y el infinito, en el Meeting de Rímini

Hace dos siglos, América se movió entre el deseo de emancipación y el de infinito

El Meeting de Rimini dedica una exposición a las Independencias de los países latinoamericanos

Por H. Sergio Mora

ROMA, viernes 24 agosto 2012 (ZENIT.org).- "Utopías y significado: dos banderas de la independencia hispanoamericana. 1808-1824" Este es el título de la exposición que dedica el Meeting de Rimini, al bicentenario de la Independencia de los países de América Latina. El Meeting, organizado por Comunión y Liberación, sigue su curso en la ciudad balnearia italiana hasta este sábado 25 de agosto, con el tema "La naturaleza del hombre es relación con el infinito".

Con la llegada de los conquistadores a América y después de los misioneros nace en poco más de tres siglos un pueblo con una fisonomía propia. El deseo de independencia aparece en un contexto marcado por la invasión de España por parte de Napoleón. Una independencia que los próceres querían que mantuviera la unidad latinoamericana y que en cambio termina con la división, lo que trae desilusión la cual entretanto abre el reto de la libertad. Una bandera fue el deseo de independencia, la otra el de infinito.

Lo indicó a ZENIT Anibal Fornari, responsable de la muestra, docente de antropología y director del doctorado en filosofía de la Universidad argentina de Santa Fe, en el Meeting de Rimini.

La exposición dedicada a la independencia de Latinoamérica es un recorrido expositivo que contiene paneles, vídeos y fotos sobre los eventos de la independencia latinoamericana.

"Así como el quinto centenario del descubrimiento de América estuvo marcado por una disputa ideológica, digamos entre un fundamentalismo indigenista y cierta postura liberal positivista o negativa, con motivo del segundo centenario cada país hizo su celebración oficial, más que de esta sociedad, con su historia y su cultura". Y recordó Fornari que "incluso como Iglesia y como movimiento vivimos la experiencia latinoamericana que va más allá de las fronteras de los Estados, porque es un pueblo en marcha, de una amistad y constelación de encuentros".

"El abordaje nuevo --prosiguió el profesor argentino- es que el hombre se mueve en la historia por un deseo de infinito que lo lanza a una aventura de libertad, justicia, verdad, felicidad".

"No hemos querido disputar si tradición, si ilustración, o esto o lo otro, sino una perspectiva nueva antropológica, por lo tanto buscamos testimonios y documentos. Tantos, entre ellos desde Montesinos, Pedro de Córdoba, el grito de los misioneros que llegó a Carlos V, la obra de Vasco de Quiroga, e incluso testimonios de no cristianos como Neruda, Carlos Paz, Carlos Fuentes".

La muestra se divide en tres secciones: la primera describe la naturaleza, sus habitantes, su historia, sus premios Nobel, con un video, etc. "Esta parte termina --indicó- con la expulsión de los jesuitas, que si bien no es causal directa de la independencia, denota bien el paso de los Habsburgo a los Borbones que tenían una mentalidad más confederada, de cabildos, creando un descabezamiento cultural que generó en mucha gente la pregunta si el rey Fernando VII merecía la confianza o no".

La segunda es sobre la invasión napoleónica, la independencia y las tensiones existentes en sus protagonistas, entre quienes querían ser fieles a los ideales de la Iglesia y otros que querían aceptar los de la Revolución Francesa. En que la idea de independencia nace más como una tutela ante Napoleón que como una separación de España. Y cómo próceres del calibre de San Martín y Bolivar terminan en el exilio rechazando la idea de gobernar un continente dividido.

Y la tercera y última sección busca respuestas en los escritos de San Agustín, del cardenal Ratzinger y del fundador de Comunión e Liberación, don Luigi Giusani, más que al ideal de independencia al deseo de infinito que tienen todos los hombres.

En la conferencia sobre el tema realizada el día de la inauguración del Meeting di Rimini además del profesor Fornari, participaron el docente de historia en la Universidad de San Francisco en Quito, Carlos Freile y el profesor de historia del arte en la Universidad de Granada, Gutiérrez Viñuales.

"En el derecho hispánico --explicó Freile- el poder viene de Dios que lo entrega al rey, y si el rey es ilegítimo el poder vuelve al pueblo". Y en nombre de esto los virreinatos de América Latina se independizan. El profesor ecuatoriano subrayó la raíz católica de estos pueblos, que fue olvidada debido a la influencia de la cultura liberal y lamentó que actualmente en su país, que considera católico, se intenta retornar a religiones paganas ancestrales.

El profesor Gutiérrez Viñuales por su parte presentó su visión del arte iberoamericano, desde la independencia al siglo XIX, apoyándose en la proyección de diversos cuadros y gracias a la existencia de un idioma e identidad común, así como la religión y una fuerte relación entre los ámbitos político y religioso.
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NOTICIAS

Las repúblicas aéreas

Luis Antonio Ferrero
09/08/2012 - El Bicentenario de la Independencia Hispanoamericana en el Meeting de Rimini
''El paso de los Andes (por San Martín)'', de Augusto Ballerini.
''El paso de los Andes (por San Martín)'', de Augusto Ballerini.

El ideal, así como la utopía y el desencanto, el sueño y la desilusión, fueron términos que trasegaron la entera experiencia histórica de nuestra Hispanoamérica desde sus orígenes.
Cuando los conquistadores, pobladores y frailes, al alba del siglo XVI (Primera Sección), iniciaron el dramático proceso fundacional, ante la aparición de los pueblos encontrados, tenían claro el significado que la tal empresa conllevaba. Podríamos decir, simplificando, que desde Cortés a Bernardino de Sahagún, o desde Juan de Garay a los Padres José Cataldino y Simón Masseta, pasando por el Oidor Vasco de Quiroga o Toribio de Mogrovejo, los iniciadores de la aventura oceánica hacían evidente en sus vidas –bestiales, carnales, miserables…– el significado que la experiencia americana implicaba para el incipiente proceso de alumbramiento cultural del Nuevo Mundo. Alumbramiento que también modificaba de modo profundo concepciones, mentalidades y acciones de aquellos hombres. Dicho de otro modo: el ideal estaba claro para ellos, se tradujese luego de modo muy diverso y dramático en variados proyectos.

El gran trabajo humanizador efectuado por España no habría de cumplirse plenamente. La progresiva irrupción de la modernidad de ruptura en Hispanoamérica la encaminará hacia otros horizontes. La derrota de España antes que por medio de las armas, lo fue en el campo de la cultura, mediante la modernísima arma usada por sus enemigos, terriblemente eficaz, a través de los impresos que tanto hugonotes, holandeses e ingleses difundieron por el mundo. La dinastía borbónica en el s. XVIII, haría definitiva tal defección, marchando hacia un poder central cada vez más fuerte, liberada del contrapeso de las instituciones representativas, respondiendo al deseo de reducir todos mis reinos de España a la uniformidad de unas mismas leyes, usos, costumbres y tribunales, tal como lo dirá Felipe V, primer Borbón español.

Año 1808. Un hecho inusitado desencadenará el proceso de la Independencia Hispanoamericana: la invasión del ejército de Napoleón Bonaparte a la Península (Segunda Sección). Inicialmente el Juntismo americano no se afianzará para renegar del pasado de tres siglos, sino para cubrir el vacío dejado por el Monarca ausente y también para combatir al despotismo borbónico. Con el correr de los años, por diversas circunstancias, se completaría aquel proceso de separación de estas tierras. Las elites americanas, constituídas en novedosas sociedades de pensamiento, optarán progresivamente por la modernidad de ruptura que afianzará la Independencia de las antiguas posesiones españolas. Éstas se encaminarán posteriormente por el sendero de la desintegración territorial hacia la formación de una veintena de repúblicas, bajo la tutela de un caudillismo de variado signo, con la aparición de diversas ficciones democráticas subsiguientes, en el intento de crear –a la postre– una sociedad desde la nada.

Agustín de Iturbide, Simón Bolívar, José de San Martín –y tantos otros–, herederos de aquella cultura del significado, desafiaron en la ocasión la aventura de edificar la unidad y la independencia de Hispanoamérica hasta el final. Concluída la lucha, tras la batalla de Ayacucho (1824), Bolívar asciende al cerro Potosí (Bolivia). Almuerza en la cumbre con su séquito y días después, expresa su felicidad a Santander: Es la primera vez que no tengo nada que desear y que estoy contento con la fortuna (26.X.1825).
Habían transcurrido apenas tres años y así escribía a un embajador francés: El edificio que construí con esfuerzos sobrehumanos, se desmoronará entre el fango de las revoluciones.
¿De dónde provino ese desencanto? ¿A qué se debió esa particular desilusión que se percibe en ellos, sobre todo en Bolívar y San Martín, al final de sus vidas?
¿Por qué Bolívar afirma, poco antes de su muerte, no espero salud para la patria. Este sentimiento, o más bien esta convicción íntima, ahoga mis deseos y me arrastra a la más cruel desesperación? ¿A qué se refería, ya en 1812, cuando advertía que "los códigos que consultaban nuestros magistrados no eran los que podían enseñarles la ciencia práctica del gobierno, sino los que han formado ciertos buenos visionarios que, imaginándose repúblicas aéreas, han procurado alcanzar la perfección política, presuponiendo la perfectibilidad del linaje humano? 
Cuando San Martín expresaba en idéntico sentido: "Era moralmente imposible —escribe en 1816— el que nosotros mismos nos constituyésemos; somos muy muchachos y nuestros estómagos no tienen suficiente calor para digerir el alimento que necesitan", ¿qué quería decir con ello? 
¿Qué pretendía significar Antonio José de Sucre, el gran mariscal de Ayacucho, cuando entreveía un cambio de escenario que nos llevaría al incendio revolucionario que lo abrasaría todo? 
¿Dónde ubicamos aquellas dos banderas –utopía y significado– por las cuales se movieron estos hombres? ¿Por qué no se reconocieron en lo que ya existía: la heredada unidad político-cultural de Hispanoamérica en la cual habían sido educados? Y desde esas tradiciones políticas, culturales y religiosas reiniciar un camino hacia más humanas realizaciones.
Ante el fracaso de la utopía, ¿qué preguntas les nacen? ¿De qué sirvió la revolución? ¿Quién puede sostener los ideales que la impulsaron? ¿Qué logros alcanzaron? ¿Era eso lo que buscaban? Allí comienza, entonces, para ellos, una aventura aún mayor: la de la libertad. 
¿Y para nosotros, hoy, cuál es la relación entre el deseo irrefrenable de cambiar la realidad y la política? ¿Cuál es el verdadero desafío para quienes gobiernan? ¿Cómo reconocer lo que es justo? ¿Cómo poder distinguir entre el bien y el mal, entre el derecho verdadero y el derecho sólo aparente?

¿Tiene algo que ver el deseo, la felicidad, con la política? Lo insinúa la Tercera Sección.

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