domingo, 11 de noviembre de 2012

LA VERDADERA LIBERACIÓN según Monseñor Müller y Juan Pablo II

Me parecen de excepcional valor las palabras del nuevo prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, Monseñor G. Müller acerca de la Teología de la Liberación, en julio del 2012:

 «He ido a menudo a América Latina, a Perú, pero también a otros países. En 1988 me enviaron para participar en un seminario con Gustavo Gutiérrez. Fui con algunas reservas, como teólogo alemán, incluso porque conocía las dos declaraciones de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la teología de la liberación publicadas en 1984 y en 1986. Sin embargo, pude constatar que hay que distinguir entre una teología de la liberación equivocada y otra correcta. Considero que cualquier teología buena tiene que ver con la libertad y la gloria de los hijos de Dios. Aunque, claramente, una mezcla de la doctrina de una auto-redención marxista con la salvación de Dios hay que rechazarla». «Por otra parte– debemos preguntarnos sinceramente: ¿cómo podemos hablar del amor y de la misericordia de Dios ante el sufrimiento de tantas personas que no tienen comida, agua, asistencia sanitaria, que no saben cómo ofrecer un futuro a sus hijos, en el que falta verdaderamente la dignidad humana, en donde los derechos humanos son ignorados por los poderosos?»[1]

De igual manera, me parecen de particular interés los dos números de "Los caminos del Evangelio" Carta apostólica del Papa Juan Pablo II a los religiosos y religiosas de América Latina con motivo del V centenario de la evangelización del Nuevo Mundo (29, junio, 1990)[2]

 Verdadera libertad y auténtica liberación

18. De esta humanidad madura de los religiosos y religiosas tiene hoy necesidad el Continente latinoamericano para anunciar a Jesucristo con la palabra y con la vida, para así construir una nueva humanidad según el espíritu de las bienaventuranzas.

La historia de estos quinientos años atestigua la fidelidad de tantos religiosos y religiosas que han contribuido a mantener vivo y a enriquecer el patrimonio de la primera evangelización. No hay que olvidar que todos aquellos que se han consagrado al servicio de Cristo mediante los consejos evangélicos y con el espíritu de las bienaventuranzas contribuyen eficazmente a la obra evangelizadora, apoyando la predicación de la palabra con la fuerza del propio testimonio.

Es importante, pues, que ese testimonio no se deforme bajo influencias e interpretaciones reductivas del Evangelio, que podrían afectar al genuino contenido de su mensaje y a la misma vida consagrada, con el peligro, sobre el cual ya nos advierte el Señor, de que la sal se desvirtúe y pierda su sabor (cf. Mt 5, 13).

En los últimos años, ante ciertas tendencias que presentaban una particular hermenéutica de la revelación, —con graves repercusiones en la vida y la misión de la Iglesia, e incluso en la misma vida religiosa, como es el caso de algunas teologías de la liberación— la Congregación para la Doctrina de la Fe ha emanado dos documentos, Libertatis nuntius (1984) y Libertatis conscientia (1986), para establecer las líneas maestras del pensamiento de la Iglesia sobre la verdadera libertad y la auténtica liberación según el Evangelio.

Estas dos Instrucciones no sólo son válidas en sí mismas, sino que se presentan además como realmente proféticas por haber contribuido a desenmascarar falaces utopías ideológicas y servilismos políticos que están en total desacuerdo con la doctrina y la misión de Cristo y de su Iglesia.

La palabra del Señor, que nos llama a la plena libertad de los hijos de Dios, sigue urgiéndonos a la fidelidad: «Si os mantenéis en mi palabra seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Jn 8, 31-31). Sólo Jesucristo libera. Sólo en su amor, experimentado y transmitido, se encuentra la auténtica liberación.

La opción preferencial por los pobres

19. En este contexto es necesario subrayar una vez más el justo significado de la opción preferencial, no exclusiva ni excluyente, en favor de los pobres, opción particularmente connatural a todos aquellos que viven el consejo evangélico de la pobreza y que están llamados a amar, acoger y servir a los pobres «con las entrañas de Jesucristo» [13].

Como ya hacía notar el documento de Puebla, la opción preferencial por los pobres ha sido un factor muy destacado en la vida religiosa latinoamericana durante los últimos tiempos [14]. Son muchos los religiosos y religiosas que viven esta opción preferencial con un auténtico espíritu evangélico, fuertemente motivados por las palabras del Señor y en coherencia con el espíritu de su propio Instituto. En efecto, los religiosos y las religiosas están presentes en los barrios marginados, entre los indígenas, junto a los ancianos y enfermos, en las innumerables situaciones de miseria que América Latina vive y sufre, como son las nuevas pobrezas que afectan sobre todo a los jóvenes, desde el alcoholismo a la droga. Por medio de los religiosos la Iglesia se hace servidora de los hermanos más necesitados, en cuyo rostro dolorido reconoce los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos interpela y nos convoca al juicio definitivo, cuando seremos juzgados acerca del amor [15].

 

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