martes, 18 de noviembre de 2014

UN MENSAJE A GARCÍA. La carta-milagro de Elbert Hubbard para forjar en el compromiso responsable

UN MENSAJE A GARCÍA. La carta-milagro de Elbert Hubbard para forjar en el compromiso responsable

 

Publicado por vez primera en Marzo de 1899 en la revista "Phillistine" y del que en 1913 ya se habían impreso más de cuarenta millones de ejemplares. La he usado en cursos, reuniones y siempre resulta formidable.

Un mensaje a García (A Message to Garcia en el inglés original) también conocido como La carta a García o simplemente Carta a García, es un ensayo escrito por Elbert Hubbard en 1899, en el que en primer término relata brevemente la anécdota del soldado estadounidense Rowan, que es llamado para entregar de parte del presidente de Estados Unidos, un mensaje al jefe de los rebeldes, oculto en la sierra cubana, en el curso de la Guerra hispano-estadounidense a fines del siglo XIX.

Hubbard resalta el hecho de que Rowan recibe el mensaje y se limita a entregarlo a pesar de que nadie le proporcionó información ni medios para encontrar a García, para lo cual Rowan recorre a pie la isla de Cuba de costa a costa. Ante esto, Hubbard propone por medio de otros varios ejemplos, que la aplicación para cumplir inmediatamente con la tarea encomendada, sin reticencias y sin vacilaciones, es el principal valor para conseguir el éxito, sobre todo en el trabajo, aún más que el talento o la erudición. Concluye sosteniendo que el mundo necesita «muchos Rowan» y que existen pendientes por entregar muchos «mensajes a García», en aplicación de la máxima «hacer bien lo que se tiene que hacer».

 

 

            «En todo este asunto de Cuba hay un hombre que destaca en el horizonte de mi memoria como el planeta Marte en su perihelio. Cuando se declaró la guerra entre España y los Estados Unidos era muy necesario comunicarse prontamente con el Jefe de los insurrectos. Encontrábase García, allá, sin que nadie supiera su paradero. Era imposible toda comunicación con él por telégrafo o por correo. El presidente tenía que contar con su cooperación, sin pérdida de tiempo. ¿Qué hacer?

            Alguien dijo al Presidente: "Hay un hombre llamado Rowan que puede encontrar a García, si es que se le puede encontrar".

            Se trajo a Rowan y se le entregó una carta para que a su vez se la entregara a García. De cómo fue que este hombre, Rowan, tomó la carta, la selló en una cartera de hule, se la amarró al pecho, hizo un viaje de cuatro días en un bote sin cubierta y desembarcó de noche en las costas, y en tres semanas salió al otro lado de la isla de Cuba, habiendo atravesado a pie un país hostil, y entregado la carta a García, son cosas que no tengo deseo especial de narrar en detalle. Pero sí quiero que conste que Mac Kinley, Presidente de los Estados Unidos, puso una carta en manos de Rowan, para que éste la entregara a García. Rowan tomó la carta y no preguntó: ¿Dónde está García?».

 

            ¡Loado sea Dios! He aquí un hombre cuya figura debe ser vaciada en imperecedero bronce y puesta su estatua en todos los colegios del país. No es la enseñanza de libros lo que los jóvenes necesitan, ni la instrucción de esto o aquello, sino el endurecimiento de las vértebras para que sean fieles a sus cargos, para que actúen con diligencia, para que hagan las cosas- "llevar un mensaje a García".

            El general García ya no existe, pero hay otros García. No hay nombre que haya tratado de administrar una empresa que requiera mucho personal, que a veces no se haya quedado atónito al notar la imbecilidad del promedio de los hombres, la inhabilidad o la falta de voluntad de concentrar sus inteligencias en una cosa dada y hacerla. La asistencia irregular, la desatención ridícula, la indiferencia vulgar y el trabajo mal hecho parece ser la regla general. No hay hombre alguno que salga airoso de su empresa, a menos que, quieras o no, por la fuerza, obligue o soborne a otros para que les ayuden, o al menos que, tal vez, Dios Todopoderoso en su bondad, haga un milagro y le envíe al Ángel de la Luz para que le sirva de auxiliar.

            Tú, lector, puedes hacer esta prueba. Te encuentras en estos momentos sentado en tu oficina. A tu alrededor tienes seis empleados. Lama a uno de ellos y pídele lo siguiente: "Tenga la bondad de buscar en la Enciclopedia y hágame un memorándum corto de la vida de Corregio".

¿Crees tú que el empleado contesta: "Sí, señor", y que se marcha a hacer lo que tú le dijiste?

Nada de eso. Te mirará de soslayo y te hará una o más de las siguientes preguntas: ¿Quién era el Corregio? ¿en cuál enciclopedia? ¿dónde está la enciclopedia? ¿acaso fui yo empleado para hacer eso? ¿no querrá decir usted Bismark? ¿por qué no lo hace Carlos? ¿murió? ¿hay prisa para eso? ¿no sería mejor que le trajera el libro y Ud. mismo lo buscara? ¿para qué quiere Ud. saberlo?

Y me atrevería a apostar diez contra uno que, después que hayas contestado el interrogatorio y explicado la manera de buscar la información que necesitas y por qué la necesitas, tu empleado se retira y obliga a otro compañero a que le ayude a encontrar a García; regresando poco después diciéndote que no existe tal hombre. Desde luego, puede darse el caso en que yo pierda la apuesta, pero, según ley de promedios, no debo perder.

            Ahora bien; si tú sabes lo que tienes entre manos, tú no debes molestarte en explicar a tu auxiliar que Corregio está indicado con "C" y no con "K", sino que, sonriente y de buen humor le dirás: "Está bien, déjelo" y, dicho esto, te levantarás y lo buscarás tú mismo.

Y esa incapacidad para obrar independientemente, esa estupidez moral, esa deformidad de la voluntad, esa falta de disposición para hacerse cargo de una cosa y realizarla, esas son las cosas que han pospuesto para lejos en lo futuro al socialismo puro. Si los hombres no actúan por su propias iniciativas para sí mismos, ¿qué harán cuando el producto de sus esfuerzos sea para todos? La fuerza bruta parece necesaria y el temor a ser "rebajado" el sábado, a la hora del cobro, hace que muchos trabajadores o empleados conserven el trabajo o la colocación.

Anuncia buscando un taquígrafo y, de diez solicitantes, nueve son individuos que no tienen ortografía, y lo que es más, de individuos que no creen necesario tenerla. ¿Podrían esas personas escribir una carta a García?

- Mire usted -me decía el gerente de una fábrica-, mire usted aquel tenedor de libros.

- Bien, ¿qué pasa?

Es un magnífico contable, mas si se le manda hacer una diligencia, tal vez la haga, pero puede darse el caso de que entre en cuatro bares antes de llegar, y, cuando llegue a la calle principal, ya no se acuerde de lo que se le dijo. ¿Puede confiarse a ese hombre que lleve un mensaje a García?

Recientemente, hemos estado oyendo conversaciones y expresiones de muchas simpatías a "los extranjeros naturalizados que son objeto de explotación en los talleres", así como hacia "el hombre sin hogar que anda errante en busca del trabajo honrado", y, junto a esas expresiones, con frecuencia se emplean palabras duras hacia los hombres que están en el poder.

Nada se dice del patrono que se avejenta antes de tiempo tratando en vano de inducir a los eternos disgustados y perezosos a que hagan un trabajo a conciencia; ni se dice nada del mucho tiempo ni de la paciencia que ese patrono ha tenido buscando personal que hace otra cosa sino "matar el tiempo" tan pronto como el patrono vuelve la espalda. En todo establecimiento y en toda fábrica se tiene constantemente en práctica le procedimiento de selección por eliminación. El patrono se ve continuamente obligado a rebajar personal que ha demostrado incompetencia en el fomento de sus intereses, y a tomar otros empleados. No importa que los tiempos sean buenos; este procedimiento de selección sigue en todo tiempo y la única diferencia es que, cuando las cosas están malas y el trabajo escasea, se hace la selección con más escrupulosidad, pero fuera y para siempre fuera tiene que ir el incompetente y el inservible. Por interés propio, el patrono tiene que quedarse con los mejores, con los que pueden llevar un mensaje a García.

Conozco a un individuo de aptitudes verdaderamente brillantes, pero sin la habilidad necesaria para manejar su propio negocio, y que, sin embargo es completamente inútil para otro, debido a la misma sospecha que constantemente abriga de que su patrono le oprime, o trata de oprimirle. Sin poder mandar, no tolera que se le mande. Si se le diera un mensaje para que lo llevara a García, probablemente, su contestación sería: "Llévelo usted mismo".

 Hoy, este hombre anda errante por las calles en busca de trabajo, teniendo que sufrir las inclemencias del tiempo. Nadie que le conozca se ofrece a darle trabajo, puesto que es la esencia misma del descontento. No entra por razones y, lo único que en él podría producir algún efecto, sería un buen puntapié salido de la punta de una bota de número 45, de suela gruesa. Sé, en verdad, que un individuo moralmente deforme como ése es menos digno de compasión que el físicamente inválido; pero, en nuestra compasión, derramemos también una lágrima por aquellos hombres que se encuentran al frente de grandes empresas, cuyas horas de trabajo no están limitadas por el sonido del pito y cuyos cabellos prematuramente encanecen en la lucha que sostienen contra la indiferencia zafia, contra la imbecilidad crasa y contra la ingratitud cruenta de los otros, quienes, a no ser por el espíritu emprendedor de éstos, andarían hambrientos y sin hogar. Dirías que me he expresado con mucha dureza. Tal vez, sí; pero cuando el mundo entero se ha entregado al descanso, yo quiero expresar una palabra de simpatía hacia el hombre que sale adelante en su empresa, hacia el hombre que, a pesar de grandes inconvenientes, ha sabido dirigir los esfuerzos de otros hombres, y que, después del triunfo, resulta que nada ha ganado, más que su subsistencia.

También yo he cargado mi lata de comida al taller y he trabajado a jornal diario, y también he sido patrono y sé que puede decirse algo a ambos lados.

No hay excelencia en la pobreza, "per se"; los harapos no sirven de recomendación; no todos los patronos son rapaces y tiranos; no todos los pobres son virtuosos.

Mis simpatías todas van hacia el hombre que hace su trabajo cuando el patrono está presente como cuando se encuentra ausente. Y el hombre que al entregársele una carta para García, tranquilamente, toma la misiva, sin hacer preguntas idiotas, y sin intención alguna de arrojarla a la primera alcantarilla que encuentre a su paso, o de hacer cosa que no sea entregarla al destinatario, ese hombre nunca queda sin trabajo ni tiene que declararse en huelga para que se le aumente le sueldo. La civilización busca ansiosa, insistentemente, a esa clase de hombres. Cualquier cosa que ese hombre pida, la consigue. Se le necesita en toda ciudad, en todo pueblo, en toda villa, en toda oficina, tienda y fábrica, y en todo taller. El mundo entero lo solicita a gritos; se necesita, y se necesita con urgencia al hombre que pueda llevar "Un Mensaje a García".

 

CUESTIONARIO EVALUACIÓN: 4 TIPOS DE HOMBRES ¿DÓNDE TE ENCUENTRAS?

 

De cuarta categoría: Reciben un mensaje y no lo cumplen. Son los indeseables. O puntos

De tercera: Necesitan que se lo digan cada vez que hay que anunciar. Son los molestos. 5-10 puntos

De segunda: Sólo hay que decírselo una vez. Son los competentes. 10-15 puntos

De primera: No hay que decirles nada, se adelantan. Son los MAESTROS. 20 puntos. (No esperes. Anota ahorita mismo 10 iniciativas de mejora: En ti mismo, en tu casa, en la Universidad, en Perú, en el Mundo)

 

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