lunes, 13 de octubre de 2008

ROLLÁN Y MI GENTE

EL SEÑOR AMADEO Y SUS TRES HIJAS SALESIANAS

 

Entre los laicos que se han destacado por su servicialidad a la Iglesia debemos destacar al Sr. Amadeo. Alguien que lo conoció muy de cerca, el párroco don Manuel Domínguez, en 1986 tuvo a bien comunicarme los presentes datos. Vivía cerca de la ermita del Humilladero y tres veces al día tocaba las campanas para el ángelus. A las cinco de la mañana, lo mismo en invierno que en verano, iba a la iglesia para tocar a la oración y en ella se quedaba, con ser una nevera, por espacio de una hora de oración. Volvía a casa hasta la misa parroquial a la que no faltaba ni un día. Gozaba de una salud a prueba de microbios y bacilos. Los mataba a tocos con un trago de aguardiente de muchos grados. A sus casi 90 años no tenía una arruga en su rostro sonrosado. No se le conoció enfermedad, sino accidentes en lugar sagrado y causados por dos veces por un santo que con mucha gracia nos relata don Manuel.

El primero fue con ocasión de una procesión. Parece que el Sr. Amadeo no se perdía ni una misa ni una procesión. Y en una de ellas, en un movimiento brusco de los portadores dieron tal golpe en la sien del pobre Amadeo que cayó fulminado. Al levantarlo del suelo chorreaba sangre por la herida:

Vaya al médico corriendo y si no ésta vaya a la Botica que le curen.

No se preocupe, don Manuel, que después de Misa me curo yo con sal y vinagre.

Y a los pocos días cicatrizó la herida.

El segundo percance le sucedió al querer cambiar de sitio a san Pedro. Se le cayó el santo encima y se rompió una pierna.

Siendo ya muy anciano, sus hijas no querían que siguiera viviendo solo y le gestionaron su ingreso en el Asilo de las Hermanitas de los Pobres de Salamanca. Pero no contaron con la voluntad de su padre. Como no había medios para convencerle. Le dijo don Manuel:

Si usted no quiere ir al Asilo, una de sus hijas tendrá que salir de la Congregación para asistirle:

- Si ha de ser así, me voy al Asilo. Yo entregué mis hijas a Dios y no quiero que lo dejen por mí.

Y, sin chistar, se fue para allá donde murió como había vivido, como un santo no canonizado pero canonizable –como dice don Manuel

Y como de tal palo tal astilla, del hogar que formó con Francisca Blanco le nacieron tres retoños, Lorenza, Antonia y Amelia (no emitió los votos, pero vivió siempre como una religiosa más), que fueron derechas las tres a vivir como religiosas Hijas de María Auxiliadora. De ellas habló con deliciosa sencillez el P. Juan Bosco Sardón en el Boletín Salesiano. Las tres compartieron con la Beata Eusebia Palomino (de Cantalpino) el aspirantado, en Salamanca, el noviciado en Barcelona y sus ansias de santidad. Las tres fueron porteras, de las que decía don Bosco que “un buen portero en una casa salesiana son un tesoro”. Las tres fueron un testimonio vivo de humilde sencillez, de trabajo alegre – Amelia, 70 años, más de 25.000 días sin interrupción- en el primer puesto de la portería, desapareciendo amando, como Jesús, José y María en Nazaret. Mucho saben de ella las casas de Madrid, Torrente, Salamanca, Arcos, Jerez, Rota. Antonia espera la resurrección en el cementerio de Cádiz, Lorenza en el de Rota y Amelia en el de Salamanca.

 

(Nota preparada para la Revista LA MADROÑA de Rollán. Salamanca)

 

 

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