miércoles, 26 de noviembre de 2008

REENCUENTRO DE LAS LENGUAS ESPAÑOLA Y PORTUGUESA

 

Portada del libroLídice M. Gómez Mango y Guzmán M. Carriquiry Lecour Perspectivas de un reencuentro de las lenguas española y portuguesa, Universidad Católica San Antonio, Murcia, 2007, 180 pp

 

Desde el corazón de la cristiandad, Roma, este matrimonio cosmopolita pero visceralmente hispanoamericano  nos comparten profundas y bellas reflexiones. Aunque el fuerte de Lídice - licenciada en Letras y profesora en la Lateranense- es el tema lingüístico y lo trata con precisión, apunta al centro de la cuestión: el alma hispanoamericana. De igual modo, aunque el apremio de Guzmán - Subsecretario del Consejo Pontificio para los Laicos- es el humus cultural de la América hispana católica, lo que le importa es la vida: “el arraigo de las personas en la propia tierra, su pertenencia a la historia de su pueblo, la convivencia en una moda común, su sentimiento nacional” (p.136)

Termina brindando El término “Reencuentro” se fundamenta en las raíces y en la trayectoria histórica de las lenguas española y portuguesa. Recuerdo el célebre “Brindis” del Retiro por Menéndez Pelayo, quien rechazó el concepto de «iberismo» propugnado entonces por los progresistas, brindó «por los catedráticos lusitanos... que hablan una lengua española, y que pertenecen a la raza española». Claro que “encuentro” no quiere decir fusión ni asimilación, sino que está bien fundado y actualmente –como escribió Miguel A. Gallego- hasta provocado por una proyección futura realista, ya que como escribe en el prólogo el académico chileno Joaquín Alliende, existe el común origen ibérico, más la pulsación americana -un 90% de hispanohablantes y una proporción aún mayor de lusohablantes viven en el continente americano-.

El “reencuentro” de las lenguas ibéricas es posible porque “reconocen raíces históricas comunes, un acervo cultural compartido, y un sustrato lingüístico  anterior a la diferenciación ulterior” (p.13), especialmente por la configuración de Hispania “como patria común de los pueblos ibéricos, la difusión del latín como idioma oficial y común en la Península, su desarrollo durante la Reconquista, las permanentes comunicaciones en la obligada convivencia peninsular y “una corriente pan-iberista que siempre ha estado presente en sectores intelectuales y políticos, tanto españoles como portugueses”. Este humus, este crisol, ha sido rescatado y proyectado hacia una misión común en geniales personalidades como Camoens, Oliveira Martins, J. Enrique Rodó, José Martí, Manuel Ugarte, F. García Calderón, Rufino Blanco, Rubén Darío, Unamuno –entre otros.

Al igual que el Mercado Común Europeo ha favorecido la integración cultural a partir de la unidad económica, los autores confían que el Mercosur sirva de “fundamento económico común al reencuentro de nuestras culturas hispanoamericanas y lusoamericanas” desde sus dos rostros, el hispanoamericano y el brasileño. Uno de los escollos es la asimetría en la alianza entre Brasil y Argentina, por lo que se “moderaría si Argentina siguiera una política sanmartiniana” (p.95) esto es si se proyectase hacia Chile y Perú, logrando forjar los “Estados Unidos del Sur”.

Su apuesta por la superación de una incomunicación forzada, hecha de recelos y rivalidades ya anacrónicas, pasaría por un compromiso político que recupere la memoria de las raíces comunes, invierta en educación –también en la enseñanza bilingüe del español y portugués, por otra parte relativamente fácil-, el intercambio de productos culturales bilingües (música, arte, cine, teatro..), y la promoción del bilingüismo por los medios de comunicación.

 

 

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