Joyas de la Biblioteca Nacional del Perú, Biblioteca Nacional del Perú, Lima 2009, 230 pp
La verdad que he podido disfrutar de esta “joya” por gentileza del profesor Santiago Tácunan que a su vez había recibido prestado el libro de su maestro Pablo Macera, uno de los articulistas. Es un libro para VER, CONTEMPLAR...y luego paladear leyendo. Como escribe su director Hugo Neira es un “festín para los sentidos” (p.10). El fotógrafo Yonel Campos, bajo la guía de Irma López y Hugo Neira ha tomado miles de fotos que han sido clasificadas en 15 carpetas: barroco colonial, catecismos y lenguas, costumbres, fauna imaginaria, historia, Humboldt, incas imaginarios, mujeres y tapadas, pensadores coloniales y teólogos, viajes y mapas.
Como dice la ficha de presentación: “Precioso e imprescindible material sobre las joyas bibliográficas que alberga la Biblioteca Nacional del Perú”. Si alguno todavía piensa que España vino a América para explotar, que se de una vuelta por la Biblioteca Nacional o que contemple esta maravilla editorial , testigo elocuente de lo que vale el Perú, el único existente, el de la síntesis viviente total, el de la peruanidad, el que definía Garcilaso de la Vega como “cuerpo de la República Cristiana”, que formaba parte del Orbe Ibérico de los Austria y Borbones españoles, en una incipiente mundialización cultural.
El texto presenta también varios artículos, entre ellos: “Breve historia universal del libro” y “El XVI, en el asombro del mundo” de Hugo Neira; “Libros e Impresores en el Virreinato” de Irma López de Castilla; “Gobernar el mundo desde una silla: libros y cultura jurídica en el virreinato del Perú” de Mauricio Novoa, “La virgen y las dos torres. El historiador y la mundialización” de Serge Gruzinski, “Bibliotecas peruanas del siglo XVIII” de Pablo Macera, “Don Antonio de León Pinelo y su obra Él paraíso en el nuevo mundo” (1650)y “Pasión y muerte de la Biblioteca Nacional de Lima” de Raúl Porras Barrenechea.
Las fotografías mostradas dan fe de la belleza propia de los ejemplares custodiados en cuanto a encuadernación, diseño e ilustraciones, editados en inmejorable papel, con portadas trabajadas en acuarelas, grabados y dibujos a pluma.
Cabe destacar además el registro bibliográfico (“Descripción y fichas de algunas de las joyas biliográficas. Cuerpo de incunables”) y gráfico de épocas más recientes, que son un testimonio de los avances alcanzados hasta nuestros días. De igual modo, se ofrecen las semblanzas de todos los directores de la BN.
Como manifiesta su actual director se quieren provocar nuevas vocaciones de investigadores, también el llevar a la opinión pública a tomar conciencia de esta riqueza, empujándolos a conocer y servirse más de la Biblioteca Nacional. Si, tras el saqueo en la Guerra del Pacífico y el incendio de 1943, flotaba como un halo de tragedia y mendicididad; la presente publicación reclama un puesto de vanguardia cultural y, por qué no, empresarial que –como escribió CARETAS- “revela los tesoros contenidos en ella, además de los deseos, preocupaciones, curiosidades y centros de interés de peruanos de otros tiempos”.
Santo Toribio, amigo de libros. Por mi parte, les comparto algunas de las joyas que tienen que ver con la evangelización en tiempos de Santo Toribio, así como una nota publicada en el tríptico con motivo del IV Centenario de Santo Toribio, la Biblioteca Nacional de Lima aceptó nuestra sugerencia de organizar una exposición bibliográfica sobre Santo Toribio en cuyo marco se presentó el Libro de visitas de Santo Toribio (1593-1605) (Colección Clásicos Peruanos, Pontificia Universidad Católica del Perú, Fondo Editorial 2006, , pp.450+ Introdu. LVI) que fue comentado por la Dra. Nicole Bernex y el Dr. P. Fidel González.
Su amistad con los libros podemos verla en la preparación de los manuscritos de la obra Variarum resolutionum liber de 451 folios de su tío catedrático, Doctor Juan de Mogrovejo para la imprenta, y que se encuentra en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid. El único recuerdo de su estancia salmantina es el altorrelieve conservado en uno de los patios del Museo de Salamanca, junto a la célebre estatua de Fray Luis de León. Es obra de L.S.Carmona y se titula "Aparición de la Virgen y San Bernardo a Santo Toribio de Mogrovejo". El santo, en hábito de Colegial, se halla arrodillado ante un fondo de librería que seguramente recuerda a la rica biblioteca heredada de su tío Juan de Mogrovejo que trae consigo para Perú.
Sabemos por el Maestro Fr. Gabriel de Zárate, provincial de los Dominicos, calificador del Santo Oficio, obispo de Huamanga, limeño, que Santo Toribio "era varón docto en el derecho canónico y en el mayor cuidado de su gobierno. No perdía hora de su estudio y revolver de libros los cuales tenía marginados y glosados y en especial el Concilio de Trento que no le dejaba de las manos y así lo sabía casi todo de memoria"
Su amistad con Antonio Ricardo
Antonio Ricardo fue el fundador de la imprenta en Lima y el auténtico maestro de los impresores siguientes. Nació en Turín y trabaja como impresor en México de 1570 a 1580.. Hacia 1580 viene a Perú con su esposa y sus oficiales Pedro Pareja y Gaspar de Almazán. En Lima lo encontramos en 1581: mientras le dan licencia para editar puso un taller para la fabricación de naipes. A él se debe la impresión del primer libro en América del Sur y que fue encargado por el Tercer Concilio Limense, en 1583, a través de Santo Toribio. Efectivamente, los padres conciliares decretaron la publicación de "complementos pastorales", impresos en 1584 y 1585 por Antonio Ricardo, quien inaugura la imprenta en Perú con los tres catecismos trilingües -castellano, quechua y aimara- (Doctrina cristiana, Catecismo breve, Catecismo Mayor para los que son más capaces), el Confesonario para los curas de indios y el Sermonario -Tercer Catecismo- "para que los curas y otros ministros prediquen y enseñen a los Indios y demás personas". Además del Catecismo editó obras como “Arauco Domado” “Miscelánea Austral”. Al morir el 19 de abril de 1606 sus últimas palabras fueron para lamentar el no haber podido estar presente en la muerte del Santo. En su testamento de 4 de noviembre de 1606, constata que tiene en su imprenta “700 cartillas poco mas o menos encuadernadas y en papel…que Cristóbal de Miranda, encuadernador, tiene en su poder míos 200 libros sermonarios de la lengua de 300 que le entregué...Yten, declaro que yo envié al Reverendísimo señor arzobispo de esta ciudad a la provincia de Huaylas donde andaba visitando con Juan Fernández Portechuelo”.
La Biblioteca Nacional de Lima, nacida al calor de la imprenta de Antonio Ricardo, tan amigo de Santo Toribio, se suma a los homenajes que instituciones peruanas, americanas y mundiales le han brindado, proclamándolo como auténtico padre cultural y espiritual de América. Al efecto, tiene el agrado de presentarles el rico fondo toribiano, fondo que se nutre desde el primer incunable como el catecismo de 1584 hasta la reciente publicación en el 2006 de su “Libro de las Visitas. 1593-1605”.