domingo, 30 de agosto de 2009

SANTA ROSA DE LIMA, PATRONA DE RAPAZ

La fiesta de santa Rosa la he vivido en un pueblo encantador de la provincia de Oyón, diócesis de Huacho, a 4.120 mts de altitud. El centro poblado menor de San Cristóbal de Rapaz está ubicado a un día de viaje al noroeste de Lima y es cabecera de la cuenca del Río Checras. Sus habitantes suman unos 900, siendo la mayoría de ellos agropastoralistas productores de tubérculos andinos, lácteos, carne, lana de oveja y camélido. La Comunidad Campesina de Rapaz fue reconocida en 1937. Sigue controlando grandes extensiones de pasto natural en la puna y sementeras (algunas con riego) bajo un sistema de barbecho sectorial. Los pobladores con más de 30 años de edad generalmente son bilingües entre español y el Quechua "Ancash-Huaylas" (un miembro del grupo Quechua I o Quechua B, típico del Perú central). Entre los numerosos atractivos, debe citarse la custodia de uno de los mejores khipus. Allí se celebra a Santa Rosa con las pallas, acompañantes musicales del tiempo de los incas, bailes, corrida de toros, oraciones, santa misa…La imagen luce espléndida con numerosos vestidos y gran variedad de flores. Me sorprendió el gran cariño de sus pobladores, manifestado especialmente en la procesión y en la despedida bailable al hacerla entrar en el templo.

Aunque merece un capítulo aparte, hay que resaltar que se guarda en una capilla espectacular, con pinturas murales excelentes, que están siendo restauradas por la arquitecta Patricia Navarro-Grau y su grupo "Patrimonio Perú", a quien debo este inolvidable viaje. Las fotos representan una de las hermosas pinturas murales de la capilla y la imagen de la santa en la procesión.  

El 30 de agosto se celebra por todo lo alto la fiesta de la santa peruana -también americana- más popular de todos los tiempos y de la que se siguen publicando obras de interés. El documento postsinodal Ecclessia in America destacará que fue "la primera flor de santidad en el Nuevo Mundo", proclamada patrona principal de América en 1670 por el Papa Clemente X" (n.14)

Algunos historiadores nos han ofrecido eruditas investigaciones acerca de los testigos en el proceso de beatificación y canonización y el interés de la sociedad criolla limeña en elevar a su paisana a los altares. La Dra. Amaya Fernández en Santa Rosa de Lima (Brasa, Lima 1995) en sólo 125 páginas, magníficamente ilustradas con fotos del eminente astrofísico y teólogo P. Manuel Carrerira, ha conseguido un magnífico perfil de su biografía, así como de las virtudes más notables de su personalidad, junto a un breve análisis del influjo de la que en el mundo fue Isabel Flores de Oliva en la identidad peruana y americana.

 Conviene destacar que Rosa de Lima no fue una isla de santidad sino que convive en Perú con san Francisco Solano, santo Toribio Mogrovejo, san Martín de Porres y san Juan Macías, sin contar otros no canonizados pero no menos ejemplares como el jesuita Juan del Castillo, el mercedario Pedro Urraca, el hermano de san Juan de Dios, H. Camacho, tan venerados hoy en el umbral del 2.000, después de tantos años, y nuestra beata arequipeña: Sor Ana de los Ángeles.    

Siempre que se visita su santuario en Lima, nos encontramos con miles de limeños, peruanos, forasteros. Como siempre, su pozo está lleno de cartas infantiles en las que le dirigen sus oraciones, sus promesas.

El Banco de Crédito del Perú tuvo el gran acierto de propiciar una extraordinaria exposición titulada "Santa Rosa de Lima y su tiempo", en 1992, que hoy ha cuajado en magnífico catálogo, acompañado de un video de 20 minutos con la semblanza de su vida ilustrada con mayoría de las imágenes expuestas en la muestra. Fueron cuatro ambientes, Catedral, Convento de Santo Domingo, Basílica Santuario y Casa de Osambela, en los que se pudo contemplar las tres exposiciones simultáneas (Iconografía, Vida, Arte Popular) que convergen en el único objetivo de acercarnos a su vida dentro del marco espacial y temporal que le tocó vivir. 

Cuando vieron su belleza física, le tornaron su original nombre, Isabel de Flores, por el de Rosa. Hoy todo el mundo te conoce como santa Rosa de Lima. Vivió sólo 31 años, sin ingresar en ningún convento, en compañía de sus padres y hermanos, pero completamente dedicados a Dios y al prójimo. Fue una sembradora de flores, de rosas, en la Lima del S. XVI, el jardín que le tocó cultivar. Su deseo de hacer el bien lo manifestó en acudir a todo tipo de pobres y enfermos a quienes servía, les buscaba medicamentos y les daba cobijo y comida; por esto se la llamó "madre de los pobres". Sus deseos misioneros los reflejó en esta expresión: "¡Quién fuese hombre como los sacerdotes para ocuparme solamente en la conversión de las almas!".

El atractivo de su personalidad hizo que bien pronto, en la ciudad del Misti, se fundase el monasterio de santa Rosa para albergar a jóvenes deseosas de seguir su vida. Y así, desde 1740, cientos de mujeres se han dedicado a la oración y al trabajo, a la educación y al servicio, en una vida sencilla y feliz. "El encanto de las rosas es que siendo tan hermosas no conocen que lo son".

El mismo Catecismo de la Iglesia Católica, auténtica enciclopedia de la cultura católica para nuestro tiempo, recoge dos momentos de la vida de nuestra santa, tomados de la primera biografía, la del P. Hansen, publicada en Lovaina en 1668. El primero alude a su vida de gozosa cruz: "Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo" (CIC 618); el segundo, referido a su amor por los n pobres: " El día en que su madre le reprendió por atender en la casa a pobres y enfermos, Santa Rosa de Lima le contestó: 'Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús" (CIC Nº 2449).

 

                                              ORACIÓN Y CANCIÓN

Recordemos los últimos momentos de su vida y la fuente de la  que brotó  su creatividad hecha oración y canción. Nadie mejor que la familia que acogió a Rosa  los últimos años de su vida- el contador de Cruzada don Gonzalo de la Maza y doña María de Uzátegui- para contárnosla. Les asombraba que mientras "la naturaleza iba desfalleciendo, parecía se aumentaba su paz y alegría". Y estando así el martes por la noche del 22 de agosto, "con un crucifijo en la mano, con amorosos requiebros le pedía dolores":

- Mi Dios, mi Señor, mi Jesús, mi Esposo, y mis amores, dadme dolores. Se va despidiendo tiernamente de todos sus familiares. Comenzó pidiendo la bendición al Contador; y luego, llamando a sus dos hijas "les hizo una plática, exhortándolas a que sirviesen y amasen mucho a Nuestro Señor y sirviesen mucho a sus padres y les diesen buena vejez".

- Llamando el dulce nombre de Jesús expiró, quedando con los ojos abiertos y claros sin quebrárseles, y su rostro tan lindo y hermoso como cuando estaba viva y con muy buenos colores.

-  Y con esta resignación, paz y entendimiento, y con su habla y sentido estuvo hasta que expiró, un poco antes de las doce y media de aquella noche, diciendo: "Jesús, Jesús sea conmigo".

            Poco conservamos de sus escritos. En el Monasterio de Santa Rosa se guarda como reliquia una deliciosa en que responde a la ayuda generosa concedida por doña María de Uzátegui, esposa del contador de Cruzada, don Gonzalo de la Maza. Dice así:

¡Jesucristo sea glorificado!

Madre de mi alma y Señora mía la divina majestad sea servida de comunicarme su divino espíritu para que yo acierte a hacer lo que Vuesa Merced mande que yo, de mi parte, haré todo lo que en mí fuere, pida Vuesa Merced, madre mía a Dios oiga mis pobres oraciones y en las de Vuesa Merced y en las de mi señor padre me encomiendo, cuyas manos todas juntas, con las de esos angelitos, mi madre y yo, millares de veces besamos y todas las personas de esta casa pedimos a Nuestro Señor pague a Vuesa Merced con premio de gloria la limosna de anoche con las demás, que cierto llegó a tiempo de muy apretada necesidad. Nuestro Señor me guarde a Vuesa Merced como yo deseo, esclava de la Virgen María y sierva de Vuesa Merced, Rosa de Santa María. A mi madre y mi Señora, doña María de Uzátegui

, guarde nuestro Señor.

Cuenta Micaela de la Maza, hija de los contadores de Cruzada, que santa Rosa le decía: quitarme a mí el cantar es como quitarme el vivir. Por esta razón la vio muchas veces que se ponía a cantar y a tañer una guitarra, unas veces con cuerdas y otras sin ellas...y decía muchos loores a Nuestro Señor y a su bendita Madre, pidiéndoles por muchas personas conocidas suyas.

Saboreemos estas coplas populares que, a la más celebre limeña de todos los tiempos, cantaba con el corazón, para unirse más a Dios, y de las que brotaba una comprometida entrega solidaria.

1. Las doce son dadas, mi Jesús no viene.

¿Quién será la dichosa que le entretiene?

!Ay, Jesús de mi alma, qué bien pareces,

entre Rosas y Flores y Olivos verdes

2. Ángel de mi Guarda, vuela y di a mi Dios

que por qué se tarda, que por qué se tarda.

Joven celestial, vuela al Criador,

dile que sin vida yo, viviendo estoy.

Dile de mis ansias el gran rigor,

pues vive el que espera y me muero yo.

Ruégale que venga hacia mí veloz;

muéstreme su rostro que muero de amor.

3. ¡Oh, mi Dios, si yo te amara!

¡Oh, si te amara, mi Dios!

¡Y amándote me quedara

ardiendo en llamas de Amor!

¿Cómo te amaré mi Dios?

¿Cómo te amaré, Señor?

Siendo yo tu criatura

y Tú el Criador.

O también las frases de sus ingenuos y místicos dibujos:

1. Aquí descansó Jesús abrasándome el corazón (al lado aparece dibujado un corazón la figura del Niño Jesús dentro).

2. Vuela para Dios: el campo del corazón lo llenó Dios de su amor, haciendo morada en él (dibujo de un corazón con alas)

3. ¡Oh dichoso corazón que recibiste en arras el clavo de la pasión!

4. ¡Oh dulce martirio que con arpón de fuego me ha herido!

5. Purifícate, corazón, recibe centella de amor puro para amar a tu Creador.

 

La mujer más valiente del Perú

En la documentada y última obra del gran historiador José A. DEL BUSTO Santa Rosa de Lima. (Lima, Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú 2006) aparece Rosa  "una chiquilla alegre pero medida y al mismo tiempo recatada, piadosa, bastante ajena a este mundo mas no apartada de la realidad, virtuosa, amiga de ayunos y mortificaciones…Era atípica pero no anormal. Tenía arrebatos de niña y pensamientos de adulta, era una adolescente que sabía lo que quería" p.72. De todos modos, como sucedió con Santa Teresa, chequeó su vocación  con 12 eximios maestros y confesores: el diocesano Agustín Quijano, .los dominicos Juan de Estrada, Antonio Altamirano, Gabriel Rincón, Alonso Velásquez, Luis de Bilbao, Pedro de Loayza, Bartolomé Martínez y, sobre todo, Juan de Lorenzana; los jesuitas, Felipe de Tapia, Antonio de la Vega, Juan de Villalobos, Diego de Peñalosa y. en especial, Diego Martínez

Más allá de los últimos estudios psicológicos y hasta políticos sobre la santa, Rosa aparece como la cuarta hija –entre trece- del arcabucero Gaspar Flores y María de Oliva que, a pesar de gozar de los momentos del éxtasis, no dejará de ser eximia costurera, experta cocinera, hija responsable que sacó la casa adelante. Su mundo de amistades no fue extenso (cuatro señala el autor, Catalina de Santa María, Catalina de Jesús, María Eufemia de Pareja, Luisa de Santa María; yo añadiría algunas más como las hijas del Contador, Micaela y Andrea) pero sí muy intenso. Llegó a inmolar hasta sus deseos más nobles de fundar un monasterio de monjas dominicas por no evadirse de la realidad familiar; claro que el Señor la premió con gracias muy especiales en esta vida y con una muerte apoteósica en 1617, seguida de una fulminante canonización 54 años después, en 1671. Es palpable su vivencia de la virtud, en particular la fortaleza: "nunca fue vencida y siempre vencedora […] Venció el dolor físico, venció los ataques satánicos, venció al pecado en toda su extensión [...]Se sentía fuerte debido a su divino Esposo, vivía triunfante gracias al eterno Dios…Fue el caso conocido más notable de voluntad femenina del Perú virreinal" (p.246)

 

 

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