domingo, 10 de enero de 2010

GLOBALIZACIÓN EN "Caritas in veritate"

El 26 de agosto del 2009, a las 6 p.m, busqué en google "globalización en caritas in veritate" sin éxito, aunque sí había46 artículos relacionados ». Si la búsqueda la reducía a “Caritas in veritate”, el resultado arrojado era de 455,000 páginas en español y 727,000 en cualquier idioma. Finalmente; si ponemos solo minúsculas, las entradas ascienden a 4.420.000. No está mal, para tan poco tiempo de publicada. Yo mismo tuve la audacia un tanto temeraria de lanzar a la red mi comentario tras leérmela en internet de un tirón el mismo día de su publicación[1]: Y no supe qué valorar más: si el ardor de la caridad o la sabiduría de la verdad que atribuye a Pablo VI campean por todo el documento. Tan radical frente a todo relativismo y tan dialogante con quienes pueden pensar de modo diferente. La verdad y la caridad son Cristo "la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad". Entroncada con la más leal tradición del magisterio, especialmente con el de Pablo VI en "Populorum progressio", se abre a las problemáticas más actuales. Fiel a conservar el rico legado de la Doctrina Social de la Iglesia, es audaz y valiente al denunciar "existe la sospecha fundada de que, en ocasiones, las ayudas al desarrollo se condicionan a determinadas políticas sanitarias que implican de hecho la imposición de un fuerte control de la natalidad"; de igual modo, reclama una auténtica reforma de la misma ONU. No dudará en concluir que “No hay desarrollo pleno ni un bien común universal sin el bien espiritual y moral de las personas, consideradas en su totalidad de alma y cuerpo y que “el desarrollo necesita cristianos con los brazos levantados hacia Dios en oración, cristianos conscientes de que el amor lleno de verdad, caritas in veritate, del que procede el auténtico desarrollo”.

Ha sido el presente seminario de Doctrina Social de la Iglesia, y más concretamente la invitación a leer la encíclica en clave de “globalización”, lo que me ha abierto una perspectiva realmente fascinante del documento. A pesar de ello, debo confesar que necesitaría mucho más tiempo para afrontar un tema que desborda mis posibilidades, por lo que me limito a asomarme a ella como desde un ventanal, el de la globalización, sin profundizar. Tan sólo comparo los contextos de las encíclicas anteriores con la actual (primera parte), sistematizo algunos textos representativos acerca de un aspecto de la globalización –la interdependencia planetaria- (segunda parte), enumero posibles efectos negativos (tercera parte), y ensayo una conclusión –“la globalización nos exige más”.

 

I.                   CONTEXTUALIZANDO LA ENCÍCLICA

Me parece interesante fijarnos en los diferentes contextos en los que van apareciendo las anteriores encíclicas sociales y compararlos con la presente, como lo hace el propio Papa en el parágrafo 33:

La novedad principal ha sido el estallido de la interdependencia planetaria, ya comúnmente llamada globalización. Pablo VI lo había previsto parcialmente, pero es sorprendente el alcance y la impetuosidad de su auge. Surgido en los países económicamente desarrollados, este proceso ha implicado por su naturaleza a todas las economías. Ha sido el motor principal para que regiones enteras superaran el subdesarrollo y es, de por sí, una gran oportunidad”.

Será esta novedad –la globalización- el gozne sobre el que gira el profundo análisis de Benedicto XVI. Aunque el número 42 lo dedica específicamente al asunto, de modo específico se trata en 22 parágrafos (5, 6, 7, 19, 25, 27, 33, 36, 37, 38, 39, 41, 42, 55, 57, 59, 64, 66, 67, 70, 73, 78) y de modo implícito campea a lo largo de todo el documento.

 

Efectivamente, en la encíclica aparecen las palabras clave de la globalización, como “interrelación”.  Lo hace al señalar que “los aspectos de la crisis y sus soluciones, así como la posibilidad de un futuro nuevo desarrollo, están cada vez más interrelacionados, se implican recíprocamente, requieren nuevos esfuerzos de comprensión unitaria y una nueva síntesis humanista (n.22). De igual manera, cuando se refiere a las culturas: “Entonces, las culturas estaban generalmente bien definidas y tenían más posibilidades de defenderse ante los intentos de hacerlas homogéneas. Hoy, las posibilidades de interacción entre las culturas han aumentado notablemente, dando lugar a nuevas perspectivas de diálogo intercultural” (n.26).

 

Como todas las encíclicas sociales Caritas in veritate responde a un momento histórico muy preciso en que la Iglesia, a través del pontífice, fija una posición y puede llegar a establecer líneas de acción. La pionera y emblemática Rerum novarum (1891) de León XIII (1878-1903), aborda la cuestión obrera en plena revolución industrial. Cuarenta años después, Pío XI (1922-1939), con la Quadragesimo anno (1931), cuestiona la expansión internacional del capital financiero, advierte riesgos de conflagración entre las naciones europeas, y llama a fortalecer un dispositivo social cristiano, la llamada Acción Católica, como estrategia para alcanzar con la acción de los laicos organizados una mayor incidencia cultural, política y gremial. En los felices años 60, Juan XXIII (1958-1963), en Mater et magistra (1961), registra nuevos aspectos de cuestión social de una realidad internacional cada vez más interdependiente; advierte la creciente brecha entre los países pobres y ricos, el rezago alarmante de las sociedades y regiones agrarias,  llamando a las naciones ricas a cooperar con las pobres; invita a los cristianos a comprometerse temporalmente en nuevos campos, particularmente en actividades de desarrollo económico; es la primera encíclica de alcance mundial, abandonando parcialmente el eurocentrismo pontificio y abriéndose a los países del sur. Ahí, se ubica Pacem in Terris (1963), donde el Beato Juan XXIII hace un llamado a la paz, condenando la carrera armamentista del mundo bipolar de la posguerra, y advierte de la amenaza apocalíptica de la guerra nuclear. En esta tradición, pero con una mayor vocación internacional, hay que contextualizar los aportes de Pablo VI (1963-1978), al abordar por vez primera el problema del desarrollo y del atraso en el tercer mundo con su Populorum progressio (1967), en la que cuestiona entre otros temas la desigual distribución de la riqueza, la explotación, la violación de los derechos humanos, el racismo… y plantea la urgencia de un desarrollo integral para evitar la amenaza de una confrontación Norte-Sur.

 

R. Buttiglione –al analizar las encíclicas sociales de Juan Pablo II- nos advierte que serían impensables “si el lenguaje de la concepción cristiana del hombre y del trabajo no fuese el lenguaje común, naturalmente compartido por todos los trabajadores polacos". La Iglesia de Polonia ha reconstruido "el ethos de la clase obrera" que hace de la causa del hombre su propia bandera. Tal vivencia la veremos reflejada en el magisterio de Karol Wojtyla. Este principio nos da luz para comprender su primera encíclica social, la Laborem exercens (1981), nacida en conexión con la primera revolución obrera posterior al marxismo-leninismo. Mira "a entrar a través de una nueva exposición de la Doctrina Social de la Iglesia en una relación directa con la ideología espontánea del Movimiento Obrero, para suministrarle una interpretación liberadora, capaz de recuperar su originaria raíz cristiana y comprender más a fondo sus valores humanos a partir del principio que es la revelación en Cristo de la verdad sobre el hombre". Por vez primera se dedica un escrito pontificio a estudiar el trabajo humano y más en concreto tres aspectos de interés: el paro, el salario y el trabajo de la mujer. La Sollicitudo rei socialis (1987) quiere honrar la memoria de Pablo VI y conmemorar los 25 años de la Populorum progressio. Contrasta vivamente con el espíritu optimista "desarrollista" que animaba la sociedad de los 70. Nos encontramos ante el desencanto del "desarrollismo" que ha llevado a la miseria por la injusticia, y de la revolución tercermundista (tanto en movimientos marxista-leninistas como los reaccionarios y de militares). Nos vemos abocados a la "búsqueda de nuevos caminos que conduzcan más allá de una situación insostenible, en la que no se logra garantizar el respeto a los derechos fundamentales de las personas y de las naciones". Ni la conferencia de Yalta (todas las guerras se han dado en "zonas grises", sobre las que ninguna decisión fue tomada) ni la coexistencia pacífica desde 1960 (no arregla nada pese a los acuerdos de Helsinki), ni los intentos de resolver los problemas del Tercer Mundo (mediante la tecnología y economía, movimientos revolucionarios), han logrado los resultados apetecidos. Entre los signos positivos de nuestro mundo destaca la conciencia de la radical interdependencia recíproca entre los dos bloques, las naciones y las personas; la preocupación por la paz (o es de todos o no es de nadie) y una sana preocupación ecológica por el planeta. En el apartado IV aboga por un auténtico desarrollo humano, lejos del mito desarrollista ilimitado o de la civilización del consumo, y muy enraizado en el interior del hombre, de naturaleza cultural y ético-religiosa. A escala de cada nación se postula un respeto de los derechos humanos: a la vida, la familia, justicia en las relaciones laborales, la institucionalidad política democrática y la libertad religiosa. Como conclusión, subraya el nexo orgánico entre desarrollo, solidaridad y liberación, entendidas en el sentido propio y habitual del Magisterio de la Iglesia. Destaca: la descripción de los bloques Este/Oeste, su "pesimismo" realista, el trato dado al problema ecológico, el análisis teológico del desarrollo en la línea de una antropología cristiana, la posibilidad de destinar los objetos de culto superfluos para los pobres (n. 59), el encuadre concedido a la Teología de la Liberación. En 1991, la Centessimus annus analiza, desde la antropología católica, las implicaciones mundiales de la caída del Muro de Berlín en 1989 y la crisis del marxismo, concluyendo el compromiso imposible entre marxismo y cristianismo, así como la denuncia del capitalismo salvaje.[2]

 

La Caritas in veritate, nuestro texto de referencia, se inscribe en continuidad con este texto del Siervo de Dios Juan Pablo II. Su principal interlocutor –ya lo adelantamos- es el fenómeno de la globalización; acerca del cual realiza un diagnóstico antropológico, fijándose en las consecuencias de la actual crisis internacional así como de las secuelas negativas en la civilización actual. Como atinadamente escribió el célebre economista - Juan Velarde Fuertes en Una reflexión urgente es un documento que tiene rigor, y que vuelve a enlazar con viejos planteamientos de cómo la caridad va unida a la verdad, incluida la verdad de la ciencia económica, como aclaró en sus famosos sermones decimonónicos en Nôtre Dame el P. Felix S.J., quien precisamente predicaba para lograr que la caridad fuese, como dice ahora esta encíclica, “más allá de la justicia, porque amor es dar, ofrecer de lo ‘mío’ al otro”. Entonces “la actividad económica y la función política se movían, en gran parte, dentro de los mismos confines y podían contar, por tanto, la una con la otra”. Pero ahora, “el Estado se encuentra con el deber de afrontar las limitaciones que pone a su soberanía el nuevo contexto económico-comercial y financiero internacional, caracterizado también por una creciente movilidad de los capitales financieros y de los medios de producción materiales e inmateriales”[3].

Por su parte, el Revisor Internacional de la Prefectura de los Asuntos Económicos de la Santa Sede, Thomas Hong-Soon Han, resaltó que para los cristianos no puede valer solamente la lógica del "mayor provecho al más bajo costo posible"; pues nada debe hacer que en las operaciones económicas se sacrifiquen las exigencias de la justicia y la caridad; como explica el Papa Benedicto XVI en la encíclica Caritas in veritate. Al referirse luego a la actual crisis económica global, el coreano afirma que el origen de la misma es "un déficit moral. El capitalismo no funciona sin una base ética. Las cosas caen cuando sus fundamentos no están en principios morales. En los billetes de dólares está escrito In God we trust, 'Confiamos en Dios'. Por eso, si el mercado se basa únicamente en el interés egoísta y no 'confía en Dios', falla".

 

I.            LOS COMPROMISOS DE LA INTERDEPENDENCIA PLANETARIA

 

  1. Ensanchar la razón para aprovechar esta oportunidad

La novedad principal ha sido el estallido de la interdependencia planetaria, ya comúnmente llamada globalización… Se trata de ensanchar la razón y hacerla capaz de conocer y orientar estas nuevas e imponentes dinámicas, animándolas en la perspectiva de esa «civilización del amor», de la cual Dios ha puesto la semilla en cada pueblo y en cada cultura (n.33)

  1. Frente a los grandes desafíos de la ética social, gratuidad, don

El gran desafío que tenemos, planteado por las dificultades del desarrollo en este tiempo de globalización y agravado por la crisis económico-financiera actual, es mostrar, tanto en el orden de las ideas como de los comportamientos, que no sólo no se pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la trasparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles el principio de gratuidad y la lógica del don, como expresiones de fraternidad, pueden y deben tener espacio en la actividad económica ordinaria (n.36).

…La victoria sobre el subdesarrollo requiere actuar no sólo en la mejora de las transacciones basadas en la compraventa, o en las transferencias de las estructuras asistenciales de carácter público, sino sobre todo en la apertura progresiva en el contexto mundial a formas de actividad económica caracterizada por ciertos márgenes de gratuidad y comunión. (n.39)

  1. Política y don

En la época de la globalización, la economía refleja modelos competitivos vinculados a culturas muy diversas entre sí…La economía globalizada parece privilegiar la primera lógica, la del intercambio contractual, pero directa o indirectamente demuestra que necesita a las otras dos, la lógica de la política y la lógica del don sin contrapartida (n.37)

 

  1. Gobierno subsidiario

 

La subsidiaridad…es un principio particularmente adecuado para gobernar la globalización y orientarla hacia un verdadero desarrollo humano. Para no abrir la puerta a un peligroso poder universal de tipo monocrático, el gobierno de la globalización debe ser de tipo subsidiario, articulado en múltiples niveles y planos diversos, que colaboren recíprocamente. La globalización necesita ciertamente una autoridad, en cuanto plantea el problema de la consecución de un bien común global; sin embargo, dicha autoridad deberá estar organizada de modo subsidiario y con división de poderes, tanto para no herir la libertad como para resultar concretamente eficaz (n.57).

Eulogio López –economista y periodista- aclara en unos de sus comentarios a la encíclica que subsidiariedad “significa que lo que pueda hacerlo lo cercano no debe hacerlo lo lejano: el ayuntamiento antes que la región, la región antes que el país, el país antes que la unidad supranacional[4].

 

  1. Gobierno democrático

Además, la articulación de la autoridad política en el ámbito local, nacional o internacional, es uno de los cauces privilegiados para poder orientar la globalización económica. Y también el modo de evitar que ésta mine de hecho los fundamentos de la democracia (n.41).

 

  1. Ocasión para el encuentro cultural y humano

La cooperación para el desarrollo no debe contemplar solamente la dimensión económica; ha de ser una gran ocasión para el encuentro cultural y humano…Las sociedades en crecimiento deben permanecer fieles a lo que hay de verdaderamente humano en sus tradiciones, evitando que superpongan automáticamente a ellas las formas de la civilización tecnológica globalizada. En todas las culturas se dan singulares y múltiples convergencias éticas, expresiones de una misma naturaleza humana, querida por el Creador, y que la sabiduría ética de la humanidad llama ley natural (n. 59)

 

  1. En defensa de los derechos sociales

En la reflexión sobre el tema del trabajo, es oportuno hacer un llamamiento a las organizaciones sindicales de los trabajadores, desde siempre alentadas y sostenidas por la Iglesia, ante la urgente exigencia de abrirse a las nuevas perspectivas que surgen en el ámbito laboral. … El contexto global en el que se desarrolla el trabajo requiere igualmente que las organizaciones sindicales nacionales, ceñidas sobre todo a la defensa de los intereses de sus afiliados, vuelvan su mirada también hacia los no afiliados y, en particular, hacia los trabajadores de los países en vía de desarrollo, donde tantas veces se violan los derechos sociales (n.64)

  1. La unidad de la familia humana y su crecimiento en el bien

Es una realidad humana y puede ser fruto de diversas corrientes culturales que han de ser sometidas a un discernimiento. La verdad de la globalización como proceso y su criterio ético fundamental vienen dados por la unidad de la familia humana y su crecimiento en el bien. Por tanto, hay que esforzarse incesantemente para favorecer una orientación cultural personalista y comunitaria, abierta a la trascendencia, del proceso de integración planetaria…La globalización es un fenómeno multidimensional y polivalente, que exige ser comprendido en la diversidad y en la unidad de todas sus dimensiones, incluida la teológica. Esto consentirá vivir y orientar la globalización de la humanidad en términos de relacionalidad, comunión y participación. (n.42)

  1. Responsabilidad social del consumidor

La interrelación mundial ha hecho surgir un nuevo poder político, el de los consumidores y sus asociaciones. Es un fenómeno en el que se debe profundizar, pues contiene elementos positivos que hay que fomentar, como también excesos que se han de evitar. Es bueno que las personas se den cuenta de que comprar es siempre un acto moral, y no sólo económico. El consumidor tiene una responsabilidad social específica, que se añade a la responsabilidad social de la empresa (n.66)

  1. Los medios de comunicación social y la dimensión ético-cultural de la globalización y el desarrollo solidario de los pueblos

El desarrollo tecnológico está relacionado con la influencia cada vez mayor de los medios de comunicación social. …. Dada la importancia fundamental de los medios de comunicación en determinar los cambios en el modo de percibir y de conocer la realidad y la persona humana misma, se hace necesaria una seria reflexión sobre su influjo, especialmente sobre la dimensión ético-cultural de la globalización y el desarrollo solidario de los pueblos. Al igual que ocurre con la correcta gestión de la globalización y el desarrollo, el sentido y la finalidad de los medios de comunicación debe buscarse en su fundamento antropológico…Para alcanzar estos objetivos se necesita que los medios de comunicación estén centrados en la promoción de la dignidad de las personas y de los pueblos, que estén expresamente animados por la caridad y se pongan al servicio de la verdad, del bien y de la fraternidad natural y sobrenatural. En efecto, la libertad humana está intrínsecamente ligada a estos valores superiores. Los medios pueden ofrecer una valiosa ayuda al aumento de la comunión en la familia humana y al ethos de la sociedad, cuando se convierten en instrumentos que promueven la participación universal en la búsqueda común de lo que es justo (n. 73)

 

II.          POSIBLES EFECTOS NEGATIVOS

  1. Sincretismoalimentando formas de «religión» que alejan a las personas unas de otras, en vez de hacer que se encuentren, y las apartan de la realidad (n.55)
  2. Eclecticismo y bajo nivel cultural coinciden en separar la cultura de la naturaleza humana (n.26)
  3. La técnica como poder ideológico.El proceso de globalización podría sustituir las ideologías por la técnica transformándose ella misma en un poder ideológico, que expondría a la humanidad al riesgo de encontrarse encerrada dentro de un a priori del cual no podría salir para encontrar el ser y la verdad (n. 70)
  4. El humanismo sin Dios es inhumano El humanismo que excluye a Dios es un humanismo inhumano (n.78)
  5. Más cercanos, pero no más hermanos

La sociedad cada vez más globalizada nos hace más cercanos, pero no más hermanos. La razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica entre ellos, pero no consigue fundar la hermandad”. (n.19)

Quiero rescatar el análisis de Giandomenico Picco, antiguo subsecretario general de las Naciones Unidas, publicado el 22 de agosto de 2009 en (ZENIT.org). Él se fija en cómo Caritas in veritate subraya que la globalización "nos hace más cercanos, pero no más hermanos" (n. 19), mediante un testimonio: “En mi recorrido entre pueblos con guerra y terrorismo, el concepto de comunicación y diálogo, de convivencia e incluso  amistad -independientemente de la diversidad de las culturas- parecía y era realizable; pero tengo que admitir que el concepto de fraternidad no figuraba  entre  los objetivos de ninguna negociación, oficial o no oficial… En los ojos -la única parte del rostro que podía ver- del libanés enmascarado que, de noche, me había encapuchado y llevado por las calles de Beirut, buscaba algo humano que nos uniera”. Otro aporte de interés es el hallazgo de “semillas de una visión del futuro orden internacional que son propias también de mi modo de leer la realidad y de mi historia personal multicultural de hijo de zonas colindantes y operario de la mediación entre gentes en conflicto. La referencia a los límites del Estado en el mundo globalizado, y más aún la afirmación de que "no es necesario que el Estado tenga las mismas características en todos los sitios" (n. 41), abren las puertas a una visión que me atrevería a llamar postwestfaliana del Estado - nación.”

 

CONCLUSIÓN

La globalización nos exige más. Aunque se constata que “la globalización en sí no es ni buena ni mala…ofrece la posibilidad de una gran distribución de la riqueza a escala planetaria” (n. 42). En una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él, han de abarcar necesariamente a toda la familia humana, es decir, a la comunidad de los pueblos y naciones, dando así forma de unidad y de paz a la ciudad del hombre, y haciéndola en cierta medida una anticipación que prefigura la ciudad de Dios sin barreras. (n.7). El amor en la verdad —caritas in veritate— es un gran desafío para la Iglesia en un mundo en progresiva y expansiva globalización (n.9.) El mercado, al hacerse global, ha estimulado, sobre todo en países ricos, la búsqueda de áreas en las que emplazar la producción a bajo coste con el fin de reducir los precios de muchos bienes, aumentar el poder de adquisición y acelerar por tanto el índice de crecimiento, centrado en un mayor consumo en el propio mercado interior (n.25)

Además, en la era de la globalización, eliminar el hambre en el mundo se ha convertido también en una meta que se ha de lograr para salvaguardar la paz y la estabilidad del planeta (n.27). Con J. Velarde podríamos concluir que el conjunto del mensaje se encuentra en la apertura del hombre a la trascendencia y en un concepto integral de desarrollo: “La disponibilidad para con Dios provoca la disponibilidad para con los hermanos y una vida entendida como una tarea solidaria y gozosa. Al contrario, la cerrazón ideológica a Dios y el indiferentismo ateo, que olvida al Creador y corre el peligro de olvidar también los valores humanos, se presenta hoy como uno de los mayores obstáculos para el desarrollo”(n.78) Éste se basa en dos grandes verdades: Que toda la Iglesia, en todo su ser y obrar, cuando anuncia, celebra y actúa en la caridad, tiende a promover el desarrollo integral del hombre y que el auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la persona en todas sus dimensiones (n.11)

 



[1] http://jabenito.blogspot.com/2009/07/caritas-in-veritate-ardor-de-la-caridad.html

[2] http://bernardobarranco.wordpress.com/2009/08/12/caritas-in-veritate-y-las-enciclicas-sociales/

[3] http://www.albadigital.es/2009/07/07/firmas/una-reflexion-urgente-por-juan-velarde/

 

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