jueves, 29 de julio de 2010

¡EL ENCANTO DE VOLAR!

¡Cuántos placeres, cuántas alegrías, al alcance de la mano! Hasta el mismo dolor, si le encontramos su sentido, se convierte en amor: ¡ad lucem per crucem! Es lo que sentía hace unos días, desde el avión rumbo a Arequipa. ¡Volar, flotar sobre las nubes, dilatar la mirada a horizontes interminables, cerros y valles, ríos juguetones en graciosas cabriolas, luces y sombras, agua y arena, sol y sombra, suelo y cielo,…! Y, como resumió el Cardenal G.B. Re, legado pontificio para el IV Centenario de la Iglesia de Arequipa: Arriba y Adelante. El pedagogo Víctor García Hoz hablaría de la educación de la doble “A”: Arriba, siempre arriba; Adelante, siempre adelante. ¡Volar, volar! Y sentía la grandeza del Perú, la responsabilidad de conocer, disfrutar, palpar y difundir sus ricos tesoros de sierra, costa y selva.

Y así, medio embobado con tanta belleza, con tanta inmensidad, me puse a rezar, ¡gracias, Señor, en lo alto del Cielo; Santa María de la Paz, asunta al Cielo, Madre del Perú, atrae las bendiciones del Padre, de tu Hijo Jesús.

Por si fuera poco, una simpática azafata te sonríe y te sirve un café calentito… ¡Gracias! ¿Qué hecho yo para que se me conceda tanto?  Sentí como que el Señor me hacía un guiño de su amor. ¡Se nota, se siente, mi Dios está vivo y presente! En la inmensidad del cielo, en la maravilla de la técnica aeronáutica, en la sonrisa gratuita del que pasa a mi lado, en el hondón del alma que se arranca para amar!

El hombre es creado para alabar, para servir…. ¡Cantaré eternamente tus misericordias, Señor, porque me has dado alas para amar! Que es volar al cielo cuando todo tira para el suelo.

 

 

 

 

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