lunes, 11 de octubre de 2010

PAX TV, UNA BENDICIÓN PARA LURÍN Y EL MUNDO ENTERO

¿Cuánto tiempo debe durar una Misa? El P. Roberto Padrós, catalán de nacimiento, peruano de adopción gracias al terremoto de Huaraz, y universal por corazón y vocación, no lo sabe. Tan sólo quiero decirles –tras participar hoy domingo 10 de octubre- que yo tampoco lo quiero saber. Los encuentros con Juan Pablo II tenían un comienzo y nunca se sabía cuándo terminarían. Al santo Padre Pío tuvieron que “prohibirle” misas largas. El encuentro vivido hoy con la Comunidad de Jesús y los vecinos de Lurín (chicos, grandes y medianos), ¿un millar?, me ha hecho experimentar lo que leí en un número del “Selecciones” que sintió una niñita que fue visitada por su papá poco antes de dormir y, que al verla un poco tensa, la abrazó tiernamente: “Papá, ¿así será el Cielo?”.

Pues sí, cuando estamos a gusto, cuando nos sentimos queridos, por nada del mundo queremos que lo nuestro se acabe. Y el Cielo será “la máxima felicidad, al fin y sin fin”. ¿Y no es la Misa el Cielo en la Tierra? ¿Aquello que nos dijo Jesús que el Reino de los Cielos dentro de vosotros está?

Pues no dejen que se lo cuente. Vayan y experimenten. Y verán, desde la carretera antigua de Lurín, cuando se aproximen a esta “Catedral de vidrio” (nombre dado por Monseñor Carlos García, obispo de Lurín), que en octubre y en noviembre, en diciembre y en enero, ¡sí hay milagros! Porque se busca primero a Dios y “su justicia”, lo primero, lo mejor, lo máximo para Él…Y no caben medidas, porque se le ama sin medida. En la música, en la vestimenta, en el semblante…

Ya decía un veterano salesiano que a los niños se les gana con los caramelos, un balón y la sonrisa. Nuestro celebrante comenzó su catequesis con una parábola: “Salió el Sembrador” y lanzó caramelos a manos llenas. Y se encontró una pequeña sin zapatos y a los tres segundos recibió más del ciento (varios soles) por uno. Y lo mismo le sucedió al que tenía unas lentes que más que vista daban pena y enseguida encontró donantes…Y el que andaba con muletas ¡caminó! Y el que entraba con prejuicios terminaba fascinado por el Acontecimiento. Y en el colmo de la admiración, yo también me decía: ¡Todo lo hace bien! Hasta hace que a la policía se le olvide su arma y le cante al Crucificado hasta llegar a desarmarnos. Y los doctores, y los ingenieros; y las adolescentes y las de la tercera edad; y los pequeños, jóvenes  y mayorzotes…Capitalinos y provincianos, ¡qué mas da! todos confundidos como niños, acólitos o no, sencillos. Todo es paz, gratuidad, hermandad. Si Sartre decía que “el infierno son los otros”, la Comunidad de Jesús le responde que después de la venida de Cristo, el Salvador, “los otros son el Cielo”. Cada uno es único e irrepetible, amado por Dios y dispuesto a ser transparencia suya a cada instante. Y da lo mejor, sin presunción pero sin aspavientos. ¡Cómo me gustó la canción de Miguel Quiñones a María! Todo un campeón mundial de la canción mariana que cuando menos lo pensaba fue invitado a cantar y, sin pensarlo dos veces, a capella, puso todo su corazón y nos metió en el de la Madre de Fátima. O el matrimonio que disputaba a ver quién había recibido mejor regalo del Señor por haberse conocido…

Total, que casi se me va el Santo al cielo. Porque lo mejor de lo mejor fue la homilía sobre el leproso agradecido, el ofertorio, con la consagración y la comunión. Pero se me fue el tiempo. Sólo decir que de la Misa todos fuimos a la mesa gracias a las 1000 bolsas de comida regaladas por un equipo. ¿Se puede superar? Pues sí. Con la oración y la donación de todos…Y, por supuesto, ¡en el Cielo lo veremos sublimado!, pero ya estamos entrenados!

Gracias, Pax, por este día de témporas. Gracias Señor por regalar al Perú, a tu Iglesia, una comunidad tan especial.

 

 

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