lunes, 20 de diciembre de 2010

¡Dulce y alegre Navidad con nuestros santos peruanos!

En estos días entrañables de la Navidad, sentimos las ganas de vivir como Francisco de Asís, como los grandes santos, “rayos bíblicos de luz” (Benedicto XVI) . En los retablos navideños de nuestros museos podemos contemplar la sublime belleza y creatividad derrochadas por los artistas del virreinato.

Hay un lindo villancico de Takillakta -¡Vamos a Belén- que invita a todas las regiones del Perú a postrarse ante el Portal de Belén. Los Niños manuelitos son un tierno referente para estos días, mostrándonos la dulzura e inocencia del Divino Niño junto a la crudeza y violencia de las espinas. Sí, Dios plantó su tienda entre los hombres, pero “no hay sitio para Él”.

Quiero rescatar dos anécdotas protagonizadas por dos de nuestros santos. La primera la protagonizó San Francisco Solano en cuyo cuarto centenario estamos y tiene que ver con la contemplación hecha danza y canción. La segunda la vivió santo Toribio y nos ejemplifica la otra dimensión de la Navidad: dar y darse.

Narra Luis Jerónimo Oré –su primer biógrafo-: “Otras muchas veces tuvo grande elevaciones y coloquios con Nuestro Señor Jesucristo y su bendita Madre y para incitar a esto el ánimo y provocar su espíritu a devoción, como David despertaba el suyo, con los instrumentos que tenía para las alabanzas divinas… Así tomaba un violoncillo y con él se iba a cantar delante del Santísimo Sacramento y de la imagen de Nuestra Señora y se quedaba elevado en oración” (f.25v). “Fue varón devotísimo de los misterios de la vida de Nuestro señor Jesucristo y en particular del niño Jesús y así la noche buena de su santísimo Nacimiento la celebraba con cantares de alabanzas y villancicos que para esto tenía escritos de su mano al son de su rabelillo” (f.27v)

Cuenta el Hermano Fray Juan Catalán que en una Nochebuena vivida en la Recolección de los Descalzos vio al padre Solano tan regocijado con la consideración del alto mise5rio del Nacimiento de Nuestro señor, que andaba corriendo y bailando solo, como fuera de sí, cantando alabanzas al Señor con una campanilla que tocaba. Y aquella noche cantó solo, en una capilla de la casa y recolección, con tanta melodía y suavidad que parecía un ángel. Todos los religiosos que le oyeron quedaron admirados.

Por su parte, el jesuita P. Francisco de Contreras, que conoció a Santo Toribio Alfonso Mogrovejo desde 1592 y fue ordenado de sacerdote por él, nos rescata de su memoria un gesto entrañable en tiempos de Navidad: "Y asimismo vio este testigo que habiéndole enviado de esta ciudad con grande regalo de dulces por ser tiempo de Navidad su hermana doña Grimanesa, el dicho Sr. Arzobispo lo repartió todo entre pobres yendo él mismo a los ranchos de los indios enfermos a visitarlos y dárselo sin quedarse con cosa y le dijeron a este testigo que aquella noche de la vigilia de Navidad había hecho colación con solo un durazno o manzana sin otra cosa"

León Pinelo recoge otro gesto "navideño": "Habiéndose puesto día de Pascua de Navidad una camisa nueva llegó un sacerdote pobre a pedirle limosna y le dijo que andaba sin camisa y compadecido el santo prelado se entró en su dormitorio y se quitó la que tenía y se la dio; y anduvo con el jubón sobre las carnes, hasta que trayéndole otra, hallaron que faltaba la que se había de volver, y preguntándole por ella, respondió : Ahí la dimos a un pobre de Cristo. Sobre que sufrió muchas razones que le dijo su hermana doña Grimanesa, que aunque era muy virtuosa, procuraba excusarle esas acciones"

¡Feliz y santa Navidad!

(La imagen de Solano la he tomado de la Colección Vargas Ugarte, Universidad Antonio Ruiz Montoya; la de Santo Toribio de la escultura del monasterio Santa Clara en Barrios Altos de Lima)

 

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