domingo, 23 de junio de 2013

P. DONATO JIMÉNEZ. ARTÍCULO CORREO DE JULIO

P. DONATO JIMÉNEZ, OAR, 50 AÑOS COMO SACERDOTE TEÓLOGO Y MISIONERO

 

"Puedo decir con toda naturalidad e infinito agradecimiento que  yo me he criado en la Iglesia"

 

José Antonio Benito

 

El presente año, los Agustinos Recoletos celebran su centenario como congregación independiente. También la emblemática prelatura de Chota festeja sus 50 años de erección canónica.

Con este motivo, me complace compartirles parte de la entrevista que hice en Radio María y PAX TV al P. Donato Jiménez, OAR, en el gozo de su jubileo con motivo de los 50 años como agustino y como sacerdote.

En la actualidad se desempeña como profesor de Teología, Bibliotecario y Secretario General en la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima. Soriano de nacimiento, lleva 25 años con nosotros en Perú. Es el décimo quinto hijo de una familia campesina y hermano gemelo del P. Ángel, también agustino recoleto.

 

     1. Padre Donato, cuéntenos, cómo nació su vocación y por qué se hizo sacerdote.

 

 -    Esa es una de las preguntas que leíamos en un interesante libro de Sans Vila (si la memoria no me es infiel), en nuestro tiempo, y me impresionaron muchos testimonios de los que allí había; uno de ellos era del famosísimo Padre Duval, S.I. el juglar de Dios, que tantísimo me gustó, que hizo sanísimo furor en su tiempo y que mantengo mi entusiasmo por él. Yo sigo cantando muchas veces sus canciones que por entonces aprendí, tan bien hechas y dichas poética y musicalmente. Hasta les enseñé algunas de ellas a mis alumnos de francés, y siempre las recuerdan.

¡Cuánto aprenderían a cantar, a cantar bien, se entiende, los jóvenes de hoy si escuchasen las canciones del P. Duval!

 

 ·   2. –El libro "El niño que jugaba con la luna".

–Sí, Exacto. En ese libro confiesa con sencillez y valentía, ese bache en su vida, su caída en el alcol, y cómo salió de ello, gracias a Dios y a "Alcólicos Anónimos".

 -           Ya estábamos nosotros en el seminario desde hacía años.  Sabes que  entrábamos como siempre a los 11 años; nosotros en nuestra casa y en nuestro medio teníamos un ambiente bueno, cristiano, completamente sano, pues nuestra vivencia cristiana era  plena y en amistad con los sacerdotes; éramos monaguillos, los sacerdotes entraban en mi casa, como en otras casas donde había monaguillos, con toda la confianza, y esto hacia que de forma natural nosotros fuéramos pensando y sintiendo que un día nosotros podríamos ser como veíamos que eran nuestros queridos sacerdotes. Así nacía espontáneamente en nosotros la vocación al sacerdocio. Y cuando, a lo mejor,  nos preguntaban las personas mayores: "¿Y tú qué vas a ser?"  –Cura, fraile, le respondíamos nosotros con toda la naturalidad del mundo, porque era esa nuestra vivencia;  y yo vivía, dentro de lo que cabe en un chiquillo, nuestra identificación y así ha sido toda nuestra vida. Y digo nuestra, porque lo mismo puedo decir de mi hermano Ángel, el mellizo, y de muchos otros compañeros.

 

 

·        3.  Padre Donato, uno de estos días leía en Zenit como gran noticia el hecho de dos gemelos sacerdotes polacos, que además se dedican a la música, y yo me acordé de usted, hijo décimoquinto y gemelo del P. Ángel. ¿Siempre han tenido iguales opciones y sentimientos?

 

 -          Sí. Ha ido a la par siempre como gemelos que somos;  pues hemos estado codo a codo toda la vida de manera que ha sido a la par porque la vivencia era común: los dos éramos monaguillos, nuestro hermanos mayores fueron monaguillos; yo especialmente era cantor porque tenia buen oído y entonces buena voz. Puedo decir con toda naturalidad e infinito agradecimiento que  yo me he criado en la iglesia, he crecido en el marco familiar con el cura, con los párrocos que se han sucedido; vivíamos en ambiente sano y cordial;  para nosotros no costaba nada, ninguna ruptura, ningún arranque, ningún sacrificio especial el irnos luego al seminario, el permanecer en el seminario.  Tengo que decir que desde el primer instante que estuvimos en él, ya creíamos y sabíamos que aquello era nuestra casa y nuestro ambiente natural. Era una experiencia que recorría nuestro ser. Y así nos sentimos durante años, o toda la vida, con los Padres. Los padres nos recibían, convivían con nosotros, comían, jugaban, rezaban, cantaban, con nosotros en un ambiente de total familiaridad y así hemos vivido, gracias a Dios, hasta que hemos sido un poco mayores donde ya los destinos y misión de cada cual nos han separado.

 

  ·       4.  Cuáles han sido las ideas fuertes como sacerdote.

 -          Pues mira. Además de nuestro muy cristiano ambiente familiar, nosotros hemos tenido, gracias a Dios, muy buenos y grandes ejemplos de nuestros Padres mayores. No sé si muchos de los que hoy nos suceden podrán decir lo mismo de nosotros. Sí, nosotros tuvimos muchos padres misioneros sacrificadísimos, entusiastas, entregados, muy celosos, vivían la inquietud evangelizadora, el celo misionero, la serena exigencia evangélica…  Nosotros tuvimos esos ejemplos que nos marcaron tan positivamente y nos animaron muchísimo. Veíamos también comunidades formadas de 8, 10, 12 padres y con mucha alegría, con mucha vivencia, mucha entrega y entusiasmo;  y eso, nos llevaba como en volandas, sin darnos cuenta y nos animaba, como una fuerza espontánea que nos empujaba desde dentro. Las abundantes lecturas que teníamos eran de sólida formación humana, cristiana, religiosa, humanística.

 

Podemos decir que no tenemos casi ningún mérito, y entre nosotros es corriente decir que no tuvimos esas crisis que pueden presentarse hoy a muchos jóvenes, que si no ven claro adónde van, que si el enamoramiento, que si alguna oferta "interesante" de trabajo… Nosotros estábamos, gracias a Dios, a buen recaudo de esas tentaciones. Pero no por una supervigilancia impuesta a la mala;  nuestra convivencia estaba cubierta por el reglamento y las normas disciplinares, como es natural,  pero alimentada por el pábilo de una piedad constante y varia. Era un camino bien marcado que había que recorrer.

Esa piedad hacía cuerpo en nosotros, crecía con nosotros, especialmente en los cantos; cantos religiosos y profanos; todo era formación. Diría, incluso, que vivíamos los tiempos del año litúrgico en su rica variedad, aunque no se hablaba tan expresamente de liturgia; pero sin la obsesión de ese cuasi morbo que se ha metido hoy con la recurrida "creatividad" que no deja tempero para la siembra, pausado cultivo y crecimiento de lo sembrado. Se nos presentaba con la máxima estima como gracia, como don, el sacerdocio y la vida religiosa. Tanto en casa con los ejercicios piadosos que decimos, como en la familia y en el pueblo. En el campo de fútbol, p. ej., al llegar las 12, sonaba la campana de la torre y, estuviésemos donde fuere, se rezaba el ángelus: donde estuviera el balón, ahí se quedaba, y todos, de pie,  rezábamos  el ángelus.  

 

 

 ·        5. Padre, algo tan sencillo pero tan profundo como definir quién es Dios. Claro, sabemos que Dios es Amor, pero usted como teólogo y en este mundo en el que se quiere saber todo, que se quiere demostrar completamente, cuando le piden esta respuesta acerca de quién es Dios ¿qué les dice?

-       Hay muchas respuestas de Dios. Algunos responden así: "Dios no habla, pero todo habla de Él". Y los clásicos dijeron que Dios invisible es lo más visible que hay. Entonces, no hay nada mejor que tener oídos abiertos para darse cuenta de que, efectivamente, todo habla de él. Los cielos pregonan la gloria de Dios, cantamos con los salmos hace más de tres mil años. Cuando a S. Agustín le preguntaban: ¿Dónde está Dios?",  respondía: –¡"Donde estás tú!". Y S. Pablo a los romanos les dice que si no conocen a Dios invisible por el mundo visible, no tienen excusa. En clase de Teología Fundamental,  a los alumnos les suelo decir la frase de Voltaire, como sabes, "nada sospechoso".  Voltaire decía: – "A mí nadie me puede convencer de que este cuadro que vemos aquí sobre la pared no lo ha pintado nadie". Es decir, que no hay reló sin relojero, no hay mundo sin Creador. Entonces la cosa es bien clara: el mundo que tenemos aquí con sus criaturas, con su orden y con su finalidad y con todas las cosas que hoy descubren y valoran los científicos, y que cada día se admiran más de ese orden, de esa finalidad, de la comprensión del mundo, es claro que son signos, huellas de la presencia de Dios: la Creación de Dios, el Dios que ha creado el mundo para nosotros. Y como dice  la Dei Verbum,  para compartir su vida, su naturaleza divina con nosotros.

 

 ·        6. Algo tan íntimo como es la Eucaristía. Acabamos de celebrar aquí, en Lima, un Congreso Eucarístico. Usted ha tenido parte activa, incluso ha compuesto un himno eucarístico,  qué es lo que nos sugiere para que la liturgia la llevemos así a plenitud centrándonos en la presencia de Cristo.

 

 -      Pues, como siempre, hace falta no solo formación. Cierto, es necesaria la formación, pero sobre todo hace falta vivir con intensidad, con firmeza la fe. Que se alimenta, precisamente, de oración y de Eucaristía. Trasmitir piedad, vivencia, hasta en los gestos y en los ritos, es decir, las cosas que sabemos en la cabeza, ponerlas en la vida, hacer que las vivamos, que las sintamos y las trasmitamos así.

 

 ·       7. Estamos en el año de la fe y cercanos al año sacerdotal, me gustaría que nos comparta una vivencia sacerdotal y un mensaje final para los jóvenes.

 

 -          Pues muchas te podría decir. Me preguntaron una vez qué haría si otra vez tuviera la oportunidad.  La clásica pregunta; yo respondí igualmente sin dudar que nuevamente iría otra vez a San Millán, a mi convento de San Millán y haría los estudios de latín y de griego y lo demás, y viviría otra vez los años que, gracias a Dios, viví y con ellos me he identificado. He tenido vivencias muy hondas como creo que todo seminarista y todo sacerdote las tiene, y por ellas y por mil años que tuviera de existencia en la tierra, no daríamos suficientes gracias a Dios por las bendiciones, la fortaleza, los consuelos, la luz, el gozo, –no sé si del tercer cielo o del segundo cielo–; y de haber sentido la paz tan honda y estar tan seguros de que, a pesar de nuestras deficiencias, sabemos que Dios ha querido llamarnos –euntes et docete–  y contar con nosotros para poner y derramar Él toda la llenura de su Gracia.

 

 

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