miércoles, 31 de julio de 2013

EL JOVEN EN BÚSQUEDA DE LO INFINITO, por Guisella Azcona

EL JOVEN EN BÚSQUEDA DE LO INFINITO

 

El hombre, desde joven, es criado y educado para sobrevivir en este mundo. Despertar, comer, estudiar, trabajar y seguir trabajando, son los verbos que el hombre conoce y realiza a medida que va madurando, convirtiendo su vida en algo mecánico: vive por cumplir, enfrascándose en la pura sobrevivencia, convirtiendo su vida en un caminar sin sentido. Sin embargo, el hombre es consciente de algo que lo inquieta día a día en su corazón aunque lo quiera ignorar: ¿Quién soy…, y por qué existo?

 

1.      ¿Qué soy?, una pregunta fundamental que exige ser respondida

 

Monseñor Luigi Giussani, a través de su obra El sentido religioso, demuestra que todo ello apunta hacia una respuesta universal: El Misterio. Este Misterio, por ser perfecto, nuestra imperfección no llega a entenderlo, pero la Fe hace que creamos en Él ciegamente, por sobre todas las cosas.

 

 

Sólo la hipótesis de Dios, sólo la afirmación del misterio como realidad que existe más allá de nuestra capacidad de reconocimiento, corresponde a la estructura original del hombre (Giussani 2005:86).

 

 

Pero el joven ¿Realmente está interesado en involucrarse con Dios? Al parecer, sí – su interior abunda en preguntas sobre si mismo y sobre su realidad - ya que el joven busca, a través de una respuesta total a su pregunta fundamental, a aquel "Ser" que lo pueda amar de verdad. El hecho de que realmente importe este suceso en el joven es visualizado en las experiencias que viven día a día y su toma de decisiones. Si no hallan, al menos, un pequeño sendero hacia su búsqueda de la Verdad, ellos, prácticamente, se dejan atrapar por las drogas, el sexo, la delincuencia, etc., porque en su vida no hay nada importante más que el hecho de sobrevivir y no entender el por qué uno vive en este mundo.

 

Esto es peligroso. ¿Dónde está la respuesta a 'Todo' esto que no entiendo? expresa el joven mientras mira como su madre, de cáncer terminal, muere en sus brazos en medio de los pasillos de un hospital. ¿Por qué existe el dolor y la muerte? exclama una muchacha que acaba de perder sus piernas y que su hermano menor ha fallecido y todo en un accidente de bus. ¿Realmente vale la pena que yo exista? se interroga el alumno en plena clase de matemáticas mientras recuerda que la noche anterior, al escuchar a sus padres discutir, se entera que ellos estuvieron a punto de abortarlo.[1] Y las preguntas aumentan a medida que el joven afronta diversas experiencias. ¿Por qué la vida? ¿Por qué la muerte? ¿Por qué el dolor? ¿Por qué amar? ¿Por qué hacer el bien? ¿Acaso hay un 'hacer lo correcto' que compatibilice con la realidad que vivo?

 

Y las preguntas no terminan. A medida que pasa el tiempo, las preguntas se acumulan y no hay respuesta, no hay dirección, no hay referencias, no hay guía, no hay nada. Lo peor del asunto es que su rebeldía no le permite ver más allá del asunto, se bloquea e, incluso, insiste que nada ni a nadie le interesa y eso, desde dentro de su ser, lo mortifica. El joven llega a este punto en que no hay 'Nada' que le reconforte, o, al menos, eso es lo él que cree.

 

2.      El impacto llamado 'Belleza'

 

En medio de esta búsqueda desesperada – porque, para un joven que se encuentra en ese trayecto entre la niñez y la adultez, todo lo que sucede en 'su mundo' es trágico – una experiencia, un hecho, un movimiento, un 'algo' lo impacta y la búsqueda empieza. Esta búsqueda de la Verdad Última llamada Misterio se vuelve vital para el joven gracias al impacto que es provocado a través del acontecimiento de su vida. A este impacto el Beato Juan Pablo II lo llama "Belleza".

 

 

La belleza es la clave del misterio y llamada a lo trascendente. Es una invitación a gustar la vida y a soñar el futuro. Por eso la belleza de las cosas creadas no puede saciar del todo y suscitar esa arcana nostalgia de Dios que un enamorado de la belleza como San Agustín ha sabido interpretar de manera inigualable: ¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva, tarde te amé! (Juan Pablo II 1999)

 

 

Y es que Agustín de Hipona, así como muchos jóvenes en la actualidad, experimentó en su juventud el mundo materialista y mundano que, a su parecer, le convenía y sentir placer y satisfacción individualista, sin pensar en las consecuencia ni en el mal que provocaba a los demás. Tuvo que llegar el momento en que se diera cuenta de lo que estaba pasando y preguntarse ¿Quién soy? ¿Por qué existo?

 

Newman, en  La Fe y la Razón: Sermones Universitarios expresa cómo el hombre es consciente de ese 'Algo' exterior, ese 'Aquello' superior que puede darle sentido a su existencia (Newman 1993:72). Esta pregunta última se vuelve el comienzo de la travesía hacia el encuentro con este misterio que se vuelve necesario encontrar y, si es posible, entender. El joven, así como Agustín de Hipona, recurrirá, en medio de su desesperación y sin orientación alguna, a sectas, templos heréticos y hasta se familiarizará con la superstición. Busca respuestas, busca a la Perfección que dio vida al universo y a su existencia.

 

 

El hombre reconoce que existe Otro anterior a él, que es irreductible a la suma de todos los hombres, de tal modo que alcanza la experiencia de llegar a ser él mismo. (Prades 2002:273)

 

 

Pero, en medio de una sociedad consumista e individualista, en medio de diversas manifestaciones religiosas, políticas y filosóficas, el joven se pregunta: ¿Cómo encontrar el camino correcto que se dirija hacia esta Perfección? No se puede negar que el hombre, a través del tiempo, ha demostrado esta necesidad de encontrar el camino correcto para encaminarse hacia la búsqueda del Misterio, aquello que lo impactó como el primer amor juvenil. El producto de la manifestación humana sobre estos cuestionamientos últimos es la diversidad religiosa. El judaísmo, el budismo y el hinduismo son algunas de las manifestaciones religiosas del hombre, es el 'Camino' que sigue para encontrarse con la respuesta última, convertida ya en divinidad o divinidades con nombres provenientes de sus lenguas nativas y sus mitos. Pero el hombre ya es consciente que toda pregunta existencial tiene una respuesta que, si bien no se comprenda totalmente, es ya un indicio, no solo de respuesta, sino también de encuentro.

 

 

La referencia a la verdad es estructural a la verdadera pregunta religiosa, y toda filosofía verdadera se plantea los interrogantes últimos, que podemos llamar religiosos (…) la religión no existe en abstracto, sino que se da siempre históricamente en la forma concreta de las diferentes religiones y, por tanto, no se puede eludir la pregunta de la relación entre religión, religiones y verdad (Prades 2002:269).

 

 

Pero, para el joven, todo ello le produce confusión y no puede caer en ello si desea avanzar hacia la búsqueda de la Verdad; sus sentimientos y sus dudas no lo dejan avanzar, piensa que hay que dejarse llevar por esta diversa ideas y expresiones intelectuales porque ¿realmente hay una continuación después de quedarse en este punto donde el sentimiento puede jugarle una mala pasada?

 

3.       Caminando juntos por el sendero hacia el Bello Infinito

 

Ahora el joven se encuentra en el punto crucial del asunto. Es consciente de la superioridad del Misterio y de que ello es la respuesta total e indiscutible a las preguntas últimas del hombre. Hasta este punto también llegó el joven Agustín cuando dio apertura a las Santas Escrituras (San Agustín 2005:237) en medio de su búsqueda de la Verdad. Él ya había tenido contacto con la Biblia después de leer a Cicerón (San Agustín 2005:136), pero le pareció insignificante en argumentación que decidió dejarlo de lado (San Agustín 2005:138). Entonces, si ya lo había tenido en brazos antes de relacionarse con el maniqueísmo ¿Por qué volvió a leerlo?, pues, así como un niño necesita ser llevado de la mano por alguien que conoce el camino de la vida terrenal, así también San Agustín, en medio del camino hacia la búsqueda de la Verdad, necesita ser llevado por alguien, por un guía, un maestro: y así Agustín caminó sus primeros pasos junto a San Ambrosio por el sendero hacia el infinito (San Agustín 2005:216).

 

Una muestra de ello es la peregrinación que hacen los pobladores chinchanos hacia el templo de la Virgen de Topara en la sierra de Chincha cada 30 de diciembre. En medio del polvo, los campos de cultivo, las vacas y los carneros, la gente hace su caminata de un día hacia el encuentro de la "mamacha" que dio a luz al Hijo de Dios, y es que, no cabe duda que el mejor ejemplo de imitación de este arquetipo para los cristianos es María – la preservada del pecado – como "la criatura más bella de la creación" o "la obra maestra del Creador". Para estos pobladores, el impacto que provocó María en ellos es la belleza que Hans Urs Von Balthasar expresa en su libro Gloria, como la «aureola de resplandor imborrable que rodea a la estrella de la verdad y del bien y su indisoluble unión» (Von Balthasar 1985:22).

 

A través de esta caminata con diferentes generaciones juntas, un abuelo expresaba a su nieta de 6 años que la cosa más bella que vería estaba al final de este camino, entonces la niña empieza a correr y gritar: la quiero ver, la quiero ver; mientras el abuelo gritaba: no corras, necesitas de mí para llegar. La niña mostraba en su rostro algo impactante: estaba decidida a continuar el camino, así tenga que caerse, cruzar el río y los campos, subir los cerros; ella sabía que al final del camino se encontrará con lo más bello del mundo. Ratzinger, en su discurso La belleza es bondad, no solo explica que la belleza es el enaltecimiento triunfal del Misterio, sino que a través de su pasión y su sacrificio también ha mostrado belleza (Ratzinger 2002). El amor puro envuelto en sacrificio es la máxima expresión de la belleza pura y, por tanto, describe que este Misterio, Dios, en realidad es Amor. Para la niña era importante encontrarse con esta belleza dicha por su abuelo, le era necesaria porque, gracias a su inocencia, la belleza lo relaciona con lo bueno y todo lo bueno está lleno de amor y si todo esto es cierto, es necesario gritarlo para que todos lo sepan.

 

 

Ante la majestuosidad del amor absoluto – que en la revelación se encuentra con el hombre, lo hace suyo, lo invita y lo eleva hasta una incomprensible intimidad – el espíritu infinito posee por primera vez el presentimiento de lo que significa efectivamente el que Dios sea la alteridad absoluta.[2]

 

 

Este es un ejemplo del largo camino que el joven debe seguir para encontrar lo que busca. Se inicia la búsqueda hacia el encuentro con el Misterio y para seguir adelante el hombre debe ser consciente que no será fácil. Deberá luchar contra todo para continuar por el camino correcto para seguir adelante y encontrar la Verdad, el Misterio. Ante este desafío, el joven, envuelto en este embriagado amor puro, utilizará su fortaleza, su rebeldía y su adrenalina para escalar hacia Él, y hará lo posible para que otros como él también lo hagan.

 

 

La Verdad no coincide con el resultado de la decisión del hombre – no es el hombre quien produce la Verdad -; no obstante, la Verdad (…) exige el acto de esa decisión para manifestarse (Prades 2002:273).

 

 

En la actualidad, es difícil para el joven llegar a este punto. Los referentes religiosos, sociales y filosóficos provocan al joven confusión y optan por lo fácil (de acuerdo al ámbito social y político que vive) que termina siendo perjudicial para él, ya que lo confunde más - y volvemos al ejemplo de Agustín de Hipona (San Agustín 2005:235) - por ende, es un reto para los educadores religiosos (sacerdotes, religiosas, catequistas, docentes, etc.) encaminar al joven para que encuentre el verdadero significado de su existencia. Como dice en el título de una de las obras de Luigi Giussani: "Educar es un riesgo".

 

El objetivo de la educación es formar un hombre nuevo; por eso, los factores activos de la educación deben tender a hacer que el educando actué cada vez más por sí mismo, y que afronte cada vez más el ambiente por sí solo.[…] El método educativo de guiar al adolescente a encontrarse de manera personal y cada vez más autónoma con la realidad que le circunda debe aplicarse más a medida que el muchacho se hace más adulto.[…] En efecto, el desarrollo de la autonomía del muchacho representa para la inteligencia y el corazón – y también el amor propio – del educador un riesgo. Por otra parte, justamente corriendo el riesgo de confrontarse es como se genera en el joven una personalidad con su propio modo de relacionarse con todas las cosas, es decir, es así como su libertad se hace (Giussani 2006:94).

 

En medio de un mundo que no se presta mucho para educar al joven hacia su formación humana – hacerlo más humano – se vuelve,  para el educador, todo un reto y todo un riesgo, pero es justamente el escenario del mundo que toma el joven para verlo, analizarlo, reflexionar y tomar decisiones para seguir encaminándose hacia el encuentro con el Misterio. El guía poco a poco lo deja para que el joven siga su camino con todos los riesgos advertidos; su papel de educador es tener las herramientas necesarias para poder mostrarle la belleza del Amor que nos atrae hacia el Bien y que nos lleva hacia en encuentro con la Verdad. Es por eso que el guía debe prepararse porque será la pieza clave, la herramienta necesaria que Dios necesita para que el joven se acerque hacia Él, hacia el Amor, por que el hombre necesita Amor.

 

De modo hermoso y contundente lo expresaron los padres del Concilio Vaticano II hace 50 años:

 

 

En  este mundo que vivimos se tiene necesidad de la belleza para no caer en la desesperanza. La belleza, como la verdad, pone alegría en el corazón de los hombres; es el fruto precioso que resiste a la usura del tiempo, que une a las generaciones y las hace comunicarse en la admiración. Y todo ello está en sus manos (Santa Sede 2008:551).

 

 

Por ende, los educadores somos los más cercanos en guiarlos hacia la Verdad a través del impacto de la Belleza que provoca un asombro y, por consiguiente, a decidir encaminarse hacia el encuentro con esta Verdad: el Misterio. Mostremos esto a los jóvenes de hoy, para que no se desmoronen en la desesperanza y el desamor. Es todo un reto para un mundo tan individualista como el nuestro, pero, así como la niña y su abuelo, el joven necesitará de un guía para encontrar un sentido a la travesía que dará y encaminarse hacia el encuentro con lo más bello: Dios, que es Amor.

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

 

GIUSSANI, Luigi.

2005                El sentido religioso. Lima. Ed. Encuentro – Fondo Ed. UCSS.

2006                Educar es un riesgo. Lima. Ed. Encuentro – Fondo Ed. UCSS.

 

JUAN PABLO II, Beato.

1999                Carta a los artistas. <http://www.vatican.va/holy_father/john_paul_ii/letters/documents/hf_jp-ii_let_23041999_artists_sp.html> Consulta hecha el 5/10/2012.

 

NEWMAN, John Henry.

1993                La Fe y la Razón: Sermones Universitarios. Madrid. Ed. Encuentro.

 

PRADES, Javier.

2002                Los retos del multiculturalismo. Madrid. Ed. Encuentro.

 

SAN AGUSTÍN.

2005                Confesiones. Madrid. Ed. BAC.

 

VON BALTHASAR, Hans Urs.

1985                Gloria, una estética teológica, La percepción de la forma. Vol. 1. Madrid. Ed. Encuentro.

 

RATZINGER, Joseph.

2002                "La belleza es Bondad". En Mensaje para el Meeting de Rímini. <http://bilboquet.es/fin/docsfin/LA%20BELLEZA%20ES%20BONDAD.pdf> Consulta hecha el 26 /10/2012.

 

SANTA SEDE.

2008                Concilio Vaticano II. Mensaje del concilio a toda la humanidad. Lima. Ed. Paulinas.

 



[1] Testimonios de jóvenes que recibieron catequesis en la Parroquia San Pedro de Carabayllo entre los años 2008 y 2009.

[2]La experiencia estética y la creación artística. UCSS. Apuntes del 30/07/2008 de la clase de metafísica a cargo del Dr. Andrés Aziani

 

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