miércoles, 2 de octubre de 2013

San Jerónimo, patrono de los traductores, por Florina Nicolae

ACADEMIA PERUANA DE TRADUCCION

DIA INTERNACIONAL DEL TRADUCTOR

Lunes 30 de septiembre – Country Club Lima

 

San Jerónimo, patrono de los traductores

San Jerónimo ha sido considerado como el «príncipe de los traductores» de la Biblia. La Iglesia le reconoce como a un hombre especialmente elegido por Dios y le tiene por el mayor de sus grandes doctores en la exposición, la explicación y el comentario de la divina palabra. El Papa Clemente VIII afirmó que Jerónimo tuvo la asistencia divina al traducir la Biblia.

Nació en el Imperio Romano (Dalmacia), en el año 340   y falleció en el Imperio Bizantino (Belén), en el año 420, el 30 de septiembre. Jerónimo significa "el que tiene un nombre sagrado"  (iero – nimos en griego) Se llamaba también Sofronio que significa – prudente.

Los artistas representan con frecuencia a San Jerónimo con los ropajes de un cardenal, aunque a veces también lo pintan junto a un león, porque se dice que domesticó a una de esas fieras a la que sacó una espina que se había clavado en la pata. Pero el león podría ser el emblema ideal de aquel noble, indomable y valiente defensor de la fe.

El Papa Sixto V contemplaba una pintura donde aparecía el santo cuando se golpeaba el pecho con una piedra. "Haces bien en utilizar esa piedra", dijo el Pontífice a la imagen, "porque sin ella, la Iglesia nunca te hubiese canonizado".

Conocía el griego y el arameo, lenguas vivas por aquel entonces y, también sabía  algo de hebreo, pero cuando comenzó su proyecto de traducción se mudó a Belén para perfeccionar sus conocimientos del idioma.  Le interesaba hacer la traducción del original y no de otra versión cualquiera.

 "¡Cuánto trabajo me costó aprenderla y cuántas dificultades tuve que vencer! ¡Cuántas veces dejé el estudio, desesperado y cuántas lo reanudé! Y ahora doy gracias al Señor que me permite recoger los dulces frutos de la semilla que sembré durante aquellos amargos estudios".

San Jerónimo ha entendido que no se puede hacer una verdadera traducción  sin una muy profunda investigación de lo que significa la cultura en la que se escribió  el Libro sagrado. No solo aprendió el idioma hebreo, sino vivió entre los hebreos, estudió la naturaleza de la arquitectura del alma  y la espiral de la historia de los hebreos.

Pero para profundizar la materia que tendría que traducir se trasladó a Constantinopla a fin de estudiar las Sagradas Escrituras bajo la dirección de san Gregorio Nazianceno,  el Teólogo como lo llaman los cristianos ortodoxos, pero también un gran filosofo que introdujo en la iglesia bizantina elementos helenísticos.

«Por nosotros mismos nunca podemos leer la Escritura. Encontramos demasiadas puertas cerradas y caemos en errores".

Quiero subrayar con este ilustre ejemplo la importancia de una cultura solida, de las profundas  y necesarias investigaciones cuando se trata de hacer traducciones.  Trasladar de un idioma a otro no significa solo transportar el contenido de una caja (un idioma),  desde una parte del puente,  a la otra caja (del otro idioma), a la otra parte del puente, a la otra orilla.   

Además, en el caso del Santo traductor podremos extender la metáfora de la traducción como  puente, indicando su conexión con la transcendencia, en el sentido filosófico, con Dios. Es decir que  este puente es un  "puente atirantado" - el tablero (la traducción concreta) – está suspendido mediante los  cables de la fe  de un pilón central que es Dios.

         Pero San Jerónimo daba  también otro sentido al vocablo TRADUCCION: "Porque ahora es necesario traducir las palabras de la Escritura en hechos y, en vez de pronunciar frases santas, debemos actuarlas".

Pues se trata de la actualidad del pensamiento de San Jerónimo. Pensad en el papa Francisco que  quiere actualizar a otro santo homónimo, el pobrecillo Francisco de Asís.

Porque en general no se trata solo de santos y de la Biblia, sino de traducir las bellas palabras y los términos que indican los valores fundamentales de la humanidad en hechos.

Así podemos ser y  somos todos traductores;  algunos príncipes, como San Jerónimo, otros mucho menos.

Gracias!

 

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