jueves, 5 de junio de 2014

Catálogo de Cofradías del Archivo del Arzobispado de Lima, de F. Javier Campos y Fernández de Sevilla, OSA (Ed.) David Fernández Villanova

Presentación del Catálogo de Cofradías del Archivo del Arzobispado de Lima, de F. Javier Campos y Fernández de Sevilla, OSA (Ed.)

David Fernández Villanova

 

         Quisiera comenzar agradeciendo al señor Fernando López, director del Museo de la Catedral de Lima, la deferencia que tuvo hacia mí persona invitándome a participar en la presentación de una obra tan importante como es el Catálogo de Cofradías del Archivo del Arzobispado de Lima. En segundo lugar debo felicitar al equipo que elaboró el catálogo, formado por Luis Gómez Acuña y Walter Vega Jácome, bajo la coordinación de Laura Gutiérrez Arbulú, directora del Archivo Arzobispal de Lima, ya que el catálogo ha sido y será un instrumento de gran utilidad para muchos historiadores, entre los que me incluyo. También hay que felicitar al Instituto Escurialense de Investigaciones Históricas y Artísticas y a su director, F. Javier Campos, por la iniciativa de publicarlo, contribuyendo así a su difusión.

         Para mí, como historiador que soy de profesión y archivero de ocupación, es doblemente satisfactorio poder presentarles este libro. Como historiador porque trabajo el tema de las cofradías de oficio en Lima virreinal como línea de investigación para mi tesis doctoral, motivo por el cual he tenido la oportunidad de consultar este catálogo previamente a su publicación. Como archivero porque me desempeño en el Archivo General de la Nación dedicado a esta misma tarea, que es la catalogación de documentación colonial. Por ambos motivos es que valoro especialmente  la importancia de esta publicación, tal como intentaré transmitirles a continuación.

         Desde el punto de vista historiográfico, a través de la antología bibliográfica que nos ofrece Javier Campos en el excelente estudio introductorio que hace del catálogo, podemos observar como el análisis de las cofradías en el Perú colonial, y de manera más concreta en la ciudad de Lima, ha atraído el interés de la comunidad científica desde los años ochentas hasta hoy.

         En la década del ochenta hay que destacar los trabajos de Olinda Celestino y Albert Meyers sobre las cofradías en la región central de Perú, cuya obra es de obligada referencia para el estudio del tema, al igual que la de Teresa Egoávil para el caso limeño en los siglos XVII y XVIII. Las cofradías adscritas a las distintas castas centraron también la atención de los estudiosos, en esa línea Miguel de la Cruz Espinosa analizó las cofradías de los negros de Lima y Rafael Varón Gabai las de indios en el Huaraz de siglo XVII.

         En los noventa la nómina de historiadores interesados en el tema se renovó. Las cofradías en la región de Piura durante la época colonial y republicana fueron estudiadas por Alejandro Díez Hurtado. Joaquín Rodríguez Mateos relacionó su análisis con el espíritu de la contrarreforma. La cofradía como institución vinculada a determinados grupos sociales continuó siendo estudiada, con mayor o menor intensidad, por Paul Charney, Luis Gómez Acuña y Raúl Anadaqué. En el caso limeño Beatriz Garland Ponce tomó el relevo de Teresa Egoávil a través de diversas publicaciones. Guillermo Lohmann Villena y Elisa Luque Alcaide dedicaron sendos artículos a la cofradía de Aránzazu en Lima. Y, desde España, Jesús Paniagua Pérez publicó un artículo, ya clásico, sobre la cofradía de San Eloy de Lima.

         En la primera década de este siglo sucedió lo mismo que en la anterior. De nuevo se produce una renovación del plantel de historiadores dedicados al tema, incluso con aportaciones de otras disciplinas. Así, la cofradía de San Eloy de Lima ha continuado siendo objeto de estudio por profesionales de la historia del arte y de la arqueología como Cristina Esteras Martín y Luisa Vetter Parodi, respectivamente. Las cofradías limeñas barrocas han sido el tema de la tesis de licenciatura de Diego Lévano Medina. Casos concretos son los estudios de Irma Barriga y Javier Campos sobre las cofradías bajo la advocación de San José, las de Nuestra Señora de Aránzazu y la del Santo Cristo de Burgos han sido trabajadas  por Judith Mansilla Justo y José de la Puente Brunke. Walter Vega, que comenzó a laborar en el tema ya a finales de los noventa, también publicó una serie de artículos en los siguientes años. Luis Alberto Rosado Loarte y José Chaupis Torres demostraron su interés sobre las cofradías en el mundo rural.

         En los últimos años hay que destacar la publicación de la obra compilada por Diego Lévano Medina y Kelly Montoya Estrada, titulada Corporaciones religiosas y evangelización en Iberoamérica. Siglos XVI-XVIII, donde se recogen diversos artículos sobre cofradías peruanas, escritos por buena parte de los historiadores de esta última etapa junto con otros de Brasil, Argentina, México y España. Además de las más recientes aportaciones del joven sanmarquino Luis Rodríguez Toledo.

         Es decir desde hace más de treinta años el estudio de las cofradías en Perú ha despertado el interés de los historiadores renovándose generación tras generación. En la actualidad, puedo adelantarles, ya que yo me encuentro entre los organizadores del evento junto con Kelly Montoya y Diego Lévano, estamos preparando un simposio sobre cofradías en Perú virreinal y republicano que tendrá lugar el próximo mes de septiembre. El objetivo es reunir al mayor número posible de especialistas dedicados al tema, no solo de Lima sino de todo el país, y desde una perspectiva interdisciplinar, es decir no solo desde el punto de vista de la historia sino también de la historia del arte o la arqueología.

         Pasando ya al campo de la archivística podemos enmarcar esta publicación dentro de una tendencia desarrollada en los últimos años en torno a la salvaguarda y puesta en servicio de los principales acervos documentales sobre cofradías, los cuales se hallan en el Archivo Arzobispal de Lima (AAL), en el Archivo Histórico de la Beneficencia Pública de Lima (ABPL) y en el Archivo General de la Nación de Perú (AGN).

         Hay que destacar, de nuevo, la importante labor realizada por Kelly Montoya Estrada, junto a una serie de colaboradores en el ABPL. Bajo el auspicio de la Universidad Católica y con financiación exterior pudieron elaborar el catálogo de la documentación colonial, dedicada principalmente a cofradías y hospitales. Sacando a la luz la enorme riqueza de este repositorio y por qué no decirlo, salvándolo de la depredación de que hasta el momento había sido objeto. Este catálogo ya está disponible para el público en formato virtual y aunque todavía no ha sido publicado estoy seguro que pronto, alguna iniciativa como la que hoy nos reúne logrará su publicación.

         Junto al Arzobispado y la Beneficencia Pública el Archivo General de la Nación es la tercera institución que cuenta con una importante serie documental para el estudio de las cofradías limeñas. Lamentablemente esta documentación todavía no ha sido catalogada, pero estoy seguro que en un breve lapso de tiempo podremos contar con esta información. Lo sé de buena tinta porque yo mismo he tenido la oportunidad de ser partícipe del gran esfuerzo que se viene realizando, en los últimos tres o cuatro años, en la catalogación de los fondos del Archivo Colonial del Archivo General de la Nación, gracias la política desarrollada por la Dirección Nacional de Archivo Histórico para la protección y puesta en servicio de sus fondos documentales.

         No debemos olvidar que la falta de inventarios y catálogos rigurosos es uno de los factores más importantes que incrementan el riesgo de los fondos documentales. Un adecuado sistema de registro y catalogación, además de imprimir rapidez y eficacia a los procesos de gestión y consulta, protege a los documentos en caso de robo permitiendo su rápida identificación y recuperación. Catalogación y protección del patrimonio documental son por tanto términos que van de la mano.

         En esta línea debo mencionar también la gran labor realizada por Melecio Tineo, amigo y director del Archivo Arzobispal de Huacho, quien en el año 2011 publicó el catálogo de la serie de cofradías correspondiente a dicho arzobispado. A través de este instrumento podemos acceder a una riquísima documentación sobre cofradías en el mundo rural, complemento indispensable al mundo urbano limeño para poder tener una visión global del papel de las cofradías en el Perú virreinal.

         Volviendo al punto de vista histórico, como bien indica Javier Campos en el estudio introductorio, el análisis de las cofradías puede ser abordado desde distintas perspectivas, pudiéndose observar a través de ellas diversos aspectos que van mucho más allá de su propia organización como son la religiosidad, la sociabilidad, la economía o las expresiones artísticas de la sociedad del momento.

         En este caso concreto, para sumergirnos en el mundo de las cofradías limeñas, los autores del catálogo nos ofrecen una herramienta esencial como son los índices analíticos del mismo. Junto a los índices onomástico y toponímico tenemos a nuestra disposición un interesantísimo índice temático cuya consulta nos revela todo un abanico de posibilidades para acercarnos a esta documentación. Pondré como solo ejemplo el que me afecta directamente que es el de las cofradías de oficio. Recorriendo el índice nos encontramos como abogados, aguadores, alarifes, albañiles, barberos, bordadores, botoneros, calafateros, carpinteros, cereros, confiteros, doradores, ensambladores, escultores, gorreros, herradores, herreros, mercaderes, olleros, panaderos, petateros, pintores, plateros, pulperos, sastres, sederos, silleros, sombreros, tintoreros y zapateros, es decir la mayoría de los oficios de la Lima colonial aparecen vinculados al ámbito de las cofradías. Lo cual no conduce directamente a preguntarnos qué papel jugaron las cofradías en el mundo de los oficios.

         En conclusión, y para terminar ya con esta breve presentación, solo quiero insistir en la actualidad de la que goza esta publicación, tanto desde el punto de vista historiográfico como archivístico, y que ambos colectivos, historiadores y archiveros, debemos celebrar y agradecer a sus autores y editores el que podamos tenerla a nuestra disposición. 

 

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