viernes, 6 de marzo de 2015

Giuseppe Lazzati, fundador del Instituto Secular Cristo Rey, camino de los altares

Ciudad del Vaticano, 5 julio 2013. - El Santo Padre ha recibido esta mañana en audiencia al cardenal Angelo Amato, S.D.B., prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. En el transcurso de la misma, el Papa ha autorizado a la Congregación a promulgar el decreto de virtudes heroicas concerniente al Siervo de Dios Giuseppe Lazzati, italiano, laico consagrado (1909-1986).

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Hasta aquí la reciente noticia. ¿Laico consagrado? De inmediato nos hemos preguntado si no sería miembro de un Instituto Secular. Y, en efecto: nada menos que el fundador del Instituto Secular Cristo Rey...

 Semblanza de Giuseppe Lazzati. 

Giuseppe Lazzati nació en Milán el 22 de junio 1909, hijo de Charles y Angela Mezzanotte. Era el cuarto de ocho hermanos. Tres días después fue bautizado en la iglesia de San Gottardo al Corso. La familia vivía en la popular zona de Porta Ticinese, donde su padre desarrollaba su actividad como comerciante en el sector alimentario.

Comenzó la educación primaria en 1915, en la Escuela "Vittoria Colonna". Fue el año del comienzo de la "Gran Guerra", que causó tantas muertes y destrucción en toda Europa.

Tras el traslado de la familia a Alassio (Génova), Giuseppe completó la escuela primaria en la ciudad ligur y allí comenzó los estudios del Gimnasio (escuela secundaria). De regreso con sus padres a Milán en 1920, continuó brillantemente sus estudios en el Liceo "Cesare Beccaria".

Posteriormente (1921) Lazzati fue inscrito en la Asociación de estudiantes "San Estanislao", dirigida por mons. Luigi Testa, que la había fundado en 1888. Esta experiencia eclesial, marcada por un fuerte compromiso educativo, dejó una huella indeleble en el joven.

Momento importante en su vida fueron los Ejercicios Espirituales según el método ignaciano. En sus apuntes de la tanda que realizó en 1928 en la Villa del Sagrado Corazón de Triuggio (Milán), el joven Lazzati, con diecinueve años, escribió lo siguiente en referencia a la persona de Pier Giorgio Frassati (fallecido en 1925 con 24 años): "Quiero seguir su ejemplo: quiero volver con la voluntad decidida al cumplimiento del deber diario, y actuar con independencia de la aprobación o desaprobación del mundo, solo con el propósito de llevar a cabo la voluntad de Dios, listo para cualquier obra de bien, en medio de todo, sin ostentación hueca, sin tener en cuenta el respeto humano, profesando la religión con lealtad y sinceridad [...], la generosidad hacia toda obra de caridad, la independencia de cualquier aspecto mundano, con la alegría genuina, serena y despreocupada de la juventud cristiana que tiene la sonrisa perpetua en los labios o la risa ruidosa, aunque tenga escondidos en el corazón los sufrimientos de la lucha, porque se apoya y abandona confiadamente en Dios. Para ello quiero orar mucho al Señor, porque quiero llegar a ser un santo, un gran santo, santo pronto".

Este era un programa de vida que se puede decir que, a partir de ahora, Lazzati acogió con firme determinación.

Alcanzada brillantemente la madurez, en noviembre de 1927 se inscribió en la carrera de Letras en la Universidad Católica del Sagrado Corazón, que tuvo como rector a un hombre de ciencia combativo, médico y psicólogo: el franciscano Agostino Gemelli, que se había convertido a la fe cristiana después de una juventud vivida desde el agnosticismo, con simpatías claras hacia el socialismo.

Una elección vocacional desafiante

En 1931 Lazzati llega a una decisión importante sobre su vocación. Así escribía en sus notas de Ejercicios Espirituales de mayo de 1931: "He elegido para mi vida el celibato. Siento que gracias a la castidad, y por la grandeza y la sublimidad de la gracia de Dios, me uniré más a Él, podré consagrarme en cuerpo y alma al ejercicio de un apostolado más amplio y eficaz. Pero debo recordar que este camino he de recorrerlo en constante oración y sacrificio. Asístanme la gracia de Dios y la Madre del Cielo". Consecuencia de esta decisión fue la de adherirse a los Misioneros de la Realeza de Cristo. Esta Sociedad, fundada en 1928 por el padre Agostino Gemelli, agrupaba a laicos consagrados de muy diversos estratos socio-culturales, empeñándoles en una vida espiritual intensa y en un fuerte compromiso apostólico, con especial énfasis en la Universidad Católica, y en iniciativas relacionadas con la misma (por ejemplo, la Obra de la Realeza) y la Acción Católica.

En noviembre de 1931 Lazzati se graduó con honores, con una tesis sobre la literatura cristiana primitiva de Teófilo de Alejandría. Luego fue invitado por el titular de la cátedra, el salesiano Paul Ubaldi, para continuar la investigación y colaboración académica. Recibió el título de profesor universitario en 1939, tras lo cual se entregó, en la Universidad Católica, a sus primeras labores docentes, acogiendo tal tarea con pasión y con la mayor competencia.

Los años 1931-1943. A la cabeza de los jóvenes de la Acción Católica Ambrosiana

            Para Lazzati 1931 también fue importante en otros aspectos: en particular, por el comienzo de su servicio militar en la Escuela de Cadetes Alpinos de Milán y por el inicio de una nueva militancia.

Ante la insistencia de Don Ettore Pozzoni, su catequista en "San Estanislao", aceptó unirse a la Federación de Milán de la Juventud de Acción Católica Italiana (GIAC), donde fue invitado inmediatamente a ocuparse de los estudiantes. Fue el comienzo de una experiencia que se iría haciendo cada vez más intensa y atractiva. En la primavera de 1934, Lazzati, con veintitrés años, fue nombrado presidente de la Juventud Católica diocesana por el arzobispo cardenal Ildefonso Schuster. Este nombramiento le permitió, entre otras cosas, establecer relaciones filiales frecuentes con el prelado.

            En la GIAC de Lazzati la espiritualidad y la educación iban encaminadas hacia el apostolado: el joven asociado tenía que ser un apóstol militante para la difusión del Evangelio y de sus valores en cualquier entorno. Este compromiso, sin embargo, solo podía realizarse sustentado en la oración asidua (meditación diaria, los sacramentos, la adoración eucarística, ejercicios espirituales), el cultivo de las virtudes cristianas (en primer lugar la pureza), la formación religiosa y cultural, y la confidencia con un buen director espiritual. La doctrina de la gracia, con el insondable y fascinante misterio de la participación en la vida divina, fue el trasfondo teológico que recordaría constantemente el presidente Lazzati. El servicio ofrecido por él a la Juventud Católica, (descrito como "heroico" por un testigo directo, mons. Piero Zerbi), le permitió profundizar en una intuición sobre la que continuamente volvía su pensamiento: la responsabilidad de los laicos en la Iglesia y en las realidades cotidianas. Líder indiscutible y amado por sus cualidades de espíritu, de mente y corazón, Lazzati siguió dando lo mejor de sí para la Asociación hasta el verano de 1943. Después del 8 de septiembre de ese año, como veremos, tuvo que separarse por la fuerza de "sus" jóvenes.

Fundación de una nueva Sociedad laica y compromiso con el futuro del país

Su adhesión a los Misioneros de la Realeza se interrumpió en 1938. Con el paso del tiempo, Lazzati se fue convenciendo de las limitaciones de una consagración laical dirigida al sostenimiento directo de algunas obras. Después de una cuidadosa reflexión, y no sin sufrimiento, en junio de ese año renunció a la Institución. Le siguió un grupo de amigos, que participaban con él en la Acción Católica. En ese momento, y siempre decidido a permanecer fiel en el celibato por el Reino, inició una fase de reflexión sobre lo que debía hacer, contando con el apoyo paternal y el estímulo del cardenal Schuster. Ya en la segunda mitad de 1938, maduró en Lazzati la decisión de dar vida a una nueva Sociedad, llamada "Milites Christi" (soldados de Cristo), que dio sus primeros pasos al año siguiente. Por recomendación del arzobispo, se enmarcó como una cuarta familia de la Congregación de los Oblatos de San Carlos. Nacía así en la diócesis una experiencia de vida de laicos dedicados al cumplimiento radical del Evangelio en las calles del mundo.

Ante los trágicos acontecimientos de la Segunda Guerra Mundial y la cada vez más evidente decadencia del régimen fascista, Lazzati, al igual que otros católicos reflexivos, no tardó en darse cuenta de la necesidad de empezar a pensar sobre el futuro del país. En este sentido, se unió de buen grado a un grupo de estudio, animado principalmente por colegas de la Universidad Católica, que entre 1941 y la primavera de 1943 se reunían cada semana en la casa del profesor Umberto Padovani. Entre los participantes se encontraban jóvenes intelectuales como Giuseppe Dossetti, Amintore Fanfani, Giorgio La Pira, Antonio Amorth, Gustavo Bontadini, Sofia Vanni Rovighi y Don Carlo Colombo. Un impulso para las reuniones fue el famoso mensaje de radio de Navidad del papa Pío XII, quien, advirtiendo la situación cada vez más dramática de la guerra, llamó a un nuevo orden mundial basado en el respeto a la persona, la justicia y la paz entre los pueblos.

En el fragor de la contienda, los acontecimientos se fueron sucediendo precipitadamente. Después de la caída del fascismo (25 julio 1943) y el establecimiento del gobierno de Badoglio, que se apresuró a acordar un armisticio (8 septiembre 1943) con los angloamericanos, éstos desembarcaron en el sur de la península, y en un corto periodo de tiempo, ésta se vio dividida en dos: el sur en manos del gobierno real y las fuerzas aliadas de liberación, y el centro-norte, en manos de los nazi-fascistas. En una situación de desorden total, incluso en el ejército, Mussolini, por voluntad de los alemanes, reapareció en escena, al frente de la nueva "República Social Italiana", con capital en Salò (Brescia). Mientras tanto, la contienda se extendió también a la lucha entre los partidos, y, con el paso de los meses, se produjo el recrudecimiento de los bombardeos sobre las ciudades del centro-norte de Italia.

Los años de 1943 a 1952

Reclutado por el ejército en julio de 1943, Lazzati se vio sumido en el vórtice incontrolable de tales acontecimientos. Así es como se vio sorprendido por una decisión irrevocable, que, al igual que a otros muchos compañeros de armas, les condujo a un sufrimiento y a una humillación indecibles: "En la mañana del 9 de septiembre de 1943, a los oficiales reunidos en Merano, en el 5º cuartel Alpino, un oficial les preguntó uno por uno, si deseaban seguir siendo fieles al juramento de fidelidad hecho al Ejército Real o adherirse a la reconstituida formación fascista. El sí de la elección realizada en su momento quiso alzarse como un grito de libertad, y, para nosotros, cargados en camiones, comenzó la deportación de Lager en Lager".

Lazzati permaneció en los campos de concentración alemanes desde septiembre de 1943 hasta agosto de 1945. Comenzó su Vía Crucis en la antigua fortaleza polaca de Irena Deblin, siendo luego trasladado a otros campos. Vivió así la experiencia del hombre llevado a los límites de su propia humanidad, a los confines frágiles e indefinidos de la vida y la muerte, y sin perspectiva humana para salir. Lo que llevó a cabo para sostener a los compañeros que sufrían en esas terribles condiciones, entra dentro de lo prodigioso. Promovió momentos de oración y encuentros sobre temas religiosos, yendo tan lejos como para dirigir una tanda de ejercicios espirituales; participó en debates ético-políticos, retomando su acariciado proyecto de un sistema democrático nacional; animó reflexiones sobre temas educativos; llegó a escribir varios folletos para los jóvenes de la Acción Católica; y asumió un papel de auténtico guía espiritual para muchos internados. Este intenso trabajo, en algún momento, le llevó a ser acusado de subversivo, acarreándole las inevitables medidas restrictivas.

Su estancia en el Lager fue para Lazzati tiempo de desolación, pero también momento de gracia, de purificación y de prueba de la fe personal, de conversación íntima con Dios, y de diálogo intenso con compañeros de otras orientaciones políticas y religiosas, pensando confiadamente en la reconstrucción moral, cultural, socio-política e institucional de la posguerra. En un momento de su encarcelamiento, y como resultado de gestiones por parte del padre Gemelli, tuvo la posibilidad de volver a casa, pero su heroísmo quedó en evidencia al negarse a su liberación, deseando compartir en todo el destino de sus compañeros de desventura.

En su largo encarcelamiento continuó pensado también en sus "Milites Christi". A ellos dedicó algunas cartas, de un elevado perfil espiritual, que vieron la luz a su regreso de Alemania, publicadas posteriormente en el libro El Reino de Dios está en medio de ti. (Vol. 1° 1943-1952).

Política, servicio eclesial, presidencia del Instituto Secular

Lazzati regresó a Milán el 31 de agosto de 1945. Liberado de su terrible experiencia, pensó que podría dedicarse a reanudar sin distracciones sus compromisos previos a la deportación: sus estudios patrísticos y literarios, la orientación del GIAC y la dirección de Milites Christi. Pero la Providencia le deparaba nuevas responsabilidades. A partir de la invitación de su amigo Giuseppe Dossetti para que considerara la oportunidad, dadas las circunstancias excepcionales, de dedicarse a la política activa, y tras una cuidadosa reflexión y la consulta con el cardenal Schuster, decidió ponerse a disposición de tal cometido. Sus experiencias en este campo se iniciaron en 1946 (consejero por la ciudad de Milán, diputado de la Asamblea Constituyente, miembro del Consejo Nacional de la Democracia Cristiana, co-promotor de la "Civitas humana" -asociación de cultura política del grupo de Dossetti-) y culminaron con su elección al Parlamento en 1948, que se prolongó hasta 1953, final del mandato de esa legislatura.

Durante su período de vida parlamentaria Lazzati residía en Roma, junto con otros colegas, en la casa de las Hermanas Portuguesas. El recuerdo de Giuseppe Dossetti en ese período de vida en común pone de relieve la tensión espiritual de su amigo: "En los no pocos años en los que Lazzati y yo vivimos juntos en Roma, nos alojábamos en habitaciones contiguas, separadas por un delgado tabique. Inevitablemente advertíamos los ritmos de vida de cada uno. Lazzati nunca abandonó su oración, muchas veces al comienzo del día, incluso en las jornadas más agotadoras de la vida política y parlamentaria, llevándola a cabo no con escrúpulo, sino con señorial discreción y amorosa fidelidad".

A pesar de su participación parlamentaria, él se sentía, podría decirse, como un "político malogrado". Tenía un alto concepto y estima de la política, pero su vocación profunda era otra: la de hombre de estudio y educador de la conciencia cristiana. Como educador, se distinguió en la época inmediatamente posterior a la guerra animando a los "Grupos Servir", una rama de "Civitas humana" para la formación político-cultural de los jóvenes. De ese periodo merece ser señalada su participación en una importante Comisión de estudio de la Universidad Católica para la reforma de la escuela italiana (1945-46). También son dignas de mención algunas reflexiones sobre la educación social y democrática de las nuevas generaciones, con ocasión de Encuentros de las Asociaciones Católicas de Profesores.

A pesar del ritmo frenético de la sucesión de sus compromisos políticos, Lazzati no abandonó sus responsabilidades eclesiales. Mencionemos, entre otras, su participación en las Misiones religioso - sociales (abril de 1947 a marzo de 1948), que, bajo los auspicios de la Acción Católica nacional, estaban destinadas a promover (especialmente entre las poblaciones del Sur), una renovada conciencia espiritual y civil; asimismo su participación en el Consejo de dirección y administración del "Ambrosianum", un estudio teológico para laicos fundado en Milán en 1948.

No obstante, la dedicación más importante de Lazzati era como presidente de "Milites Christi". Después de la guerra, la Institución había experimentado un crecimiento numérico alentador. La mayoría de las vocaciones provenían de las filas de la Acción Católica. Importante para esta forma de consagración laical fue la Constitución Apostólica Provida Mater Ecclesia (2 de febrero de 1947) de Pío XII, que le dio un marco canónico dentro de los Institutos Seculares. Con el "Motu proprio" Primo Feliciter (12 de marzo de 1948), el Papa precisó algunos detalles importantes sobre el concepto de "laicidad" como "razón de ser" de estos institutos. El acto oficial de la erección de "Milites Christi" en la diócesis de Milán fue promulgado el 1 de mayo de 1952 por el cardenal Schuster. Al cabo de diez años (27 de octubre de 1963), el Instituto recibió el decreto de aprobación y el consiguiente reconocimiento como Instituto de Derecho Pontificio.

            En 1952, la adquisición del antiguo eremitorio de San Salvatore sopra Erba (en la provincia de Como), destinada a ser la sede de las actividades formativo-espirituales de los "Milites", representó un acontecimiento de especial relevancia. El edificio, debidamente restaurado, permitió también el inicio de cursos vocacionales, una iniciativa llevada a cabo en conjunto con el GIAC de Milán, y que desde el principio tuvo a Lazzati como protagonista. Este servicio estaba estrechamente unido al del discernimiento vocacional de los jóvenes.

Encuentro y colaboraciones con el arzobispo Montini

Al regreso a Milán, después de su "aventura" en la política, Lazzati pudo reanudar sus amados estudios, así como la enseñanza universitaria. Superada la Oposición de 1958, finalmente pudo cumplir su sueño de llegar a ser profesor de Literatura Cristiana Antigua. Al año siguiente fue llamado por la Facultad de Filosofía y Letras para profesar esta disciplina en la Universidad Católica.

Después de haberse liberado de la actividad política, Lazzati pudo dedicarse con calma a la actividad académica. No obstante, el nuevo arzobispo de Milán (Giovanni Battista Montini, que entró en la diócesis el 6 de enero de 1955), pronto le encomendó algunos importantes servicios eclesiales. Recordemos los principales: 1955, Presidencia ciudadana de los Graduados Católicos, ampliada al año siguiente al ámbito de diocesana; en 1957, fue designado para reavivar el Instituto Social Ambrosiano, nacido en 1950, con el objetivo de promover actividades de formación socio-política; dentro del mismo año 1957, la participación directa en la Gran Misión en la ciudad, así como la puesta en marcha y, a continuación, Presidencia de una universidad para estudiantes extranjeros; en el periodo 1961-64, la dirección del diario católico Ambrosiano "L'Italia", coincidente con una época innovadora en la política nacional (nacida de los gobiernos del centro-izquierda) y una gran esperanza para la Iglesia (Concilio Ecuménico Vaticano II: 1962-65).

La dirección del periódico resultó sumamente gravosa para Lazzati. No obstante, sirvió de ocasión para los encuentros semanales de los sábados con el arzobispo, durante los cuales las dos personalidades profundizaban en un entendimiento común, a la vez que alimentaban su mutua estima. La elección de Montini como Papa (junio de 1963), tomando el nombre de Pablo VI, fue recibida con gran alegría por Lazzati, convencido de que era el hombre adecuado para llevar a término el Concilio, convocado por el papa Juan XXIII.

La etapa del Concilio

Ya en los años cincuenta el problema del crecimiento de un laicado en la plenitud de su "madurez" constituía un motivo constante de reflexión y de compromiso para el profesor. Estaba convencido de que toda la misión de la Iglesia y la sociedad misma no se beneficiaría con la simple existencia de la mayoría de los cristianos laicos mientras estos no tomaran conciencia adecuada de su vocación específica de ser protagonistas responsables en lo secular (estudio, trabajo, actividades sociales, políticas, etc.). En un volumen de 1962 Madurez del laicado, recogió sus principales reflexiones sobre el tema.

A partir de las Constituciones (Lumen Gentium, Gaudium et Spes) y los decretos conciliares (Apostolicam Actuositatem), que, en el marco de una eclesiología renovada, trazaban funciones y responsabilidades concretas de los laicos dentro de la misión de la Iglesia en el mundo, se dio cuenta Lazzati de una necesidad: que para poner en práctica el Concilio, era necesario en primer lugar dar a conocer todos los documentos elaborados. Con tal propósito, se dedicó incansablemente a una verdadera obra de "catequesis conciliar", poniendo especial atención en las cuestiones eclesiológicas, instando a explorar el tema más querido para él: la identidad y la función de los laicos en la Iglesia y en el mundo. El comentario del famoso punto del n. 31 de la Lumen Gentium: "Por su propia vocación, los laicos buscan el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios", se convirtió en su verdadero caballo de batalla, llevándole a intervenir con importantes contribuciones escritas. Por todo ello realizó una asidua actividad de carácter divulgativo: ¡cuántos grupos juveniles, parroquiales y asociaciones se beneficiaron de la palabra lúcida e intensa del profesor en torno a las cuestiones planteadas en torno a esta cita!

Lazzati fue un cantor apasionado, como pocos, del Concilio. Captó en aquel acontecimiento el auténtico soplo del Espíritu, que invitaba a toda la Iglesia a una renovación profunda y, dentro de Ella, al componente laical a tomar plena conciencia de sus responsabilidades y de su vocación histórica.

Debe entenderse también bajo esta luz, su disponibilidad para aceptar, para el trienio 1964-67, la presidencia del Consejo Diocesano de Acción Católica, de Milán, otorgada por el arzobispo Giovanni Colombo, el sucesor de Montini. Era, entre otras cosas, una confirmación más de la estima que la jerarquía de la diócesis ambrosiana tenía por el.

Los años 1965-1976. Rector de la Universidad Católica del Sagrado Corazón

            A mediados de los años sesenta la vida de Lazzati experimentó un aumento progresivo de sus tareas académicas. Elegido en 1965 decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Católica, fue nombrado poco después para el Consejo Superior de Instrucción Pública. En junio de 1968 sustituye a su amigo Ezio Franceschini en el cargo de rector. La universidad estaba pasando por un momento difícil debido a las protestas estudiantiles, que rápidamente se extendieron como un reguero de pólvora por todo el país. El nuevo rector fue capaz de gobernar la situación con firmeza y, al mismo tiempo, en diálogo con profesores y estudiantes, madurando, por otra parte, la convicción de que era necesario comprender las razones profundas de la revuelta, (en su opinión, sobre todo de tipo cultural). Esto fue una razón más que le confirmaba en su persuasión de la necesidad de invertir en la formación de los jóvenes.

            Lazzati fue confirmado como rector durante cinco mandatos consecutivos, hasta 1983. Bajo su liderazgo, la Universidad Católica conoció una floreciente fase de expansión. Era de la opinión de que la Universidad siempre debía significarse por una confrontación permanente entre la investigación científica y la fe, a fin de proponer un proyecto de cultura cristiana que permitiese dialogar con el pensamiento contemporáneo e iluminar tanto la investigación llevada a cabo en cada disciplina como la presencia de los católicos en la vida civil. En este sentido, cabe resaltar la activación del Departamento de Estudios Religiosos. También es significativa a este respecto la puesta en marcha de la mayor parte de los cursos universitarios anuales de actualización cultural, que tuvo su momento culminante en el curso de Verona (septiembre de 1977) dedicado a la laicidad, y que dio origen a la histórica revista Vida y Pensamiento. Lazzati trabajó para que las Universidades Católicas italianas estrechasen cada vez vínculos más estrechos con la Iglesia y con las comunidades locales, potenciando las actividades de formación permanente, especialmente a través de los centros culturales ubicados en las diferentes ciudades italianas.

Nuevos nombramientos eclesiales

Durante el pontificado de Pablo VI crecieron sus compromisos en el ámbito eclesial. En febrero de 1968 fue nombrado Consultor de la Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares, cargo en el que fue continuamente confirmado. La cuestión de los Institutos Seculares, con los problemas relacionados con su estatuto canónico, teológico y eclesial, fueron temas que llevaba muy en el corazón. Hay que resaltar, entre otras cosas, el interés de Lazzati por introducir in extremis en el Decreto conciliar Perfectae Caritatis, sobre la renovación de la vida religiosa, la precisión fundamental de que los Institutos Seculares no son Institutos Religiosos, si bien comportan "una profesión verdadera y plena de los consejos evangélicos en el mundo" (n. 11). Este episodio nos hace caer en la cuenta de lo mucho que queda todavía por trabajar para aclarar la naturaleza y la misión de este tipo de consagración laical. De aquí surgía la necesidad de encuentro entre los diversos Institutos existentes a fin de llevar a cabo un proceso conjunto de reflexión y debate. En abril de 1968 Lazzati presidió el Comité Preparatorio y el Primer Congreso Mundial de los Institutos Seculares, que se celebró en Roma en 1970. En tal ocasión desarrolló una ponencia sobre "consagración y secularidad."

También en 1968, fue llamado a formar parte de la Comisión para la Revisión del Código de Derecho Canónico. El texto, aprobado por Juan Pablo II el 25 de enero de 1983, ofrecía por fin una visión adecuada de los Institutos Seculares (cfr. cánones 710 a 730), aportando una definición de los mismos que reflejaba las reflexiones largamente acariciadas por el mismo profesor Lazzati.

Entre sus tareas eclesiales todavía recordemos su nombramiento (1973) como Consultor de la Congregación para la Educación Católica, que fue confirmado en 1978 para el siguiente quinquenio.

            En 1976, cada vez más sobrecargado con compromisos universitarios, Lazzati dejó la presidencia del Instituto Secular (desde 1969 llamado "Cristo Rey"), tras persuadirse de que otros podían recoger adecuadamente el testigo.

            También se remonta a 1976 el primer Congreso de la Iglesia italiana sobre "evangelización y promoción humana". El profesor estuvo en la presidencia del comité organizador, lo que constituyó una ocasión muy apropiada para la discusión y el debate entre los católicos, en un tiempo marcado por una dinámica cada vez más compleja: la secularización galopante, las inquietudes de la sociedad civil, con el empeoramiento progresivo de los graves fenómenos de desviación socio-política; la efervescencia en las comunidades cristianas que se manifestaba en su inmersión en persistentes formas de contestación, y al mismo tiempo el nacimiento de nuevos movimientos eclesiales.

            A pesar de sus muchos compromisos, Lazzati continuó disponible para la actividad educativa, que desempeñó un papel central en su vida. Desde principios de los años setenta, el eremitorio de San Salvador se convirtió en lugar de encuentro privilegiado con los jóvenes, una verdadera "cátedra" de educación cristiana. Llevó a cabo encuentros formativo-espirituales cada primer domingo del mes; promovió cursos de orientación vocacional; dio vida, con la Acción Católica de Milán, a una "escuela de la fe" experimental (1975-76).

Sus últimos años

En 1983, después de quince años como rector, Lazzati quiso dedicarse a una ordenación sistemática de su propio pensamiento sobre la identidad y misión de los fieles laicos. Publicó así, en rápida sucesión, tres pequeños volúmenes: La ciudad del hombre. La construcción, por cristianos, de la ciudad del hombre a escala humana (1984); El laicado y el compromiso cristiano en las realidades temporales (1985); Para una nueva madurez del laicado. Los fieles laicos, forma activa y responsable en la Iglesia y en el mundo (1986).

Su salud, sin embargo, desde hacía algún tiempo, se iba deteriorando. En los primeros meses de 1984 se le diagnosticó un cáncer intestinal. Sometido a una intervención quirúrgica, comenzó un calvario agotador entre ingresos hospitalarios y terapias. Antes de rendirse a la enfermedad incurable, Lazzati tuvo la energía suficiente para culminar un proyecto acariciado por él durante mucho tiempo. Frente a la situación de la Iglesia, de la sociedad italiana y de la política de mediados de los ochenta (que se distinguía, entre otras cosas, por los cada vez más fuertes cambios socio-culturales y por el irreversible declive de la Democracia Cristiana), estaba convencido de la necesidad de prestar un "servicio" cultural y formativo a fin de ayudar a los laicos a crecer en su capacidad, intrínseca por otra parte a su vocación, de "pensar políticamente". Su propuesta, recogida por un grupo de amigos influyentes, vio la luz en diciembre de 1985, con la Asociación "Ciudad del Hombre". Al menos el tiempo le permitió ver los primeros pasos de este proyecto.

            El 18 de mayo 1986, al amanecer de ese día de Pentecostés, Giuseppe Lazzati, que durante los días anteriores a su agonía, había recibido el homenaje de reconocimiento de personalidades eclesiásticas y civiles, cerró sus ojos a la luz de este mundo para volver a abrirlos en el fulgurante esplendor de la ciudad celestial, donde le esperaba el Señor de su vida. En la homilía de funeral en la Basílica de san Ambrosio, el cardenal Carlo María Martini tejió el elogio de este laico cristiano, "fiel" y "libre", dotado de un "extraordinario" carisma de "educador de las conciencias juveniles".

En septiembre de 1988 su cuerpo fue trasladado al eremitorio de San Salvador. Cinco años después de su muerte, el 18 de mayo de 1991, la Iglesia de Milán inició el proceso de canonización, que concluyó en su fase diocesana el 14 de mayo de 1996, con una ceremonia solemne en San Ambrosio presidida por el Cardenal Martini. En esta ocasión dijo el prelado, entre otras cosas: "Lazzati se nos presenta verdaderamente como un hombre quemado interiormente por el deseo de responder a la llamada de Dios, a fin de poner en práctica, en sí mismo y en el mundo, la verdad del Evangelio. En él, el Evangelio de Jesús ha asumido el rostro del hombre contemporáneo".

            En su testamento espiritual, dirigido a los miembros del Instituto Secular "Cristo Rey", pero rico de contenido y válido para todo cristiano, se lee la siguiente declaración, reveladora de su intenso espíritu eclesial:

"Amad a la Iglesia, misterio de salvación del mundo. Amadla como vuestra Madre, con un amor hecho de respeto y devoción, de ternura y laboriosidad.

No la sintáis nunca extraña ni vosotros extraños a ella; por ella será dulce el trabajar y, si es necesario, el sufrir. Si por ella tuvierais que sufrir, recordad que es Madre; sabed por ella llorar y callar".

Sobre su tumba en el eremitorio de San Salvador se encuentra esta inscripción, síntesis de un ideal de vida:

"El cristiano es, en el tiempo, la revelación del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".

 

 

Semblanza redactada a partir de la página web http://www.istitutosecolarecristore.org/ , perteneciente al I.S. Cristo Rey.
 

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