domingo, 28 de junio de 2015

MADRE MARÍA PILAR DE JESÚS, LA CARMELITA ANDARIEGA DE LOS ANDES PERUANOS

MADRE MARÍA PILAR DE JESÚS,
 LA CARMELITA ANDARIEGA DE LOS ANDES PERUANOS
(Valladolid 1917-Chiclayo, 1997
Pool Alexander Castillo Valiente 

"Vuestra soy, para vos nací", escribió en una de sus poesías santa Teresa de Jesús.  Y, sin duda, fue una característica que siempre vio reflejada en su vida la santa de Ávila. Era sólo del Señor Jesús, por eso, al sentir el llamado de Dios de reformar el Carmelo no se detuvo sino que con determinada determinación se lanzó a la gran empresa de fundar casas de la Virgen, como ella llamaba a sus monasterios. Estas fundaciones, a lo largo de toda la historia desde el primer monasterio de San José de Ávila por ella fundado, han dado frutos grandes de santidad.

Así, del penúltimo monasterio que fundó la santa andariega en Palencia - España surgió una gran misionera, que vendría al Perú a reformar el Carmelo de Cuzco y que desde ahí fundaría muchos más carmelos al estilo de su madre fundadora. Madre María Pilar de Jesús, conocida por sus hijas como "la Mamita", ha sido una misionera oculta en el corazón de Jesús, que ha ayudado mucho en la evangelización del Perú y que ha dejado muchos frutos que hoy se extienden por muchas regiones del país y fuera de él.

Fue una carmelita enamorada de Jesucristo y convencida de su vocación, de quien algunos obispos han dicho que era del porte de Teresa de Jesús y que fue alegría y consuelo en su ministerio. Una mujer que no sólo se dedicó a la oración sino que en tiempos muy difíciles, ayudo a los pobres sin salir de la clausura y sin caer en ninguna clase la ideologización del mensaje evangélico.

"La andariega de los andes", así la podríamos llamar a este mujer que sin ningún miedo se lanzó a grandes empresas y como su madre fundadora fundó muchos carmelos donde se gloría a Dios y se inmolan por la santidad de los sacerdotes y la salvación de almas.

Vallisoletana del Carmelo de Palencia
María Pilar Rodríguez nació en Valladolid - España, el 7 de febrero de 1917, en el seno de una familia profundamente cristiana, de sólidas virtudes morales y religiosas; fue la segunda de seis hijos: Luz, Pilar, Ricardo, Fidel, Luis, José Andrés.

Estudió en un colegio de madres Dominicas Francesas donde supo asimilar sus santas enseñanzas. No le costó adaptarse al género de vida del colegio; alegre, traviesa y simpática, se hacía querer por todas las personas de su entorno. Terminados sus estudios le encomendaron la atención de la familia; los padres y hermanos atendían un establecimiento grande que tenían en el paseo Zorrilla. Pilar con la ayuda de una empleada, con generosidad y olvido propio, se hizo cargo de todo; se multiplicaba para atenderles deseando tan sólo el bienestar y felicidad de los suyos, adivinando sus pequeños caprichos, para tenerlos contentos.

Tenía en su corazón el deseo de entregarse al Señor como carmelita descalza, cuando tuvo la edad necesaria se lo dijo a su padre que no acepto con alegría la decisión de su hija y le dijo que hiciera lo que ella quería; Pilar que había escuchado del Señor decir que quien no deja padre y madre no es digno Él, se lanzó a pedir su ingreso en el Carmelo de Valladolid pero las vacantes estaban llenas, las mismas madres le aconsejarán que fuera a Palencia donde también la santa madre Teresa había fundado un monasterio. Al ser aceptada se lo comunicó a sus padres y llegada la fecha la acompañaron hasta la puerta reglar del Carmelo donde las hermanas con los velos sobre sus rostro y velas en sus manos le acompañaban en su ingreso, beso el piso y le dijo al Señor que le mantuviera siempre en su casa.

Se entregó a su nueva vida con un gran fervor, tuvo la gracia de encontrar una priora santa, que supo encauzar esa naturaleza ardiente por el camino de la santidad; descubrió cuanto podía sacar de esa alma generosa que el Señor ponía en sus manos; lo hizo con suavidad y energía exigiéndole todas las virtudes que la santa madre quería ver en sus hijas. Pilar con obediencia, humildad y disponibilidad se aprovechaba de todo. Recibió el santo hábito el 1 de enero de 1942, emitió sus votos temporales el 2 de enero de 1943 e hizo la profesión solemne el 2 de enero de 1946.

La llamada del Perú. Cuzco y Abancay
El año de 1954 vino al Perú por pedido de la comunidad del Cuzco que quería que vinieran dos madres de uno de los conventos fundados por la santa andariega, para vivir con mayor perfección las reglas y constituciones que la santa fundadora había dejado. Así, el 3 mayo, comenzó su gran obra reformadora e implantó en el Carmelo del Cuzco todas las costumbres del Carmelo de Palencia.
Una de las cosas que se encontró aquí fue la diferencia marcada entre hermanas legas que se encargaban de los trabajos duros y de la cocina y las de coro que se dedicaban a la costura y la oración, madre Pilar quito esas diferencias y empezó a hacer que todas recen y trabajen. También quiso que se viviese la pobreza tal cual lo pensó la santa de Ávila por eso empezó a pedir a las hermanas que devuelvan las cosas que no le fueran necesarias en sus celdas, como hábitos, dulce, etc.
Nueve años estuvo de priora en San José de Cuzco y de ahí se lanzaría hacer su primera de las seis fundaciones que hizo. Monseñor Alcides Mendoza, obispo de Abancay, le pidió una fundación en sus diócesis, y la madre fundó el Carmelo de San José Abancay el 29 de junio de 1964, este Carmelo empezó con siete religiosas profesas, cinco de Cuzco y dos de Ayacucho; aquí aprendió mucho pues tuvo serias dificultades, especialmente económicas y en la dirección de la construcción.  Fue ella misma quien hizo los planos, ciertamente con la ayuda de un arquitecto y un ingeniero; puso toda la atención posible en la construcción del primer piso para después con la ayuda de Dios poder continuar junto con el maestro de obras con el resto de la construcción, ya sin la necesidad del ingeniero, pues no tenía el suficiente dinero para poder pagarle y, de esta manera, economizaba para poder pagar a los obreros. Las hermanas trabajaban acarreando bloquetas, arena y agua, y ella iba a la cabeza animando a todas con alegría.

Así iba avanzando el convento; al mismo tiempo iba enseñándoles a sus hijas las virtudes en medio de las dificultades que tenían por la estrechez de la casita en que provisionalmente vivían. Terminado el edificio y la iglesia, afluyeron vocaciones tan rápidamente que pronto ocuparon todas las plazas que permiten las leyes del Carmelo: veintiuna monjas. Como seguían viniendo jovencitas, se pensó en una nueva fundación. Le habló al señor obispo de Abancay, ya entonces Monseñor Enrique Pélach, para hacer una fundación en Tacna ya que Monseñor Oscar Cantuarias había solicitado un Carmelo para su diócesis; pero monseñor Pélach le pidió que la hiciera en su misma diócesis, y madre Pilar aceptó.

Madre Pilar se puso hacer los planos y empezó las construcción del nuevo palomar de la virgen en el Valle del Cumbao – San Jerónimo, constantemente viajaba en cualquier movilidad, en camiones con incomodidades sin cuento. Siempre que la necesitaban estaba ella dirigiendo la obra y ayudando espiritualmente a las hermanas hasta que se terminó la construcción del monasterio de la Virgen del Carmen. Aquí se quedó de priora madre Manuela María de la Cruz, que sería su mano una gran ayuda en sus fundaciones; regreso a Abancay donde era priora y desde ahí ayudaba espiritualmente a las comunidades del Cuzco y San Jerónimo.

Yurimaguas, Huancavelica
Monseñor Miguel Irízar, Vicario Apostólico de Yurimaguas – Loreto, deseaba un Carmelo en la selva y, precisamente fue a pedírselo a madre Pilar por consejo del Nuncio Apostólico. Aquello era muy difícil porque era muy lejos y las hermanas eran jóvenes, sin embargo, ya de 65 años, la madre se fue con siete religiosas el 16 de octubre de 1982, como obsequio al centenario de su santa fundadora Teresa de Jesús. El clima tropical y el inicio de una comunidad le hicieron desplegar su gran fortaleza, dando ánimo y alegría a las hermanas que iban con ella; las hermanas que se quedaron en Abancay sufrieron un arranque terrible, la madre también sufrió pero todo se lo ofrecía a su Divino Esposo: el Señor Jesús. Sus ardientes y animadoras cartas mantenían siempre unidas a todas sus comunidades.

Estando Yurimaguas le pidieron una fundación en Huancavelica, y viajó personalmente con la madre priora de San Jerónimo que era la madre Manuela y al estar ahí se enfermó de una taquicardia debido a la altura, se regresó y no pudo dirigir personalmente esta fundación. Ella mismo hizo los planos y con sus consejos y directrices dirigió desde Yurimaguas al monasterio de santa Teresita del Niño Jesús.

Chiclayo, Huancayo
El día 4 de febrero de 1985, el Santo Padre Juan Pablo II bendijo en la ciudad de Trujillo una preciosa imagen de Nuestra Señora de la Paz, enviada y portada por el católico pueblo de Chiclayo. El Papa la bendijo y mirándola exclamó: "esta imagen merece un monasterio –y corrigiéndose continuó- un santuario". El señor obispo monseñor Ignacio María de Orbegoso lo escuchó, el pueblo lo escuchó y se decidió: la Virgen de la Paz tendrá un santuario y un monasterio. El obispo de Chiclayo pidió a madre Pilar fundase un Carmelo. Ella era priora en Yurimaguas y desde allí organizó la fundación, nueve hermanas de Abancay llegaron a Chiclayo y ella una compañera más de desde la selva peruana. El 26 de Mayo de 1991 iniciaron su vida de carmelitas en el monasterio de Nuestra de la Paz y san José; durante este tiempo atendía Yurimaguas de donde era priora y esta nueva fundación, el año de 1992 a petición de la comunidad de Chiclayo que la eligió priora, se quedó ahí.

En 1993 le pidieron a madre Manuela una fundación en Huancayo, ella se lo comunicó a madre Pilar, pero "la mamita" por su delicada salud ya no podía viajar a la altura, así que desde Chiclayo acompañó espiritualmente a esta fundación y desde ahí la dirigió con sus sabios consejos ayudando a sus hijas del nuevo monasterio de san José.

Madre Pilar no se dejaba llevar por respetos humanos. Cuando se trataba de la gloria de Dios y del triunfo de la verdad, nunca le importó quedar mal con la criaturas, así se le siempre. Sus fundaciones, fueron iniciadas con escasos recursos y frecuentemente con ninguno, pero siempre fueron colocadas en el Corazón de Jesús y puestas en manos del tesoro del Carmelo: san José; por eso los monasterios surgieron y se poblaron de vocaciones, forzándole a abrir nuevos "palomares de la Virgen".

La duda y el titubeo nunca fueron características suyas. Lo que Dios quería lo ejecutaba siempre y prontamente, costara lo que costase. A pesar de las muchas dificultades, siempre siguió adelante; su amor a Dios y su unión con el Divino Esposo se percibía con evidencia y claridad palpables. Era una mujer profunda, que vivía de la oración.

Valores y virtudes
Como buena hija de Teresa de Jesús y Juan de la Cruz habla de ellos como de seres tan queridos y tan próximos que parecía vivir con ellos; en los momentos oportunos gustaba repetir a sus hijas frases y textos de ellos. En la lectura diaria de la comunidad leía sus obras y las explicaba muy al detalle, utilizando ejemplos muy prácticos que hacían comprender más fácilmente los textos. Deseaba impregnarnos a sus hijas del espíritu de sus santos fundadores, y ellas gozaban escuchándola.

Fue abnegada y entregada, sincera y confiada, jovial y entusiasta y, al mismo tiempo, profunda, maternal y bondadosa; fuerte y firme, cuando exigía la virtud y la entrega incondicional al Señor. Quería a sus monjas maduras y varoniles.

Infundió en sus monjas esa vida carmelitana de intimidad amorosa con Dios, en soledad y retiro; el espíritu de una verdadera vida de familia, de un calor de hogar donde las alegrías y dolores se comparten y donde ella como madre era el lazo de unión donde que todas se estrechaban como hijas suyas y hermanas verdaderas.

Supo organizar el trabajo de tal manera que lo dejó como sólido fundamento en todas sus comunidades, estimulando a las hermanas a mejorar cada día sus labores y a vivir de su trabajo, de tal manera que les permita compartir con los pobres el fruto de sus labores.

Le dio el Señor el don de educadora, no se asustaba de los defectos, si veía humildad y deseos de corregirlos; sabía aprovechar lo bueno de cada alma, sin exigir más de lo que podía dar. Estaba dotada de una viva y penetrante inteligencia, de voluntad férrea y constante, que se convertían en tenacidad cuando era necesario. Era enérgica y arrolladora, de reciedumbre castellana, hecha de rectitud y sinceridad, y con mucha gracia de Dios; esto lo resume todo. Reconocía sus limitaciones y errores con gran humildad, y cuando los cometía sabía pedir perdón.

El amor a las santas reglas y constituciones era inmenso, se las quería imprimir hijas no sólo en la mente sino en el corazón, para que las practicaran y las conservaran con amor, como herencia preciosa que les dejó su santa madre Teresa de Jesús. En la época post conciliar lucho junto con sus hijas y las hijas de santa Maravillas de Jesús por conservar el Carmelo tal cual lo dejó su santa madre.

Amó mucho a Jesús, María y a san José, al que nombró padre, señor y mayordomo de sus monasterios, le escribió una novena circular en su honor que pasa de hermana en hermana cada nueve días y nunca termina.

Una de las grandes obras realizadas por ella fue la vocación de la monja externa, que cuando vino al Perú no existía, la movió a esto su amor por los pobres con quienes se encontró en el Cuzco y desde el principio ayudó, por eso en casi todas sus fundaciones hay comedores populares que dan de comer a los mendigos y son dirigidos por las monjas externas. También fundó el aspirando el más grande de todos sus aciertos, porque es de ahí de donde han salido todas las vocaciones para sus fundaciones.

Tuvo una salud muy precaria pero siempre lo llevo todo con alegría, estando en Yurimaguas le encontraron un tumor maligno, pero ella nunca tuvo miedo sino que siguió adelante. Ya en Chiclayo en 1995 volvió a sentirse mal, las hermanas le rogaron que se deje ver del médico y aceptó; vieron que tenía un tumor y había que extirparlo. La llevaron a Lima al hospital de neoplásicas pero no pudieron operarla porque ya estaba ramificado; los médicos confesaron su impotencia ante tal metástasis, ella recibió la noticia con un "bendito sea Dios, si así lo quiere está bien". No perdió nunca la serenidad y la alegría de siempre, los médicos y las enfermeras quedaron edificados.

"Pronto, Señor, nos veremos"
Le pronosticaron ocho meses de vida, regresó a su convento el 8 de Octubre de 1995, contenta, alegre y animando a todas sus hijas; al llegar la recibieron con el TE DEUM, y comenzó su vida normal asistiendo a todo, participando en todo, haciéndonos olvidar que estaba enferma.

Así  fueron pasando sus días hasta el 17 de marzo de 1997 estaba muy enferma y en cama, le había subido la fiebre y respiraba con dificultad, a las 10:00a.m entraron Monseñor Jesús Moliné y el padre Hilarión Rubio, ambos le dieron la absolución y la bendición. Todas sus se reunieron en su celda y rezaron la recomendación del alma, se entonó la salve y al terminar expiró, eran las 11:13a.m. Su rostro quedo lleno de tanta paz, que dicen las hermanas daba devoción el mirarla; la amortajaron y la pusieron en una hermosa caja blanca que le obsequiaron. Las hermanas jóvenes la llevaron en sus hombros y todas las llevaron al coro cantando "al cielo, al cielo yo iré".

En la reja del coro estaban esperando todas las amistades y los familiares llorando. Luego empezaron las misas; los sacerdotes que tanto le querían, en cuanto se enteraron fueron a celebrar. Al día siguiente, lo mismo; a las 4:00p.m celebraron dos padres carmelitas que vinieron de Trujillo. El funeral estaba programado para las 5:00p.m, pero fue más tarde por el retraso del avión en el que viajaba Monseñor Irízar y una sobrina de la madre que venía desde España; en cuanto llegó Monseñor, celebró la santa misa e hizo el funeral, las hermanas la llevaron en los hombros turnándose, cantando y rezando hasta el cementerio.

La vida de madre María Pilar de Jesús se ajustó al espíritu de su santa madre Teresa de Jesús, bien podría ella también cantar aquello de: "Vuestra soy para vos nací… ¿Qué mandáis hacer de mí?". Fue realmente una mujer enamorada de Jesucristo y de la vocación que Él le había regalado, murió en olor santidad y es necesario que su vida no sólo sea conocida en el Carmelo sino que como ejemplo de un verdadero seguimiento de Cristo sea dada a conocer a todos los peruanos y otras partes del mundo.
 

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