miércoles, 22 de febrero de 2017

PRESENCIA DE LA VIRGEN DE FÁTIMA EN MI FAMILIA

PRESENCIA DE LA VIRGEN DE FÁTIMA EN MI FAMILIA

 

A través de imágenes, estampas, canciones, pequeños sacrificios, jaculatorias, la virgen de Fátima ha estado siempre presente en nuestra familia. El centenario de las apariciones es una buena oportunidad para agradecérselo.

Por el 13 de octubre de 1948, Jesús Cardoso Llorente, natural de nuestro pueblo de Rollán y vecino de Lisboa, donó a la Parroquia una preciosa imagen de Nuestra Señora de Fátima, traída de Portugal y entronizada con solemne fiesta. Mi madre contaba 18 años y había contraído una grave enfermedad –septicemia de sangre- provocada por una hierba que se le incrustó en la piel; y que evolucionó hacia una pleuresía que le postró en cama por más de un año. Gracias a los cuidados del buen médico, don José Castellanos, y la intercesión de la Virgen se restableció  totalmente, llevando el hábito de la Virgen de Fátima durante una temporada.

En 1950, el Obispo de Salamanca, Monseñor Francisco Barbado Viejo, hizo su visita pastoral a Rollán y confirió el sacramento de la confirmación a muchos jóvenes y adultos. Al enterarse de su enfermedad y la devoción por la Virgen de Fátima la suscribió a la revista "El Sol de Fátima". Como gratitud al Prelado, le dedicó unas coplas desde su lecho.

La enfermedad le sirvió como gran prueba de madurez y de incremento de su amor a la Virgen que ya vivía gracias a la abuela María del Pilar y en su compromiso de mayordoma de la Virgen de la Paz en la parroquia.

Su devoción mariana supo después transmitirla a toda su familia. De hecho, en el decisivo momento del sacramento del matrimonio, quien sería su esposo, Agustín, al pedir la mano, le obsequió una medalla de la Virgen de Fátima y una imagen de Cristo Rey. Siempre que salíamos de casa para un viaje, íbamos para orar juntos ante las imágenes del Corazón de Jesús y la Virgen de Fátima. Llegó a escribir personalmente a la Hermana Lucía y su contento fue mayúsculo al saber que había leído su carta y oraba por sus intenciones.

En momentos de dolor esperanzado como la despedida a nuestra hermana Juani no encontrábamos mejor bálsamo que  las estrofas del Ave de Fátima.

Me cuenta mi hermano Juan Luis que su primer sueldo fue "regalarle" una peregrinación a tan querido santuario en compañía de fieles de la diócesis de Salamanca.

Mi hermana menor, Marian, en el libro que dedicamos a nuestra madre, se detiene a pormenorizar detalles de la devoción familiar: "todas las noches nos juntábamos al calor del brasero a rezar el Rosario, y si alguno empezaba a quedarse dormido tenía que caminar por el pasillo para no dormirse, recuerdo esos meses de mayo en que mi madre nos enseñaba a ofrecer sacrificios a la Virgen, cada día en una hoja escribíamos el sacrificio que le íbamos a ofrecer y el 31 de mayo íbamos a la iglesia a presentarle a la Virgen todo el ramillete, recuerdo las novenas a la Virgen de Fátima; una en mayo, para su fiesta  y otra extra en septiembre para dar gracias a Dios por la cosecha… Su espíritu de sacrificio  y renuncia lo tenía siempre a ejemplo de los pastorcitos de Fátima".

¡Gracias, Madre! Que en este centenario se multiplique tu mensaje de amor, de paz, por toda la Tierra

 

José Antonio Benito


Foto:

Imagen de Fátima en la parroquia de Rollán

Bodas de oro de mis padres

Peregrinación en Fátima


 


 

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