CASTILLA
El ciego sol se estrella
en las duras aristas de las armas,
llaga de luz los petos y espaldares
y flamea en las puntas de las lanzas.
El ciego sol, la sed y la fatiga
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
Cerrado está el mesón a piedra y lodo.
Nadie responde... Al pomo de la espada
y al cuento de las picas el postigo
va a ceder ¡Quema el sol, el aire abrasa!
A los terribles golpes
de eco ronco, una voz pura, de plata
y de cristal, responde... Hay una niña
muy débil y muy blanca
en el umbral. Es toda
ojos azules, y en los ojos. lágrimas.
Oro pálido nimba
su carita curiosa y asustada.
"Buen Cid, pasad. El rey nos dará muerte,
arruinará la casa
y sembrará de sal el pobre campo
que mi padre trabaja...
Idos. El cielo os colme de venturas...
¡En nuestro mal, oh Cid, no ganáis nada!"
Calla la niña y llora sin gemido...
Un sollozo infantil cruza la escuadra
de feroces guerreros,
y una voz inflexible grita: "¡En marcha!"
El ciego sol, la sed y la fatiga...
Por la terrible estepa castellana,
al destierro, con doce de los suyos
-polvo, sudor y hierro- el Cid cabalga.
EL CABALLERO DE LA MANO EN EL PECHO (EL GRECO)
Este desconocido es un cristiano
de serio porte y negra vestidura,
donde brilla no más la empuñadura,
de su admirable estoque toledano.
Severa faz de palidez de lirio
surge de la golilla escarolada,
por la luz interior, iluminada,
de un macilento y religioso cirio.
Aunque sólo de Dios temores sabe,
porque el vitando hervor no le apasione
del mundano placer perecedero,
en un gesto piadoso, y noble, y grave,
la mano abierta sobre el pecho pone,
como una disciplina, el caballero.
España[1]
Como ola irresistible, los corceles
de Arabia corren por la España toda,
y bajo un mar de blancos alquiceles,
se hunde la vieja monarquía goda.
De las risueñas márgenes del Turia,
a las enhiestas cumbres de Cantabria
¿quién detendrá la musulmana furia?
¿Quién, de la Fe cristiana
asistido no más con fiero brío,
encenderá en la noche la mañana,
echará atrás el río
y hará del vendaval la injuria vana?
Un hombre fue, sobre el peñasco ingente
que la ayuda de Dios hizo sagrado...
¡Pelayo! ¡Covadonga! Allí, impotente,
cayó el esfuerzo musulmán, domado.
Allí la mar y el río en su carrera
cesaron invasora.
Allí en la noche se engendró la Aurora
¡y allí nació la España verdadera!
¡España, España, en el crisol fundida
de ocho siglos guerreros,
bastión de Europa, en ellos defendida
de la oriental barbarie de los fieros
africanos... España fuerte y pura,
celosa de las patrias libertades,
España de Rodrigo y de la Jura,
España militar, España dura,
España de las yermas soledades! [36]
Pastora en la montaña, labradora
en los valles profundos...
¡España aventurera y soñadora,
a caza de imposibles y de Mundos!
¡España de la gesta bizantina!
España de los nobles comuneros;
España de la gracia levantina,
España de los vascos marineros...
España campesina y traginera.
España de castillos y leones.
¡España de los fuertes galeones,
que siguieron al Sol en su carrera!...
Envío
Si alguien pregunta un día
qué hizo España, decid: Resistió al moro,
redondeó la Tierra, y trajo el oro
de donde el Sol poniente lo escondía.
Todo eso fue, y pasó... No importa.
Pero,
mañana, –¡hoy mismo ya!– nadie se oponga
a que grite valiente a los destinos: «¡Quiero!»
Y a que ese «quiero» sea su nueva Covadonga.
Los conquistadores
Como creyeron, solos, lo increíble
sucedió; que los límites del sueño
traspasaron, y el mar, y el imposible.
...Y es todo elogio a su valor, pequeño.
Y el poema en su nombre. Todavía
decir Cortés, Pizarro o Alvarado,
contiene más grandeza y más poesía,
de cuanto en este mundo se ha rimado.
Capitanes de ensueño y de quimera,
rompiendo para siempre el horizonte,
persiguieron al sol en su carrera.
Y el mar –alzado hasta los cielos–, monte
es, entre ambas Españas,
sólo digno cantor de sus hazañas
Con toíto lo que puede
el Señor del Gran Poder,
me dijo que no podía
curarme de tu querer.
¡Ay Maresita del Carmen!
¡Qué pena tan grande es
estar juntito del agua
y no poderla beber!
Andrés Amorós 2015-07-19 http://www.libertaddigital.com/cultura/libros/2015-07-19/el-gobierno-de-carmena-plantea-quitar-la-placa-de-la-calle-manuel-machado-la-plenitud-del-modernismo-1276553051/
La extraordinaria fama de Antonio Machado ha oscurecido injustamente la de su hermano Manuel (1874-1947), un poeta extraordinario. Sevillano, como su hermano, fue siempre fiel a la raíz popular andaluza y a la influencia del modernismo. A eso se une un tono personal, muchas veces decadentista, desengañado y escéptico. Políticamente, se consideraba un liberal romántico. A diferencia de su hermano, se declaró partidario del Movimiento Nacional.
Se cuenta que, una vez, fue a oír cantar flamenco y escuchó, con asombro, que la letra de la canción era suya. Al preguntar al cantaor quién era el autor de la letra, le contestó que se trataba de una copla popular. La anécdota es significativa para mostrar su profunda compenetración con el alma de su pueblo. A la vez, es el poeta español que mejor representa la plenitud del modernismo.
Manuel Machado
En su poesía, todos elogian la ligereza, la agilidad, la gracia. Pero no hay que quedarse en lo externo. Dámaso Alonso subrayó la gravedad, la hondura de su poesía, por debajo de su aparente ligereza.
Los lectores de Valle-Inclán conocen bien a Alejandro Sawa, el modelo del patético Max Estrella de Luces de bohemia. Manuel Machado le dedicó un epitafio impresionante, de concisión clásica, que comienza así:
"Jamás hombre más nacido /para el placer, fue al dolor / más derecho. / Jamás ninguno ha caído / con facha de vencedor / tan deshecho".
Vicente BQ · Universidad de Santiago de Compostela
Es conocida la anécdota de Borges cuando le preguntaron sobre Machado, refiriéndose a Antonio, y Borges señaló lo bueno que era Manuel Machado, Cuando el periodista le aclaró que se refería a Antonio, Borges le dijo eso de "Ah, pero ¿Manuel tenía un hermano?" Manuel Machado, gracias Andrés Amorós por recordarlo, era un gran poeta, más apegado a la estética modernista que su hermano, enorme poeta también. Y cuando quería sonar épico, también sonaba como con los versos de "sangre, sudor y hierro, el Cid cabalga", un poema alejado del mito y apegado a la cruda realidad de la España de su tiempo: hambre y miseria que condujeron a una guerra fraticida. Si negamos la calle a Manuel Machado o a Agustín de Foxá, ¿no habremos de negarle esa calle a Miguel Hernández o al propio Antonio Machado que, en tiempos de guerra llega a escribir sobre Líster una majadería semejante como la de "si mi pluma valiera tu pistola"? Seamos sensatos que Foxá y Machado, Manuel, con sus versos hicieron hermosa nuestra lengua; lo mismo que Miguel, lo mismo que Antonio.
[1] Épica española: Fiesta de la Raza · Teatro Real de Madrid · 12 octubre 1924 Poesía de D. Manuel Machado, leída por D. Samuel Crespo