viernes, 8 de diciembre de 2017

Jesús Palero, un joven misionero de bigote, que se ofreció por la juventud trabajadora

Jesús Palero, un misionero de bigote

En el corazón de la sociedad obrera madrileña, en 1947, nace un movimiento para la conquista de la juventud trabajadora y la regeneración espiritual de España. Jesús Palero fue uno de los primeros militantes de este movimiento, El Hogar del Empleado, en coronar la peregrinación terrena.

El Venerable P. Morales preparó la edición de su vida y escritos en lo que denominó Retazos de una vida ejemplar. Jesús Palero, 1925-1950, fue un obrero cuya vida cambió en una Tanda de Ejercicios Espirituales dirigida por el P. Morales en Las Navillas (Segovia). Sus deseos de santidad en pleno mundo los concreta en propósitos firmes y concretos, la renuncia a su novia y a sus aficiones artísticas, y la entrega total a Cristo a través de las actividades del Hogar: excursiones, residencias, escuelas de capacitación, marchas y campamentos. Son campos donde podrá ejercer su celo misionero como él escribió en sus «apuntes íntimos de Ejercicios»:

«Estos católicos de nuevo cuño, que no entienden de otro catolicismo que el predicado por el Maestro por aquellas campiñas de Palestina. Que les duele Cristo en lo más hondo de sus entrañas. Que no les asusta la santidad. Que no les gusta ese catolicismo 'a lo cine', que no sirve para nada, que no exige nada, que es un estorbo y una comedia, que quiere meter en el templo el paganismo de la calle, que no lleva esa inquietud que Cristo prendió en sus almas [...] Católicos que han mojado sus labios con el agua que salta a la vida eterna y que no tienen otra sed que las almas [...] Estos, Señor, son la esperanza de tu Reino que ya apunta. Estos harán que muchos se rasguen las vestiduras y que muchos les sigan, chiflados como ellos, por el santo ideal que pusiste en sus manos».

 

Se lanza a velas desplegadas a un compromiso total. Deja incluso la oficina donde percibía un elevado sueldo para dedicarse por entero a la Residencia del Hogar. Los adolescentes (los Botones) descubren en él el hermano mayor que les quiere a rabiar por su entrega alegre. Se convierte en el misionero atractivo de los empleados de Madrid cuya única obsesión será la salvación de la juventud:

«Marchas, campamento, albergue [...] No para pasarlo yo bien. Sí para que muchos jóvenes, que verán por primera vez un ambiente alegre y cristiano, se den cuente de la Verdad, por la Caridad de Cristo. Y yo tengo que ser un engranaje de ese ambiente, una parte de ese todo. Con oración intensificada, que es vida alegre, ejemplar, sacrificada por los demás. Sentir la responsabilidad de esas almas, que van a pasar a mi lado este verano y quizá sólo les faltará el empujón mío, para llegar a la salvación. 'No tuve a nadie que me empujara a donde estaba el bien', dijo el paralítico de Betsaida. Terrible acusación para todos aquellos que pasaron a su lado, que estuvieron cerca de él. Oración y oración, 'por ellos'».

 

Convierte la calle en templo. Para aprovechar el tiempo reza el Rosario en los traslados: «Esto tiene la ventaja de que mientras unos injurian a la Virgen y le echan cardos, otros le van echando flores».

Su desprendimiento llega al culmen de la valentía con una inmolación a Dios por la juventud:

«Si mi juventud y ansias de apostolado, si mi inquietud de almas, si esta sed que me consume como un fuego el corazón, se viese tronchada por dar la vida por Cristo, con gusto la daría por Él. Que conste que estoy dispuesto a ello, Señor».

 Y el Señor se la aceptó cuando Palero oró ante la imagen de la Santina de Covadonga. Y aquella misma tarde comenzaron los dolores fuertes de cabeza, vómitos... Eran los síntomas de la meningitis tuberculosa. El 29 de septiembre de 1950 corona su martirio, la valentía de una ofrenda por la juventud obrera de España, de América, del mundo.

 

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