jueves, 1 de marzo de 2018

ROMANIZACIÓN MOVIMIENTOS SOCIALES, ACCIÓN CATÓLICA Y POLÍTICA EN CHILE Y ARGENTINA, 1860-1950. Sergio Peralta, Valparaíso 2018

Amigos: Les comparto mi comentario a la excelente TESIS DOCTORAL en la que acabo de participar en Valparaíso. Ojalá se publique pronto. Las fotos están tomadas en el Instituto de Historia de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, Chile.


DOCTRINA Y PRAXIS EN LA ROMANIZACIÓN DE LA IGLESIA. MOVIMIENTOS SOCIALES, ACCIÓN CATÓLICA Y POLÍTICA EN CHILE Y ARGENTINA, 1860-1950

 

Autor: Sergio Peralta V

Asesor: Eduardo Caviere

Defendida en Pontificia Universidad Católica de Valparaíso el 27 de febrero del 2018

J.I. Saranyana en su Historia de la Teología Americana establece cuatro etapas en el catolicismo latinoamericano contemporáneo: de 1899 a 1939; de 1939 a1962; de 1962 a 1979; y de 1979 a nuestros días. El estudio correspondería a las dos primeras.

 Una vez asentadas las repúblicas surgidas de la emancipación colonial, comenzó la lenta recuperación de la vida católica latinoamericana en el tramo final del pontificado de León XIII. Desde finales del siglo XIX, tras la crisis de los procesos de emancipación, la Iglesia en América Latina se va a caracterizar, a pesar de muchas dificultades, por una notable proximidad con la Santa Sede. El panorama cambió de signo, en 1878. Al fallecer Pío IX, León XIII tomó las riendas de la Iglesia, con la propuesta de una «nueva evangelización», tendiendo puentes a los novedosos aires políticos, económicos y culturales que se imponían. De este modo, se aceleró el tiempo de la Iglesia. León XIII preparó la celebración del Concilio Plenario Latinoamericano, que, llevado a cabo en Roma en 1899, supuso un retorno a la normalidad eclesial en América Latina y, desde el punto de vista político-religioso, la toma de conciencia de que América Latina constituía una unidad. Los católicos latinoamericanos comprendieron que debían comunicarse más entre sí, pues en su unión residía su principal fuerza.

El principal fruto del Plenario fue que aceleró el movimiento codificador, que culminó con el Codex Iuris Canonici de 1917, donde quedaron reflejadas bastantes disposiciones del Concilio Latino americano. Tuvo un importante influjo en la vida eclesiástica latinoamericana, aunque algunos piensan que la edición del Código de Derecho Canónico eclipsó un tanto su importancia. De aquí nacieron y se fortalecieron más tarde las primeras Conferencias Episcopales Nacionales. Los años posteriores a la promulgación del Codex estuvieron determinados por los tres grandes ideales de Pío XI: la expansión de la Acción Católica; el fomento de la devoción a Cristo Rey y el aumento de las vocaciones sacerdotales y de los efectivos clericales en los países de misión. Contemporáneamente a la expansión de la Acción Católica en Latinoamérica, comenzó a sentirse, principalmente en Argentina y Brasil, el influjo de Jacques Maritain. Más tarde su influencia se advertirá también en Chile, Venezuela, Uruguay y en otras repúblicas. Sin embargo, al principio sólo sería aceptado el «Maritain metafísico», siendo silenciado el «Maritain político». Humanismo integral, en efecto, fue muy discutido al principio; fue silenciado por los católicos más tradicionalistas, mientras era leído con fruición por los círculos católicos más progresistas.

Entre 1939 y 1955, la Santa Sede impulsó la celebración de tres importantes concilios plenarios: el de Brasil, en 1939, el de Chile, en 1946; y, después de varios aplazamientos, el de Argentina, en 1953. Pío XII apoyó tales iniciativas, al amparo de las disposiciones del Codex de 1917. Los concilios plenarios resultaron, en la práctica, menos operativos de lo previsto. Quizá por ello, y esta vez por iniciativa de la Santa Sede, tuvo lugar, en 1955, la primera Conferencia General del Episcopado Latinoamericano. En el documento conclusivo, los obispos reunidos en Río solicitaron (por insinuación del delegado pontificio en la Conferencia) que se constituyera un Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), que se establecería finalmente en Bogotá.

Objetivo de la tesis.

La tesis doctoral compara y busca comprender las relaciones de poder de la Iglesia Católica en Chile y Argentina entre los años 1931 y 1950, de acuerdo al estudio de las relaciones entre el Papado y la Curia Romana con las Jerarquías Eclesiásticas nacionales y, a su vez, con los miembros de la Iglesia (sacerdotes, religiosos y seglares).

En la Introducción nos presenta tres conceptos básicos: la secularización, la romanización (abierto a su aspecto más positivo cual es el de servir y hacer más eficiente la labor de la Iglesia universal y local), relación iglesia-espacio público.

El trabajo se articula en tres capítulos bien claros. El primero, dedicado a La Iglesia Vaticana y el proyecto de Recristianización Mundial mediante su diseño de restauración de los valores cristianos y  un mayor control sobre las Iglesias Nacionales a través de normativas, proyectos apostólicos y creando también nuevas instituciones como lo fue el caso de la Acción Católica. El segundo se refiere a lo social, el pacto Político y la Unidad de la Iglesia en Argentina y Chile 1860-1950, mediante la Acción Social en Argentina y los Círculos de Obreros (CCOO) (1860-1912), La Liga Democrática Cristiana, El Partido Conservador en Chile, destallando el estudio de la carta del Cardenal Pacelli al Arzobispado Chileno, el Memorial del Presbítero Daniel Merino al Papa Pío XII y su visita a Roma 1939, así como el conflicto con la Falange Nacional 1947-1950. El tercero alude al proyecto recristianizador de la Iglesia romana para América Latina través de la Acción Católica y  la política partidista en Chile y Argentina.

La tesis brinda respuestas a la visión de mundo que tenía la Iglesia Católica respecto a los sistemas de gobierno, a las ideologías políticas de la época y en especial a las acciones y prácticas de poder que los católicos experimentaron al relacionarse tanto con el mundo moderno como al interior de la Iglesia.

Aparecen visiones diversas respecto a la separación de la Iglesia con el Estado. En Chile se defendió por parte de las Jerarquías la independencia de la Iglesia frente al poder o la influencia del Estado; en cambio, en Argentina, se defendió la unidad Iglesia-Estado como parte constitutiva de la Nación.

También surgieron diversas concepciones de Iglesia a nivel Jerárquico; por una parte, una Iglesia Nacional integrista y, por otra, una Iglesia social cristiana. Esta división del imaginario religioso se dio fuertemente a nivel mundial y generó tensiones que terminaron siendo resueltas a través del uso de poder o de las influencias vaticanas o, igualmente, a través de la búsqueda de entendimiento entre posiciones contrapuestas. De hecho, en Europa y en América Latina surgen cosmovisiones al interior de las Iglesias locales, tales como el "Integrismo Nacionalista" y el "Social Cristianismo". Ambas visiones de mundo repercutieron en los juicios que las Jerarquías hicieron presentes a las diversas corrientes políticas, destacando que el papel de la Iglesia frente a las reformas políticas implementadas por los Gobiernos tenían (y tienen) que ver con valores, la educación, la moral y lo social. Esas cosmovisiones nos interesan estudiar en la praxis que pudieron hacer de ellas Obispos y sacerdotes del Clero argentino y chileno.

Al autor le llama la atención que en Chile las disposiciones vaticanas sobre la participación de los católicos en la política partidista, pasasen por llamar a los sacerdotes para clarificar a los fieles acerca de su pertenencia política que debía estar supeditada a que primara el hecho de su identidad católica por sobre la política de partido ya que ninguno de ellos podía arrogarse el título de ser el "partido de la Iglesia". En Chile este problema logró complicar a la Jerarquía Eclesiástica ya que entre sus miembros, por una parte, había quienes consideraban que la unidad de los católicos en política debía ser cerrando filas con el partido Conservador, llegando a declarar como anatema o herejía a la Falange Nacional; mientras que otros consideraban que la fidelidad al Vaticano los obligaba a no tomar partido o apoyar la libertad de los Falangistas. En Argentina, este tema se replicó al interior de la Acción Católica entre los que veían con buenos ojos la participación de los jóvenes en las corrientes nacionalistas y los que esperaban que la Iglesia pudiera apoyar la fundación de un partido democratacristiano.

A partir de estos problemas centrales, se lanza la hipótesis de que las Jerarquías Eclesiásticas locales, tanto de Chile como Argentina, diseñaron ciertas estrategias para llevar a la práctica una Romanización que estuviera "a la medida" de cada una de las Iglesias locales en desmedro de la autoridad eclesiástica internacional; obstaculizando, desobedeciendo o ignorando ciertas transformaciones propuestas por el Vaticano.

Se identifican personas como el caso del Padre Grote con sus círculos de Obreros cuando el obispo argentino Mons. Espinoza negoció su salida porque la obra se podía perfilar hacia el socialismo y comunismo. Esto fue un golpe duro para él, pero, no obstante, calló y dio el paso al costado, lo mismo que haría posteriormente el Padre Hurtado en Chile. Hubo exonerados de la Universidad Católica de Chile que se llevaron a la tumba los motivos por los cuales en 1947 se les había pedido la renuncia. ¿Por qué los castigaron? Por ser fieles a la Doctrina Social de la Iglesia, por ser obedientes. Cuesta entender esto, pero en la historia de la Iglesia hay abundantes condenas hacia personas que obraron bien, por ejemplo, el fundador del movimiento de Schoenstatt, José Kentenich, quien tuvo que vivir en exilio en Milwaukee, USA, desde 1951 hasta 1965.

Creo que la metodología usada es la adecuada, tanto en el análisis y discusión de fuentes primarias como secundarias. Entre las Fuentes escritas inéditas destaca el memorial de 1940 escribe a Pío XII el párroco de San Isidro de Santiago de Chile sobre la situación política – religiosa. Es documento resulta muy útil para aproximarnos a las ideas e imaginarios que tenían sacerdotes conservadores sobre lo que debía ser la relación entre la Iglesia, la política partidista y los gobiernos. Agregamos Epistolarios, cartas editadas del Padre Alberto Hurtado con el Obispo Salinas y el Cardenal Caro respecto a su destitución y renuncia a la Acción Católica; cartas personales a Jacques Maritain, a Hugo Montes; Memoriales del Padre Hurtado y P. Merino dirigidos al Papa Pío XII; Informe al visitador Jesuita Tomás Travi; Cartas de Eduardo Frei con el Obispo Manuel Larraín y con Jacques Maritain.

Es de valorar el gran acopio de documentación y el hecho de presentarla de modo coherente, aunque a veces no tan clara. Le felicito por arriesgarse a investigar un tema tan complejo y tan necesitado de clarificación.

Si tuviera que sugerir alguna mejora, le animaría a estudiar otros trabajos parecidos en países de la región como el Perú (la tesis doctoral del P. Ernesto Rojas sobre el arzobispo Goyeneche), en obras generales como la historia de la teología en América de J. I. Saranyana junto a varias tesis dirigidas por el P. Fidel González en la Universidad Gregoriana como la dedicada a Anastasio Rodrigo Yusto (1868-1882), Arzobispo de Burgos, entre la Revolución y la Restauración, sin olvidar los trabajos de autores de casa –Pontificia Universidad Católcia de Valparaíso- como los interesantes del Dr. Carlos Salinas y la Dra. Inés Concha.

 

José Antonio Benito Rodríguez


 

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