Alfonso Francia
Si no fueras tú mi Virgen,
La que meciste mi cuna,
la que enamoró mi infancia,
en tierras de Andalucía,
y en tierras de Salamanca…;
si no fueras tú mi Virgen,
mi querida Auxiliadora,
me iría a la Virgen Blanca,
de imagen encantadora,
que Toledo luce y ama,
con su semblante y sonrisa,
su cutis de virgen guapa,
y el Niño que le sonríe
con la sonrisa más blanca,
y su tierna manecita
con que acaricia su cara.
Me hechizó cuando la vi.
Es la estatua con más gracia.
Pero pronto comprendí
que la gracia de la estatua
no es lo que me mueve a mí.
Que mi madre Auxiliadora,
ella en persona me habla,
me sonríe, me acaricia.
¡y me abraza!
¿Desde cuándo una sonrisa,
la sonrisa de una estatua,
vale lo que vale un beso,
un abrazo, una caricia,
una mirada?
Madre mía Auxiliadora,
tu sonrisa y tu mirada,
las llevo siempre en mi vida,
en el sudario del alma,
que grabó tu cara en mí:
tu mirada en mi mirada,
tu sonrisa en mi sonrisa,
tu gracia grabó en mi gracia.
Madre mía Auxiliadora,
contigo lo tengo todo.
Contigo... ¡no falta nada!
Tu Estatua no me sonríe…
¡Tu sonrisa está en mi alma!