jueves, 8 de noviembre de 2018

¡GRACIAS, SEÑOR, POR TUS MISERICORDIAS, EN LOS 45 AÑOS DE MIS EJERCICIOS!

¡GRACIAS, SEÑOR, POR TUS MISERICORDIAS, EN LOS 45 AÑOS DE MIS EJERCICIOS!

1973, Salamanca (España)

Todo comenzó en la familia, en la escuela, en la parroquia. Siempre consideré a Cristo como el Dios Hombre que viene a salvar a la humanidad y a mí en particular. Recuerdo que desde los brazos de mis padres, en todo momento, mi gran amigo era Jesús; a los cinco años recibí la Primera Comunión y fue realmente un momento delicioso. Luego viví como cualquier niño campesino de un pueblo de Castilla (España), trabajando en el campo, estudiando en la escuela, en una familia numerosa de ocho hermanos, como monaguillo,  jugando al fútbol y pelota a mano, divirtiéndome los fines de semana; luego los estudios en un colegio estatal de Salamanca…Y ahí, a los 15 años, en unos Ejercicios Espirituales, en silencio y soledad, con el Movimiento Milicia de Santa María, se produjo la gran revolución: Ver que el Señor me brindaba la gran ocasión, aceptar su amistad, vivir lo que ya era por el bautismo, ser otro Cristo, evitando el pecado de omisión; vi que Dios me había regalado toda una vida, una familia, una fe, y debía corresponder; experimenté una alegría tremenda al saberme elegido para vivir en plenitud, siendo otro Cristo, en la gran familia que es la Iglesia.

2018, Lima (Perú)

Han pasado 45 años. Acabo de estar en Salamanca, en la misma capilla en la que hice mis primeros Ejercicios, en la Casa de los PP. Jesuitas del Paseo de San Antonio. Este fin de semana –Puente de Todos los Santos- recuerdo con agrado aquella primera experiencia a mis 15 años, en compañía de unos 30 adolescentes de Valladolid, Zamora y Salamanca. Mi gran regalo ha sido poder practicar lo mismo –ahora también como director- en el Perú. Recuerdo cuántos me decían "pronto se te va a pasar, como a tantos". Sin embargo, por la misericordia de Dios, aquí estamos, con renovada ilusión. Este fin de semana, he podido practicar lo que se me regaló antaño en compañía de dos jóvenes profesionales que se han animado a practicar los Ejercicios. A San Ignacio le bastaba con uno. Ya decía San Francisco de Sales que un alma es suficiente diócesis para un obispo.

Junto al libro de los Ejercicios y mis apuntes he contado como libro de cabecera la carta del Papa Francisco "Alégrate y regocíjate". Me parece inspirada para este momento de la humanidad y de la iglesia. Nos invita a vivir nuestro propio camino de santidad. Lo dice claramente en la introducción: "hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades. Porque a cada uno de nosotros el Señor nos eligió «para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor» (Ef 1,4).

Selecciono el número 15: "Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad. Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en tu vida".

Y me quedo paladeando y les comparto mi "magníficat" con el número 176. Quiero que María corone estas reflexiones, porque ella vivió como nadie las bienaventuranzas de Jesús. Ella es la que se estremecía de gozo en la presencia de Dios, la que conservaba todo en su corazón y se dejó atravesar por la espada. Es la santa entre los santos, la más bendita, la que nos enseña el camino de la santidad y nos acompaña. Ella no acepta que nos quedemos caídos y a veces nos lleva en sus brazos sin juzgarnos. Conversar con ella nos consuela, nos libera y nos santifica. La Madre no necesita de muchas palabras, no le hace falta que nos esforcemos demasiado para explicarle lo que nos pasa. Basta musitar una y otra vez: «Dios te salve, María…».



 

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