domingo, 8 de septiembre de 2019

CONTIGO POR EL CAMINO, SANTA MARÍA VEN Caminata a las Lomas del Manzano

  CONTIGO POR EL CAMINO, SANTA MARÍA VEN
Caminata a las Lomas del Manzano  
Dejamos la caótica, Lima, la sucia Lima, la horrísona Lima, y a una hora vamos a ser testigos de un espectáculo sorprendente; un poco más allá de Pachacámac, en las inmediaciones del célebre santuario inca, ya en tierras de Huarochirí, todavía en la diócesis de Lurín, en el término de San Cristóbal de los Olleros, un microclima que ha dado origen a unas lomas bellísimas, nosotros disfrutamos de las Lomas del Manzano. Nos compartió el dato el P. Luis, de alma benedictina, párroco en la capilla de María Auxiliadora. Nuestra vista se extasía por el formidable campo con la Flor de Amancaes, amarilla, blanca, y un verdor casi selvático. Y, primera reunión, motivación, recordando la homilía con el P. Juan Carlos en que nos instaba a dar sentido a nuestras vidas, en Cristo; ahorita, recordando el objetivo de nuestras marchas y campamentos, ser más personas, más peruanos, más cristianos, superándonos, en grupo, con alegría, ofreciéndoselo a María.
Íbamos doce como los apóstoles, más uno para la foto, y para suplir si hacía falta. Subimos en picado, vinieron los resbalones porque el suelo estaba húmedo y nuestro calzado no era ni mucho menos el adecuado, pero no nos detuvimos, seguimos adelante; bueno, Eduardo tuvo un desgarro y su cumbre se convirtió en aceptar la limitación y afrontar la soledad. En marcha, montañeros, subamos a las cumbres, dejemos atrás, en el valle, el odio y el rencor, arriba las montañas que son nuestra ilusión. Así cantamos, así subimos. Cuando llegaron las dificultades a más de uno escuché "¡por María!" . Hicimos el silencio de cumbre contemplando en mayor silencio el formidable retablo de la naturaleza, belleza multicolor, la caricia de la brisa, el suave canto de los pájaros, los tímidos insectos que zumbaban sin molestar, el ritmo del silencio, la eternidad en el tiempo, el sentido de la creación, gracias Señor. Y los gritos de montaña "por Cristo, por la Virgen, por el Perú, más, más y más", y ahí estaban todos los jóvenes, te pedimos por ellos, por lo que son y quieren ser.
Bajamos correteando y al llegar nos encontramos con una capillita que parecía esperarnos, la cruz del manzano, allí rezamos el ángelus y en la antesala pudimos compartir nuestros alimentos. A nadie le faltó y todos quedamos satisfechos.
Llegamos, por último, a la reunión final en el local del párroco que nos habló de este tesoro ecológico. Nos recibió con una sonrisa franca, acogedora, nos pasó al templo, que él convirtió en tal dejando de ser un almacén de trastos, y que preside la entrañable  imagen de María Auxiliadora; también nos ofreció la salita para el balance final en el que se dieron cita dos palabras: gracias, que se repita. Y así quedamos, en llevarlo al llano, a la familia, a la escuela, a la calle.
Aviso final: la próxima semana volvemos a nuestra reunión, formación, oración, acción. ¡Gracias, Madre, estos jóvenes son tuyos, cuídalos, totus tuus!
José Antonio Benito
 

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