lunes, 6 de abril de 2020

¡ESTO TAMBIÉN PASARÁ! (Mensaje a los millenials, centenials y a los más mayores). Dr. Marino Latorre


¡ESTO TAMBIÉN PASARÁ!

(Mensaje a los millenials, centenials y a los más mayores)

 

Marino Latorre Ariño Universidad Marcelino Champagnat

Lima, abril, 2020

 

Cuando escribo el artículo –mes de marzo- en el Perú llevamos cerca de tres semanas en cuarentena por causa del CV19; en otros países llevan más tiempo. Momentos como estos permiten estudiar y analizar la realidad de la sociedad en que nos toca vivir; en estas situaciones se analizan e identifican las amenazas, fortalezas, debilidades y oportunidades. La situación de cuarentena que vivimos (abril, 2020) es una buena ocasión para hacerlo. Siempre que surge una amenaza aparece una oportunidad; es la ley del mercado.

 

Quiero hacer una reflexión sobre la situación que vive el mundo con ocasión de la aparición de la pandemia del CV19.

 

1.      Vivíamos en el mundo de la Utopía, de Tomás Moro

Tomas Moro, escribió en el siglo XVI un libro titulado Utopía --el lugar que no existe ni existirá nunca-- en el que describe una sociedad perfecta con un gobierno ideal. Pues, sí, al inicio del siglo XXI los humanos vivíamos en un mundo ideal, aún a costa de saquear el planeta Tierra por nuestro consumo desmedido; nos creíamos todopoderosos con nuestra tecnología, los medios  de comunicación real y virtual, los descubrimientos sobre el universo, los  vuelos al espacio tripulados, los satélites y estaciones espaciales, los milagros de la medicina, las bombas nucleares, los proyectiles de largo alcance, los portaaviones, los supermercados y grandes superficies comerciales, los grandes espectáculos, etc.

Creíamos que el siglo XX dejó a la humanidad en la cumbre de la evolución de la especie humana: internet, redes inalámbricas, computadoras, celulares, sistemas de traducción automática, inteligencia artificial, toda clase de tecnologías de la comunicación, grandes edificios, puentes maravillosos, aviones supersónicos, trenes de alta velocidad, labora-torios de todo tipo, operaciones quirúrgicas imposibles exitosas, trasplantes y recambios de todo tipo de órganos, viajes a otros planetas, proyectos para hacer al hombre inmortal en breve tiempo, etc. Hasta nos atrevíamos – ¡oh, qué audaces!-- a jugar a dioses con la manipulación genética y el intento de crear vida. Yo me pregunto y les pregunto: ¿Esa es la evolución gloriosa de la especie humana, cuando todavía hay más de 3000 millones de seres humanos que malviven con menos de 4-5 $ al día?

Pero llegó el CV19, que es un virus sin vida que ataca la vida de las personas y ha puesto en vilo a todo el planeta Tierra. Cuando algo o alguien ataca la vida de las personas –guerras, catástrofes naturales, epidemias o pandemias, etc.-- todo el mundo se conmociona: el sistema de salud y de seguridad de los países, la economía nacional y mundial, la estabilidad social, el empleo, emergen los conflictos sociales que estaban ocultos, etc. Es lo que está pasando en estos momentos en la humanidad entera; no estábamos preparados para la llegada de una pandemia de esta magnitud. Nos sentíamos fuertes y poderosos y –como si se tratara de la llegada repentina de un cáncer a la sociedad o un infarto de corazón generalizado-- nos hemos dado cuenta, de golpe, que somos muy débiles corporal, mental y espiritualmente hablando. Una guerra se ve venir con tiempo, hay indicios, etc. pero el CV19 ha invadido la Tierra como Atila entró en el Imperio Romano, arrasando todo a su paso. Donde ponía la pata el caballo de Atila no crecía la hierba, decían. ¿Quién iba a pensar hace solo tres meses, que el mundo, a inicio de abril, se paralizaría? Ese es el CV19, el Atila del siglo XXI, que ha puesto a cientos de millones de ciudadanos del planeta Tierra en vilo o en cuarentena –de rodillas e impotentes

-- y ha causado ya decenas de miles de muertes. Y los que todavía no se han querido revelar, para no asustar a los ciudadanos…

 

2.   La realidad se impone

La situación que nos toca vivir permite analizar y reflexionar sobre la vida y la realidad que vivimos.

ü  Los centenials (generación Z), nacieron en la primera decena del siglo

XXI.  Llegaron al mundo con un smartphone o tablet debajo del brazo y con una sobreexposición a la información y a la era digital jamás vista. Son niños y adolescentes con una vida por delante, en mundo maravilloso e incierto.

ü Los millenials (generación Y), tienen ahora entre 25 y 35 años y han sido testigos del desarrollo, sin precedentes, de los países y de la consolidación de las nuevas tecnologías, que emplean como si fueran una extensión más de su cuerpo. Son jóvenes y están a mitad del camino entre lo antiguo y lo nuevo.

ü Generación X (nacidos en los 60-70). Nacieron con menos problemas económicos que sus padres y abuelos, aunque se encontraron con enormes problemas para acceder al mercado laboral debido a que estaba copado por la generación anterior. Pudieron acceder a la educación de manera generalizada y con más calidad que antes, aunque muchos vieron cómo esas titulaciones no se reflejaban luego en sus trabajos profesionales. Por eso, siempre se les ha considerado una generación casi perdida, que intentaba encontrar su lugar en el mundo. La caída del muro de Berlín (1989), el gran crecimiento del consumismo y la aparición de nuevas tecnologías marcaron el perfil de esta generación.

Los millenials, centenials y la generación X, son generaciones que, a pesar de sus dificultades, han vivido en la abundancia y han tenido todo lo que han querido y cuando lo han querido, sobre todo en estos últimos 15-20 años. Tienen hambre, y llaman a un service y les trae al momento la comida, si no ocurre esto, para eso está su mamá –servidora-- y contempladora del ser más hermoso, más inteligente y más bondadoso del mundo… que es su hijo. Si quiere desplazarse a un sitio tiene infinitos medios y son económicos si aprovecha oportunidades, si quiere ver una película o comprar algo, para eso está Internet, Amazón, Néflix, HBO, Alibabá, etc.

Todo esto genera seguridad con su cuota de placer, felicidad, gratificación instantánea, pues sabemos que tenemos todo al alcance de la mano y al instante. La mayor parte de los millenials y centenials no han vivido una guerra,


un desastre natural importante, una hambruna, peste mortal o crisis económica, como sí la vivieron sus padres y sus abuelos. Son una generación afortunada, como pocas en la historia; se tiene todo lo que uno desea y en el momento que lo quiere.

Esta generación ha tenido y tiene todo, pero le falta algo: la paciencia y la constancia. La procrastinación[1] no es su fuerte y de ahí surgen las depresio- nes, el nerviosismo, la insatisfacción, el "no sé qué me pasa"…, la pérdida del control, etc. No han aprendido que primero viene el trabajo y luego llega el éxito, que se consigue con la perseverancia. Se olvidan de que "el único lugar donde viene el éxito antes que el trabajo, es en el diccionario" (Kendall).

No saben que se puede vivir más sencillamente, sin estar bajo la dictadura del reloj. En el Sínodo para la Amazonía (2019) un participante, indígena de la Amazonía peruana, dijo a los asistentes, --que en su mayoría vivían en ciudades--: "Vosotros los europeos tenéis el reloj, pero nosotros (los indígenas) tenemos el tiempo".

¿Qué produce estrés en los jóvenes? Situaciones muy simples:

·        La computadora no va a la velocidad que deseo.

·         No tengo suficientes links y seguidores en las redes sociales.

·         Se ha dañado el móvil o se ha bajado la batería.

·         Se ha caído el sistema y no hay Internet.

·         El autobús tarda más de lo habitual.

·         El avión se retrasa en su salida, etc.

·        He jalado-suspendido una asignatura.

Vean qué pequeñeces alteran el sistema emocional de nuestros millenials y centenials. La razón es muy sencilla: es una generación débil mental y emocionalmente hablando. Su suerte, –su fortaleza-- el haber nacido en la abundancia y la rapidez y facilidad para calmar todas sus necesidades (¿caprichos?) al instante, y eso los ha hecho débiles. No están preparados  para afrontar dificultades, aunque sean pequeñas. Pero las dificultades son desafíos y oportunidades para crecer. "Solo cuando está suficientemente oscuro se pueden ver las estrellas" (R. W. Emerson), y "un mar calmo nunca logrará hacer un marinero experto", dice el proverbio. No han reflexionado sobre las palabras de Churchill: "El éxito consiste en ir de fracaso en fracaso sin desanimarse".

Esta debilidad se manifiesta en que –con honrosas excepciones-- son seres impacientes, egoístas, desagradecidos –creen que tienen derecho a poseer lo que tienen-- algunos son vagos, inconscientes, que viven en las nubes, enganchados horas y horas a la tecnología, --en la que todo es virtual y por lo tanto posible, por muy loco que sea--, viven en el país de Jauja o en la ciudad imaginaria de Utopía, descrita por Tomás Moro. No hay nada malo en tener posesiones materiales; el problema está cuando los bienes materiales nos poseen a nosotros (Yogananda).

 


Es posible que esta actitud haya sido una constante de los jóvenes a través de la historia de la humanidad. Un texto chino del Nei Ching, que recoge las reflexiones del sabio Ch'i Po, dice, hablando de los jóvenes: "[…] antes se vivía según las reglas de la templanza en el comer y en el beber, e iban a dormir a su hora y se levantaban temprano. No como ahora. Ahora la gente joven bebe y adopta maneras de vivir muy descuidadas […] Solo se preocupan de divertirse: se van a dormir tarde y se levantan a cualquier hora. Está claro que así solo podemos vivir la mitad de los cien años que vivían antes. ¡Estamos degenerando!" (colección de textos de la dinastía Chou, de 1030-221 a.C.) ¿Se puede describir mejor la situación actual en menos palabras?

El sabio Platón (s. V-IV a.C.) ya lo dijo también: "Nuestra juventud ama el lujo, tiene malos modales, menosprecia la autoridad y no tiene ningún respeto a los mayores. Los niños de nuestra época son tiranos; ya no se levantan cuando llega una autoridad y esclavizan a su maestro".

A mi parecer, estas situaciones se dan porque todo los que tienen nuestros millenials y centenials no les ha costado nada. ¡He ahí el problema! ¿Cómo lo van a valorar, si nada les ha costado todo lo que tienen?

En este mundo ideal en que vivíamos, el CV19 nos ha puesto en nuestro lugar con mucho realismo; los humanos somos, al mismo tiempo, muy grandes y muy pequeños. Ya lo dijo Sófocles, en un texto clásico de Antígona: "Muchas son las cosas asombrosas, pero nada más asombroso que el hombre [...] Posee el habla y el pensamiento rápido como el viento y todas las restantes habilidades con las que se puede organizar una ciudad [...] Penetrante, hasta más allá de lo que caprichosamente podríamos soñar; la habilidad es su punto fuerte, sea para el bien o sea para el mal. Cuando honra las leyes de su país y mantiene la justicia que ha jurado respetar ante los dioses, se yergue orgullosamente en la ciudad; pero no tiene ciudad quien, atolondradamente, se enfanga en el delito".

El CV19 nos recuerda que somos frágiles. La muerte, el dolor, la enfermedad y el egoísmo están ahí, acechando el declive de las ganas de vivir, el vigor físico y mental de los humanos y también de la belleza.

Lo que acabo de describir es una realidad innegable, una amenaza y una

debilidad, pero al mismo tiempo es una oportunidad.

 

3.      La realidad nos enseña y muestra quién es quién

Las circunstancias no hacen al hombre, pero revelan quién es, por eso en situaciones como la que vivimos se muestra la calidad de las personas, de las instituciones y de los gobernantes. Donde hay desastres y dolor, aparece la solidaridad; son los dos polos de un imán, que siempre van juntos; surge el dolor y el desastre e inmediatamente la sociedad saca sus mejores reservas, que estaban guardadas, para ponerlas al servicio de los que sufren. También aparecen los caza-fortunas o los oportunistas políticos, que aprovechan la desgracia ajena para enriquecerse o para ganar las próximas elecciones. La Historia está llena de ejemplos.

Hay quienes ponen en un plato de la balanza la vida de las personas --sobre todo de los adultos mayores-- y en el otro la economía del país. Para el vicegobernador de Texas, Dan Patrick, no hay dilema: "Hay que salvar la economía de país (EE.UU.) y levantar las restricciones impuestas para frenar la epidemia de COVID-19. Si no se levantan "el remedio puede ser peor que la enfermedad". ¿Y qué pasa con los que morirán, especialmente los adultos mayores? "Los que tenemos 70 años o más, nos cuidaremos nosotros mismos. Pero no sacrifiquemos al país", es la respuesta de Patrick. El presidente Donald Trump también considera que el colapso de la economía producido por las medidas para frenar el CV19, costará más vidas que la epidemia en sí (BBC News Mundo, 26/03/2020). He ahí un buen dilema moral para poder discutir sobre la escala de valores de las personas y de los Estados.

La intervención de Patrick compartida en las redes sociales, provocó una oleada de críticas que llevaron a que el hashtag "No voy a morir por Wall Street" se convirtiera en tendencia. "Soy abuela. Mis nietos no quieren que muera para ayudar a que se recupere Wall Street", afirmó una escritora llamada Catherine, abiertamente opuesta a la propuesta de Patrick.

Las palabras de Patrick también tuvieron repercusiones en Nueva York, con más de 30.000 contagiados el día 26 de marzo del 2020. "Mi madre no es sacrificableTu madre no es sacrificable", dijo el gobernador de Nueva York, el demócrata Andrew Cuomo. "Nadie debería estar hablando de darwinismo social por el bien del mercado de valores".

"Lamento que solo tenga un abuelo que dar por mi país", titulaba, con ironía y sarcasmo, la columnista Alexandra Petri en el Washingtong Post. Petri urgía a la generación Y o Z a sacrificarse. "¡El mercado de valores les pide que se entreguen, sin necesidad ninguna y sin beneficio a largo plazo!", instaba, haciéndose eco del famoso mensaje para reclutar soldados en la Primera Guerra Mundial. "No hay muerte demasiado innecesaria, no hay ganancia demasiado pequeña".

 

Con ocasión de la pandemia del CV19 han salido a la luz las verdaderas intenciones de ciertas sociedades que se dicen avanzadas. No llego a entender qué significa sociedades avanzadas o desarrolladas cuando tienen prácticas y políticas sociales que ni en los países pobres de África subsahariana se permiten y aplican. Con ocasión de la pandemia del CV19, países como Bélgica y Países Bajos, con una actitud pro eutanasia, se niegan a hospitalizar a las personas más vulnerables como los adultos mayores. Las autoridades sanitarias de Bélgica –políticas de Estado-- piden que dejen morir a los ancianos más débiles y con coronavirus, fuera de los hospitales. El jefe de epidemiología del hospital de Leiden, refiriéndose a la política sanitaria de otros países, dice: "Ellos admiten a personas que nosotros no incluiríamos, porque son demasiado viejas" […] "No traigan ancianos y pacientes débiles al hospital…" (Jefa de Geriatría del hospital de Gante, en Bélgica). Para botón, las muestras citadas y la que va a continuación.

Christine Lagarde, expresidenta del Fondo Monetario Internacional y presi- denta del Banco Central Europeo (2019), ha dicho: "Los viejos viven demasiado"; ha dicho una gran verdad; afortunadamente viven mucho más que hace 50 años para poder gozar de su jubilación. Esto conlleva que los adultos mayores consumen y no producen y son una carga para la economía de los países. Pero Lagarde y los que gobiernan hoy no quieren recuerdan que la actual situación de prosperidad de muchos países se labró con el duro trabajo y las privaciones de estos adultos mayores que ahora menosprecian. Ellos sufrieron sacrificios y privaciones para sacar el país adelante, después de una guerra con docenas y docenas de millones de muertos, y ahora les quieren privar de todo, hasta de la vida; quieren que entren a formar parte del "baile de los que sobran" en la sociedad o en el cementerio. Habíamos leído aquello de Thomas Hobbes, (siglo XVII), "homo homini lupus" (el hombre es un lobo para el hombre), frase escrita al comentar el comportamiento de los seres humanos y su egoísmo, con ocasión de las penalidades soportadas durante la guerra civil inglesa entre 1642 y 1651, pero la expresión de la dama plateada – Lagarde-- es más explícita: "Quien no produce, hay que eliminarlo del sistema". Ciertamente el hombre seudo-civilizado es un lobo para el hombre civilizado.

Que el hombre sea un lobo para el hombre ya lo dijo Plauto, comediógrafo romano, en Asinaria, y lo han cantado los poetas como Wenceslao Mohedas Ramos en este hermoso soneto:

A pesar del brillante escaparate con que el hombre reviste su bajeza, se presienten detrás de su corteza los impulsos primarios del primate.

Aunque se infle de orgullo y se remate con un halo honorable de grandeza, una bestia será si, en su cabeza,

no relumbra una luz que lo rescate.

"Racional" se apellida si razona...

y "animal", así, a secas, es su nombre si no alcanza la talla de persona.

Matará por matar...Nadie se asombre si sus artes de muerte perfecciona,

porque el hombre es un lobo para el hombre

 

En estas circunstancias adversas hay quienes exponen su vida heroicamente por salvar la vida de los enfermos –profesionales de la salud, policías, ejército, voluntarios, personas que ofrecen su trabajo y su dinero para salvar vidas-- y otros que quieren resolver el problema de forma pragmática con una decisión de Estado. Qué gran verdad: las circunstancias no hacen al hombre, pero revelan quién es cada uno. Ya vemos: ¡de todo hay en este mundo de Dios!

 

4.   Frente a la amenaza la oportunidad

Los japoneses se refieren a las crisis como Ki-Ki (así se pronuncia en japonés), que significa "peligro-oportunidad". Es la oportunidad ante una situación de peligro. El flagelo del CV19 y la cuarentena pueden ser una oportunidad para tomar conciencia de lo que es la vida y del uso que hacemos de las cosas, de nuestras emociones, de nuestros valores personales y sociales y darnos  cuenta de lo que puede hacer un virus, que no tiene vida.

Lo que está sucediendo es un desafío pero también una gran oportunidad para la humanidad y para el Perú. No se puede seguir viviendo mucho tiempo una vida alocada de trabajo, trabajo…, diversión, diversión…, y un "vivir sin vivir", como estamos viviendo. Es una oportunidad para vivir y convivir más tiempo y más conscientemente con los seres que queremos. En definitiva lo que vamos a dejar a nuestros hijos y nietos es: amor-afecto y raíces –sentido de perte- nencia--.

La situación de cuarentena es una oportunidad para trabajar el interior de nosotros mismos:

-         Ejercitar nuestra paciencia y solidaridad.

-         Encontrar nuestra identidad (Quién soy yo?)

-         Encontrar el propósito de nuestra vida (Qué puedo hacer en la vida y qué puedo esperar de la vida?

-         ¿Qué sentido tiene la vida y lo que hago? Encuentre algo que le fascine hacer –decía un autor-- y nunca tendrá que trabajar un día más en su vida. La razón es sencilla: el trabajo se convierte en una gozosa necesi- dad, no en una penosa obligación.

-         ¿Qué pasiones o emociones mueven mi vida?

Este tiempo es una oportunidad para ejercer la solidaridad, cada uno desde donde esté y de la manera que pueda. Sabemos que el ser humano nace egocéntrico y a medida que se educa se socializa. La educación es el proceso de pasar del egoísmo infantil a la solidaridad. Cuando se permanece, toda la vida, centrado en uno mismo se sigue siendo niño inmaduro y se pierden las oportunidades más bellas que ofrece la vida para ser feliz.

La vida y la naturaleza nos enseñan lo importante que es dar y recibir; cuando uno da, también recibe. Es "el efecto eco o efecto búmeran". Las lagunas, los ríos y los mares dan agua a las nubes y éstas lo devuelven en forma de lluvia. El servicio a los demás desarrolla nuestras potencialidades psicológicas, emocionales y espirituales, ayudándonos a salir de nuestro egoísmo y conseguir la madurez. El servicio desinteresado es una fuente de salud para el cuerpo y el alma, pero sobre todo, es una fuente inagotable de paz y felicidad. Toda la felicidad que existe en el mundo ha nacido enteramente del deseo por el bien de los demás. Toda la infelicidad ha nacido del egoísmo (precepto budista). Es el precepto del evangelio: "Amaos unos a otros como yo os he amado". Hay que experimentarlo para creerlo.

Es momento de parar y ralentizar la vida. En el vivir de cada día funcionamos en "piloto automático": salida de casa a las 7 am, trabajo, alegrías-penas, éxitos-fracasos, regreso a casa con la carga de angustia o alegría, y, como sedante, se utilizan las redes sociales, Neflix, TV, etc. Todo eso produce ansiedad, estrés, cansancio y malhumor, cuando lo que se busca en la vida es la felicidad. Pero la felicidad es como una mariposa, si la perseguimos, siempre está más allá de nuestro alcance, sin embargo, si nos sentamos en silencio, podrá posarse sobre nosotros. Qué razón tenía Blas Pascal cuando decía: "Toda la miseria del hombre deriva de no poder sentarse en silencio en un cuarto, a solas".

Nuestros abuelos fueron a la guerra para defender la patria; nuestros padres lucharon contra las crisis económicas del siglo XX, --la pobreza, el desempleo, el terrorismo, etc.-- y a nosotros solo se nos pide (hoy) quedarnos en casa, con todas las comodidades y sin que nos falte nada (era de las comunicaciones).

Lo que se nos exige, en estos momentos, es estar a la altura de las circunstancias que nos tocan vivir.

Cuando sus nietos les formulen esta pregunta:

-              Abuelito/a, ¿cómo viviste la cuarentena del CV19?

¿Qué les responderán?

Después de las crisis económicas y sociales siempre aparece la prosperidad, después de la tormenta sale el sol y el arco iris y después del caos viene el orden, la bonanza y las oportunidades. No lo olvidemos: ¡Esto también pasará!

 

Termino con unas palabras de Barack Obama adaptadas a la situación que nos toca vivir: "Jóvenes no soñéis solo con tiempos mejores a los que vivimos; el cambio no llegará si esperamos a otra persona u otro momento. Nosotros somos los esperados; nosotros somos el cambio que buscamos"… "Tú debes ser el cambio que quieres ver en el mundo" (Gandhi).

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Les invito a reflexionar sobre las cuestiones que aparecen en este gráfico cuyo autor no conozco. ¿Quién quiero ser durante la cuarentena del CV19?


Fuente: Tomado de ♯Adaevacoach.

 

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[1] Es el proceso de saber programar el placer y el dolor en la vida, de tal forma que primero gestionemos el dolor para luego disfrutar del placer.

 

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