LLENA DE GRACIA, DELICIOSA PELÍCULA DE MARÍA (2015)
El sábado santo pasa por ser el día más mariano del año, por ser el momento de la historia de la Iglesia en que Jesús, muerto por nuestros pecados, no estaba entre los suyos, y solamente queda Ella como Madre, quien, discreta y silenciosamente, nos protege y conduce hasta la venida del Espíritu Santo y luego, a lo largo de los siglos, con su intercesión poderosísima nos conduce hacia el Cielo. La visión de la película ha sido un rato delicioso de contemplación y oración.
La película fue estrenada en EEUU en 2015, dirigida por el convertido Andrew Hyatt y protagonizada por Bahia Haifi (franco-argelina) en el papel de una María ya mayor, y Noam Jenkins (canadiense) en el papel de Pedro. Corre el año 43, 10 después de la muerte de Cristo. Primeras horas de la Iglesia naciente. Una Iglesia que empieza a tener sus primeras dificultades, que se abre a la gentilidad y que se va extendiendo por todo el Imperio. Una Iglesia que tiene que discernir la figura de Cristo como Dios y hombre verdadero; si las profecías se cumplen, si la resurrección fue verdadera, si los testigos son creíbles. Y Pedro vacila, duda, no toma decisiones, porque teme.
María vive retirada, dedicada a la oración y a la contemplación. La relación con su Hijo es permanente y diaria. Vive en armonía con la belleza de la creación que la rodea. Pero no todo es tranquilidad, porque Pedro se siente desbordado, sobrepasado. Desconfía de sí mismo. La Iglesia crece y hay que tomar decisiones de organización y liderazgo. Pedro sufre una gran agitación interior: "Me despierto durante la noche con sudores fríos preguntándome en qué me equivoqué […] Él quería una Iglesia construida sobre una roca y lo que he hecho ha sido confundir a los hombres que organizan o que debaten y filosofan sobre sus palabras. Yo no soy un orador, ni tampoco un filósofo".
Le ha llegado a María la hora de reunirse con su Hijo en la eternidad. Llama a Pedro, que responde a su llamada sin dudar. Cuando llega a casa de María, el abrazo, las manos de madre que acarician el rostro de Pedro y los largos paseos y charlas intimas, le dan paz. María y Pedro, caminando de la mano apoyándose el uno en la otro.
Hay diálogos decisivos:
-María: ¿Tú recuerdas cómo eran aquellos primeros días? Aglomeraciones en el templo, adoradores de todas partes para saber qué es lo que pasaba y que nada entendían de lo que escuchaban y veían. ¿Y recuerdas tu audacia cuando te dirigías a ellos?
-Pedro: Recuerdo esos días. Recuerdo nuestros miedos a ser engullidos o sencillamente asesinados. María vuelve permanentemente su mirada al origen del amor, su "primereo" que diría el Papa Francisco; su elección divina, su FIAT, e invita a Pedro a hacer lo mismo: volver al origen de todo: "Cuando llego a este lugar y recuerdo el tiempo que pasé junto a Él, te aseguro que todas las preocupaciones desaparecen en un instante […] Tal vez revivir el recuerdo de cómo empezó todo… revelaría la dirección que has de tomar". Y les hace una promesa de Madre: "No debéis entristeceros
María vuelve permanentemente su mirada al origen del amor, e invita a Pedro a hacer lo mismo: volver al origen de todo: "Cuando llego a este lugar y recuerdo el tiempo que pasé junto a Él, te aseguro que todas las preocupaciones desaparecen en un instante […] Tal vez revivir el recuerdo de cómo empezó todo… revelaría la dirección que has de tomar".
Y les hace una promesa de Madre: "No debéis entristeceros por mí, yo como Él, nunca os abandonaré. Estaré junto a vosotros hasta el final de los tiempos" por mí, yo como Él, nunca os abandonaré. Estaré junto a vosotros hasta el final de los tiempos".
Me han impresionado los primeros planos de María y Pedro; de la joven acogida por María y de los apóstoles. Realmente María es Madre de la Iglesia, refugio, consuelo, esperanza, alegría. ¡Cuánta paz nos deja su despedida, su dormición, muerte, asunción! Ella es el corazón maternal de nuestra Iglesia y nos envía a anunciar la Buena Nueva.