viernes, 15 de septiembre de 2023

P. José de Figueroa, OSA (Lima 1626-1705)

P. Fr. José de Figueroa, OSA (Lima 1626-1705)(1)

José Antonio Benito

Sacerdote agustino, natural de León de Huánuco. Conocemos por el proceso de beatificación de santo Toribio que declaró el 11.5.1690, que sus padres fueron Bernabé de Castañeda y Figueroa y María Samilla, 64 años, que fue maestro de profesos, subprior, maestro de novicios en la Recolección de Nuestra Señora de Guía , tres veces provincial, cuatro de novicios en el convento grande y prior del dicho convento de la Recoleta, visitador del convento de Huánuco, prior de Potosí, vicario provincial de aquella provincia, maestro graduado por Teología Pontificia de San Ildefonso de Lima. Se proclama devoto de Toribio Mogrovejo, sobre todo al ser testigo de la curación milagrosa del Licenciado D. Antonio de Ávila, presbítero, que sirvió para que la hermandad del Refugio de enfermos incurables se cambiase con el nombre de Casa del Refugio hospital del Beato Toribio Mogrovejo[2].

En la espiritualidad de la orden agustiniana del protomártir peruano Fray Diego de Ortiz y el siervo de Dios prelado Agustín López de Solís, destaca por su celo caritativo  fundando una cofradía de clérigos seculares y el hospital del Refugio, de acuerdo con una  revelación de Cristo Pobre, que le dijo "tú eres mi refugio en esta tribulación", lo que le llevó a fundar el hospital Refugio de Incurables. La aparición de Cristo Pobre al siervo de Dios Fray José de Figueroa se halla en el tercer tomo de la Crónica Agustiniana escrita por el religioso de la Orden en aquella misma época del suceso, Fray Juan Teodoro Vázquez.

Refiere el citado cronista que habiéndose llamado al Padre Maestro Fray José de Figueroa, siervo de Dios, para que auxiliase a una mujer del pueblo que se encontraba en el último trance de la vida, acudió presuroso al desempeño de su ministerio; y al retirarse de la habitación escuchó lastimeros quejidos que salían de un muladar inmediato. Acercóse el sitio y vii tendido en ese asqueroso suelo a un hombre joven aún, a quien preguntó prontamente y apenado: ¿qué le pasa hermano de mi alma?

-Mi gran pobreza contestó afligido el enfermo, y la calidad de mis males que son incurables, me han colocado en este desamparo, y no se me permite otro lugar de reposo.

Anegado en lágrimas el buen sacerdote ofrecióle al desdichado sujeto, entre palabras de consuelo, todo lo que pudiera necesitar; y al ver que por la suma debilidad en que se hallaba y los agudísimos dolores que padecía, no podía caminar, lo levantó con sus brazos y sin sentir el peso de la carga llevólo a su Convento, y cariñosamente lo puso en su propia cama. Preparó en seguida agua para lavarle los pies, suponiendo que los tuviese desaseados, pero al descubrirlos los vio más limpios y blancos que la nieve, y en cada empeine una llaga bermeja y resplandeciente».

Abrasado en las llamas de puro y ardiente amor, el religioso levantó la cabeza para ver el rostro del enfermo, y éste con tierna y dulcísima Voz le dijo: "Tú eres mi refugio en mi gran tribulación, tal es la que padecen los pobre enfermos incurables, que son los que más vivamente representan en este mundo mis trabajos" Y seguidamente desapareció[3].

Según la crónica agustiniana de Fray Juan Teodoro Vázquez, Fray José sale a las calles a «solicitar limosnas para los pobres» con autorización de sus Prelados; compra una silla de manos y con dos robustos jornaleros, se dedica a recoger los enfermos que no se curaban en sus casas y no tenían fuerzas para acudir a los hospitales; conduce a enfermos que recogía hasta «un lugar destinado a sus alivio.  La campanilla que hacía sonar «penetraba lo más retirado de las Casas y tenía por eco el clamor de muchos dolientes desamparados»

Se estimaba en la Ciudad imposible de hacer el Refugio, en razón de su costo elevado y la carencia de rentas del religioso agustino. Sin embargo al P. Figueroa confiaba que «Dios moverá el corazón a un caballero muy rico para hacer esta obras». Llega a sus oídos que el rico comerciante don Domingo de Cueto estaba muy enfermo, «el último vale de su vida». El P. Figueroa visita a Don Domingo y le pide en su lecho de enfermo, que si quiere sanar se acuerde de sus pobres enfermos. En nueva visita, tres días después, el P. Figueroa estimula su decisión para visitar juntos ocho días después, la obra de los enfermos; cesa la calentura ética de don Domingo, ingiere alimentos sólidos y se recupera notablemente, con asombro de los médicos y personas que lo rodean.

También ingresaron al Refugio de Incurables numerosos llagados y paralíticos por mediación del P. Figueroa. Escribe el P. Vázquez que «c𝑢𝑎𝑛𝑡𝑜 𝑝𝑜𝑛í𝑎 𝑙𝑎 𝑐𝑎𝑟𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑒𝑛 𝑙𝑎 𝑚𝑎𝑛𝑜 𝑑𝑒𝑙 𝑠𝑖𝑒𝑟𝑣𝑜 𝑑𝑒 𝐷𝑖𝑜𝑠. 𝐴𝑙 𝑝𝑢𝑛𝑡𝑜 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑠𝑖 𝑓𝑢𝑒𝑟𝑎 𝑢𝑛𝑎 𝑏𝑟𝑎𝑠𝑎, 𝑙𝑜 𝑠𝑜𝑙𝑡𝑎𝑏𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑓𝑢𝑒𝑠𝑒 𝑐𝑎𝑙𝑜𝑟 𝑑𝑒𝑙 𝑛𝑒𝑐𝑒𝑠𝑖𝑡𝑎𝑑𝑜, 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑝𝑎𝑟𝑎 𝑒𝑙 𝑒𝑟𝑎 𝑓𝑢𝑒𝑔𝑜𝑠». Parece que su frase predilecta convertida en slogan de la Casa era "amemos mucho a Dios". saludo   

Uno de los prodigios conocidos fue evitar el suicidio de una negra soltera que había quedado embarazada sin estar casada y veía ningún futuro esperanzador por lo que quería quitarse la vida con un cuchillo. Al verla el P. José la increpó  y le dijo: "María, entrégame ese cuchillo que llevas oculto". Había conseguido descubrir el arma sin verla y de esta forma pudo impedir el acto criminal.[4]

Se cuenta de él el don de profecía pues ocho meses antes del terremoto de 20 octubre 1687, el Venerable religioso profetizó los dos grandes sismos y que causarían graves daños a Ia Ciudad

De la popularidad y santidad de nuestro protagonista da fe el Diario de Noticias 1700-1705 de LIMA que le dedica una significativa nota con motivo de su muerte el 15 de noviembre de 1705 y su entierro el 18 :

"Enterróse este día en su convento de San Agustín el gran siervo de Dios y venerable Padre Maestro Fray Joseph de Figueroa, natural de la ciudad de Huánuco, de más de 80 años de edad, conocido y venerado en Lima por el padre del Amor de Dios, porque así lo enseñaba a todos y les encendía los corazones con sus exhortaciones continuas en la santa capilla del Santo Cristo de Burgos y en todas partes donde entraba; grande padre de pobres y fundador del Hospital del Refugio para los incurables; de heroicas virtudes, eximia caridad, humildad profunda y mortificación portentosa; ilustrado y favorecido con singulares maravillas del cielo. Estuvo 4 días su venerable cuerpo tratable y flexible, desde el día 15 a las 3 de la mañana, en que murió, hasta el día 18 por la tarde, en que fue su entierro, expuesto a la veneración del gran gentío que concurrió a verlo y a tocar reliquias. Asistió a su depósito la Real Audiencia y todos los tribunales, y celebró los oficios del venerable deán y Cabildo. Concurrencia igual el día 26, en que predicó a sus honras el M. R. P. M. fray Francisco de Figueroa, con especialísimo acierto y elección en la ponderación de sus virtudes y favores"[5].



[2] AAL, Sección Causas Canonización. Tomo XVII: Santo Toribio, ff. 300-302v  

[3] Miguel RABÍ CHARA Hospital Refugio de Incurables Santo Toribio de Mogrovejo de Lima" Evolución Histórica

[4] Rafael SÁNCHEZ-CONCHA B., Santos y Santidad en el Perú Virreinal, V&E, Lima, 2003, p.219

[5] FIRBAS, P. P., RODRÍGUEZ GARRIDO, J. A. (Eds.) (2017). Diario de noticias sobresalientes en Lima y Noticias de Europa (1700-1711), Volumen 1 (1700-1705). Instituto de Estudios Auriseculares. http://hdl.handle.net/11354/1671 p.51 p.2

 

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