martes, 12 de octubre de 2010

INAUGURACIÓN DEL CONGRESO "NUEVOS MESIANISMOS EN AMÉRICA LATINA, HOY": EL ACONTECIMIENTO SALVIFICO DE CRISTO Y LOS MOVIMIENTOS ECLESIALES A LO LARGO DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA

Tal como estaba previsto arrancó el Congreso que contó con la presencia del Excmo. Monseñor Lino Panizza, obispo de Carabayllo y secretario de la Conferencia Episcopal Peruana, quien dio las palabras de inauguración (ver texto íntegro). A continuación el profesor J.A. Benito dio lectura a la ponencia del P. Fidel González, catedrático de las Pontificias Universidades Urbaniana y Gregoriana – Roma, misionero comboniano, quien a última hora no pudo estar presente debido a que la Congregacion de las Causas de los  Santos de la que forma parte, le convocó con urgencia para un Proceso en el que interviene como "juez".

Vino a continuación un descanso, tras el cual se retomó con un breve pero emotivo video de las HH. Paulinas nos motivó para agradecer por los 50 años de su presencia en el Perú.

Seguidamente intervinieron los panelistas Mons. Pedro Hidalgo Díaz, rector de la Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, quien nos compartió una sustanciosa fundamentación teológica sobre el mesianismo en la historia, acentuando los desafíos urgentes de comunión y misión de la Iglesia de nuestro tiempo. A continuación disertó Iván Landa Calle, responsable del programa arquidiocesano de la Catequesis de Adultos por el que pasan unas 70 parejas de novios cada mes y más de 200 adultos a los que se prepara y confiere los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Primera Comunión; de igual modo, como Director de Hermandades y Cofradías del Arzobispado de Lima nos enfatizó de la gran fuerza que tienen estos laicos cualificados y asociados. Por último, el P. José Cuperstein, párroco de Ancón, nos compartió la fascinante experiencia de su conversión desde el judaísmo gracias a un milagro de la Virgen.

EL MESIANISMO EN LA HISTORIA:  EL ACONTECIMIENTO SALVIFICO DE CRISTO  Y LOS MOVIMIENTOS ECLESIALES A LO LARGO DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA (EXTRACTO)

P. Fidel González Fernández mccj

Primera: Una aclaración necesaria

El tema que ofrezco será el de "los movimientos eclesiales surgidos a lo largo de la historia de la Iglesia como el actuarse de la gracia de Cristo a lo largo de la historia de la Iglesia". Ellos, oportunamente, se presentan en momentos específicos como ofrecimiento cristiano salvífico dado al hombre ante sus preguntas sobre el sentido de la vida y ante su anhelo de salvación total.  Para un cristiano el único Mesías que ha traído y realizado la salvación anhelada por todos es Jesucristo. Fuera de Cristo, los mesianismos son promesas huecas.

Pero ¿qué se suele entender por "mesianismo"? Si lo queremos aplicar a la historia del cristianismo, encontramos fenómenos muy heterogéneos y conceptos muy variados y la bibliografía de análisis histórica específica es escasa. Si  se habla del fenómeno aplicado a la historia hebraica la bibliografía es amplia. De hecho el término se aplica frecuentemente a la esperanza de la llegada de un "mesías" (ungido, salvador) o a los personajes y fenómenos que se presentan como tales. Por ello, para los cristianos, el mesias salvador ha llegado ya como afirman sin cesar los textos neotestamentarios. Su acontecimiento es una realidad plena y presente. No hay más mesias que Jesús de Nazaret, Cristo (el Ungido), Jesucristo, Señor y Salvador. No puede haber ni otros "cristos" ni por lo tanto otros "mesías" fuera de Él. Su singularidad no puede ser delegada a otras figuras de la historia, santos o profetas que sean. El término, en algunos casos, va también uncido a las teorías del milenarismo, que abundan a lo largo de la historia en el campo hebraico como en el cristiano, y en ambos casos unidas a concepciones cercanas a ciertos tipos de gnosis antiguas o recientes. Por ello el término "mesiánico" es impropio para ser aplicado a las figuras de los santos o "profetas" cristianos ortodoxos, que nunca han pretendido asumirse tal papel. De lo que sí tienen conciencia clara es la de pertenecer a la historia del Acontecimiento de Cristo, presente y actuante en la historia a través del misterio de su gracia continuamente comunicada

Mi intención es presentar una relación en la que se ponga de relieve desde el punto de vista de una lectura teológico-histórica el Acontecimiento siempre presente de Cristo y de su actuar en la historia a través del misterio de la Iglesia. El tema de la singularidad de Cristo como único salvador es objeto primero de la cristología al ser éste el acontecimiento histórico único, trascendente y absoluto.

El concepto de Acontecimiento

"Dios es amor; quién permanece en el amor vive en Dios y Dios vive en él" (1 Jn 4, 16). Estas palabras de la primera carta de Juan expresan con particular claridad el centro de la vida cristiana: la imagen cristiana de Dios y también la imagen consiguiente del hombre y de su camino. Además, en este mismo versículo, Juan nos ofrece una fórmula sintética de la existencia cristiana: "Nosotros hemos reconocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído". Así comienza la encíclica de comienzos de su pontificado de Benedicto XVI Deus caritas est (25.XII.2005). "Hemos creído en el amor de Dios – así cristiano puede expresar la elección fundamental  de su vida. Al comienzo del ser cristiano no se encuentra una decisión ética o una gran idea, sino el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da a la vida un nuevo horizonte y con ello la decisión decisiva. En su Evangelio Juna había expresado este acontecimiento con las siguientes palabras: "Dios ha amado tanto al mundo que ha dado su Hijo unigénito, para que todo el que crea en Él… tenga la vida eterna" (3, 16)…En Cristo, la caridad en la verdad se convierte en el Rostro de su Persona, en una vocación a amar a nuestros hermanos en la verdad de su proyecto. En efecto, Él mismo es la Verdad (cf. Jn 14, 6)" (n. 1). Y esto es posible porque Cristo está presente, pertenece a todos los instantes del tiempo y del espacio. Es "acontecimiento" y no promesa incumplida o abstracta, futurible posible o ideología de sueños. Se hace encontrar continuamente dado que permanece co-presente a nosotros. Es acontecimiento presente. Es precisamente, a partir de esta experiencia cristiana que quisiera indicar algunas líneas históricas de cómo esa Presencia continúa actuando en la historia a través de una comunicación continúa de su Espíritu en los carismas dados a su Iglesia, siempre oportunos y particularmente gratuitos, en cada uno de los momentos del tiempo de la Iglesia. Una historia que se puede bien documentar.

Una segunda premisa

A lo largo del pontificado de Juan Pablo II se comenzaron a celebrar varios encuentros mundiales sobre el lugar y el papel de los movimientos eclesiales o carismáticos en la vida de la Iglesia. Entre ellos destacan algunos celebrados en 1980 y sobre  todo el  congreso mundial de movimientos eclesiales, celebrado en Roma en 1998. Éste se abrió con una esclarecedora ponencia del entonces cardenal Joseph Ratzinger [3]. «No pueden erigir sus proyectos pastorales como la piedra de lo que se le permite hacer al Espíritu. Ante lo que son meros proyectos humanos, puede suceder que las Iglesias se vuelvan impenetrables al Espíritu de Dios, a la fuerza de la que viven». «No es lícito pretender que todo deba inscribirse en una determinada organización de la unidad: ¡mejor menos organización y más Espíritu Santo!», subrayaba el cardenal.

Así que en la Iglesia, las realidades carismáticas no son nuevas. Nos podríamos preguntar sobre cuáles son los elementos generales que caracterizaron desde siempre a los movimientos eclesiales.  Desde Pentecostés, la Iglesia es una realidad carismática. El Espíritu ha continuado manifestándose después con particular fuerza en determinados momentos históricos.

I. REALIDADES, MOVIMIENTOS ECLESIALES Y GRACIAS ESPECÍFICAS

En la historia de la Iglesia se nos encontramos con una constante que aparece con mayor fuerza  sobre todo en los momentos de crisis cultural y eclesial o en los grandes momentos de cambios epocales: lo que Hans Urs von Balthasar llamaba los grandes dones de santidad que el Esposo (Cristo) regala su Esposa (la Iglesia) [4]. Lo mismo se puede aplicar al fenómeno  de los movimientos eclesiales que a lo largo de la historia de la Iglesia se encuentra frecuentemente unido a notables y grandes figuras eclesiales de santos. En la Iglesia existe la forma permanente y básica de la vida eclesial con su estructura sacramental y ministerial establecida por Cristo, y se da unida a la misma también una vida del Espíritu Santo con sus continuas intervenciones (carismas) en la misma que vivifican siempre aquella vida sacramental básica. Estas intervenciones y la renovación que ellas traen consigo non suelen suceder sin causar tensiones y sufrimientos en la vida de la Iglesia. ¿Cómo leer éstos fenómenos en la historia de la Iglesia?[5]

1. Acontecimiento y experiencia

2. El significado del encuentro como método. La realidad misma de nuestra vida es fruto de un encuentro. En la historia del cristianismo esto sucede desde los primeros discípulos que encontraron, miraron y siguieron a Cristo.

3. Carisma y persona. Un don del Espíritu de Cristo se concede a un cristiano "de una vez para siempre" en beneficio de la comunidad eclesial y del mundo.

4. Carisma y temperamento: cómo Cristo entra en la vida de Cada uno. Ya desde la Iglesia primitiva podemos ver las innumerables formas con las que el Espíritu Santo ha reunido a los cristianos para que vivan y anuncien la memoria de Cristo.

II. CARISMAS E INSTITUCIÓN EN LA HISTORIA DE LA IGLESIA

1. Institución y carisma: coesenciales. El papa Juan Pablo II subrayaba en varios de sus discursos la coesencialidad de la institución eclesiástica y del carisma como dos aspectos profundamente unidos en comunión armónica y nunca paralelos en contraposición dialéctica.

2. Carisma, tradición y renovación.  Desde una perspectiva histórica, se puede constatar cómo Dios otorga a su Iglesia de manera siempre oportuna fuertes carismas que en el momento adecuado dan vida a verdaderos movimientos de renovación y generan nuevas formas de vida eclesial para responder a la exigencia concreta de renovación de la misma Iglesia y de la sociedad y por lo tanto a la necesidad de evangelización.

3. Autoridad y Espíritu Santo. Los poderes de autoridad eclesial dados por Cristo a Pedro y a los Doce Apóstoles son dones del Espíritu Santo, carismas donados para el gobierno y bien de toda la Iglesia.

Luigi Giussani insiste este punto: "Lo importante es el método con el que el Misterio ha decidido permanecer en la historia, el método de la encarnación, del que la experiencia de un movimiento es como su expresión terminal.

III. DESDE LA EDAD APOSTÓLICA A LA SUB-APOSTÓLICA

1. La edad apostólica. Bajo la dirección de Pedro se completa el número de los apóstoles, se reúnen en el cenáculo en espera de la llegada del Espíritu Santo prometido, se anuncia públicamente el significado de la pasión y del hecho de la resurrección de Cristo y se dan los primeros pasos misioneros de la comunidad naciente; viven la cotidianidad bajo el signo de la fe en el Resucitado, de la esperanza en su triunfo definitivo y de la caridad en el modo de vivir la pertenencia a Cristo.

2. Un difícil pasaje: de la Iglesia apostólica a la edad subapostólica. Tras esta descripción de la vida de la Iglesia primitiva apostólica, queremos subrayar dos puntos a nuestro parecer importantes para la historia de los movimientos eclesiales en la vida de la Iglesia. La misión propia y directa de los Apóstoles que incluye, como hemos visto, un aspecto coesencial carismático evidentísimo, y la intervención de dones carismáticos especiales dados a otros miembros de la comunidad primitiva en edad apostólica que no son del grupo de los Apóstoles y de cómo a través de ellos ha obrado a veces el Espíritu Santo para llevar adelante la misión apostólica de los mismos Doce Apóstoles y de Pablo.

3.  Intervenciones del Espíritu Santo a través de carismas misioneros peculiares. La otra observación se refiere al hecho carismático que actúa continuamente en la Iglesia primitiva apostólica.

4. La dinámica del pasaje de relaciones y del pasaje entre ministerios locales y ministerios misioneros universales. Uno de los temas más candentes va a ser el de la tradición y sucesión apostólica, que aseguraba la conexión de la Iglesia con los Apóstoles y por lo tanto con Cristo mismo. Durante la edad subapostólica inmediata se comenzará a perfeccionar la organización eclesiástica y poco a poco emergerá la figura del episcopado monárquico, como sucesor de los Apóstoles, que se impone por doquier.  Se establece así también una clara unidad de comunión católica dentro de la Iglesia con la configuración de las distintas comunidades locales, abiertas siempre a la comunión católica, como "las cuerdas de un arpa que tocan al unísono", como recuerdan a veces los Padres.

5.  El Espíritu Santo actúa siempre en la Iglesia. Esta dinámica la encontramos presente a lo largo de  la historia del cristianismo.

IV. EL MOVIMIENTO MONÁSTICO. Desde el siglo V al siglo VIII e incluso hasta el X, la historia europea se caracteriza por un vasto e impetuoso movimiento de pueblos hacia el Mediterraneo; se trata de las invasiones de los pueblos llamados "barbaros" por lo romanos ( y en orden sucesivo: germánicos, escandinavos, eslavos, persas, árabes...). Es aquí donde encontramos personajes de la talla de Agustín (La ciudad de Dios), Jorónimo, Salviano, Pablo Orosio, León Magno, o los fundadores y continuadores del movimiento monástico, especialmente benedictino (Benito de Nursia, Gregorio Magno...) y un largo etcétera de papas, obispos, monjes..., que proponen una lectura de los acontecimientos en clave sobrenatural y confian en la experiencia de un futuro guiado por un designio preciso: aquel según el cual todo coopera a la gloria de Cristo. En tal sentido, en medio de brumas y convulsiones, aquellos movimientos constituyeron auténticos mesianismos realistas y positivos, en el sentido bíblico más literal del término y que el coro de sus protagonistas, que jalonan ininterrumpidamente estos largos siglos (V-XII), desde los tiempos de Agustín, León Magno, Benito, Gregorio Magno, hasta los de Carlo Magno, Gregorio VII y Bernardo,

V. NUEVAS EXPERIENCIAS EN UNA NUEVA ÉPOCA, LA MODERNA. El fenómeno de las Órdenes mendicantes (dominicos, franciscanos, carmelitas, agustinos, mercedarios...) es característico del siglo XIII, durante el cual la Europa cristiana se encamina hacia el otoño del Medioevo, hacia una nueva época: la Edad Moderna. Desaparecen lentamente las antiguas estructuras sociales y políticas medievales; emegen las ciudades, teatro de actuación de una tímida burguesía emergente, y van ganando importancia en la vida social mercantil. Europa entra en un momento de plenitud de la actividad comercial traspasando sus propias fronteras. Crece el nivel económico de la población: hay quienes se enriquecen, y quienes, sin embargo, permanecen en un estado de indigencia, propio de un incipiente mundo proletario.Numerosos grupos de hombres que, llenos de ilusión y santas ambiciones, desean combatir por Cristo. Responden de una forma muy concreta a lo que la Iglesia necesita en ese momento, es decir:-          Amor al pueblo, deseo de mezclarse con él y de vivir sus necesidades, es más, de compartir sus alegrías y sus sufrimientos;-          Amor a la pobreza como testimonio de un auténtico cristianismo y de las verdades evangélicas;-          Una maravillosa preparación para poder difundir la verdad mediante la predicación y atraer a las masas a la Iglesia". En este cuadro se entienden los carismas de Domingo de Guzman y de Francisco de Asís

 

VI. LOS MOVIMIENTOS ECLESIALES EN LA PLENA MODERNIDAD. En la historia de la Iglesia moderna, la autoreforma eclesial surgida frente a las actitudes mundanas ampliamente arraigadas en su seno a partir del siglo XIV hasta el XVII se realiza a través de los movimientos eclesiales suscitados por el Espíritu en el seno de la Iglesia a lo largo de aquellos cuatro largos siglos. "Congregaciones de observancia" en el seno de las viejas y en decadencia Órdenes religiosas. Ellas llevarán precisamente el peso mayor, junto con la Compañía de Jesús más tarde, de la evangelización del Nuevo Mundo. La Observancia expresa la conciencia y el compromiso de tomarse en serio el carisma decaido. Este compromiso salva, en definitiva, a muchas órdenes religiosas antiguas. A esta historia tan ricamente fecunda hay que añadir otras figuras emblemáticas y milagros oportunos regalados por Dios a su Iglesia en aquellos siglos controvertidos, como las de Francisco Javier, Felipe Neri, Juan de Avila, Teresa de Jesús, Rosa de Lima, Carlos Borromeo, Toribio de Mogrovejo, Francisco de Sales, Vicente de Paul y otra pleyade de profetas y evangelistas en aquellos siglos confusos. En esta época y en estas figuras echa sus raíces el moderno movimiento misionero que llevará a la fundación de la Congregación de Propaganda Fide (1622), con su presencia profetica y por ello mesiánica, allí donde existía una confrontación entre las exigencias vivas del hombre y el perenne mensajje del Evangelio, incluso en los ámbitos más difíciles y más punteros, en las encrucijadas de las ideologías y en las trincheras sociales... encontramos la presencia de estos hombres y mujeres renovados por la obediencia al Epíritu en aras al Evangelio.

VII. EL CASO DE LA EVANGELIZACION DEL NUEVO MUNDO. Los misioneros por antonomasia serán en su mayoría religiosos. Llegaron a América en este orden: tras los franciscanos (1501), los dominicos (1510), los agustinos (1532), los jesuitas (1566), los carmelitas descalzos (1585), los mercedarios (1519, 1537 y 1589), los benedictinos (1602), la congregación de la caridad o de San Hipólito (1594), los hermanos de San Juan de Dios (1603), los ermitaños de San Antonio Abad (1628), los capuchinos (1647), los betlemitas (1655) que son la la orden religiosa nacida en América, en Guatemala. Se calculan en 5000 los misioneros que partieron para América durante el siglo XVI. De hecho, los misioneros gozaron de una gran libertad frente a los poderes civiles (inmunidad, privilegios legislativos, exención de grandes territorios de la jurisdicción civil, derecho de asilo...). Sus intervenciones dieron lugar a una legislación peculiar, el derecho de las Indias, y a apasionados debates sobre los derechos humanos. Fue precisamente en el ámbito universatario salamantino donde va a nacer la conocida Escuela jurídica de Salamanca, con el padre dominico Francisco de Victoria como su principal exponente y padre y con numerosos miembros de dicha Órden que lucharán denodadamente por la justicia y la dignidad de los indígenas, como Bartolomé de las Casas, por citar al más conocido. El derecho internacional nace precisamente a partir de tal Escuela.

La ruta peruana junto con la mexicana es la otra ruta fundamental, pues del Perú con su eje Lima-Cuzco parte en forma de rosa la gran evangelización de las regiones de América del Sur (1532-1551), hacia el norte desde el eje Trujillo y Quito, y desde el sur Arequipa hacia las regiones Platenses. Entre sus misioneros hay que recordar sus dos primeros arzobispos de Lima, el dominico Loayza y Santo Toribio de Mogrovejo, y Vicente Valverde y Domingo de Santo Tomás (también dominícos) y los jesuitas José de Acosta y Jerónimo del Portillo.  Lima es la ciudad de los santos, todos contemporaneos (Santo Toribio de Mogrovejo, Rosa de Lima, Francisco Solano, Martín de Porres y Juan Macías). El número de misioneros eminentes de esta época y región constituye un rosario de nombres ricos en vida y obras.

VIII. ¿Y EN EL MUNDO CONTEMPORANEO?  Hay que estudiar su vida en sus gestos eclesiales, en sus obras de caridad insertadas en el contexto de una sociedad amorfa y sin alma, para entnder esta profecía con su fuerza incontenible. Sería prolifico recordar el abundante rosario de nombres que jalonan esta historia actual y fecunda. Van desde las grandes figuras de la santidad canonizada del siglo XIX, como las del Cura de Ars, a la de los grandes misioneros como el ya recordado Comboni, a Juan Bosco, a Teresa del Niño Jesús; y a las grandes figuras de nuestros tiempos recientes: desde los papas Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II, la Madre Teresa de Calcuta y otra pleyade de santos contemporáneos, muchos mártires de la fe cristiana.

IX. "LAICO, ES DECIR CRISTIANO" Es el título de un libro de Don Luigi Giussani, fundador del movimiento eclesial "Comunión y Liberación" Juan Pablo II lo ha subrayado con frecuencia, por ejemplo en su exhortación apostólica Christifideles laici publicada tras el Sínodo de los Obispos de 1987. A partir del Vaticano II se volvía con fuerza a la experiencia de la profesada dignidad y responsabilidad del cristiano a partir de su bautismo, características como teología y como experiencia, en la Iglesia de los primeros siglos, sintetizada en aquella insistencia de un san León Magno al escribir: "Reconoce, cristiano, tu dignidad y, puesto que has sido hecho participe de la naturaleza divina, no pienses en volver con un comportamiento indigno a las antiguas vilezas. Piensa de qué cabeza y de qué cuerpo eres miembro... Gracias al sacramento del bautismo te has convertido en templo del Espíritu Santo La misión de los laicos dentro de la comunidad eclesial esta determinada también por la realidad concreta y por las circunstancias donde cada cual vive, como ya recordaba en el siglo II la citada Carta a Diogneto. Lo mismo subraya la Exhortación Apostólica Christifideles laici en su capítulo II. La vida eclesial no es fruto de un organigrama eclesiástico o clerical. Es la manifestación de un misterio de Comunión sacramental, cuyo centro es siempre Cristo. La vida del cristiano construye así en la fragmentariedad de la vida diaria, de los espacios y de los tiempos, el sentido de la historia y de la existencia humana, con la apertura total del corazón hacia la realidad y la conciencia del propio pecado. Las raíces del dinamismo y de la capacidad misionera de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades cristianas actuales se encuentran precisamente en lo que acabamos de apuntar, que son las mismas producidas por el Acontecimiento único de Cristo a lo largo de la historia de la Iglesia.

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 PALABRAS DE INAUGURACIÓN: Mons. Lino Panizza

Un Congreso es la reunión de mentes y corazones para dar pasos en común. El presente no es un congreso más, es el congreso de Las Hermanas Paulinas que cumplen 50 años de vida misionera en el Perú y han tenido el acierto de compartir el gozo de su Jubileo con todos nosotros.

Le tocaba a Su Excelencia el Sr. Nuncio pero se encuentra todavía en Huancayo y me pidió que le cambiase; él estará el miércoles. Lo acepto con mucho gusto y me siento honrado al poder poner mi grano de arena en este encuentro que tiene un título tan atractivo y provocador.

Ciertamente el tema de los "mesianismos" es tremendamente actual y me alegro de que se trate en un evento académico de esta categoría. Por doquier surgen nuevos pretendientes a mesías, en lo político, lo social, lo económico, incluso en lo religioso… que ofrecen esperanzas para una situación de emergencia…pero que no logran colmar la grandeza del corazón humano y terminan frustrando sus expectativas.

Necesitamos la luz del Señor para ponernos a la escucha de su Palabra, de su Voz. ¡Si hoy escuchas la voz del Señor no endurezcas tu corazón!  La Iglesia, Cuerpo de Cristo, Pueblo de Dios peregrino, tiene una palabra para el hombre de nuestro tiempo. Recientemente, la Conferencia Episcopal Peruana emitió una nota con motivo de  las elecciones locales, en nuestra condición de Pastores del Pueblo de Dios en el Perú, conscientes de que, a través del voto ciudadano cada uno se compromete con el futuro de nuestro país y que la democracia es responsabilidad de todos, queremos compartir la siguiente reflexión a fin de colaborar con los elementos éticos básicos que nos permitan emitir un voto responsable, meditado, y libre. En ella recordamos la encíclica social 'Caritas in veritate', del Papa Benedicto XVI y los dos criterios básicos para actuar en la vida social: la justicia y el bien común. La "justicia es la primera vía de la caridad". El futuro del Perú debe anclarse en la justicia social, incluyendo y promoviendo a los más débiles en su proyección del desarrollo integral. El bien común "No es un bien que se busca para sí mismo, sino para las personas que forman parte de la comunidad". La política debe buscar siempre formas eficientes de convivencia... Desear el bien común y esforzarse por él es exigencia de justicia y caridad.

Es una palabra de paz y de solidaridad en un mundo de violencia y de individualismos. La palabra mesianismo como ustedes saben deriva de mesías, término bíblico, en hebreo que significa ungir, es decir derramar aceite sobre la cabeza de un rey, de un profeta, o de un sacerdote. Originalmente como todos los poderes se concentraba en los reyes, la acción de ungir con el aceite era un símbolo para expresar que el rey era el depositario del espíritu de Dios, por medio del cual el rey haría en la tierra la voluntad de Dios. Por la ligazón con el tema del rey y de la justicia, el tema del mesianismo ha estado relacionado estrechamente con la justicia y en especial con la acción política justa en favor de todos, y en especial de los pobres. El evangelista Lucas nos dice:

El sábado entró en la sinagoga, según su costumbre: "Le entregaron un libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, dio con el pasaje donde está escrito: "El Espíritu Santo está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres; me envió a predicar a los cautivos la libertad; a los ciegos, la recuperación do la vista; para poner en libertad a los oprimidos; para anunciar un año de gracia del Señor." Y enrollando el libro se lo devolvió al servidor y se sentó. Los ojos de cuantos había en la sinagoga estaban fijos en El. Comenzó a decirles: "Hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír" (/Lc/04/14-21; Mt/13/53-58; Lc/01-6; cfr. Is. 61, 1-2).

Sin embargo, ¡cuánto falta por cumplirse, por aplicarse, el Evangelio en nuestra sociedad! Vamos a invocar al Señor de los Milagros, a Santa María del Rosario para que como Andrés digamos a nuestros hermanos: Hemos hallado al Mesías, que quiere decir el Cristo".

Para muchos observadores de la realidad postmoderna actual, en la vida social dispersa y compleja de los pueblos globalizados, especialmente los pueblos más pobres se han ido dando, tanto en otros continentes pobres como en América latina, movimientos de tipo "mesiánico".

¿Cuál es el aporte que como iglesia podemos dar a la sociedad?  Relativizar  los sectarismos y fanatismos de los falsos mesías y absolutizar el Único Absoluto, el Cristo, el auténtico Mesías, Camino, Verdad y vida.

Nuestra Iglesia de América vivió un nuevo Pentecostés en la Conferencia de Aparecida. Todos estamos embarcados en su propuesta misionera, auténticamente mesiánica y destinada a llenar de esperanza y amor a todos nuestros hermanos. Así nos dice en el nº 11 de su documento final:

 La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales. No puede replegarse frente a quienes sólo ven confusión, peligros y amenazas, o de quienes pretenden cubrir la variedad y complejidad de situaciones con una capa de ideologismos gastados o de agresiones irresponsables. Se trata de confirmar, renovar y revitalizar la novedad del Evangelio arraigada en nuestra historia, desde un encuentro personal y comunitario con Jesucristo, que suscite discípulos y misioneros. Ello no depende tanto de grandes programas y estructuras, sino de hombres y mujeres nuevos que encarnen dicha tradición y novedad, como discípulos de Jesucristo y misioneros de su Reino, protagonistas de vida nueva para una América Latina que quiere reconocerse con la luz y la fuerza del Espíritu

Dispongámonos al comenzar este congreso a escuchar la voz del Señor, el único Mesías. Es momento de orar, estudiar y, sobre todo, de luchar, sí, pelear. En un mundo globalizado necesitamos como nunca afirmar nuestra identidad. Somos Iglesia, somos otros Cristos, ungidos, profetas, reyes y sacerdotes. Acabamos de coronar un año dedicado a los sacerdotes; todos debemos vivir con un espíritu sacrificial, sacerdotal. Termino con una cita de Aparecida, n. 151. La Iglesia, en cuanto marcada y sellada "con Espíritu Santo y fuego" (Mt 3,11), continúa la obra del Mesías, abriendo para el creyente las puertas de la salvación (cf. 1 Cor 6,11). Tú eres Iglesia, y si no actúas Cristo, el Mesías se queda paralizado. Pero si tú le dejas, Él actuará en  ti y el mundo cambiará. Que El Señor de los Milagros y Nuestra Señora del Rosario les bendiga y les ayude en estos días tan decisivos del Congreso.

 

 

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