VVAA. Homenaje (1935-1995) Alejandro Málaga Medina. Academia Peruana de Historia Eclesiástica, Arequipa, 2009, 264 pp.
La presente publicación es un sentido homenaje tributado por sus colegas, amigos, ex alumnos y familiares, a quien fuera uno de nuestros más importantes intelectuales, historiador, docente universitario, paleógrafo y archivero peruano.
Como afirma su hijo, el también historiador Alejandro Málaga Núñez-Zeballos, “los testimonios reflejan el respeto, admiración y aprecio” de instituciones como la UNAS, los archivos Regional, Municipal y Arzobispal de Arequipa, del Archivo General de Indias, la Escuela de Estudios Hispanoamericanos y la Academia Peruana de Historia Eclesiástica, donde “trabó amistad y compartió experiencias con historiadores capitalinos, provincianos y extranjeros con los que años más tarde, integró equipos de investigación que aportaron abordaron temas inéditos de pasado mistiano” (p.3)
Quince testimonios le reconocen como hombre cabal, pulcro archivero, serio historiador, humanista integral, padre ejemplar, buen cristiano, inolvidable amigo, modélico maestro. Escuetamente, Monseñor Severo Aparicio, presidente de la Academia Peruana de Historia Eclesiástica, reconocerá en él “un amante de la patria y sobre todo de su querida Arequipa, excelente amigo, hombre caballeroso”. Con exuberancia cordial Eusebio Quiroz Paz Soldán confesará: “Fuimos como hermanos en el más fraterno y solidario sentido de la palabra y añoro en su ausencia todo el caudal de afecto y valores que existió entre nosotros”. Dignos de encomio son los textos de los colegas, discípulos y amigos: Teresa Cañedo-Argüelles, Ramón Gutiérrez, Helard L. Fuentes, César Gutiérrez, Rolando Félix Linares, Arturo Lira, Jaime O. Mirando, Alcides Parejas, Giuseppe Tranchida, Manuel Zevallos Vera, María Justina Saravia, Domitila Huancollo, Julio E. Paredes Nuñez,
En la segunda parte, se recogen trece artículos referidos a temas muy queridos para el llorado “palito” (así llamado por su fina estampa) Málaga: Luis Millones “Actuar y curar: el arte de los curanderos andinos”, Carlos Buller “Fundación y desarrollo: La consolidación de la ciudad de Arequipa en el espacio colonial temprano (1540-1640), Teodoro Hampe “Los libros de Don Francisco de Toledo: poder y cultura en la corte virreinal del Perú”, Margarita E. Gentile “Tipos de maloca en la gobernación de Tucumán y su entorno entre el siglo XVI y principios del XVII”, Teresa Cañedo-Argüelles “Oligarquías multiétnicas en el ´cercado’ andino. Siglos XVIII-XX”, Alcides Parejas “La ciaría de Santa Cruz de la Sierra”, Eusebio Quiroz “La obra historiográfica de Jorge Basadre: una lectura peruanista de nuestra historia”, Álvaro Espinoza de la Borda “La labor de los misioneros franciscanos DE La Recoleta en el resurgimiento de la Iglesia en Arequipa, 1869-1908”, Jorge Ortiz Sotelo “Una breve historia dl Callo”, Edgar Chalco “Ganarle tiempo al tiempo”, Alejandro Málaga Núñez-Zeballos “La religiosidad a la Virgen Candelaria en Arequipa”, Walter Garaycochea “Recordando un centenario postergado”, Mariano Mould de Pease “La historia y la revisión de los robos sacrílegos y su comercialización ilícita”.
Yo envié mi artículo sobre la Virgen de Chapi y mi testimonio de gratitud. Y, entre otras cosas, le decía:
Querido amigo don Alejandro:
Lejos estaba de pensar que su sonrisa de despedida en el mes de noviembre de 1995, con motivo de mi viaje a España, no volvería a gozarla en esta Tierra. Yo me llevaba varios catálogos y revistas del Archivo Arzobispal para surtir los fondos de los mejores archivos españoles: Simancas, Indias (Sevilla), Archivo Histórico Nacional (Madrid), Biblioteca Nacional de Madrid. Desde los mismos le escribían agradeciendo su generoso envío. Yo mismo estaba entregando una carta suya en la Casa de las Américas de Madrid, justo el día de su partida definitiva a la vida eterna.
A mi vuelta a Perú en febrero del 1996, venía con la ilusión de transmitirle el reconocimiento de los mejores profesionales españoles dedicados a la Historia de América por su destacada tarea archivística e historiográfica.
Pude ver en las hemerotecas y por el testimonio de sus amigos y familiares el homenaje tributado por sus colegas de Universidad, de Iglesia, de Arequipa entera. Yo le dediqué mi carta semanal en “Arequipa al día”, en la sección “ánimo, pues”, donde le decía que entraba en nuestra galería de gente solidaria por su preocupación de ayudar a todos los arequipeños a conocer las raíces de nuestra historia, por reavivar el rico patrimonio recibido, solidarizándonos con lo mejor de nuestro pasado para construir nuestro presente sin plagios postizos de lo foráneo sino buceando en nuestra propia idiosincrasia. Usted ha labrado sillares bien firmes para nuestra historia civil y eclesiástica. Fue santa Teresa de Jesús quien animaba a sus carmelitas a la perfección instándoles a que fuesen "cimientos de los que estaban por venir" y usted ha colocado muy sólidos cimientos que dan a nuestra Ciudad Blanca claras señas de identidad. Ahí están sus trabajos sobre la visita del virrey Toledo, sus artículos sobre las casonas como la de Ricketts, la arquitectura del valle del Colca, su conocimiento del proceso evangelizador de Perú y Arequipa (sus doctrinas, el Seminario de san Jerónimo...).
Sin duda que el Señor del Cosmos y de la Historia ya le ha premiado con una digna morada en su Archivo Celestial. Don Alejandro, descanse en paz, y no borre de su memoria a cuantos historiadores, universitarios y arequipeños queremos caminar tras sus huellas de profesional ejemplar y hombre de bien.