Por monseñor Sanz Montes, OFM, nuevo arzobispo de Oviedo
HUESCA, sábado, 21 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos un mensaje que ha escrito monseñor Jesús Sanz Montes, OFM, nombrado este sábado arzobispo de Oviedo, hasta ahora obispo de Huesca y de Jaca, sobre su reciente viaje a Latinoamérica para visitar comunidades de Lumen Dei.
Alguna vez los había visto en los típicos documentales de cine o televisión. Con la debida distancia para que no te asalte demasiado la comodidad o comprometa la educada despreocupación por tus semejantes ignorados. Pero hete aquí que el Señor ha dispuesto en su providencia que las cosas se combinasen para que cayera de bruces ante esa realidad que tiene nombre, domicilio y edad.
He debido hacer la visita apostólica a algunas comunidades de Lumen Dei, esa Asociación de la que soy superior general desde que el Santo Padre me nombrara el pasado mes de mayo Comisario Pontificio. Perú, Argentina y Chile, en escasamente diez días, ha supuesto un periplo agotador. Pero el Señor me ha permitido ver con ojos no prestados el mucho bien que Lumen Dei realiza en aquellos lares, y las realidades a las que en tantos rincones de este mundo se nos pide responder.
En las alturas inmensas del Cuzco peruano, pude ver la penuria en los rostros abrasados por el aire, por el sol y por la indiferencia de tantos que sostenemos un mundo insolidario, engolado y obeso de sí mismo. Allí, la entrega de los misioneros de Lumen Dei -sacerdotes, hermanas y laicos- era el abrazo concreto del buen Dios con el que Él seguía gritando que la vida de sus hijos le importa, saliendo al paso de sus precariedades inmensas a través de los colegios, de los pequeños hospitales y de los centros de asistencia. El pan del alimento, el pan de la cultura y el pan de la gracia de Dios, se partía y se repartía con la medida del amor, llegando a calmar e incluso colmar las hambres nutriendo el cuerpo, superando la ignorancia y anunciando la buena nueva de Cristo en nombre de la Iglesia.
Fue en Chile donde la pobreza tenía otra visual, apostando estos misioneros por una educación integral y cristiana en medio de una barriada periférica llena de violencia y corrupción. Las familias rotas y la juventud desnortada hace increíble que un mundo nuevo y distinto pueda renacer allí. Pero el corazón de los más pequeños, el corazón de sus adultos también, tiene inscrito un ansia incensurable que tan sólo espera que alguien se lo despierte, se lo acompañe, se lo encauce y posibilite: en ansia de ser felices en la bondad, la belleza y la verdad para las que hemos nacido. Aunque en la noche escuchara los tiroteos de las mafias, viese el temblor de la inseguridad y la engañifa de una dicha tan falsa como barriobajera y barata que te vacía más y más, vi mucho más el brillo de la esperanza en los niños y los jóvenes que se dejaban llevar por el Dios que les acompaña a través de la entrega de los hijos de la Iglesia.
Finalmente en los aledaños del Buenos Aires argentino, volví a toparme con la indigencia brutalmente escenificada en las "villas miseria" que por allí pululan. Ante esa inimaginable pobreza que tiene carne de niño y de mujer, nuevamente estos misioneros de Lumen Dei me ayudaron a comprender cómo duele esta humanidad nuestra tan falta de lo que superfluamente nos sobra a tantos. Aquella pobreza duele en el alma, hasta hacerla llorar, hacerla rezar y hacer que nos preguntemos tantas cosas que nos ponen delante de la falta de caridad del amor solidario.
Nuestra Cáritas sabe bien de esta procesión de la penuria en momentos de honda crisis económica y moral. Los pobres saben bien a qué puerta llamar, y no lo harán jamás ante la puerta de los que quieren quitar los crucifijos, o la de quienes organizan su sainete para protestar por los espacios cedidos para construir una parroquia. Pero nadie nos podrá quitar a los crucificados ni cerrar la puerta de nuestro cristiano hogar. Para ellos, y tantas veces en solitario, queremos seguir siendo cirineos con el bien y la paz.
http://www.lne.es/asturias/2009/11/23/sanz-montes-pide-asturianos/837794.html
Sanz Montes ya pide por los asturianos
El nuevo arzobispo de Oviedo desaconseja en su primera homilía tras el nombramiento «la pleitesía ante los poderes que nos hacen esclavos», e incluye en las peticiones al Principado «y sus gentes»
JAVIER MORÁN «Suena en Huesca una campana, y en Zaragoza un cañón, y en Teruel unos amantes?». Fiel a la jota aragonesa, el campanario de la catedral oscense llama a misa de nueve. Mañana fresca y húmeda en la antigua Bolskan de los iberos, hoy ciudad de 50.000 habitantes. La catedral se recorta contra las elevaciones del Somontano, primeras estribaciones del Pirineo. Jesús Sanz Montes sale de la sacristía y ocupa su cátedra de obispo. Se celebra la festividad litúrgica de Cristo Rey, título que suele requerir explicaciones. El obispo las dará en la homilía.
Recién nombrado arzobispo de Oviedo, Sanz Montes, madrileño de 54 años, franciscano y catedrático de Teología Espiritual, celebra su primera misa con la grey oscense tras haber sido nombrado arzobispo de Oviedo. Sobre el basamento de una antigua mezquita musulmana, de la que sólo sobrevive un arco, la catedral va del estilo gótico al renacentista. Sobria en las naves laterales, florida en la central y pequeña en su conjunto, acoge a unos 80 feligreses.
La lectura del Evangelio enfrenta a Pilatos con Jesucristo. «¿Eres tú el rey de los judíos?». Sanz Montes inicia su prédica con el clásico «paz y bien» franciscano. «Están cara a cara dos reyes: uno, Pilatos, es el de una tierra conquistada, temeroso de perder su poltrona; el otro muestra la mansedumbre de un rey que no acorrala ni destruye». Homilía sin papeles, pero muy ordenada. «Jesús, ante Pilatos, afronta el pago de su última factura, pero no realizará ningún extraño paripé que le ahorre los suplicios». Lenguaje bancario de quien trabajó con valores bursátiles antes de ingresar en el Seminario de Toledo con 20 años.
«Jesús no es el Dios de una fuerza multinacional», agrega Sanz en Huesca, la antigua Osca de la Hispania Citerior, ocupada por los romanos, donde fallece el conquistador Quinto Sertorio en el año 92, unas seis décadas después de la condena de Pilatos contra el galileo. «No es el Dios sabiondo, con una verdad que aplasta: es el Dios vulnerable», prosigue el obispo, que enuncia unos apuntes de exégesis bíblica sobre quienes entendieron o no a Jesucristo. «Un sector de los judíos esperaba un Mesías armado hasta los dientes, una oposición armada; esos no reconocen a Jesús». Tampoco «los fariseos, que esperan al Mesías del ordeno y mando, y cuando Jesús les dice que el hombre es más que el sábado se quedan desconcertados». Sanz Montes concluye: «Le reconoce la gente sencilla, que esperaba lo que Dios les había prometido».
El mitrado extrae conclusiones: «¿Ante quién doblamos la rodilla los cristianos? ¿A qué autoridad moral nos remitimos?». Y desaconseja «la pleitesía ante los poderes que nos hacen esclavos». Finaliza la prédica: «Perdonadme este desastre de voz, pero tengo un buen trancanzo». Momento de las peticiones. El obispo pide «por Asturias y sus gentes» sin ninguna exhibición más de su nombramiento.
Termina la misa. «Que paséis una semana serena y gozosa, y cuidado con el frío». Breve paseo por la calle del citado Quinto Sertorio, que creó en vida una Academia de Latinidad y cuyo nombre fue adoptado por la Universidad Sertoriana, una de las más antiguas de España, que impartió docencia de 1354 a 1845. Frente a la Catedral, el Palacio Episcopal; a su lado, el Ayuntamiento, gobernado por el socialista Fernando Elboj Broto. Comentan en Huesca que pese a los tirones de oreja de Sanz Montes a Zapatero y al PSOE, el regidor de la plaza no se lleva mal con el obispo. Varios oscenses saludan y felicitan a su mitrado saliente. Se le acerca Pilar Broto, enlace sindical de CC OO en la sanidad de Huesca. Una amistad singular le une a Sanz Montes, a quien también vigila la tensión. «Oye, que ayer me la tomé y pese a lo movido del día tenía 14/8». «Bien». «Y el día 30 tengo la revisión». Sanz Montes padeció algún episodio de hipertensión.
Pilar Broto había leído años atrás una carta pastoral del obispo y se enfureció. «Era sobre los cuidados paliativos y la eutanasia, y me dije que tenía que venir a discutir con este hombre». «Sí, pero sus compañeros le dijeron que no perdiera el tiempo y que además yo le iba a poner por delante el anillo de obispo, con pedrusco y todo, para que me lo besara», evoca Sanz Montes.