jueves, 26 de noviembre de 2009

SOMOS NECESARIOS

Les presento este magnífico blog del P. César Buendía, profesor de la UCSS, ISET Juan XXIII, Redemptoris Mater, secretario ejecutivo de la Comisión del clero de  la CEP y párroco de Santa María de la Providencia con el P. Vicente Folgado.

Nos comparte el magisterio católico sobre el sacerdocio, escatología y su actividad pastoral.

Muchas gracias y que el Señor le dé tiempo y buen humor para seguir escribiendo.

¿Somos necesarios? Blog http://somosnecesarios.wordpress.com/category/sacerdotes/

22 Noviembre 2009

Sacerdotes y consejos

Archivado en: Sacerdotes — cesarbuendia @ 4:36 PM

Pobreza, castidad y obediencia sacerdotales en Benedicto XVI. César Buendía.

No pretendo agotar el magisterio papal, simplemente elevar un comentario.
En el discurso de inauguración del año sacerdotal, el Papa exhortaba a los sacerdotes a imitar, no sólo el espíritu, sino también el método pastoral del Santo Cura de Ars. Éste confesaba. La confesión se convertía en un diálogo de salvación distinto para cada penitente: para el que necesitaba el perdón se lo daba invitándole a sumergirse en el torrente de la divina misericordia, al que estaba afligido por la posibilidad de pecar de nuevo le indicaba que Jesús en la cruz perdonó (y conocía) los pecados futuros, y a quien estaba reacio al arrepentimiento le inducía con sus propias lágrimas a la conversión. De modo que el sacerdote era de verdad Jesucristo que hablaba al corazón indicando siempre que Dios es amor.
Había una identificación con Cristo que atraía a todos.
El sentimiento de indignidad, a veces procedente del diablo, lo venció con la obediencia a su puesto y a sus almas. Era ascético porque sabía que su propio cansancio oponía resistencia a su alma sacerdotal, y pasaba cuantas horas fueran necesarias, con alegría, confesando.
Pero conocía que el endurecimiento del sacerdote es la peor desgracia que le puede ocurrir, por eso oraba. Por eso pagaba él y compensaba con penitencias propias las pequeñas penitencias que imponía.
Todo sacerdote, dice el Papa, tiene que pensar y participar del alto precio de la redención en el pensamiento del valor y el precio de las almas para el Señor. Eso es configurarse con Cristo.
Por otro lado, el testimonio era su arma. Nadie podía decir que no creía en lo que predicaba. Por ello convencía.
En tercer lugar, concluye el Papa, su oración vigilante era un mirar a Cristo para no olvidar su rostro, al que reproducía. Cumplía así Mc 3,14 donde dice que Jesús quiso que estuvieran con él para después enviarlos a predicar.
Hemos hablado de la obediencia. Pero acabamos de hablar de castidad sacerdotal. Ésta consistía en el cuidado del que toca y consagra la Eucaristía y en el amor con que era fiel al Señor. Lo miraba con ojos de enamorado. El amor convertía su ministerio en una verdadera pasión. En cuanto a la pobreza no era otra sino darlo todo. Nada para sí. Se manifestaba totalmente en la ausencia de egoísmo con que confesaba. Pobreza, castidad y penitencia estaban unidos a la obediencia al amor de Cristo por las almas con el que colaboraba en su confesonario.
Pero la obediencia en nosotros, concluye el Papa, debe estar también en discernir los signos de los tiempos y no oponerse a los movimientos del Espíritu en la Iglesia que tantas veces se concreta en aparentemente extrañas manifestaciones de fe entre los laicos. Son ayudas que el Señor nos ofrece.
Y nada más de este discurso inaugural. Ahora quisiera comentar un discurso pronunciado por su Santidad en Viena el 7 de Septiembre del 2007, en las vísperas marianas. En este discurso invitaba también a vivir sacerdotalmente los consejos evangélicos.
El tenor era el siguiente: Si la pobreza es una bienaventuranza, es deseable para todos, y por eso es un consejo universal. Mas si ésta consiste en el vaciamiento de los ídolos para que Cristo ocupe el primer lugar, de modo que podamos dar testimonio de su amor, ¿cómo va a estar ausente de la vida de los sacerdotes, cuya misión es justamente hacer presente a Cristo en el mundo? Nos corresponde un tipo de pobreza que consiste en el amor.
También la castidad sacerdotal consiste en el amor. Pero en este caso también es un modo de servir. Cuando hay una urgencia se dejan las demás cosas. La urgencia de Pablo por el evangelio le impedía tener el corazón dividido. Y tuviera el corazón dividido si, habiendo tanta necesidad de encontrar al Señor, se hubiera dedicado a su propia esposa o a sus hijos tan sólo. También es un don y por tanto una bienaventuranza pertenecer totalmente a Dios por el celibato eclesiástico, y facilita la oración en la cual sólo miramos su rostro y nos llena totalmente, en imitación de Cristo, que amó a su Padre.
Es un testimonio en medio del egoísmo, hedonismo, ambición y consumismo del mundo actual el hombre que ama a Dios y a sus hermanos.
La alienación es la acusación que se suele hacer a los obedientes. Pero Jesucristo fue obediente hasta la muerte y una muerte de cruz. En la castidad de la obediencia hay sólo una voz que se escucha. Los que escuchan han puesto su corazón en esa voz: la de Dios. Y así conocen para qué fueron hechos: fueron hechos para amar, para escuchar al Señor, para seguirle. En ese perderse está el encontrarse. Al olvidarse de sí mismos para amarle a Él descubren la verdadera correspondencia y el amor, el que se pierde se encuentra.
El don de sí, que vivió Guardini cuando obedeciendo a la Iglesia y amándola sintió que amaba a Cristo, que es Dios en el mundo, concreto y cercano,es finalmente el único camino de la verdadera alegría.

 

 

José Antonio Benito http://jabenito.blogspot.com/

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