jueves, 7 de enero de 2010

¡SI QUIERES LA PAZ, CUSTODIA LO CREADO!

Para mi curso “Ecología, medio ambiente y responsabilidad social” tuve que preparar un mensaje juvenil. Después de leer el Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de la Paz del Papa Benedicto XVI, me parece cada vez más apremiante.

 

El lema me parece estupendo: “Si quieres cultivar la paz, custodia lo creado”. Dice el Papa: Un objetivo compartido por todos, condición indispensable para la paz, es el de administrar con justicia y sabiduría los recursos naturales de la Tierra.  Mientras se publicaba el Mensaje, los Jefes de Estado y de Gobierno estaban reunidos en Copenhague para la cumbre sobre el clima, donde ha emergido una vez más la urgencia de directrices acordadas en el ámbito mundial. Sin embargo, en este momento, querría destacar la importancia que, en la tutela del medio ambiente, tienen también las elecciones de cada uno, de las familias y de las administraciones locales. “Resulta indispensable un cambio de mentalidad efectivo, que lleve a todos a adoptar nuevos estilos de vida” (cfr. Mensaje n.11). En realidad, todos somos responsables de la protección y del cuidado de lo creado. Por ello, también en este campo, es fundamental la educación: para aprender a respetar la naturaleza; orientarse cada vez más “a construir la paz a partir de opciones de gran calado en el ámbito personal, familiar, comunitario y político” (ibid.). Si debemos cuidar las criaturas que nos rodean, ¡qué consideración deberemos tener con las personas, nuestros hermanos y hermanas! ¡Qué respeto por la vida humana!”

 

Joven amigo:

¿Quieres colaborar con nosotros para hacer un mundo más limpio? ¿Quieres comprometerte para mejorar el medio ambiente? Sí, para hacer del mundo una morada digna del hombre, la creatura hecha por Dios a su imagen y semejanza.

Recuerdas que en el Génesis, primer libro de la Biblia, se dice a menudo “y vio Dios que era bueno”. Si nos ponemos a mirar la relación del hombre con la naturaleza no podemos decir que sea buena sino en muchas ocasiones pésima. Por tanto, vamos a hacer que el mundo sea lo más parecido al diseño de Dios.

En el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia (CDSI), n.5 se formula esta inquietante pregunta: “¿Podemos quedar al margen ante las perspectivas de un desequilibrio ecológico, que hace inhabitables y enemigas del hombre vastas áreas del planeta?”. Evidentemente no. Sabemos que es una pregunta retórica. Sabemos que no bastan respuestas individuales, personales, se requiere una respuesta total. Solía decir el intelectual francés, Raúl Follereau, coordinador de la campaña mundial contra la lepra, que debido a la mundialización de los problemas no hay medias tintas: “O bomba atómica o caridad; o nos damos la mano o nos destruimos a tortazos”.

Pasó el tiempo de los francotiradores, de los héroes unipersonales, estamos en el tiempo del trabajo en equipo, de la comunión-liberación, del asociacionismo, del todo para todos. Lo proclama perfectamente el CDSI cuando dice que  “También en el campo de la ecología la doctrina social invita a tener presente que los bienes de la tierra han sido creados por Dios para ser sabiamente usados por todos: estos bienes deben ser equitativamente compartidos, según la justicia y la caridadLos actuales problemas ecológicos, de carácter planetario, pueden ser afrontados eficazmente sólo gracias a una cooperación internacional capaz de garantizar una mayor coordinación en el uso de los recursos de la tierra (n. 481)

Déjame que te cuente. Puede parecerte algo desorbitado, fuera incluso de tu imaginación o de tus sueños. Sin embargo, déjame que te cuente un cuento: Un joven iba cada noche a las afueras de su pueblo a lanzar piedras a la luna; los que lo veían terminaron creyéndolo un loco; sin embargo, él no faltaba un solo día; cuando llegaron las pruebas de los juegos olímpicos, lógicamente no llegó con ninguna piedra a la luna pero quedó el primero en las pruebas de lanzamiento de peso. La moraleja está clara. Cuanto más elevemos las metas, más alto llegaremos.

¿Hay problemas? También soluciones. Si es cierto que hay problemas ambientales y muy graves. También es cierto que hay soluciones. El CDSI da en el clavo cuando afirma: Los graves problemas ecológicos requieren un efectivo cambio de mentalidad que lleve a adoptar nuevos estilos de vida, « a tenor de los cuales la búsqueda de la verdad, de la belleza y del bien, así como la comunión con los demás hombres para un desarrollo común, sean los elementos que determinen las opciones del consumo, de los ahorros y de las inversiones ». Tales estilos de vida deben estar presididos por la sobriedad, la templanza, la autodisciplina, tanto a nivel personal como social (n. 486).

 

Cinco propuestas. Sí, amigo. Tú no puedes hacer todo el bien del mundo, pero hay un bien que si tú no lo haces, quedará por hacer. La Biblia es muy exigente cuando en el Apocalipsis nos alerta: “¡Ojalá fueras frío o caliente, pero como eres tibio estoy para vomitarte de mi boca!”. Aquí queda muy claro que el problema estructural pasa por lo personal. Mi indiferencia me hace cómplice. Se requiere –como tan claramente reconoce el CDSI, n.486- un cambio de mentalidad, un nuevo estilo de vida. Te anoto algunos detalles bien prácticos:

  1. Limpieza, así se empieza. Dice el refrán chino que si ningún vecino arrojase un papel, toda la calle quedaría limpia. No es más limpio el que más limpio sino el que menos ensucia. Por tanto: ¡Que se te meta bien en la cabeza, lo primero es la limpieza!
  2. ¿Ruidos? No, por favor. El mero hecho de estar pendiente de los demás nos ayudaría a evitar portazos, bajar el volumen de la grabadora o mi voz cuando estoy en público.
  3. ¡Planta un árbol! O por lo menos, respétalo, no lo destruyas. Cuida los parques, estos espacios racionales de la naturaleza en la ciudad.
  4. ¡Ahorra agua! Al lavarte los dientes, puedes usar un vaso y evitar que vaya corriendo al desagüe.
  5. ¡Deja la basura en su sitio! Separa el papel del vidrio o del metal…Se puede reciclar.

Como conclusión, joven amigo, te dejo una perla que es una frase del Papa Benedicto XVI en Caritas  in  Veritate: La naturaleza es expresión de un proyecto de amor y de verdad. Ella nos precede y nos ha sido dada por Dios como ámbito de vida. Nos habla del Creador y de su amor a la humanidad. Está destinada a encontrar la «plenitud» en Cristo al final de los tiempos. También ella, por tanto, es una «vocación». La naturaleza está a nuestra disposición no como un «montón de desechos esparcidos al azar», sino como un don del Creador que ha diseñado sus estructuras intrínsecas para que el hombre descubra las orientaciones que se deben seguir para «guardarla y cultivarla» (n.48).

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