EDUCACIÓN EN VALORES: DIEZ PROPUESTAS PARA MAESTROS
José Antonio Benito Rodríguez (jbenito@ucss.edu.pe). UCSS. Lima
(Perú). UIGV, 26 Noviembre Octubre 2012 En el marco de la Semana
Cultural
Todo ENCUENTRO, como todo congreso debe ser lo que la palabra
significa: "unión para dar pasos en común". Todos estamos cansados de
oír y escuchar monsergas, palabras, palabras…Leyes, reglamentos,
comisiones, escritos, documentos, declaraciones… Queremos obras,
realizaciones, vidas. Mi intervención va en este sentido, ofrecerles
mi testimonio, el de un educador-voluntario con 25 años de docencia en
primaria, secundaria y ahora en la Universidad, de ellos 17 en Perú,
con el deseo de ayudar en algo a los jóvenes. En ellos veo, no el
futuro, sino el presente del Perú, de América y del mundo. Quiero
compartirles 10 propuestas que nos ayuden a comprometernos con la
educación del Perú, que como saben ha sido declarada en estado de
emergencia. Vamos, pues.
1. Lo importante no es enseñar, lo importante es aprender.
2. Sólo se puede educar en el ámbito de una tradición cultural, dentro
de una comunidad de investigación y aprendizaje.
3. Todo aprendizaje es aprendizaje de un oficio.
4. El saber posee una ineludible dimensión moral.
5. Lo decisivo son los hábitos, no las actividades ni los contenidos.
6. Las tecnologías multimedia posibilitan la educación científica y
humanística.]
7. Buscadores de la verdad: de las cosas, de la propia vida, del ser humano.
8. Responsabilidad social por todo lo que cada uno ha recibido y, en
gratitud, debe retribuir.
9. Coherencia en la vida, en el trabajo, estudio, profesión, familia,
calle, que acorta la distancia entre el dicho y el hecho, sin que haya
trecho.
10. Compromiso solidario que hace de la gratuidad y la generosidad un
estilo de vida globalizado que aspira a cambiar el mundo.
EL PROFESOR Y LA EDUCACIÓN EN VALORES
Un "valor" es una realidad positiva, un aspecto o faceta del bien que
despierta alguna forma de deseo y con el que la realidad viene a
satisfacer las necesidades humanas, tanto de dar como de recibir. Una
realidad es "valiosa" cuando es mejor que su contraria o que su
ausencia. La insistencia en una educación en valores, unida a una
falta de fundamentación y de concreciones sistemáticas, corre el
peligro de no sobrepasar el plano de la mera retórica, de convertirse
en un tópico fácilmente devaluable. Un valor reducido a la condición
de enunciado abstracto carece de potencialidad educativa; necesita
responder a una exigencia personal y ser capaz de promover
experiencias de crecimiento en humanidad. No se pueden considerar como
valores del mismo tipo las meras vigencias sociales o los acuerdos de
circunstancias, que aquellos bienes que responden a la jerarquía
constitutiva de las capacidades y necesidades humanas en su
integridad.
Se trata, en suma, de cultivar en el ser humano la disposición estable
de todo su ser para conocer, obrar y compartir el bien, a través de
diferentes capacidades y experiencias. La labor educativa debe tender
a unificar y no a dispersar, debe esforzarse en fomentar en las
personas la unidad interior, aunque cultivando para ello diferentes
cualidades o valores. Una tarea educativa fundamental es sin duda la
formación de la conciencia moral: percepción, juicio y capacidad de
autodeterminación en la búsqueda y difusión del bien personal y del
bien común. "Cuando un principio moral no consigue dar forma a los
comportamientos desde el interior, orientando la lógica y la dinámica
íntimas, entonces tiende a imponerse desde el exterior, limitando y
entorpeciendo un desarrollo humano que no consigue guiar." (Giussani,
L., 1978, 332).¿Cómo se educa en los valores? Fomentando la
adquisición de criterios y de hábitos que unifican la vida humana y la
hacen desarrollarse hacia su plenitud. Estos valores se enseñan en y
desde la práctica, a través del trabajo personal y de la convivencia
y, sobre todo, mediante el trato frecuente con personas que los
muestran y los transmiten en su ser y en su obrar. Así, la libertad
interior, la agudeza y el rigor intelectual, la capacidad de discernir
o, lo que es lo mismo, la capacidad de mirar limpiamente la realidad,
la predisposición al perdón, o la serenidad y la creatividad para
afrontar los problemas, por ejemplo, son cualidades estrictamente
personales. No pueden ser universalizadas en estereotipos abstractos.
Cuando esas cualidades se dan, se dan vivas en la persona y con toda
la singularidad de la persona. Y quien es capaz de transmitir y
suscitar en otro esa riqueza merece el nombre de maestro.
ES MAESTRO:
TODO AQUEL que se siente capaz de trabajar empeñosamente al servicio
de un ideal, sin guardar para sí los frutos de su trabajo; TODO AQUEL
que al conversar con otro, siente el placer de beneficiar con su
pensamiento a aquel con quien dialoga y de escuchar atentamente el
mensaje que puede desprenderse de las palabras recogidas; T
TODO AQUEL que apetezca sumergirse, en los valores que empujen a los
demás en la práctica del bien; TODO AQUEL que se reconozca a sí mismo
en las justas aspiraciones de un hombre cualquiera, aun cuando ese
hombre no sea su amigo, y a pesar de que esa aspiración no compromete
ninguno de sus intereses personales.
TODO AQUEL que se sienta enriquecido cuando da; TODO AQUEL que
sabiendo, olvida que sabe; TODO AQUEL que se sienta capaz de trabajar
por los demás; sin extender enseguida la mano para demandar la
recompensa;
TODO AQUEL que crea firmemente que el destino del hombre puede ser
siempre mejor; TODO AQUEL que se sienta dispuesto a aceptar que el más
humilde de los hombres puede tener algo que enseñarle;
TODO AQUEL que esté llano a aceptar que hay muchas cosas que no sabe,
sin sentirse por ello humillado; TODO AQUEL que no considere
presuntuoso al hombre de menor edad que ha llegado a aprender más que
él y que vea esta situación sin resentimiento, como el símbolo
venturoso de la renovación del espíritu.
TODO AQUEL que en cualquier edad de la vida se encuentre a sí mismo
apto para escuchar las palabras de rebeldía de los jóvenes, tratando
de comprenderlas en su justo valor de inspiración para la futura
historia humana, sin que la efervescencia de estas palabras lo hagan,
sin embargo, inecuánime para apreciar el mensaje de la vida ya
realizada por los ancianos, ni sordo a las invocaciones conservadoras;
TODO AQUEL que al contacto con el alma y la cultura del hombre se
sienta revitalizado por los impulsos tranquilos de la veneración;
TODO AQUEL que a pesar de las circunstancias personales adversas y de
las amenazas del poder, tenga la firmeza necesaria para mantener
irrevocable el dictamen de la verdad; TODO AQUEL que en cualquier
momento esté listo a tomar el puesto del discípulo y a mirar el mundo
con los ojos del alumno;
TODO AQUEL que quiera aprender incesantemente lo nuevo sin desdeñar lo
antiguo; TODO AQUEL que al compararse con otros hombres no se sienta
ni humillado ante el superior, ni soberbio ante el más débil. TODO
AQUEL que haga reposar su autoridad en los mayores servicios que
presta a los demás y en el señorío severo con que los valores
gobiernan en su propia tierra interior;
TODO AQUEL que quiere hacer de los demás hombres maestros como él; Si
lo es de veras, cualquier ser humano puede ser un MAESTRO. (Carlos
Cueto Fernandini (1952)
El profesor González-Simancas señala que para educar bien hay que
unir, con equilibrio y sentido de la oportunidad, dos aspectos
esenciales: "por un lado, enseñar a conocer, a aprender, llegar a
saber, a adquirir cultura; y por otro, enseñar a pensar, a reflexionar
sobre lo que aprendemos; saber discurrir, indagar, descubrir". Sobre
todo hay que enseñar (los profesores) -y aprender (los alumnos)- a
decidir libre y responsablemente, sobre la base del conocimiento
verdadero. Así se podrá "erradicar de una vez ese 'dogmatismo
sentimental de la ignorancia' que prevalece en nuestra sociedad como
producto de una enseñanza blanda, poco exigente, que no proporciona el
saber necesario.
Alejandro Llano, en La Gaceta de los Negocios (11-XI-2006), dio seis
propuestas educativas para ayudar a superar el actual deterioro en la
enseñanza a escala mundial. Por mi parte le añado cuatro consignas que
concretan, profundizan y enfatizan soluciones que están al alcance de
nuestra mano. Creen algunos que los síntomas del deterioro de una
sociedad surgen como las setas en otoño. Piensan que se producen por
condicionamientos incontrolables y que las causas de su origen no
tienen nada que ver entre sí. Desgraciadamente, se equivocan. El fallo
capital de la enseñanza no es económico ni organizativo. Por eso no
se solucionará –sino todo lo contrario- con nuevas leyes y planes de
financiación. Hace falta una nueva mentalidad que contribuya a
sacarnos del atolladero ético y cultural en España y en el Perú.
Cuando te das cuenta de que estás en un agujero, lo primero que has de
hacer es no seguir cavando. Tomarse en serio la educación y apostar
decididamente por su honda radicación cultural -despidiéndonos del
emotivismo, la dependencia burocrática, la superficialidad y el
pragmatismo- es mi propuesta de fondo. Constituye el nervio del
protagonismo de la sociedad civil como recurso para superar el
decaimiento de las energías cívicas que nos aqueja.
Diez propuestas educativas para una sociedad civil en decadencia:
1.- Lo importante no es enseñar, lo importante es aprender. Lo
decisivo en la enseñanza es el alumno, no el profesor iluminado. De
ahí que las técnicas pedagógicas no sean el factor clave de la
educación. Se trata, no tanto de mejorar las cosas, como de intentar
mejorar a las personas. La burocracia y la tecnocracia no bastan para
lograr la excelencia educativa. La educación no es un montaje
constructivista: es una convivencia culta, una auténtica simbiosis.
2.- Sólo se puede educar en el ámbito de una tradición cultural,
dentro de una comunidad de investigación y aprendizaje. El
conocimiento es una práctica comunitaria, que tiene una historia, un
contexto social y unas implicaciones éticas. Para llegar a un ajuste
entre las exigencias del presente y nuestros recursos intelectuales,
se precisa una inserción dinámica en la tradición del saber. De lo
contrario se cae en una concepción inmediatista y pasiva del
aprendizaje. Cuando los jóvenes no encuentran ninguna comunidad
auténticamente educativa, acaban por marginarse.
3.- Todo aprendizaje es aprendizaje de un oficio. Toda ciencia y toda
técnica es originariamente un oficio dotado de normas internas. Según
MacIntyre, tienen mucho más de artesanal que lo que actualmente se
reconoce. Cuando fallan las normas internas a la práctica educativa,
se sustituyen por reglas de tipo burocrático y mercantil. La enseñanza
pierde entonces toda motivación eficaz. Decae el entusiasmo. Y surge
la violencia, que no se puede vencer sólo con sistemas de control.
4.- El saber posee una ineludible dimensión moral. La separación entre
ciencia y moral es un mito pseudoilustrado, que el propio Kant
rechazaría enérgicamente. Sólo hay una ética que, propiamente, no se
puede enseñar, como los clásicos demostraron. Lo decisivo para
acercarse a la excelencia educativa es la calidad del temple ético de
la institución, el espesor humano de su cultura corporativa, el nivel
de su ambiente moral, el estilo de convivencia, sobre todo en los
aspectos informales. Por eso las reglamentaciones y programaciones no
contribuyen a elevar el nivel de la enseñanza, por mucho que se
empeñen los sucesivos gobiernos. Y menos aún procede remitir los
aspectos claves de la vida personal y social a una Educación para la
Ciudadanía cuyo tufo manipulador no han logrado ocultar sus
disciplinados valedores.
5.- Lo decisivo son los hábitos, no las actividades ni los contenidos.
A la postre, la propia ciencia es un hábito y no un constructo mental.
Lo importante en la sociedad del conocimiento no es que se sepa mucho
sino que siempre se sea capaz de saber más, lo cual remite a las
potencialidades vitales de las personas. Lo metodológico prima sobre
lo descriptivo, y lo formativo sobre lo informativo. El objetivo focal
de todos los niveles educativos debería ser ahora mismo una intensa y
amplia formación intelectual: aprender a pensar con rigor, hondura y
creatividad.
6.- Las tecnologías multimedia posibilitan la educación científica y
humanística. Los recursos multimedia constituyen un instrumento de
descarga que facilita la dedicación a las cuestiones centrales del
humanismo y la ciencia, lejos ya de una educación minimalista y
pragmática. Son un medio, nunca un fin.
7. Buscadores de la verdad: de las cosas, de la propia vida, del ser
humano. Como bien decía A. de Saint Exupery : "La Verdad para el
hombre es lo que hace de él un hombre" Este empeño por buscar la
Verdad, pro comprender y hacer comprender el mundo es la misión más
sublime del hombre. Decía A. Einstein: "Vivimos en una sociedad de
magníficos medios pero de pobres fines". Hemos acortado distancias
para llegar tarde a todos los sitios; dominamos el mundo externo a
costa de dar la llave de nuestro interior, hemos inventado nuevas
formas de ocio para hacer del ocio un negocio. La Universidad, en
frase del genial J. Ortega y Gasset, debe ser "la conciencia crítica
de la sociedad"; nosotros añadiríamos además "creadora". La
Universidad del Tercer Milenio debe ocupar un puesto de vanguardia, de
avanzada, de denuncia sí pero también de compromiso creativo. No nos
basta con saber con César Vallejo que "hay mucho que hacer" o con A.
Machado "se hace camino al andar", necesitamos un sabio conocimiento
de la meta, hacia dónde vamos y por qué andamos. Bellamente lo acuñó
Nietzsche "quien tiene un porqué encuentra un cómo". La Universidad
surgió en plena Edad Media cuando la verdad se definía como "la
adecuación del entendimiento a la realidad". Se consideraba la
naturaleza, la realidad, como un orden perfecto, de modo que la verdad
objetiva no podía consistir en algo distinto a la adecuación o
conformidad con el orden; la verdad era el orden, el error el
desorden. Esto es lo propio de la Universidad medieval; en ella no
entran las "Artes serviles o mecánicas" propias de los artesanos, sino
las "Artes liberales" (derivadas del Trivium y el Quadrivium), con
las cuales se dotó de contenido la Facultad de Artes. Los saberes
aprendidos en estos centros abarcaban las siete artes liberales. Por
una parte estaba el trivium: Tres artes liberales relativas a la
elocuencia: la gramática (saber escribir), la retórica (saber hablar)
y la dialéctica (saber pensar). La otra división, cuadrivium, abarcaba
las cuatro artes matemáticas: aritmética, música, geometría,
astronomía o astrología. Además de esta Facultad menor -Facultad de
Artes- la Universidad medieval estaba constituida por otras tres
Facultades mayores, la de Teología, la de Derecho y la de Medicina,
las tres grandes ciencias de la «adecuación», del «orden»:
1) La Teología nos enseña cuál es el «orden divino» a «orden
macrocósmico», que, como es obvio, es raíz y fuente de todos los
demás. 2) El Derecho nos enseña cuál es el «orden civil» a «orden del
mesocosmos», el «orden de la república».3) La Medicina, en fin, nos
enseña cuál es el «orden humano» a «orden del microcosmos», el «orden
del cuerpo».
He aquí los tres grandes órdenes de la «adecuación», es decir, de la
«verdad». Y como la verdad humana es trasunto de la divina, y por
tanto tiene las características de inmutable, necesaria y eterna, la
Universidad medieval hizo de la «adecuación» una «norma» y de la
«verdad» así entendida una «obligación». Según EL Profesor Diego
Gracia "La Universidad ha tenido siempre y tiene hoy como objetivo la
búsqueda, formulación y transmisión de la verdad. Investigar la verdad
y educar en la verdad: he aquí los dos objetivos primordiales, si no
únicos, de la Universidad desde su fundación en el siglo XIII hasta el
día de hoy y quizá hasta siempre". La antigua, verdad como adecuación,
la moderna la verdad como construcción. La misión prioritaria de la
Universidad debe ser: "Educar a los hombres en eso que Zubiri
calificaba de esfuerzo supremo´, el de sumergirse en la realidad en
cuanto tal y en su fundamento; De no ser esto así, tendremos saber y
ciencia, pero nos faltará experiencia profunda de la realidad y de la
verdad real, es decir, careceremos de auténtica vida intelectual".
8. Compromiso responsable. G. Villapalos, ex-rector de la Universidad
Complutense de Madrid y A. López Quintás, catedrático de Estética,
acaban de publicar un libro muy interesante, El libro de los valores
(Planeta, Barcelona 1996) en el que incluyen este cuento, a la vez
simpático y sugerente:"Éste es un cuento sobre Gente llamados Todos,
Alguien, Cualquiera y Nadie. Había que hacer un trabajo importante y
Todos estaban seguros de que Alguien lo iba a hacer. Cualquiera lo
podría haber hecho, pero Nadie lo hizo. Alguien se enojó por esto,
porque era el trabajo de Todos. Cada uno pensó que Cualquiera lo podía
hacer, pero Nadie se enteró de que Todos no lo iban a hacer. Todos
culparon a Alguien, cuando Nadie hizo lo que Cualquiera podría haber
hecho".
Ser responsable es responder a la llamada de los valores que piden ser
realizados y, además, responder de las consecuencias de tal respuesta.
Es la prueba y la consecuencia más palpable de que existe la libertad,
la auténtica libertad interior que se conquista, la que nos permite
responder de nuestros actos, de nuestras decisiones y, también, de
nuestras omisiones. El joven debe responder de sí mismo, de cómo
aprovecha el tiempo, de cómo usa sus talentos, los recursos que le
proporciona la sociedad en general y su familia y su universidad en
particular. El estudiante universitario de hoy debe acostumbrarse a
rendir cuentas de su rol como estudiante, para poder rendir cuentas el
día de mañana como profesional. El joven es responsable de su
presente, pero también de su futuro. Cuentan del general Wellington
que cuando acudía a su academia militar cercana a Londres, solía
repetir: "Aquí derroté a Napoleón", y, efectivamente la victoria de
Waterloo se debió a su seria preparación militar académica. El buen o
mal abogado, médico o periodista, ingeniero o educador, se fraguan en
el aprovechamiento del tiempo de la Universidad. Dice un refrán: "Lo
que Pepito no aprendió, Pepe no aprende". El universitario, mucho más
el profesor, es responsable de los demás, del ambiente que crea o deja
de crear, del despilfarro social que puede ocasionar, de su
colaboración a una sociedad más justa y solidaria. Cuando alguien se
eleva, eleva el mundo.
El universitario es un privilegiado social, ya que los demás están
invirtiendo en él y, por tanto, la sociedad tiene derecho de exigirle
no sólo un cumplimiento de sus deberes estudiantiles, sino la
excelencia en sus tareas diarias. Aquí también debe cumplir la frase
evangélica: "A quien mucho se le dio, mucho se le exigirá". Cuentan
que un anciano de 82 años estaba plantando un melocotonero ante la
oposición de sus familiares:
- Si van a pasar varios años sin que puedas saborear su fruto, y
probablemente ya se haya muerto.
-Sí, es verdad. Pero he pasado 82 años de mi vida comiendo melocotones
gracias a que otros los plantaron para mí.
Responsabilidad es la capacidad de aceptar las consecuencias de una
acción tomada o dejada de tomar. Según esta capacidad, yo respondo de
mis acciones, soy responsable de lo que hago, sea ello bueno o malo
para mí, o para otros.
9. COHERENCIA. Coherencia en la vida, en el trabajo, estudio,
profesión, familia, calle, diversiones, etc. Nos cuesta menos hablar
que hacer. Nos mostramos ardorosos en hablar de solidaridad,
consumismo, ayudar a los demás, entrega... Pero cuando llega el
momento de estudiar o trabajar sin ganas, de hacer algo concreto por
quien tengo a mi lado (no a 13.000 km), de no dejarme arrastrar por el
tan criticado consumismo, o padezco las consecuen¬cias de la teórica
austeridad; de reprimir el genio o ejercitar la paciencia, entonces se
olvida la hermosura de las ideas que nos cautivaron. Se impone
coherencia personal entre las realidades de carencia y pobreza a las
que acudimos y nuestra propia vida. Ello debe llevarnos a cada uno a
utilizar los bienes de la tierra de una forma justa y adecuada,
evitando el marchamo consumista y derrochador que nos envuelve, y
optando por posturas de disponibilidad, mesura y austeridad que nos
acerquen a los desheredados del planeta. Mesura en las comidas, gastos
personales, medios de transporte, quejas... Disponibilidad de tiempo,
de talentos, como los peregrinos del Camino de Santiago: lo poco que
necesito, lo imprescindible. Que tristes deben ser los niños
americanos que necesitan tantas cosas para jugar. Quiero honrar mi
profesión - dijo Ozanam al saltar enfermo del lecho oponiéndose a
médicos y familiares. Sus discípulos le reclamaban. Esperan
impacientes en la Sorbona. Cadavérico, arrastrándose, llega. Explica
entre ovaciones su última lección. Al acabar les dice como despedida:
"Señores. Se reprocha a nuestro siglo de ser un siglo de egoísmo. Se
dice que los profesores están contagiados de la epidemia general. Sin
embargo, aquí gastamos nuestras fuerzas, perdemos la salud. No me
quejo. Mi vida os pertenece. Hasta el postrer aliento es vuestra y la
tendréis. En cuanto a mí, señores, si muero, será a vuestro servicio".
Y así lo fue, un 8 de septiembre de 1853. Su ejemplo llena de luz las
universidades del mundo entero.
10. COMPROMISO SOLIDARIO. Es uno de los más eficaces instrumentos de
renovación y perfeccionamiento social. Presta un gran servicio al
hombre y a la sociedad ayudando a obtener respuesta a los
interrogantes más íntimos del ser humano, colocándole como centro de
todo su actuar. No debe olvidar el universitario que la sociedad ha
invertido un fuerte presupuesto en su formación y debe retribuirle con
su proyección. O la Universidad sirve, se proyecta en la sociedad, o
de lo contrario, no sirve para nada. No basta con "hacer camino al
andar" (Machado) o "hacer muchas cosas" (C. Vallejo), hay que
comprometerse con un nuevo estilo de vida, hay que crecer en la
comunión, en el encuentro con uno mismo y con el otro, en la donación
total. Como dijo el poeta: "cuando fui tú, entonces fui yo" porque hay
más alegría en dar que en recibir. Con su vocación de servicio
desinteresado y gratuito, el voluntariado se convierte de hecho en un
agente educativo y de sensibilización para el conjunto de la sociedad,
promoviendo la participación y la difusión del sentido verdadero de la
democracia, es decir, de la contribución responsable de las personas e
instituciones intermedias al ordenamiento y configuración de la vida
social. Su crecimiento se ve limitado por los valores sociales
predominantes (individualismo, materialismo, afán de lucro), pero
sigue perseverante en el deseo de fomentar la "cultura de la
solidaridad". Busca llegar a la raíz del problema en un análisis
profundo y un compromiso total para erradicar el mal. La meta es la
elaboración de códigos éticos del voluntariado..
Gratuidad. Ser voluntario nace de una perspectiva de gratuidad, plena
y aceptada. Dad gratis lo que gratis habéis recibido. Y todo lo hemos
recibido así. Especialmente la vida, la existencia. Es un modo de dar,
de recibir, de estar próximos. Es acudir con corazón abierto que
recibe, que cree en el otro. Y lo hace sin pasar factura, sin
solicitar diploma de asistencia o certificado de horas de vuelo. Desde
esta perspectiva de gratuidad radical, el voluntario actualiza su
rebeldía ante una sociedad que rinde culto a la eficacia, el
pragmatismo y los resultados palpables. La gratuidad le implica en una
rebeldía que supera la de las formas externas, siempre llamativa y
presuntuosa, y se acerca a la del inconformista que empieza por
arreglar su casa y su interior. Y en labor callada y silenciosa,
transforma y recrea la realidad que está a su alcance. La gratuidad,
el puro don abre nuestra vida a perspectivas de belleza y libertad
interior en las que sólo puede anidar el amor. Hago esto porque te
amo, me importas, eres tú.
CONCLUSIÓN: Necesitamos MAESTROS. 4 tipos de personas:
1. Ociosos. No, pues. Ven una necesidad, se les convoca y no hacen nada;
2. Los "buenas intenciones" pero siempre tienen un "es que". Responden
cuando hay un terremoto; tiene que haber algo gordo
3. Los "buena gente". Se les llama una vez y, por respeto, responden
4. Los maestros, incondicionales. No hace falta que se les llame, SE ADELANTAN.
SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO según Justo y Rafael M. López Melús en "El santo
de cada día"
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SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO, obispo (+1606). Justo y Rafael María López
Melús *El santo de cada día*, Apostolado mariano, Sevilla, 1991, pp.169-170
Nunca ...