jueves, 14 de febrero de 2013

EL CREDO EN PERÚ: Testimonios del Inca Garcilaso y Santo Toribio

EL CREDO EN PERÚ

Testimonios del Inca Garcilaso y Santo Toribio

Solía decir Don Miguel de Unamuno quien llegó a calificarse como "hereje de todas las herejías" que sólo conocía un modo de ser católico: pensar, sentir y vivir como la Iglesia Católica. ¿Dónde se encuentra tal fórmula? En el Credo, el auténtico ADN de la Iglesia. Les comparto una divertida y apasionante aventura del Robinson Crusoe peruano (Pedro Serrano) relatada por el Inca Garcilaso Y tiene al Credo como protagonista. Pueden encontrarlo en el capítulo 8 de su obra "Comentarios Reales, Primera Parte), titulado "el naufragio de Pedro Serrano":

Al cabo de los tres años, una tarde sin pensarlo, vio Pedro Serrano un hombre en su isla, que la noche antes se había perdido en los bajíos  de ella y se había sustentado en una tabla de navío; y como luego que amaneció viese el humo de fuego de Pedro Serrano, sospechando lo que fuese había ido a él, ayudado de la tabla de su buen nadar. Cuando se vieron ambos, no se puede certificar cuál quedó más asombrado de cual. Serrano imaginó que era el demonio que venía en figura de hombre para tentarle en alguna desesperación. El huésped entendió que Serrano era el demonio en su propia figura, según le vio cubierto de cabellos, barbas y pelaje. Cada uno huyo del otro y Pedro Serrano fue diciendo: Jesú8s, Jesús líbrame Señor del demonio. Oyendo esto se aseguró el otro y volvió a él le dijo: no huyáis hermano de mí, que soy cristiano como vos; y para que se certificase, porque todavía huía, dijo a voces el Credo; lo cual oído por Pedro Serrano volvió a él y se abrazaron con grandísima ternura y muchas lágrimas y gemidos, viéndose ambos en una misma desventura sin esperanza de salir de ella...Así vivieron algunos días; más no pasaron muchos que no riñeron y de manera que apartaron rancho que no faltó sino llegar a las manos (porque se vea cuán grande es la miseria de nuestras pasiones) la causa de la pendencia fue decir el uno al otro, que no cuidaba como convenía delo que es menester; y este enojo y las palabras que con él se dijeron, los descompusieron y apartaron. Más ellos mismos, cayendo en su disparate, se pidieron perdón y se hicieron amigos y volvieron a su compañía y en ella vivieron otros cuatro años.  En este tiempo vieron pasar algunos navíos y hacían sus ahumadas, más no les aprovechaba de que ellos quedaban tan desconsolados que no les faltaba sino morir. Al cabo de este largo tiempo acertó a pasar un navío tan cerca de ellos que vio la humana y les echó el batel para recogerlos. Pedro serrano y su compañero, que se había puesto de su mismo pelaje, viendo el batel cerca porque los marineros que iban por ellos no entendiesen que eran demonios y huyesen de ellos dieron en decir el Credo y llamar el nombre de nuestro Redentor; y valióles el aviso, que de otra manera sin duda huyeran los marineros, porque no tenían figura de hombres humanos.  p.34

En segundo lugar, una contundente formulación del Símbolo de la Fe por parte de Santo Toribio y los padres del Tercer Concilio Limense de 1582-3.

 El día de la fiesta de la Asunción, 15 de agosto de 1582,  se proclamó la profesión de fe –EL CREDO-  a viva voz por fieles y pastores reunidos en la Catedral de Lima. A continuación, el metropolitano de Lima, Santo Toribio de Mogrovejo, para manifestar su fidelidad al Papa le formula 14 cuestiones a las que los padres conciliares manifiestan su aprobación y acatamiento. A continuación, siguiendo el ejemplo y la autoridad de los antiguos padres, el sínodo consideró necesario anteponer la profesión de fe católica, fundamento óptimo de lo que ha de ser hecho correctamente. Consecuentemente se hizo, en estos términos, la profesión de fe a viva voz de acuerdo con la costumbre de la Iglesia romana:

Creo en un Dios, padre omnipotente, hacedor del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible, y en el señor Jesucristo, hijo unigénito de Dios, nacido de Dios padre antes de todos los tiempos, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, generado, no hecho, consustancial con el padre, por quien fueron hechas todas las cosas, que descendió de los cielos y se encarnó del espíritu santo y de la virgen María, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, y se hizo hombre y, crucificado también por nosotros bajo Poncio Pilatos, sufrió y fue sepultado y según las escrituras resucitó al tercer día y ascendió al cielo; está sentado a la diestra del padre y vendrá otra vez gloriosamente a juzgar a los vivos y a los muertos y su reino no tendrá fin, y creo en el Espíritu Santo, señor nuestro y dador de vida que procede del padre y del hijo y que habló por intermedio de los profetas y en una santa Iglesia católica y apostólica. Reconozco un bautismo, creo en el perdón de los pecados y espero la resurrección de los muertos y la vida en el tiempo futuro. Amén.

Para atestiguar aún de manera más amplia y manifiesta su sincerísima fe así como su fidelísima obediencia hacia la sede apostólica y los decretos del sagrado sínodo tridentino, los padres dieron las siguientes respuestas particularizadas al ilustrísimo metropolitano que se adelantó y formuló las preguntas como sigue:

1.      ¿Creéis firmemente y reconocéis todos y cada uno de los dogmas transmitidos en la profesión de fe editada por el concilio niceno y usada por la sagrada y romana Iglesia, madre y maestra en los asuntos sagrados? Después de recitar el arzobispo íntegramente la profesión de fe, todos juntos respondieron, así creemos y reconocemos.

2.      ¿Reconocéis también que los siete sacramentos verdaderos y propios de la nueva ley, instituidos por Cristo, el supremo, a saber el bautismo, la confirmación, la eucaristía, la penitencia, la extremaunción, el orden sagrado, el matrimonio, bien que no todos para todos, son necesarios para la salvación e indestructibilidad del género humano y que otorgan la gracia, así como que es una gran injusticia y pecado que se repitan el bautismo, la confirmación y el orden sagrado? Todos respondieron, así creemos y reconocemos.

3.      ¿Aprobáis, además, y recibís los ritos y costumbres de la Iglesia católica y romana en la práctica y administración de estos sacramentos? Respondieron,  aprobamos y recibimos.

4.      ¿Sostenéis, además, y aceptáis todas y cada una de las cosas que ha definido y declarado el sacro concilio tridentino acerca del pecado original y de su justificación? Respondieron, sostenemos y aceptamos.

5.      ¿Sostenéis también que en la liturgia de la misa se ofrece a Dios un sacrificio propio, verdadero y propiciatorio por los vivos y difuntos y que en el fructífero sacramento de la eucaristía, bajo la apariencia de las formas sensibles, está contenida verdadera y realmente la sustancia del cuerpo y la sangre de Cristo salvador, una con la divinidad? ¿Y también que toda la sustancia del pan se convierte en el cuerpo y la sustancia del vino en la sangre? Respondieron, así creemos y confesamos.

6.      ¿Confesáis asimismo que en cualquier forma y en cada una de sus partes se recibe total e íntegramente a Cristo y el verdadero sacramento? Respondieron, así creemos y confesamos.

7.      ¿Sostenéis, además, firmemente que hay un purgatorio donde las almas purgan temporalmente sus castigos, son limpiadas de sus pecados y ayudadas con los ruegos y sufragios de los fieles? Respondieron, sostenemos con firmeza.

8.      ¿Reconocéis, además, que hay que honrar e invocar a los santos que junto a Cristo reinan en el cielo y que ellos ruegan a Dios por nosotros y que hay que tener en gran honra y veneración sus cuerpos y reliquias? Respondieron, así creemos y confesamos.

9.      ¿Afirmáis, además, con decisión que hay que tener en alta estima las imágenes de Cristo el supremo y de su madre la virgen María y de todos los otros santos y rendir a cada una de éstas legítimo honor y culto? Respondieron, afirmamos decididamente.

10.  ¿Sostenéis, además, que la potestad de las indulgencias fue transmitida por nuestro señor Jesucristo a la Iglesia y que su uso efectivo es utilísimo y salvífico para el pueblo cristiano? Respondieron, sostenemos.

11.  ¿Aceptáis y abrazáis los ritos y tradiciones apostólicas y eclesiásticas y las restantes observaciones y constituciones de la santa Iglesia romana? Respondieron, aceptamos y abrazamos.

12.  ¿Aceptáis también las sagradas escrituras con la interpretación en que coincidieron de manera unánime los padres y con el sentido que siempre sostuvo y sostiene la santa madre Iglesia, a la que compete dar un juicio acerca del verdadero sentido e interpretación de las sagradas escrituras? Respondieron, aceptamos.

13.  ¿Reconocéis, además, que la santa Iglesia católica y apostólica es la madre y maestra de todas las Iglesias y juráis verdadero sometimiento y obediencia al romano pontífice y sucesor vicario de Cristo? Respondieron, reconocemos y prometemos

 

14.  ¿Aceptáis también todo lo definido por los sacros cánones y los concilios generales legalmente realizados y, especialmente, todo lo decidido, definido y declarado por el concilio tridentino que se celebró últimamente? ¿Condenáis, además, y anatematizáis todo lo que le sea contrario y a los herejes condenados por la Iglesia, particularmente todo lo condenado y anatematizado en el mismo concilio tridentino? Respondieron, aceptamos, anatematizamos y detestamos lo contrario, así como a todos los herejes.

De la misma manera, el obispo de Ciudad Imperial tomó del arzobispo la profesión de fe y la aceptación del concilio de Trento.

P.D. El P. Alberto Royo en su interesante blog, artículo UN CREDO PARA LUCHAR CONTRA LOS ERRORES QUE POR TODAS PARTES BROTABAN EN EL SENO DE LA IGLESIA http://infocatolica.com/blog/historiaiglesia.php/1002211149-historias-del-postconcilio-vi nos comparte la influencia del filósofo Jacques Maritain en el Papa Pablo VI para que formule un CREDO frente al disenso que se vivía en el postconcilio. Nada mejor que leerlo y releerlo en este Año de la Fe: http://www.vatican.va/holy_father/paul_vi/homilies/1968/documents/hf_p-vi_hom_19680630_sp.html

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