domingo, 19 de junio de 2016

ANCÓN, UN PENAL ¡DE PENA! PERO...DONDE SE ESCONDE LA ESPERANZA

Hoy domingo 19 de junio, día del padre en el Perú, he acudido nuevamente al penal de Ancón. Como necesitaría bastante tiempo para redactar el sinfín de vivencias, me limito a compartirles el gozo de encontrarme nuevamente con un gran amigo que me ha facilitado un bellísimo poema y que les presento como una flor en medio del gigantesco arenal que es el penal, mis "sellos" en mi piel viva de la mano derecha (en la izquierda m pusieron otro), la web de un estupendo grupo de voluntarios que visitan y apoyan a los presos españoles http://fundacionmas34.org/que-hacemos/

Por ultimo, el misericordioso texto del Papa Francisco en su visita a los presos mexicanos.

¡Cuántas lecciones de la visita! Oremos, visitemos, luchemos por su dignidad…y, sobre todo, para que nadie (especialmente jóvenes) tenga que entrar.

 

http://lopezdoriga.com/nacional/llega-el-papa-francisco-al-penal-de-juarez/

En su discurso, Francisco deploró las limitaciones del modelo penitenciario actual y señaló el "camino urgente" a tomar para "romper los círculos de la violencia y de la delincuencia".

"A veces pareciera que las cárceles se proponen incapacitar a las personas a seguir cometiendo delitos más que promover los procesos de reinserción que permitan atender los problemas sociales, psicológicos y familiares que llevaron a una persona a determinada actitud", lamentó.

"Ya tenemos varias décadas perdidas pensando y creyendo que todo se resuelve aislando, apartando, encarcelando, sacándonos los problemas de encima, creyendo que estas medidas solucionan verdaderamente los problemas", añadió.

Denunció que se ha olvidado concentrarse en lo que realmente debería ser la principal preocupación: la vida de las personas y sus familias, la de aquellos que también han sufrido a causa de este círculo de la violencia.

Estableció que las cárceles son un síntoma de cómo está la sociedad, un síntoma –en muchos casos- de silencios y omisiones que han provocado una "cultura del descarte", un síntoma de una cultura que ha dejado de apostar por la vida, de una sociedad que ha ido abandonando a sus hijos.

Según el obispo de Roma, la reinserción no comienza dentro de las paredes de la cárcel sino que debería comenzar afuera, en las calles de la ciudad, creando un sistema de "salud social" donde existan sanas relaciones en las plazas y en los hogares, donde se prevengan todas las acciones que lastimen a la comunidad.

"La reinserción social comienza insertando a todos nuestros hijos en las escuelas y a sus familias en trabajos dignos, generando espacios públicos de esparcimiento y recreación, habilitando instancias de participación ciudadana, servicios sanitarios, acceso a los servicios básicos, por nombrar sólo algunas", insistió.

Dirigiéndose a los presos les pidió no olvidar que tienen a su alcance "la fuerza de la resurrección" y de la "misericordia divina" para dejar atrás el dolor de la caída y poder rehacer la propia vida después del arrepentimiento por los actos cometidos.

"Ahora les puede tocar la parte más dura, más difícil, pero que posiblemente sea la que más fruto genere, luchen desde acá dentro por revertir las situaciones que generan más exclusión", los animó.

"Hablen con los suyos, cuenten su experiencia, ayuden a frenar el círculo de la violencia y la exclusión. Quien ha sufrido el dolor al máximo, y que podríamos decir 'experimentó el infierno', puede volverse un profeta en la sociedad", abundó.

Finalmente, le pidió a los internos que por favor no se olviden de rezar por él.

Tras su mensaje, el jerarca católico lució alegre y relajado, mientras los prisioneros se agolparon junto a la valla para intentar que los tocara.

Dos reos músicos, llorando, se arrodillaron para besar sus manos, mientras el Papa oró con ellos y los bendijo, en tanto que un hombre tocó su guitarra si cesar.

 


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