jueves, 11 de junio de 2020

P.JUAN GARCÍA BLANCO (Salamanca 1933-Colonia 1962) DIO SU VIDA POR LOS EMIGRANTES Y UNO DE ELLOSLO ASESINÓElmartirio olvidado del primer capellán de la Misión de Remschei

P. JUAN GARCÍA BLANCO (Salamanca 1933-Colonia 1962)

 DIO SU VIDA POR LOS EMIGRANTES Y UNO DE ELLOS LO ASESINÓ

El martirio olvidado del primer capellán de la Misión de Remscheid 

 

La brutal guadaña del Covid-19 que ha segado la vida de miles de hermanos sin apenas un adiós y en muchos casos sin digna sepultura, con el agravante en muchos casos del olvido, me ha motivado a rescatar el bello testimonio de este sacerdote, capellán de emigrantes en Alemania y que murió acuchillado precisamente por un emigrante. Agradezco a mi prima Lola García Benito, su sobrina, quien me ha facilitado parte del material. Queda pendiente su semblanza y la publicación de su diario de 1952. Les adelanto una de las perlas escritas: "Yo no sé por qué, Señor, me parece moriré joven. Lo que tenga que hacer en esta vida, he de hacerlo pronto para gozar de Dios. Me edifica el estilo del sacerdote francés de comunidad, de caridad. Unido al trabajador alemán. Maravilloso, Señor" (Jueves, 14 de marzo, 1962).

Les presento algunos datos generales, la mención del Archivo de TVE, y el entrañable artículo de don Lamberto Echeverría

Natural de Calzada de don Diego (Salamanca), 23 de febrero de 1933, murió el 5 de abril de 1962. Fue ordenado sacerdote el 16 de abril 1960 en Salamanca. Apoyó la naciente obra de don Juan Trujillano en Armenteros. Por invitación de su Sr. Obispo, en noviembre de 1961, tomó a su cargo la dirección pastoral de sus compatriotas residentes en el Arciprestazgo de Remscheid, Archidiócesis de Colonia (Alemania).

 

Del Archivo de Televisión Española:https://www.rtve.es/television/20150525/alemania-tan-lejos-tan-cerca/1150180.shtml

Alemania Federal, diezmada por la Segunda Guerra Mundial, necesitaba mano de obra extranjera para reconstruir sus ciudades y trabajar en sus fábricas. Viendo una oportunidad para mejorar sus precarias condiciones de vida miles de españoles hicieron las maletas y emigraron a Alemania. Los emigrantes jugaron un papel importante en el llamado "milagro alemán". La Iglesia española envío sacerdotes para  atender espiritualmente a los emigrantes y la Iglesia católica alemana los acogió y puso a su disposición iglesias y locales para que pudieran llevar a cabo su Misión. Así nacieron las Capellanías Españolas en Europa que más tarde pasaron a llamarse Misiones Católicas de Lengua Española para que tuvieran cabida los emigrantes que llegaban de Hispanoamérica. 

Visitamos la Misión de Remscheid que se abrió en 1961. Su primer capellán fue el salmantino Juan García Blanco y todos se entregaron en cuerpo y alma al servicio de los emigrantes. Entre ellos el navarro  José Antonio Arzoz que lleva 48 años en Alemania,  los últimos 15  desempeñando el cargo de delegado nacional de las Misiones Católicas de Lengua Española. 

En Bonn tiene su sede la Delegación Nacional de las Misiones Católicas de Lengua Española y la Academia Española de Formación cuyo director ejecutivo es el asturiano Vicente Riesgo. La Academia, que inició su andadura en 1984, tiene programas para personas mayores, segunda y tercera generación y nuevos emigrantes. Más de 25.000 personas han recibido formación en la Academia. Regresamos a Colonia una ciudad con algo más de un millón de habitantes de ellos 120.000 extranjeros. 4.000 son españoles y más de 5.000 latinos. El número de hispanohablantes aumenta de año en año. Al frente de la Misión Católica de Lengua Española en Colonia  está el vasco Juan María García, religioso "amigoniano" que lleva 35 años en Alemania.  Nos ha dicho que en torno a los mil emigrantes hispano-hablantes  participan en las celebraciones y actividades de la Misión. Son de distintos países  pero todos hablando una misma lengua.

 

 

El bello y difícil oficio de capellán de emigrantes

(Meditación ante el cadáver de don Juan García Blanco) Lamberto de Echevarría, El Adelanto, sábado 14 de abril de 1962

A las doce de la noche del 2 de abril arrancaba yo de la estación de Colonia, bien lejos de pensar que, unos pocos días después, un sacerdote de esta diócesis de Salamanca iba a regar con su sangre aquella tierra de la de Colonia que ya venía regando con su sudor. La admiración que, en cualquier contacto con los españoles del extranjero, se concibe hacia los capellanes que les atienden, se iba a hacer en esta ocasión más inmensa, más inexplicable, al ver rematarse con el martirio los trabajos habituales en su vida.

¡Bella y difícil vida la del capellán de emigrantes! Ante todo, por lo que hacen. Don Juan ha hecho algo muy hermoso: morir mártir de su minsterio. Pero antes había hecho otras cosas no menos hermosas. Aceptar esa vida dura, de permanente tensión, de constante cansancio que es la vida del capellán de emigrantes. Diez, once, doce... hasta quince o dieciséis horas de trabajo. Acosados constantemente por unas necesidades que crecen de manera inexorable. Atendiendo, oyendo, consolando, remediando, desviviéndose. Esta es la palabra: desvivirse. La muerte espectacular, trágica, ha sido mucho. Pero ¡ojo! Que es necesario que sea solo llamamiento a atender a la dureza inexorable y tremenda de la vida de constante sacrificio que lleva el capellán de emigrantes.

Difícil también, aunque bella, por lo que no hacen, por lo que no pueden hacer. El gran sufrimiento del capellán es ver constantemente tragedias a las que no puede alcanzar, males a los que no 'puede poner remedio. Es su gran dolor. Llaman los pobres españoles a su puerta creyendo en su omnipotencia, pensando que él se lo ha de remediar todo. Y él no puede. Son muchos, son tremendos sus problemas, es mínima su cultura y su preparación. No puede. Es suficiente un rato de conversación con cualquiera de ellos para darse cuenta de este constante dolor. El emigrante no comprende, no quiere entender, le resulta demasiado doloroso hacerse cargo de la imposibilidad en que el capellán se encuentra. Y él, después de haber hecho mil favores, después de haberse desvivido, tropieza al fin con la ingratitud más dura. Fue vano que buscara colocación, que encontrara un albergue, que sirviera de intermediario para aplacar una sanción, que facilitara la solución de un problema familiar... El emigrante, al no encontrar una cosa más que pedía, se volvió ingrato. Y el capellán, que no podía hacer aquello, experimenta ese gran dolor de su impotencia y de la ingrata incomprensión con que son acogidas sus explicaciones.

Difícil también, aunque bella, la vida del capellán, al pensar en lo que tiene que hacer. Eso que tan admirablemente entendió nuestro querido don Juan García Blanco. Que la fe, las costumbres, la vida familiar de millares y millares de españoles se está jugando a la hora de su marcha al extranjero. Que esos millares de españoles pueden ser, como supieron ser los irlandeses, fermento de una vida católica y firme soporte para una iglesia floreciente. Que pueden llegar a ser mensajeros de un prestigio conquistado por ellos para su patria lejana. Que todo exige la presencia del sacerdote, presencia sólo posible a trueque de grandes sacrificios. Como los que hizo don Juan al dejar su querida Salamanca, y al irse a vivir, bajo cielo extraño, triste, plomizo, en país de lengua difícil y de costumbres tan diversas. Pero es que era mucho lo que estaba por medio...

Uno de los mejores sacerdotes salmantinos ha muerto. Con muerte hermosísima, en pleno ejercicio de su ministerio sacerdotal. Ha muerto en el corazón de Europa, lejos de su patria y de los suyos. Ha muerto al servicio de los españoles más necesitados. Ha muerto con muerte violenta, mártir en el más pleno sentido de la palabra, al testificar con su sangre la verdad de lo que unos momentos antes había predicado desde el púlpito. Ha muerto con la más hermosa de las muertes que puede apetecer un sacerdote.

Dejar su muerte reducida a una anécdota trágica pero efímera, sería traicionarla. Creo que importa percibir toda su amplia dimensión Esa muerte ha de ser aldabonazo. A unos, con las rudas y hermosas tareas de los capellanes de emigrantes. A otros invitándoles a pensar en la existencia de un problema gigantesco en el que ellos apenas habían reflexionado. A sus hermanos en el sacerdocio, invitándoles a la imitación en el desprendimiento y la entrega. A todos en el deseo de percibir lo que de ejemplaridad, humana, cristiana y sacerdotal hay en ese episodio.

Y junto a estas consideraciones trascendentales justo será también abrir el ánimo a otras, no por menores menos justas. Un pensamiento de sentida condolencia hacia sus familiares. Un recuerdo para su seminario y su diócesis. Y, aunque piadosamente pensemos, y hasta podamos estar seguros de que ya está intercediendo por nosotros, una oración por su alma y por... el arrepentimiento y el bien espiritual de su asesino.

 

NOTA DE "EL Adelanto" (14 de abril de 1962)

Esta mañana, en la iglesia del Arrabal, se celebrará el funeral por el alma del sacerdote asesinado en Alemania. Los restos del Padre García Blanco llegaron ayer a Salamanca.

Procedente de Francfort llegaron a Barajas los restos del Padre asesinado el día 5.

Allí se encontraban el director general de Emigración don Clemente Cerdá, vicesecretario de Obras Sociales, Sr. Galán. Los restos mortales fueron colocados en una ambulancia para ser trasladado a Beleña. En el templo del Corazón de María se celebró una Misa presidida por Monseñor Fernando Ferril. Participaron el Dr. Gral. de Emigración, vicesecretario de Obras Sociales y sus cinco hermanos. En la tarde del viernes 13, a las 7, llegaron los restos a Salamanca.

La Organización Sindical agradece a todos los participantes para honrar al que fue becario de la Organización y más tarde "llevado de su afán social y su celo apostólico, llegó hasta las lejanas tierras de emigración.

 

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