sábado, 10 de agosto de 2024

Requetés (De las trincheras al olvido) de Pablo Larraz y Víctor Sierra, La esfera de los libros, Madrid, 2011, 955 pp

Requetés (De las trincheras al olvido) de Pablo Larraz y Víctor Sierra, La esfera de los libros, Madrid, 2011, 955 pp

Nunca terminaremos de conocer y desentrañar las acciones y las motivaciones de nuestros antepasados en esta locura de odios y también de ideales contrapuestas en que se mató para que no se matase en esta guerra fratricida en que se inmoló un millón de españoles y extranjeros.

El inmortal cuadro de Goya de la riña a garrotazos, no nos puede llevar, sin embargo, a concluir de modo relativista y superficial, que todos robaron, todos mataron… Primero hay que conocer los hechos, los protagonistas y luego saquemos lecciones. La historiografía de la guerra del 36 ha obviado grupos como los requetés (también las "margaritas", especie de sección femenina) a pesar de contar con unos 60.000 voluntarios y representar un grupo de élite por su juventud y su altura de miras. Unos en vanguardia, otros en retaguardia, y no sólo en Navarra, sino en toda España, salieron en defensa de la patria, del rey y de la religión, sobre todo de ésta, dejando como fruto heroísmo y ganas de reconciliación y de paz.

Sabemos lo difícil que resulta indagar en las heridas del pasado. Parecía que en España, tras la transición, se había llegado ya al punto muerto en que olvidada la guerra se forjaba una España de paz y democracia. Sin embargo, vivimos tiempos en algún sentido al preludio de la guerra, por los enfrentamientos políticos y sociales. Dios quiera que llegue la sensatez y logremos entendernos.

¿Qué nos pasa? Como decía Ortega y Gasset "que no sabemos lo que nos pasa". Para ayudarnos en esta necesaria introspección, saludamos y felicitamos a los autores de la presente obra. En verdad, ingente, de casi mil páginas.

 Se recogen 65 testimonios de 205 participantes en la guerra. Articulados en 15 apartados, de acuerdo a su temática, (los resucitados, cautivos, evadidos, atrapados, niños, Artajona, vocación, columnas y partidas, mujeres de vanguardias, en el frente, retaguardia en pie de guerra, paz en la guerra, ametrallados, cartas, de la victoria al desengaño). Son entrevistas orales, cartas, recuerdos, fotos procedentes de toda España que tienen que ver con las filas carlistas o requetés. Voluntarios de primera línea , enfermeras en hospitales de guerras, presos, evadidos, heridos, mujeres de la retaguardia, capellanes…recuerda n con frescura y autenticidad la tragedia colectiva vivida del 36 al 39. Sin comentar lo sucedido, el esfuerzo de los autores es facilitar los testimonios sin tomar partido.

Comparto entre los valiosísimos testimonios, dos de ellos, vinculados con la acción de los capellanes y la motivación de los protagonistas.

Jesús Torrens Zabalza, 63—74. Navarro, voluntario del Tercio del Rey. Herido en Sigüenza, prisionero y dado por muerto durante varios meses. "Creo que van a perder la guerra –le dijo al jefe de la prisión en Valencia- porque con tanto desorden y poca disciplina entre los combatientes es imposible ganar: cuando los suyos toman un pueblo, lo primero que hacen es dedicarse a robar…nosotros salimos voluntarios y en nuestro ejército hay autoridad, disciplina y moral. Los requetés llevamos un cura en cada compañía y tenemos misa siempre que se puede. En cambio ustedes, para mantener a los milicianos contentos, les mandan putas al frente. ¿Cree usted que un tío va a jugarse la vida sabiendo que después de la batalla va a tener una puta esperándolo?... [La culpa la tienen] sobre todo los dirigentes. Además, tantas atrocidades con la Iglesia lo que han conseguido es que la sociedad española reaccione; y, además, están mal vistas en el extranjero". Él se calló y no volvió a preguntar…Se quedó serio y triste y me despidió cortésmente" p. 72

P. Andrés Algarra Sagüés, nacido en Cáseda, Navarra, 1903, capellán de requetés: "Pensé qué debía hacer, y el 24 de julio me inscribí como capellán de requetés, no porque yo fuera carlista –para mí el sacerdocio estaba por delante de todo-, sino porque me parecían los que habían salido con un espíritu más claro de defensa de la religión y esos muchachos merecían atención espiritual allí donde marcharan. Se pensaba que en quince días se habría entrado en Madrid y ya estaría todo acabado p.446

Los solteros se adelantaban para que los casados no corrieran peligro. Aquella voluntad y generosidad me impresionaba, y viendo esos casos uno se convencía de que con gente así no se podía perder la guerra  p.449

Los capellanes íbamos, lógicamente, sin armas, sólo con el crucifijo que llevaba en el bolsillo de la camisa, que todavía conservo, y el Santo Óleo en una cartuchera. Cuando podía celebraba la misa, confesaba y por las tardes marchaba hasta las avanzadillas para charlar un rato con los voluntarios y rezar el rosario con ellos. Esto último lo agradecían muchísimo, porque para llegar allí te jugabas el tipo y, estando en primera línea, la nostalgia de casa se lleva mejor compartida p.454

El episodio de toda la guerra que recuerdo con más amargura fue cuando me ordenaron confesar a tres prisioneros que iban a fusilar acusados de espionaje…Hablé al capitán para convencerle de que no los fusilaran. Acabó enfadándose por mi insistencia y me dijo muy serio: Padre Algara, cumpla usted con su deber de sacerdote, pero yo tengo que cumplir mi deber como militar. Al final los fusilaron. Aquello me afectó mucho y durante varios días no pude quitármelo de la cabeza. Afortunadamente, no se volvió a repetir

…He evitado siempre cualquier polémica, pero tengo que decir que, como sacerdote, desde el día del Alzamiento prediqué sobre el perdón cristiano y en contra de la venganza…Estoy seguro de que la mayoría de los sacerdotes actuamos en este mismo sentido, y por eso me duele cuando ahora se critica tan fuerte a la Iglesia en aquellos años sin saber y sacando sólo lo negativo. Parece que nadie habla de los pueblos de Navarra y hubo muchos en que gracias al cura no hubo fusilamientos o de todos los religiosos que murieron por causa de la fe perdonando a sus verdugos. Ellos son el mejor ejemplo y testimonio que ha dejado nuestra maldita guerra ". 456

Javier Lorente Esparza, Olite, Navarra, 1915, seminarista, voluntario del Tercio de San Miguel

"Salimos a la guerra con espíritu de fe, de cruzada, para salvar a España del comunismo, y todos éramos una misma voluntad y una misma reacción. Nos queríamos como hermanos y nos jugábamos la vida unos por otros. Aquello fue único, una gesta, aunque las nuevas generaciones no lo entiendan ni les importe" p. 472

La he leído de un tirón y la verdad que da gusto conocer tantas personas en tantos acontecimientos de la vida cotidiana de primera mano. La esmerada edición acompañada de numerosas fotos y mapas ayudan para que el relato no pierda nada de su fuerza. 

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