Guzmán Carriquiry, sobre la Iglesia en Hispanoamérica: Alfa y Omega > Nº 743 / 23-VI-2011 > Desde la fe
Una Iglesia joven y viva Don Guzmán Carriquiry acaba de publicar El bicentenario de la independencia de los países latinoaméricanos (Ediciones Encuentro). El nuevo Secretario de la Comisión Pontificia para América Latina da cuenta, en esta entrevista a Alfa y Omega, de los retos y responsabilidades que tiene delante de sí la Iglesia en Hispanoamérica
Su nuevo libro ha sido publicado en el contexto de su nombramiento como nuevo Secretario de la Comisión Pontificia para América Latina.
En verdad, mi libro estaba ya en imprenta cuando fui notificado de mi nombramiento como Secretario de esa Comisión. De todos modos, en este estudio he tratado no sólo de recapitular algunas hipótesis y juicios sobre el período histórico de la emancipación latinoamericana, sino también plantear claramente el legado que dejó la independencia y las grandes tareas que los pueblos latinoamericanos tienen que asumir en el presente y en el próximo futuro. En mis libros, Una apuesta por América Latina (ed. Sudamericana) y El bicentenario de la independencia de los países latinoamericanos (Ediciones Encuentro), está concentrado mi pensamiento sobre la historia y actualidad de nuestros pueblos. Como Secretario de la Comisión Pontificia para América Latina tengo como preciso cuadro de referencia, como iluminación y guía, el magisterio pontificio, y en especial el de Su Santidad Benedicto XVI, y el documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Aparecida.
El Papa ha confiado por primera vez a un laico tan alta responsabilidad. ¿Se trata sólo de un acto de confianza personal en usted, o es también signo de la creciente apertura de la Iglesia hacia el papel de los laicos?
Por supuesto que estoy personalmente agradecido y conmovido por este acto de afecto y confianza por parte del Santo Padre. Ahora me toca seguir siriviéndolo en esta nueva responsabilidad, con renovado entusiasmo y fidelidad, implorante de la gracia de Dios y confiado en la protección de Nuestra Señora de Guadalupe. Seamos laicos o sacerdotes en la Curia romana, lo importante es que todos y cada uno sirvamos al sucesor de Pedro con ese mismo espíritu. No me gusta nada vincular la promoción de los laicos con la ocupación de posiciones o protagonismos de poder, bajo la continua sospecha de una Iglesia clerical. Lo que importa es el testimonio de los christifideles laicos. Lo demás viene por añadidura. Hoy día, los fieles laicos participan en las más diversas instancias de la Iglesia, aportando todo lo que el encuentro con Cristo va regenerando en su vida personal, matrimonial y familiar, laboral y social, y también en las responsabilidades eclesiales que desempeñan. Es bueno que estén presentes, y cada vez más en formas significativas y enriquecedoras, en los diversos dicasterios y organismos de la Santa Sede.
¿Cómo está hoy la Iglesia en Iberoamérica?
Encuentro una Iglesia muy compenetrada con los sufrimientos y esperanzas de nuestros pueblos. Es morada acogedora que sigue suscitando muy profunda y amplia credibilidad y confianza, más allá de coyunturas difíciles. La veo perseverante en la tarea de hacer crecer un pueblo de bautizados, sostenidos y alimentados por su piedad católica, como pueblo de discípulos, testigos y misioneros de Cristo. Encuentro una Iglesia que está llamada a recorrer las sendas abiertas e iluminadas por el acontecimiento y el documento de Aparecida, con el nuevo ardor requerido por la misión continental, que es respuesta a los requerimientos pontificios de una nueva evangelización. Encuentro una Iglesia implicada, preocupada y comprometida ante las aceleradas transformaciones económicas, sociales, políticas y culturales de esta hora latinoamericana. Encuentro una Iglesia custodia de una cultura de la vida, educadora y promotora de la familia, con mucha participación de jóvenes y siempre con un amor preferencial por los pobres. Parafraseando a Benedicto XVI, diría que es una Iglesia joven y viva, pero de la que ha de esperarse aún mucho más, por gracia de su Señor, para bien de nuestros pueblos y de toda la catolicidad.
¿Qué significa para su misión el hecho de que más del 40% de los católicos del mundo entero vivan en Iberoamérica?
Los números no lo dicen todo, pero no tener en cuenta el peso de los números es de necios o distraídos. Respondiendo a una pregunta similar planteada al Papa por un periodista durante el vuelo que lo llevaba a San Pablo y a Aparecida, Benedicto XVI afirmó que esa proporción indicaba que, en buena medida, el futuro de la catolicidad, al menos para las próximas décadas, depende de América Latina, de la misión de la Iglesia al servicio de los pueblos latinoamericanos. Toca, pues, por una parte, demostrar, por todos los medios posibles, atención, interés, solicitud pastoral, compañía alentadora y guía cercana por parte de la Santa Sede respecto de todo lo bueno, lo bello y verdadero que el Espíritu Santo suscita en la vida y misión de la Iglesia en América Latina. Por otra parte, importa que las experiencias, problemas y desafíos que vive la Iglesia en América Latina, así como sus eventos y programas, entren más de lleno en la consideración de todos los dicasterios de la Curia romana.
¿Qué puede aprender la Iglesia española de la fe de los inmigrantes iberoamericanos?
Esos hermanos traen a España lo que España supo sembrar, como semillas y frutos del Evangelio. Han vivido muchas dificultades en los procesos de integración familiar, laboral y cultural en la España actual, cuya riquísima tradición católica está hoy sacudida y erosionada por fuertes vientos de descristianización. Es importante que se les dé una acogida cariñosa y se los acompañe en la integración enriquecedora.