Con estos versos, concluye una de las más emotivas semblanzas poéticas sobre Santa Rosa el gran vate Luis Fernán Cisneros. Ramón Mujica Pinilla acaba de publicar un libro Rosa limensis (Mistica, política e iconografía en torno a la patrona de America) (IFEA-BRP-FCE, Lima 2001) en el que nos aporta datos precisos sobre las personas que acompañaron a la Santa en el atardecer de su vida terrena. En el cuadro de A. Medoro, la mujer que aparece en torno a Rosa es doña María de Uzátegui y "fue mandado hacer ex profeso por el Contador de la Santa Cruzada Gonzalo de la Maza, hombre piadoso y refinado, a quien gustaba el arte, como obsequio a su esposo y en recuerdo de su bienaventurada protegida Rosa".
Fueron don Gonzalo de la Maza y doña María de Uzátegui quienes proporcionaron una morada ideal para los deseos contemplativos de Rosa. Extractamos algunos párrafos de los testimonios de estos padres adoptivos de la Santa tal como figuran en el proceso de beatificación. Don Gonzalo señala que: "La habitación de la dicha Rosa en la casa de este testigo fue con gusto de los dichos sus padres, y con el de los padres espirituales con quien se comunicaba, y aun algunas veces ordenado por ellos, como se lo dijeron a este testigo el padre maestro Lorenzana, de la Orden de Santo Domingo, y el padre Diego Martínez, de la Compañía de Jesús, sus confesores".
El biógrafo de la santa, J.M. Bermúdez, O.P., señala que "dedicaba algunos días u horas a la enseñanza de las niñas del contador. Se solía admirar por la abstracción de sus sentidos, la compostura de su cuerpo y modestia de sus ojos, que pocas veces se los vio levantar don Gonzalo, con ser tan familiar que la llamaba Madre y ella a él el Padre".
La familia De la Maza se convirtió en su auténtica familia. La casa se convirtió en centro de espirituales tertulias en las que participaban selectos cristianos limeños, fundamentalmente seglares como Luisa de Melgarejo, esposa del rector de la Universidad de San Marcos en 1615, doctor Juan de Soto; el médico Juan del Castillo, hombre de ciencia y de gran caudal de cultura mística quien examinó a fondo y nos ha legado su espiritualidad a través de sus escritos; además figuraban varias "beatas" como Ana María Pérez, cocinera mulata en el hogar del Contador, Inés de Velasco, sevillana casada con el comerciante Fernando Cuadrado e Isabel de Ormaza, india limeña .
Tanta familiaridad nos lo revela el hecho de que María de Uzátequi acometiese el protagonismo de ingresarle en un convento por deseo expreso de su madre de doña Oliva. Parece ser que doña María de Quiñónez, sobrina de Santo Toribio Mogrovejo, eligió a Rosa por fundadora del Monasterio de Santa Clara. El Contador -quien a juicio del protobiógrafo de Rosa, L.Hansen- conocía a la Santa como nadie, le "propuso entrase en la nueva reforma de los Franciscanas Descalzas, creyendo que ese era el estado más ajustado al genio de Rosa". Doña María será la que "quitó de la cabeza (la corona de espinas) cuando cayó mala de la enfermedad con que falleció".
Van a ser testigos de su caridad heroica. "Porque tenia imposible que se pudiese contener en el dejar de servir a los pobres, a los cuales procuraba acudir con todo lo que podía y permitía su gran pobreza, y donde no, vio que se angustiaba y afligía" según el P.Loayza; este mismo testigo dirá que la madre de Rosa "tenía por imposible que se pudiese contener (su hija) el dejar de servir a los pobres a los cuales provocaba acudir con todo lo que podía y permitía su pobreza". Rosa traía a enfermos negros e indios a casa de su madre para curarlos, atenderlos o alojarlos. De tal manera que "aunque estuviese ocupada en la oración y recogimiento, habiendo algún moreno enfermo en casa de esta testigo, acudía a todas horas a curarle y regalarle".
Lo mismo puede decirse de su vida contemplativa. Así nos lo manifiesta Da María:" Sabe porque lo vio, que algunos viernes no podía responder ni hablar cuando ella se encerraba desde el jueves en la noche hasta el sábado por la mañana; y preguntándola esta testigo ...la causa, le dijo que no la llamasen aunque viniese su madre, porque de ninguna manera podía responder ni levantarse de donde estaba, porque estaba arrebatada toda". Su oración la expresaba en la canción en la que quedaba embebida toda la familia:
"Y otras muchas cosas y palabras de grande amor y regalo, con linda voz y consonancia, que nos hacia dejar lo que hacíamos por estarla oyendo y escuchando...Y les sucedió a esta testigo y al Contador su marido, que dejaban de cenar por oír cantar a la dicha bendita Rosa". Su conversación era toda sobre Dios. "Y como encontraba Rosa buena pasta en ambos consortes, el diálogo corría a modo de beneficioso contagios". Así resulta del testimonio de Da María: "Tenía (Rosa) muy grande amor a un Niño Jesús que ésta testigo tiene en su oratorio, y algunas veces entrando el Contador Gonzalo de la Maza su marido, al oratorio a decir requiebros al Niño Jesús le decía esta testigo a la dicha bendita Rosa:
- Mira, hija, qué enamorado está el Contador de su lindo Niño.
Y decía ella:
- Muy bien puede, porque el Niño se alegra en viéndolo entrar, y parece que se quiere saltar de la peana y venírsele a los brazos.
También serán testigos de su despedida terrena. Les asombraba que mientras "la naturaleza iba desfalleciendo, parecía se aumentaba su paz y alegría". Y estando así el martes por la noche del 22 de agosto, "con un crucifijo en la mano, con amorosos requiebros le pedía dolores":
- Mi Dios, mi Señor, mi Jesús, mi Esposo, y mis amores, dadme dolores.
Se va despidiendo tiernamente de todos sus familiares. Comenzó pidiendo la bendición al Contador; y, luego, llamando a sus dos hijas "les hizo una plática, exhortándolas a que sirviesen y amasen mucho a Nuestro Señor y sirviesen mucho a sus padres y les diesen buena vejez". Mandó llamar también a los siete esclavos negros de la casa para darles su bendición.
Por estos testimonios últimos sobre el momento de su muerte podemos calibrar el alto nivel espiritual de estos esposos:
· Doña María: "Llamando el dulce nombre de Jesús expiró, quedando con los ojos abiertos y claros sin quebrárseles, y su rostro tan lindo y hermoso como cuando estaba viva y con muy buenos colores".
· Don Gonzalo: "Y con esta resignación, paz y entendimiento, y con su habla y sentido estuvo hasta que expiró, un poco antes de las doce y media de aquella noche, diciendo: "Jesús, Jesús sea conmigo".
· Juan Costilla de Benavides, oficial mayor de la Contaduría de Cruzada, que vivía con el de la Maza, y se halló presente al fallecimiento, expuso que éste fue exactamente dando las doce y cuarto, es a saber a las cero y cuarto del día de S. Bartolomé.
El mismo Catecismo de la Iglesia Católica recoge el perfume de la vida de nuestra santa en dos frases antológicas: "Fuera de la Cruz no hay otra escala por donde subir al cielo" (n. 618) "Cuando servimos a los pobres y a los enfermos, servimos a Jesús. No debemos cansarnos de ayudar a nuestro prójimo, porque en ellos servimos a Jesús" (n.2449). Con toda razón, el documento postsinodal Ecclessia in America señalará rotundamente que "la expresión y los América ha visto florecer los frutos de la santidad desde los comienzos de su evangelización. Este es el caso de santa Rosa de Lima (1586-1617), la primera flor de santidad en el Nuevo Mundo.
http://www.peru.com/noticias/especiales/2005/santa_rosa/idocs/2005/8/24/DetalleDocumento_238846.asp