sábado, 12 de marzo de 2011

¡Bienvenido al mundo Míster "Bebé Siete Mil Millones"!

¡Malthus, gracias a Dios, te equivocaste! Agoreros de todos los pueblos,  desuníos. Pesimistas de todos los planetas, ¡no tienen razón! HAY RECURSOS, HAY ALIMENTOS, SI HAY CORAZÓN PARA COMPARTIR. Así que ¡bienvenido bebecito SIETE MIL MILLONES! Si estuviese aquí Teresa de Calcuta te habría guiñado su ojo también y te habría dado un abrazo fuerte. ¡Cada vez que un niño nace, Dios sonríe de nuevo otra vez! Les comparto el artículo de Steve W. Mosher Presidente del Population Research Institute. http://www.fluvium.org/textos/vidahumana/vid364.htm

Antes de fin del año 2011, un bebé saldrá del vientre de su madre, dará su primer aliento y anunciará su llegada al mundo con un grito. Así es como nacerá el Bebé Siete mil millones.

Todos estamos de acuerdo que ese día será un hito importante porque nuestro planeta se convertirá en el hogar de siete mil millones de seres humanos. Pero muchos se preguntarán si este acontecimiento será una señal de advertencia de una catástrofe inminente o es algo que deberíamos celebrar.

Los profetas del pesimismo, de las bombas poblacionales y de los “baby booms” seguramente preferirían que el Bebe Siete Mil Millones nunca nazca.

Él o ella llegará a un mundo más próspero de lo que nuestros ancestros ni siquiera imaginaron.

Las cifras nos dan la razón

A medida que aumenta la población, también aumenta nuestro bienestar. En 1800, cuando había solamente mil millones de seres humanos, el ingreso per cápita era de apenas el equivalente a US$ 100 de hoy. En 1900, cuando la población estaba cerca de los 2 mil millones, alcanzó los US$ 500.00. Actualmente, con 7 mil millones de personas, el ingreso per cápita se ha elevado a más de US$ 5,000.00. En el 2100, con una población proyectada entre 7 y 8 mil millones (pero ya en descenso debido a las tendencias de natalidad actuales), será de US$ 30,000.00 en dólares actuales.

        La llamada “explosión demográfica” de los últimos dos siglos ha sido una verdadera revolución en el incremento de la salud. En el siglo 19, cuatro de cada 10 niños morían antes de cumplir los 5 años de edad. Hoy la mortalidad infantil de los menores de 5 años está en menos del 7%. Consecuentemente, los seres humanos viven más. Hace doscientos años, la esperanza de la vida humana era menos de 30 años. Hoy en día está cerca de los 70 años.

        Como la gente vive más, naturalmente hay más de nosotros en un momento dado. Esto es motivo de celebrar, no de desesperación.

        En casi todas las medidas de bienestar, desde la mortalidad infantil y la expectativa de vida al nivel de educación y la ingesta calórica, la vida en África, Asia y América Latina ha estado mejorando drásticamente. Según el Banco Mundial, el ingreso promedio en el mundo en desarrollo se ha más que duplicado desde 1960.

        Se produce suficiente grano para cada persona en la tierra como para consumir 3,500 calorías diariamente. No es necesario que nadie se muera de hambre en medio de esta abundancia.

        La población se ha duplicado desde 1960, pero la disponibilidad de comida y la producción mundial de recursos nunca ha sido tan elevada. Las economías continúan creciendo, la productividad se incrementa y la contaminación está disminuyendo. La esperanza de vida se alarga, la pobreza se ha reducido y la libertad política está creciendo. Incluso el siempre convulsionado Oriente Medio que se pensó sería para siempre el campo de dictadores y ayatolas, está en constante movimiento hacia el desarrollo. La raza humana nunca ha estado en tan buena posición.

¿Qué estamos haciendo con todo ese bienestar?

        Si bien todas las curvas de indicadores económicos indican mejoría, demográficamente hablando, sucede todo lo contrario. De hecho la despoblación, y no la sobrepoblación, es la mayor amenaza que enfrenta el mundo hoy en día. Más de ochenta países, que en conjunto representan más de la mitad de la población mundial, tienen una tasa de fertilidad por debajo del reemplazo, definido en 2.1 niños por mujer.

        Actualmente la población en los países desarrollados se mantiene estática o en declive. Naciones Unidas predice que, para el 2050, la población de Rusia se habrá reducido en 25 millones de personas, la de Japón en 21 millones, la de Italia en 16 millones y la de Alemania y España en 9 millones cada una. Europa y Japón perderán la mitad de su población para el año 2100.

        Los países con la tasa de fertilidad por debajo del reemplazo finalmente desaparecerán. Es sólo cuestión de tiempo.

        Incluso en los países en desarrollo el tamaño de la familia ha disminuido, de alrededor de 5 niños por mujer en 1900 a menos de 3 hoy. Y la tendencia al descenso sigue firme.

        De acuerdo a la “proyección de la variante baja” de la ONU, históricamente la más precisa, la población mundial alcanzará un máximo de 8 mil millones en el año 2040 y luego empezará a declinar.

        Las tasas de fertilidad altas son cada vez más raras. Las cifras de Naciones Unidas para el 2008 muestran sólo un puñado de países con tasas de población en crecimiento por encima del 3%.

        Para el 2050 las personas de 65 años o más serán casi el doble que los niños de 15 años o menores. Las consecuencias económicas del envejecimiento de la población serán el cierre de colegios, la disminución de los mercados de valores y las economías moribundas.

¿Por qué entonces siguen promoviendo el control natal?

        Ninguna de las cifras que hemos mencionado es parte de un reporte confidencial. Resulta muy difícil pensar que quienes promueven el control natal en el mundo ignoren estos hechos. Es mucho más verosímil pensar que persiguen una lógica distinta de quien piensa sanamente en el bienestar de todos los seres humanos por igual. Basta hacer una lista de los que financian el control natal y otra de cuáles son las poblaciones a las que se dirige, y la respuesta saltará a la vista. Una revisión ideológica sobre sus fundadores (Margaret Sanger, John Rockefeller III entre otros) y de sus operadores políticos (aquí la lista sería interminable pero citemos como ejemplo a los altos funcionarios de ONU desde U Thant en adelante hasta Michelle Bachelet) nos quitará cualquier duda: el control natal es una forma de variar el final de lo que las tendencias marcan. La pregunta es… ¿podrán hacerlo?

        Una de las principales formas de justificar el control natal fue la difusión del miedo al crecimiento de la población, el mito de la superpoblación.

        Para hacerlo era necesario desinformar. Por eso el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA por sus siglas en inglés) y otras organizaciones de control de población siempre fueron reacios a informar la verdad sobre las tasas de fertilidad en descenso a nivel mundial, ya que recaudan fondos asustando a la gente con el fantasma de la sobrepoblación. Nos cuentan que la gente pobre en los países en desarrollo tiene demasiados bebés. Equivale a decir que solamente los ricos deberían tener hijos. Es una nueva forma de racismo mundial.

        E hicieron muy bien su trabajo. Hoy en día pensar en tener más hijos y no menos (pensar desde la lógica de las cifras) nos resulta completamente extraño. Han trabajado eficientemente nuestra mente y nuestra voluntad para crearnos una sensación de inseguridad ante el crecimiento poblacional. Y al mismo tiempo, tenemos una completa ignorancia y despreocupación ante las terribles consecuencias del despoblamiento.

        Desde aquí hacemos un llamado a detener todo esto. A enterarnos y a enterar a otros de la realidad, de las cifras y de los hechos. Debemos dejar de financiar los programas de control de población, y en su lugar, dirigir nuestra atención hacia verdaderos problemas como la malaria, el tifus y el VIH / SIDA.

        Unámonos también para celebrar el nacimiento del Bebé Siete Mil Millones. El o ella es un signo de nuestro futuro, nuestra esperanza y nuestra prosperidad.

        Las personas son el mayor recurso de la humanidad. Personas extraordinariamente dotadas han contribuido a enriquecer la civilización y alargar la vida. Pero el hecho es que todos, ricos o pobres, es una creación única con algo invalorable para ofrecer al resto de nosotros.

        El Bebé Siete Mil Millones, niño o niña, cualquiera sea el color de su piel, no es un pasivo sino un activo. No es una maldición sino una bendición para todos nosotros.

 

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