viernes, 23 de diciembre de 2011

¡MUY FELIZ NAVIDAD!

Queridos amigos:

 

¡Dios quiera les llegue mi correo con los mejores deseos de paz y misericordia para vivir a tope estos días entrañables de la Navidad! Yo estaré desde el 25 mi semana de vacaciones espirituales con el Señor, ¡de Retiro! Unidos en la oración y en la misión. Muy feliz 2012

 

José Antonio Benito

 

DIRECCIONES DE INTERÉS en lo que ando metido:

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http://www.radiomaria.org/media/start.asp?SOURCE=peru&TITLE=peru Programa HISTORIAS SANTAS DE NUESTRA HISTORIA. Radio María, domingos 1 p.m. y 9.30 p.m.

http://www.paxtv.org/paxtv/especialesdepax/programa.php

http://www.paxtv.org/paxtv/elpuente/programa.php MIÉRCOLES 8 p.m. (en diferido los jueves a las 12 p.m. y los sábados a las 12 m)

 

FELICITACIÓN NAVIDEÑA 2011-2012

 

Me parece tan bella la oración recitada por el Papa, en vísperas de Navidad, con motivo del Bicentenario de la Independencia de América, que expresa mejor que nada mis sentimientos para estos días entrañables.

Santa María de Guadalupe es la Mujer que va a dar a luz la Nueva Luz en América.

 

Tengo presente los 500 años de la denuncia profética de los PP. Dominicos en 1511 y que motivó la promulgación de las Leyes de  Burgos a favor de los nativos.

 

Muy feliz Pascua de Navidad y que el 2012 sea el  Año de la Fe, por los 50 años del Concilio Vaticano, el del cincuentenario de la canonización de San Martín de Porres.

 

Te desea lo mejor

 

José Antonio Benito

Virgen María de Guadalupe,
Madre del verdadero Dios por quien se vive.

En San Juan Diego,

el más pequeño de tus hijos,
Tú dices hoy a los pueblos de América Latina:
‘¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?
¿No estás bajo mi sombra?
¿No estás por ventura en mi regazo?’

Por eso nosotros con profundo agradecimiento
reconocemos a través de los siglos
todas las muestras de tu amor maternal

tu constante auxilio, compasión y defensa
de los moradores de nuestras tierras,
de los pobres y sencillos de corazón.

Con esta certeza filial,
acudimos a ti, para pedirte,
que así como ayer vuelvas a darnos a tu Divino Hijo,
porque sólo en el encuentro con Él
se renueva la existencia personal
y se abre el camino para la edificación de una
sociedad justa y fraterna.

A ti, ‘Misionera Celeste del Nuevo Mundo’,
que eres el rostro mestizo de América
y luminosamente manifiestas su identidad, unidad y originalidad,
confiamos el destino de nuestros Pueblos.

A ti, Pedagoga del Evangelio de Cristo,
Estrella de la Nueva Evangelización,
consagramos la labor misionera
del Pueblo de Dios peregrino en América Latina.

¡Oh Dulce Señora!,
¡Oh Madre Nuestra!,
¡Oh siempre Virgen María!
¡Tu presencia nos hace hermanos!

Acoge con amor esta súplica de tus hijos
y bendice esta amada tierra tuya
con los dones de la reconciliación y la paz.

Amén”.

 

 

 

 

 

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jueves, 22 de diciembre de 2011

Se reabre el caso de las esterilizaciones forzosas en Perú

Les comparto el artículo de ZENIT del día de hoy y las declaraciones del Dr. Luis Solari (en tres videos de la web de laUCSS)
Declaraciones de las víctimas recogidas por La Croix

ROMA, jueves 22 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Por iniciativa de un grupo de mujeres que sufrieron esterilizaciones forzadas, el actual presidente Ollanta Humala ha pedido al fiscal de la nación que reabra la investigación sobre las esterilizaciones forzadas realizadas por el gobierno del expresidente Alberto Fujimori, en los años 90.

El diario católico francés La Croix publica este miércoles un artículo basado en reportajes e informaciones recogidas por un enviado especial del matutino en la zona andina del Cuzco.
Fujimori, al gobierno del 1990 al 2000, fue condenado a 25 años de prisión por violación de los derechos humanos, en dos masacres de civiles perpetradas por un “escuadrón de la muerte”, en la guerra sucia contra el grupo terrorista Sendero Luminoso.

En dicha condena no entran los casos de esterilizaciones forzadas o realizadas con engaño a más de trescientas mil mujeres y veinte mil hombres, a través de un programa de esterilización nacional.

La motivación de la campaña del expresidente ahora preso, era la de bajar la tasa de natalidad como un medio para bajara la pobreza. O sea, ironiza La Croix, bajar la pobreza eliminando a los pobres.

Entre las víctimas está Yony Qquellón, de una aldea cercana a la ciudad de Cuzco, que junto a otras doce mujeres levantó su voz contra el abuso sufrido.

En 1997 Yony tenía 23 años y estaba encinta de su cuarto niño. En el centro de Salud, le dijeron que le iban a hacer una limpieza y al despertar se enteró que le habían esterilizado. “Tendrías que agradecerle a Fujimori --le dijo la enfermera- pues aquí las mujeres hacen niños como los conejos”. La campaña fue lanzada en 1995 por el gobierno de Fujimori, llegando a trescientas esterilizaciones al día con el objetivo de llegar a ciento cincuenta mil al año.

La abogada del Instituto de defensa legal, Silvia Romero indicó que “se habla de una política de Estado que ha transformado la esterilización quirúrgica supuestamente voluntaria en una técnica única de control de la natalidad”, y añadió que “los informes hablan de chantajes, raptos, amenazas a las mujeres en particular en el interior del país”. Y les amenazaban que “serían llevadas a la cárcel, no recibirían ayuda alimentaria si tenían más de dos niños”.

La futura diputada Hilaria Supa, que en esa época organizaba clubes de deporte para las mujeres locales, explicó: “He descubierto un día que varias de mis jugadoras habían sido esterilizadas y tenían vergüenza de decírmelo”. Ella invita a las doce mujeres llamadas “heroínas de Anta” a sostener la demanda.

Otra de las mujeres es Hilaria Huaman, fue esterilizada a los 42 años, después de 12 partos. “Mi marido no lo ha aceptado nunca” reporta La Croix, pues “me dice que quería salir con otros hombres y me pega”. Maximiliana Quillayaman, otra de las víctimas fue al puesto sanitario de su pueblo, el personal le hizo firmar un papel cuyo contenido no entendía y le hicieron la ligadura.

El presidente de la Asociación nacional de los médicos del Ministerio de la Salud, Jesús Bonilla, indicó: “ Si no se alcanzaban las cuotas de esterilización, el personal era sancionado”. A tal punto que “una enfermera, para llenar su cuota de dos o tres esterilizaciones por meses y conservar su trabajo, se presentó como voluntaria para esterilizarse”.

Eugenia Fernán, especialista de los derechos de la mujer, indicó “Las autoridades han fijado objetivos precisos de esterilizaciones para cada hospital, cada centro de curación. Han creado un tipo de competición para saber quien iba a esterilizar más”. Y la publicidad incluso se realizaba en las ferias populares.

El ministro de Salud del gobierno de entonces Alejandro Aguinaga sostiene todavía que “no han existido esterilizaciones forzosas” si bien reconoce errores aislados, donde efectivamente no se no han encontrado los documentos de aceptación de las mujeres operadas”.

Otro caso fue el de Victoria Vigo que perdió a su bebé prematuro durante un parto difícil. “He caído en depresión –dijo--, y el doctor intentaba consolarme indicándome: “Eres todavía joven, puedes tener otro niño”, cuando otro operador me dijo que no era posible porque había sido esterilizada”.

Después de siete años de batalla legal, Victoria Vigo es la única mujer que logró obtener una condena contra el médico que la había esterilizado sin informarla.

La justicia no llega tampoco a las familias de las diecisiete mujeres que murieron por complicaciones postoperatorias. Solamente la familia de una de ellas, Mamérita Mestanza, ha obtenido una compensación estatal peruana gracias a la intervención de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Todos los demás casos de muertes por complicaciones postoperatorias fueron archivados.

Se reabre el caso de las esterilizaciones forzosas en Perú
http://www.youtube.com/watch?v=8fsk9OI8Na0; http://www.youtube.com/watch?v=IXnccDjMblQ&feature=related; http://www.youtube.com/watch?v=rve0j7RIiAw&feature=related

Noticias Perú » Política » Luis Solari: caso de esterilizaciones forzadas no prescribe

Ex ministro de Salud considera que caso debe ser judicializado.

Además, le pide a congresista Alejandro Aguinaga que asuma su responsabilidad.

El ex ministro de Salud, Luis Solari, afirmó que el caso de las esterilizaciones forzadas realizadas durante el gobierno del sentenciado Alberto Fujimori debe ser investigado, porque se trata de un delito que no puede prescribir y no existen responsables hasta el momento.
Asimismo, calificó de “inadmisible” que no se sancione a quienes promovieron la llamada anticoncepción quirúrgica voluntaria (AQV) entre las mujeres de menores recursos económicos, mediante presiones, coacciones, amenazas y ofrecimiento de alimentos.
“Quiero decirle a mi colega Alejandro Aguinaga (exministro de Salud y actual congresista), tú eres el que menos debe salir a decir que esto ya se vio, se archivó (…) Que asuma su responsabilidad, no puede ser congresista y dejar de lado el tema”, sostuvo en declaraciones a Canal N.
Sobre el mismo tema, recordó que el caso ya fue investigado anteriormente, y si ahora termina judicializado, opinó que los otros fiscales actuaron equívocamente, y que la propia democracia con sus propios mecanismos está corrigiendo eso.
“Si yo fuera fujimorista, lo primero que yo quisiera es que se judicialice porque si digo que nadie fue responsable y yo quiero que me declaren inocente, no quiero tener permanentemente una cuestión que pueda abrirse en el Poder Judicial”, manifestó. (Con información de Andina).

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50 AÑOS DE LA CONVOCATORIA DEL CONCILIO VATICANO II POR EL BEATO JUAN XXIII

Constitución Apostólica Humanae Salutis

De nuestro santísimo Señor
Juan
Por la divina providencia
Papa XXIII
por la que se convoca el Concilia Vaticano II

1. El Reparador de la salvación humana, Jesucristo, quien, antes de subir a los cielos, ordenó a sus Apóstoles predicar el Evangelio a todas las gentes, les hizo también, como apoyo y garantía de su misión, la consoladora promesa: «Mirad que yo estoy con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos» (Mt28,20).

2. Esta gozosa presencia de Cristo, viva y operante en todo tiempo en la Iglesia santa, se ha advertido sobre todo en los períodos más agitados de la humanidad. En tales épocas, la Esposa de Cristo se ha mostrado en todo su esplendor coma maestra de verdad y administradora de salvación y ha hecho ver a todos el poder extraordinario de la caridad, de la oración, del sacrificio y del dolor soportados por la gracia de Dios; todos los cuales son medios sobrenaturales y totalmente invencibles y son los mismos que empleó su divino Fundador, quien, en la hora solemne de su vida, declaró: «Confiad, yo he vencido al mundo» (Jn 16,33).

3. La Iglesia asiste en nuestros días a una grave crisis de la humanidad, que traerá consigo profundas mutaciones. Un orden nuevo se está gestando, y la Iglesia tiene ante sí misiones inmensas, como en las épocas más trágicas de la historia. Porque lo que se exige hoy de la Iglesia es que infunda en las venas de la humanidad actual la virtud perenne, vital y divina del Evangelio. La humanidad alardea de sus recientes conquistas en el campo científico y técnico, pero sufre también las consecuencias de un orden temporal que algunos han querido organizar prescindiendo de Dios. Por esto, el progreso espiritual del hombre contemporáneo no ha seguido los pasos del progreso material. De aquí surgen la indiferencia por los bienes inmortales, el afán desordenado por los placeres de la tierra, que el progreso técnico pone con tanta facilidad al alcance de todos, y, por último, un hecho completamente nuevo y desconcertante, cual es la existencia de un ateísmo militante, que ha invadido ya a muchos pueblos.

4. Todos estos motivos de dolorosa ansiedad que se proponen para suscitar la reflexión tienden a probar cuán necesaria es la vigilancia y a suscitar el sentido de la responsabilidad personal de cada uno. La visión de estos males impresiona sobremanera a algunos espíritus que sólo ven tinieblas a su alrededor, como si este mundo estuviera totalmente envuelto por ellas. Nos, sin embargo, preferimos poner toda nuestra firme confianza en el divino Salvador de la humanidad, quien no ha abandonado a los hombres por Él redimidos. Mas aún, siguiendo la recomendación de Jesús cuando nos exhorta a distinguir claramente los signos... de los tiempos (Mt 16,3), Nos creemos vislumbrar, en medio de tantas tinieblas, no pocos indicios que nos hacen concebir esperanzas de tiempos mejores para la Iglesia y la humanidad. Porque las sangrientas guerras que sin interrupción se han ido sucediendo en nuestro tiempo, las lamentables ruinas espirituales causadas en todo el mundo por muchas ideologías y las amargas experiencias que durante tanto tiempo han sufrido los hombres, todo ello está sirviendo de grave advertencia. El mismo progreso técnico, que ha dado al hombre la posibilidad de crear instrumentos terribles para preparar su propia destrucción, ha suscitado no pocos interrogantes angustiosos, lo cual hace que los hombres se sientan actualmente preocupados para reconocer más fácilmente sus propias limitaciones, para desear la paz, para comprender mejor la importancia de los valores del espíritu y para acelerar, finalmente, la trayectoria de la vida social, que la humanidad con paso incierto parece haber ya iniciado, y que mueve cada vez más a los individuos, a los diferentes grupos ciudadanos y a las mismas naciones a colaborar amistosamente y a completarse y perfeccionarse con las ayudas mutuas. Todo esto hace más fácil y más expedito el apostolado de la Iglesia, pues muchos que hasta ahora no advirtieron la excelencia de su misión, hoy, enseñados mas cumplidamente por la experiencia, se sienten dispuestos a aceptar con prontitud las advertencias de la Iglesia.

5. Por lo que a la Iglesia se refiere, ésta no ha permanecido en modo alguno como espectadora pasiva ante la evolución de los pueblos, el progreso técnico y científico y las revoluciones sociales; por el contrario, los ha seguido con suma atención. Se ha opuesto con decisión contra las ideologías materialistas o las ideologías que niegan los fundamentos de la fe católica. Y ha sabido, finalmente, extraer de su seno y desarrollar en todos los campos del dinamismo humano energías inmensas para el apostolado, la oración y la acción, por parte, en primer lugar, del clero, situado cada vez más a la altura de su misión por su ciencia y su virtud, y por parte, en segundo lugar, del laicado, cada vez más consciente de sus responsabilidades dentro de la Iglesia, y sobre todo de su deber de ayudar a la Jerarquía eclesiástica. Añádense a ellos los inmensos sufrimientos que hoy padecen dolorosamente muchas cristiandades, por virtud de los cuales una admirable multitud de Pastores, sacerdotes y laicos sellan la constancia en su propia fe, sufriendo persecuciones de todo género y dando tales ejemplos de fortaleza cristiana, que con razón pueden compararse a los que recogen los períodos más gloriosos de la Iglesia. Por esto, mientras la humanidad aparece profundamente cambiada, también la Iglesia católica se ofrece a nuestros ojos grandemente transformada y perfeccionada, es decir, fortalecida en su unidad social, vigorizada en la bondad de su doctrina, purificada en su interior, por todo lo cual se halla pronta para combatir todos los sagrados combates de la fe.

6. Ante este doble espectáculo, la humanidad, sometida a un estado de grave indigencia espiritual, y la Iglesia de Cristo, pletórica de vitalidad, ya desde el comienzo de nuestro pontificado —al que subimos, a pesar de nuestra indignidad, por designio de la divina Providencia— juzgamos que formaba parte de nuestro deber apostólico el llamar la atención de todos nuestros hijos para que, con su colaboración a la Iglesia, se capacite ésta cada vez más para solucionar los problemas del hombre contemporáneo. Por ello, acogiendo como venida de lo alto una voz intima de nuestro espíritu, hemos juzgado que los tiempos estaban ya maduros para ofrecer a la Iglesia católica y al mundo el nuevo don de un Concilio ecuménico, el cual continúe la serie de los veinte grandes Sínodos, que tanto sirvieron, a lo largo de los siglos, para incrementar en el espíritu de los fieles la gracia de Dios y el progreso del cristianismo. El eco gozoso que en todos los católicos suscitó el anuncio de este acontecimiento, las oraciones elevadas a Dios con este motivo sin interrupción por toda la Iglesia, y el fervor realmente alentador en los trabajos preparatorios, así como el vivo interés o, al menos, la atención respetuosa hacia el Concilio por parte de los no católicos y hasta de los no cristianos, han demostrado de la manera más elocuente que a nadie se le oculta la importancia histórica de este hecho.

7. Así, pues, el próximo Sínodo ecuménico se reúne felizmente en un momento en que la Iglesia anhela fortalecer su fe y mirarse una vez más en el espectáculo maravilloso de su unidad; siente también con creciente urgencia el deber de dar mayor eficacia a su sana vitalidad y de promover la santificación de sus miembros, así como el de aumentar la difusión de la verdad revelada y la consolidación de sus instituciones. Será ésta una demostración de la Iglesia, siempre viva y siempre joven, que percibe el ritmo del tiempo, que en cada siglo se adorna de nuevo esplendor, irradia nuevas luces, logra nuevas conquistas, aun permaneciendo siempre idéntica a sí misma, fiel a la imagen divina que le imprimiera en su rostro el divino Esposo, que la ama y protege, Cristo Jesús.

8. En un tiempo, además, de generosos y crecientes esfuerzos que en no pocas partes se hacen con el fin de rehacer aquella unidad visible de todos los cristianos que responda a los deseos del Redentor divino, es muy natural que el próximo Concilio aclare los principios doctrinales y dé los ejemplos de mutua caridad, que harán aún más vivo en los hermanos separados el deseo del presagiado retorno a la unidad y le allanarán el camino.

9. Finalmente, el próximo Concilio ecuménico está llamado a ofrecer al mundo, extraviado, confuso y angustiado bajo la amenaza de nuevos conflictos espantosos, la posibilidad, para todos los hombres de buena voluntad, de fomentar pensamientos y propósitos de paz; de una paz que puede y debe venir sobre todo de las realidades espirituales y sobrenaturales, de la inteligencia y de la conciencia humana, iluminadas y guiada por Dios, Creador y Redentor de la humanidad.

10. Pero estos frutos, que Nos ardientemente esperamos del Concilio ecuménico y sobre los que gustamos detenernos tan a menudo, exigen para preparar tan importante acontecimiento un vasto programa de trabajo. Propónense por ello cuestiones doctrinales y cuestiones prácticas, y se proponen para que las enseñanzas y los preceptos cristianos se apliquen perfectamente en la compleja vida diaria y sirvan para la edificación del Cuerpo místico de Cristo y cumplimiento de su misión sobrenatural. Todo esto se refiere a la divina Escritura, la sagrada Tradición, los sacramentos y la oración de la Iglesia, la disciplina de las costumbres, la acción caritativa y asistencial, el apostolado seglar y la acción misionera.

11. Pero este orden sobrenatural debe tener máxima eficacia sobre el orden temporal, que, por desgracia termina tantas veces por ser el único que ocupa y preocupa al hombre. Porque en este campo también ha demostrado ser la Iglesia Mater et magistra, según la expresión de nuestro glorioso antecesor Inocencio III, pronunciada con ocasión del Concilio ecuménico Lateranense IV. Aunque la Iglesia no tiene una finalidad primordialmente terrena, no puede, sin embargo, desinteresarse en su camino de los problemas relativos a las cosas temporales ni de las dificultades que de éstas surgen. Ella sabe cuánto ayudan y defienden al bien del alma aquellos medios que contribuyen a hacer más humana la vida de los hombres, cuya salvación eterna hay que procurar. Sabe que, iluminando a los hombres con la luz de Cristo, hace que los hombres se conozcan mejor a sí mismos. Porque les lleva a comprender su propio ser, su propia gran dignidad y el fin que deben buscar. De aquí la presencia viva de la Iglesia, de hecho o de derecho, en los actuales organismos internacionales y la elaboración de una doctrina social sobre la familia, la escuela, el trabajo, la sociedad civil y, finalmente, sobre todos los problemas de este campo, que ha elevado a tal prestigio el Magisterio de la Iglesia, que su grave voz goza hoy de gran autoridad entre los hombres sensatos, como intérprete y baluarte del orden moral y como defensora de los deberes y derechos de todos los seres humanos y de todas las comunidades políticas.

12. Por lo cual, como vivamente esperamos, el influjo benéfico de las deliberaciones conciliares llegará a iluminar con la luz cristiana y penetrar de fervorosa energía espiritual no sólo lo íntimo de las almas, sino también el conjunto de las actividades humanas.

13. El primer anuncio del Concilio, hecho por Nos el 25 de enero de 1959, fue como la menuda semilla que echamos en tierra con ánimo y mano trémula. Sostenidos por la ayuda del cielo, nos dispusimos seguidamente al complejo y delicado trabajo de preparación. Tres años han pasado ya, en los que, día a día, hemos visto desarrollarse la menuda semilla y convertirse, con la bendición de Dios, en gran árbol. Al volver la vista al largo y fatigoso camino recorrido, se eleva de nuestra alma un himno de acción de gracias al Señor por la largueza de sus ayudas, gracias a las cuales todo se ha desarrollado de forma conveniente y con armonía de espíritu.

14. Antes de determinar los temas de estudio para el futuro Concilio, quisimos oír primeramente el sabio y luminoso parecer del Colegio cardenalicio, del Episcopado de todo el mundo, de los sagrados dicasterios de la Curia romana, de los superiores generales de las órdenes religiosas, de las universidades católicas y de las facultades eclesiásticas. En el curso de un año fue llevado a cabo este ingente trabajo de consulta, de cuyo examen resultaron claros los puntos que deberán ser objeto de un profundo estudio.

15. Para preparar el Concilio creamos entonces diversos organismos, a los que confiamos la ardua tarea de elaborar los esquemas doctrinales y disciplinares, de entre los que escogeremos los que habrán de ser sometidos a las congregaciones conciliares.

16. Tenemos, finalmente, la alegría de comunicar que este intenso trabajo de estudio, al que han prestado preciosa contribución Cardenales, Obispos, Prelados, teólogos, canonistas y expertos de todo el mundo, está tocando a su fin.

17. Así, pues, confiando en la ayuda del Redentor divino, principio y fin de todas las cosas; de su augusta Madre, la Santísima Virgen María, y de San José, a quien desde el comienzo confiamos tan gran acontecimiento, nos parece llegado el momento de convocar el Concilio ecuménico Vaticano II.

18. Por lo cual, después de oír el parecer de nuestros hermanos los Cardenales de la S. I. R., con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los santos apóstoles Pedro y Pablo, y nuestra, publicamos, anunciamos y convocamos, para el próximo año 1962, el sagrado Concilio ecuménico y universal Vaticano II, el cual se celebrará en la Patriarcal Basílica Vaticana, en días que se fijarán según la oportunidad que la divina Providencia se dignara depararnos.

19. Queremos entretanto y ordenamos que a este Concilio ecuménico por Nos convocado acudan, de dondequiera, todos nuestros queridos hijos los Cardenales, los venerables hermanos Patriarcas, Primados, Arzobispos Obispos, ya residenciales, ya sólo titulares, y además todos los que tienen derecho y deber de asistir al Concilio ecuménico.

20. Por último, rogamos a cada uno de los fieles y a todo el pueblo cristiano que, concentrando sus afanes en el Concilio, pidan a Dios que favorezca benignamente tan magno y ya inminente acontecimiento y con la fortaleza de su gracia permita celebrarlo con la debida dignidad. Que esta oración común sea inspirada por una fe viva y perseverante; que se vea acompañada de la penitencia voluntaria, que la hace más acepta a Dios y acrece su eficacia; que esté igualmente avalorada por el esfuerzo generoso de vida cristiana, que sea como prenda anticipada de la resuelta disposición de cada uno de los fieles a aceptar las enseñanzas y directrices prácticas que emanarán del Concilio.

21. Nuestro llamamiento se dirige al venerable clero, así secular como regular, esparcido por todo el mundo, y a todas las categorías de fieles; pero encomendamos el éxito del Concilia, de modo especial, a las oraciones de los niños, pues sabemos bien cuán poderosa es delante de Dios la voz de la inocencia, y a los enfermos y dolientes, para que sus dolores y su vida de inmolación, en virtud de la cruz de Cristo, se transformen en oración, en redención y en manantial de vida para la Iglesia.

22. A este coro de oraciones invitamos, finalmente, a todos los cristianos de las Iglesias separadas de Roma, a fin de que también para ellos sea provechoso el Concilio. Nos sabemos que muchos de estos hijos están ansiosos de un retorno a la unidad y a la paz, según la enseñanza de Jesús y su oración al Padre. Y sabemos que el anuncio del Concilio no sólo ha sida acogido por ellos con alegría, sino también que no pocos han ofrecido sus oraciones por el buen éxito de aquél y esperan mandar representantes de sus comunidades para seguir de cerca sus trabajos. Todo ello constituye para Nos motivo de gran consuelo y esperanza, y justamente para facilitar estos contactos creamos de tiempo atrás un secretariado con este fin concreto.

23. Repítase así ahora en la familia cristiana el espectáculo de los Apóstoles reunidos en Jerusalén después de la ascensión de Jesús al cielo, cuando la Iglesia naciente se encontró unida toda en comunión de pensamiento y oración con Pedro y en derredor de Pedro, Pastor de los corderos y de las ovejas. Y dígnese el Espíritu divino escuchar de la manera más consoladora la oración que todos los días sube a Él desde todos los rincones de la tierra: «Renueva en nuestro tiempo los prodigios como de un nuevo Pentecostés, y concede que la Iglesia santa, reunida en unánime y más intensa oración en torno a María, Madre de Jesús, y guiada por Pedro, propague el reino del Salvador divino, que es reino de verdad, de justicia, de amor y de paz. Así sea» (cf. ASS 51 (1959) 382).

24. Queremos, pues, que esta Constitución sea eficaz ahora y para siempre, de tal manera que sus decretos se observen escrupulosamente por aquellos a quienes afectan, y así obtengan su resultado. Ningún mandato en contrario, de cualquier clase que sea, podrá impedir la eficacia de esta Constitución, ya que los derogamos todos mediante la misma Constitución. Por lo tanto, si alguien, cualquiera que sea su autoridad, a sabiendas o sin darse cuenta, actuare en contra de lo por Nos establecido, mandamos que se considere como nulo y de ningún valor. Además, a nadie le será licito ni romper ni falsificar estos documentos de nuestra voluntad; y se ha de dar también completamente el mismo crédito que se daría a este documento si se dejara ver, a sus copias y pasajes, sean impresos o manuscritos, que antepongan el sello de alguien constituido en dignidad eclesiástica y lleven también la firma de algún notario público. Si alguno menospreciare o de cualquier modo criticare estos nuestros decretos en general, sepa que incurrirá en las penas establecidas en el derecho contra los que no cumplen los mandatos de los Sumos Pontífices.

Dado en Roma, junto a San Pedro, en el día de la Natividad del Señor, 25 de diciembre de 1961, cuarto de nuestro pontificado.

Yo, JUAN, Obispo de la Iglesia católica

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La primera y la nueva evangelización del continente americano, según el P. Cantalamesa

Magníficas prédicas del P. Raniero Cantalamesa en este tiempo de Adviento, 500 años después del gran sermón del P. Montesinos en Santo Domingo y que provocó la conversión de Bartolomé de las Casas y las Leyes de Burgos de 1512
http://www.cantalamessa.org/?lang=es
"Hasta los confines de la Tierra"
La primera evangelización del continente americano

CIUDAD DEL VATICANO, domingo 18 de diciembre de 2011 (ZENIT.org).- A continuación ofrecemos la tercera homilía de adviento de 2011, que realizó el padre Raniero Cantalamessa, OFM, predicador de la Casa Pontificia, este viernes 16 de diciembre.

1.-La fe cristiana va más allá del océano

Hace cuatro días, el 12 de diciembre, el continente americano celebró la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe, que en México es fiesta de precepto. Es una hermosa coincidencia hablar en esta tercera meditación de la tercera gran etapa de evangelización en la historia de la Iglesia, que se realizó tras el descubrimiento del nuevo mundo. Traigo a la memoria, sucintamente la realización de esta empresa misionera.

Inicio con una observación importante. Europa cristiana, junto con la fe, exportó al nuevo continente también las propias divisiones. Al final de la gran onda misionera, el continente americano reproducirá exactamente la situación que existía en Europa: un sur mayoritariamente católico y un norte mayoritariamente protestante. Nosotros nos ocuparemos aquí solamente de la evangelización de América Latina, por el hecho que fue la primera que se realizó a continuación del descubrimiento del nuevo mundo.

Después que Cristóbal Colón en 1492 volvió de su viaje con la noticia de la existencia de nuevas tierras (que se creía fueran parte de las Indias), se encendieron en España católica, dos decisiones que se mezclaban: la de llevar a los nuevos pueblos la fe cristiana y la de extender a ellos la propia soberanía política. Para esta finalidad se obtuvo del papa Alejandro VI una bula con la que se reconocía a España el derecho de todas las tierras descubiertas más allá de las islas Azores y a Portugal aquellas hacia Europa a partir de dicha línea. Poco después la línea fue desplazada en favor de Portugal lo que le permitió legitimar la posesión de Brasil. Se delineaba así, incluso desde el punto de vista lingüístico el rostro del futuro continente latinoamericano.

Cada vez que las tropas entraban en un lugar, hacían una proclama (requerimiento) con el cual a los habitantes se le ordenaba abrazar el cristianismo y reconocer la soberanía del rey de Españai.

Solamente algunos grandes espíritus, ante todo los dominicanos Antonio Montesino y Bartolomé de Las Casas, tuvieron el coraje de levantar la voz contra los abusos de los conquistadores en defensa de los derechos de los nativos. En un poco más de cincuenta años, también por las debilidades y divisiones de los reinos autóctonos, el continente estaba bajo el dominio español y portugués y al menos, nominalmente, era cristiano.

Los historiadores tienden a atenuar los colores obscuros proyectados en el pasado sobre esta empresa misionera. Sobre todo hacen notar que a diferencia de cuanto sucedió con las tribus indígenas de América del norte, en Latinoamérica aunque diezmados, la mayoría de los pueblos nativos sobrevivió con su idioma y en su territorio y pudieron retomarse y reafirmar a continuación su identidad e independencia. Hay que tomar en cuenta el condicionamiento que tenían los misioneros por su formación teológica.

Tomando a la letra y de manera rígida el Extra Ecclesian nulla salus, ellos estaban convencidos de la necesidad de bautizar el mayor número de personas y en el menor tiempo posible para asegurarles la salvación eterna.

Vale la pena detenerse un momento sobre este axioma que tuvo tanto peso en la evangelización. Fue formulado en el III siglo por Orígenes y sobre todo por san Cipriano. Al inicio no se refería a la salvación de los no cristianos, sino al contrario a la de los cristianos. Se dirigía exclusivamente a los herejes y a los cismáticos del tiempo, para recordarles que rompiendo la comunión con la Iglesia ellos se volvían reos de una culpa grave, por la cual se autoexcluían de la salvación. Se dirigía por lo tanto a los que se iban de la Iglesia y no a los que no entraban.

Solamente en un segundo momento, cuando el cristianismo se volvió la religión de Estado, el axioma comenzó a ser aplicado a paganos y judíos, en base a la convicción entonces común (aunque objetivamente equivocada) que el mensaje a esa altura era conocido por todos los hombres y por lo tanto rechazarlo significaba volverse culpable y merecedor de una condena.

Fue justamente después del descubrimiento del nuevo mundo cuando aquellos límites geográficos se rompieron drásticamente. El descubrimiento de nuevos pueblos enteros que vivían fuera de cualquier contacto con la Iglesia obligó a rever una interpretación tan rígida del axioma. Los teólogos dominicanos de Salamanca y a continuación algunos jesuitas tomaron una posición crítica, reconociendo que era posible estar fuera de la Iglesia sin ser necesariamente culpables y por lo tanto excluidos de la salvación. No solamente, sino que frente al modo y métodos inaceptables con el que el Evangelio era anunciado a los indígenas, alguien por primera vez se puso el problema de si realmente era posible considerar culpables a todos aquellos que incluso habiendo conocido el anuncio cristiano no se hubieran adheridoii.

2. Protagonistas, los frailes

No es ciertamente este el lugar para dar un juicio histórico sobre la primera evangelización de América Latina. En ocasión del quinto centenario, en mayo de 1992 se realizó en Roma un simposio internacional de historiadores sobre tal tema. En su discurso a los participantes, Juan Pablo II afirmó: "Sin lugar a dudas en esta evangelización, como en toda obra del hombre, existieron equivocaciones, luces y sombras; si bien más luces que sombras, a juzgar por los frutos que encontramos después de quinientos años: una Iglesia viva y dinámica que representa hoy una parte relevante de la Iglesia universal"iii.

Desde la orilla opuesta, en aquella ocasión, algunos hablaron de la necesidad de una "descolonización" y "desevangelización", dando la impresión de que preferían que la evangelización del continente nunca se hubiera realizado, en vez de que se haya realizado como conocemos. Con todo el respeto debido al amor por los pueblos indígenas que movía a estos autores, yo creo que una tal opinión merece ser rechazada enérgicamente.

A un mundo sin pecado y sin Jesucristo, la teología ha demostrado que es preferible un mundo con el pecado pero con Jesucristo. "Oh feliz culpa –exclama la liturgia pascual en el Exultet– que nos permitió tener un tal y tan grande redentor".

¿No deberíamos decir lo mismo de la evangelización de ambas las partes de América, sea la del norte que la del sur? A un continente sin las "equivocaciones y sombras" que acompañaron su evangelización, pero también sin Cristo, ¿quién no preferiría un continente con tales sombras pero con Cristo? Qué cristiano, de derecha o de izquierda (particularmente si es religioso) podría decir lo contrario sin menguar, por ello mismo, en su propia fe?

He leído en algún lado la siguiente afirmación que comparto plenamente: "Lo más grande que sucedió en 1492 no fue que Cristóbal Colón descubrió América, sino que América descubrió a Jesucristo". No era --es verdad- el Cristo integral del Evangelio por el cual la libertad es presupuesto mismo de la fe, pero ¿quién puede pretende ser un portador de Cristo libre de cualquier tipo de condicionamiento histórico?

Quienes proponen un Cristo revolucionario, contestador de las estructuras, directamente empeñado en la lucha incluso política, ¿no se olvidan quizás también ellos de alguna cosa de Cristo, por ejemplo de la afirmación: "Mi reino no es de este mundo"?

Si en la primera oleada de la evangelización los protagonistas fueron los obispos, en la segunda eran los monjes y en esta tercera lo fueron indiscutiblemente los frailes, o sea los religiosos de las órdenes mendicantes, en primer lugar los franciscanos, dominicos, agustinos y en un segundo momento los jesuitas. Los historiadores de la Iglesia reconocen que en América Latina "fueron los miembros de las órdenes religiosas a determinar la historia de las misiones y de las Iglesias"iv.

Sobre esto vale el juicio de Juan Pablo II que he recordado: que "las luces son mayores que las sombras". No sería honesto desconocer el sacrificio personal y el heroísmo de tantos de estos misioneros. Los conquistadores estaban movidos por el espíritu de aventura y sed de ganancias, pero los frailes ¿qué podían esperarse después de haber dejado su patria y conventos? No iban a tomar sino a dar. Querían conquistar almas para Cristo, no súbditos para el rey de España, mismo si compartían el entusiasmo nacional de sus compatriotas. Cuando se leen historias relacionadas con la evangelización de un territorio particular, se ve cómo los prejuicios genéricos son injustos y lejanos de la realidad. A mi me sucedió estando en el lugar, leer la crónica del inicio de la misión en Guatemala y en las regiones vecinas. Son historias de sacrificios y peripecias increíbles. De un grupo de veinte dominicanos que partieron para el nuevo mundo hacia las Filipinas, 18 murieron durante el viaje.

En 1974, se realizó el sínodo sobre "La evangelización en el mundo contemporáneo". En un apunte manuscrito, puesto al final de un documento (que la Prefectura de la Casa Pontifica tuvo la idea de publicar junto al programa de esta predicación), Pablo VI escribía:

"¿Será suficiente lo que he dicho (en el documento) a los religiosos? ¿No sería necesario añadir alguna palabra sobre el carácter voluntario, emprendedor, generoso de la evangelización de los religiosos y de las religiosas? Su evangelización debe depender de la jerarquía y coordinarse con ella, pero hay que alabar la originalidad, la genialidad, la dedicación, muchas veces de vanguardia y a riesgo propio".

Este reconocimiento se aplica plenamente a los religiosos protagonistas de la evangelización de América Latina, especialmente si pensamos en algunas de sus realizaciones, como las conocidas "reducciones" de los jesuitas en Paraguay, o sea en los pueblos en los cuales los indios cristianos, protegidos de los abusos de cualquier autoridad civil, podían instruirse en la fe y desarrollar su talento humano.

3. Los problemas actuales

Ahora, como es costumbre, tratemos de pasar al hoy, para ver que nos dice la historia de la experiencia misionera de la Iglesia, que hemos sumariamente reconstruido.

Las condiciones sociales y religiosas del continente han cambiado tan profundamente que, más que insistir en lo que podemos aprender o menos de dicha época, es útil reflexionar sobre la tarea de la actual evangelización en el continente latinoamericano.

Sobre este tema existió y se producen una tal cantidad de reflexiones y de documentos por parte del magisterio pontificio, por el CELAM y las Iglesias locales, que sería presuntuoso poder pensar en añadir algo nuevo. Puedo entretanto compartir alguna reflexión sugerida por mi experiencia en el terreno, habiendo tenido ocasión de predicar en retiros a conferencias episcopales, al clero y al pueblo de casi todos los países de América Latina, y varias veces en algunos de ellos. Además, porque los problemas que se plantean sobe este tema en América Latina no son muy diversos que los del resto de la Iglesia.

Una reflexión es sobre la necesidad de superar una excesiva polarización presente por todas partes en la Iglesia, pero particularmente en América Latina, especialmente hace algunos años: la polarización entre el alma activa y el alma contemplativa, entre la Iglesia del empeño social por los pobres y la Iglesia del anuncio de la fe. Ante cada diferencia, nos sentimos instintivamente tentados a elegir una parte, exaltando una y despreciando la otra. La doctrina de los carismas nos ahorra el trabajo. El don de la Iglesia católica es el de ser, justamente católica, es decir abierta para recoger los dones más diversos que provienen del Espíritu.

Lo demuestra la historia de las órdenes religiosas que encarnaron instancias diversas y a veces opuestas: insertarse en el mundo y la fuga del mundo, el apostolado entre los doctos, como los jesuitas, y el apostolado entre el pueblo, como los capuchinos. Hay lugar para unos y otros. Además necesitamos de unos y otros, ya que nadie puede realizar el evangelio integral y representar a Cristo en todos los aspectos de su vida. Cada uno debería por lo tanto alegrarse de que los otros hagan lo que uno no puede hacer: quien cultiva la vida espiritual y el anuncio de la Palabra y el que se dedica a la justicia y a la promoción social y viceversa.

Es siempre válida la advertencia del apóstol: "Dejemos de una vez por todas de juzgarnos los unos a los otros" (cfr. Rom 14, 13).

Una segunda observación se refiere al problema del éxodo de los católicos hacia otras denominaciones cristianas. Sobretodo es necesario recordar que no se pueden calificar indistintamente estas denominaciones como ‘sectas’. Con algunas de ellas, incluidos los pentecostales, la Iglesia católica mantiene un diálogo ecuménico oficial, lo que no haría si los considerara una secta.

La promoción también a nivel local, de este diálogo es el mejor medio para desintoxicar el clima, aislar a las sectas más agresivas y desanimar la práctica del proselitismo. Algunos años atrás se realizó en Buenos Aires un encuentro ecuménico, de oración y para compartir la palabra, con la participación del arzobispo católico y los líderes de otras iglesias, y la presencia de siete mil personas hizo ver con claridad la posibilidad de una relación nueva entre los cristianos, tanto más constructivo para la fe y la evangelización.

En el documento, Juan Pablo II afirmaba que la propagación de las sectas obliga a interrogarse sobre el por qué, sobre qué falta en nuestra pastoral. Mi convicción, según mi experiencia --y no sólo en los países de América Latina- es la siguiente. Lo que atrae fuera de la Iglesia no son ciertamente formas de piedad popular alternativas que más bien la mayoría de las otras iglesias y las sectas rechazan y combaten. Es un anuncio quizá parcial pero incisivo, de la gracia de Dios, la posibilidad de experimentar a Jesús como Señor y Salvador personal, el pertenecer a un grupo que se hace cargo personalmente de tus necesidades, que ora ante ti en la enfermedad, cuando la medicina no tiene ya nada que decir.

Si, por una parte hay que alegrarse de que estas personas hayan encontrado a Cristo y se hayan convertido, por otra es triste que para hacerlo hayan sentido la necesidad de dejar su Iglesia. En la mayoría de las iglesias a las que se aproximan estos hermanos, todo gira en torno a la primera conversión y a la aceptación de Jesús como Señor. En la Iglesia católica, gracias a los sacramentos, al magisterio, a la riquísima espiritualidad, existe la ventaja de no detenerse en este estadio inicial, sino de llegar a la plenitud y a la perfección de la vida cristiana. Los santos son la prueba de ello. Pero es necesario aquél inicio consciente y personal y en esto el reto de las comunidades evangélicas y pentecostales nos sirve de estímulo.

En esto, la Renovación Carismática se revela más que nunca, según la palabra de Pablo VI, “una oportunidad para la Iglesia”. En América Latina, los pastores de la Iglesia se están dando cuenta de que la Renovación Carismática no es (como alguno creyó al principio) “parte del problema” del éxodo de los católicos de la Iglesia, sino que es más bien parte de la solución del problema. Las estadísticas no revelarán nunca cuántas personas han permanecido fieles a la Iglesia gracias a este, habiendo encontrado en su ámbito lo que otros buscaban en otro lado. Las numerosas comunidades nacidas en el seno de la Renovación Carismática, aún con límites, y a veces con derivas, presentes en toda iniciativa humana, están a la vanguardia en el servicio a la Iglesia y la evangelización.

4. El papel de los religiosos en la nueva evangelización

He dicho que no quería detenerme en la primera evangelización. Una cosa sin embargo debemos conservar de ella: la importancia de las órdenes religiosas tradicionales para la evangelización. A ellas dedicó el beato Juan Pablo II su carta apostólica, con motivo del V centenario de la primera evangelización del continente titulada “Los caminos del Evangelio”. La última parte de la carta trata justo de los “religiosos en la nueva evangelización”: “Los religiosos –escribe--, que fueron los primeros evangelizadores –y han contribuido de manera tan relevante a mantener viva la fe en el continente--, no pueden faltar a esta convocatoria eclesial de la nueva evangelización. Los diversos carismas de la vida consagrada hacen vivo el mensaje de Jesús, presente y actual en todo tiempo y lugar”v.

La vida de comunidad, el hecho de tener un gobierno centralizado y de los lugares de formación de nivel superior que permitió a las órdenes religiosas de entonces una tan vasta empresa misionera. Pero hoy, ¿que ha sido de su fuerza? Hablando desde na de estas órdenes antiguas, puedo atreverme a expresarme con una cierta libertad. La rápida caída de las vocaciones en los países occidentales está determinando una situación peligrosa: la de gastar casi todas las propias fuerzas en satisfacer las esigencias internas de la propia familia religiosa (formación de jóvenes, mantenimiento de las estructuras y de las obras), sin muchas fuerzas vivas para introducir en el círculo más amplio de la Iglesia. De ahí el repliegue sobre sí mismos. En Europa, las órdenes religiosas tradicionales se ven obligadas a reunir varias provincias en una y a cerrar dolorosamente una casa tras otra.

La secularización es, cierto, una de las causas de la caída de las vocaciones, pero no es la única. Hay comunidades religiosas de reciente fundación que atraen a oleadas de jóvenes. En la carta citada, Juan Pablo II exhortaba a religiosos y religiosas de América Latina a “evangelizar a partir de una profunda experiencia de Dios”. Aquí está, creo, el punto: “una profunda experiencia de Dios”. Es esto lo que atrae a las vocaciones y lo que crea las premisas para una nueva eficaz oleada de evangelización. El proverbio “nemo dat quod non habet”, nadie puede dar lo que no tienen, vale más que nunca en este campo.

El superior provincial de los capuchinos de las Marcas, Italia, que es también mi superior, ha escrito para este adviento una carta a todos los frailes. En ella lanza una provocación que creo haga bien a todas las comunidades religiosas tradicionales escuchar: “Tú que lees estas líneas debes imaginar que 'eres el Espíritu Santo'. Sí, has entendido bien: no sólo estar 'lleno de Espíritu Santo' por los sacramentos que has recibido, pero justo que “eres” el Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Y así revestido, piensa que tienes el poder de llamar y enviar a un joven por un camino, que lo ayudas a caminar hacia la perfección de la caridad, la vida religiosa para entendernos. ¿Tendrías el valor de enviarlo a tu fraternidad, con certeza y garantía de que tu fraternidad pueda ser el lugar que le ayude seriamente a lograr la perfección de la caridad en la concreción de la vida cotidiana? En pocas palabras: si un joven viniera a vivir por unos días o meses a tu fraternidad, compartiendo la oración, la vida fraterna, el apostolado… ¿se enamoraría de nuestra vida?”.

Cuando nacieron las órdenes mendicantes, los dominicos y franciscanos, a principios del siglo XIII, también las órdenes monásticas anteriores extrajeron beneficio de ellas e hicieron justamente la llamada a una mayor pobreza y a una vida más evangélica, viviéndolo según el propio carisma. ¿No deberíamos hacer lo mismo nosotros hoy, órdenes tradicionales, respecto a las nuevas formas de vida consagrada suscitadas en la Iglesia?

La gracia de estas nuevas realidades es multiforme, pero tiene un denominador común que se llama Espíritu Santo, el “nuevo Pentecostés”. Tras el concilio, casi todas las órdenes religiosas preexistentes releyeron y renovaron sus propias constituciones, pero ya en 1981, el beato Juan Pablo II advertía: “Toda la obra de renovación de la Iglesia, que el concilio Vaticano II ha propuesto providencialmente e iniciado... no puede realizarse si no es en el Espíritu Santo, es decir con la ayuda de su luz y de su fuerza”vi .

“El Espíritu Santo –decía san Buenaventura– va allí “donde es amado, donde es invitado, donde es esperado”vii7. Tenemos que abrir nuestras comunidades al soplo del Espíritu que renueva la oración, la vida fraterna, el amor por Cristo y con el el celo misionero. Mirar atrás, a los propios orígenes y al propio fundador, ciertamente, pero mirar también hacia adelante.

Observando la situación de las órdenes antiguas en el mundo occidental, surge espontánea la pregunta que Ezequiel oyó ante el panorama de huesos secos: “¿Podrán estos huesos revivir?” Los huesos áridos de los que se habla en el texto no son de los muertos sino de los vivos; son el pueblo de Israel en el exilio que va diciendo: "¡Nuestros huesos están secos, nuestra esperanza se ha desvanecido, estamos perdidos!". Son los sentimientos que afloran, a veces también en nosotros quienes pertenecemos a órdenes religiosas antiguas.

Sabemos la respuesta, llena de esperanza, que dios da a aquella pregunta: “'Infundiré en vosotros mi Espíritu, y viviréis, os estableceré en vuestra tierra, y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago', dice el Señor”. Debemos creer y esperar que se realizará también en nosotros y en toda la Iglesia, lo que se dice al final de la profecía: “El Espíritu entró en ellos: volvieron a la vida y se alzaron en pie; eran un ejército grande, grandísimo” (cf. Ez 37, 1-14).

Hace cuatro días, recordaba al inicio, América Latina celebró la fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe. Se discute mucho sobre la historicidad de los hechos en el origen de esta devoción. Debemos clarificar lo que se entiende por hecho histórico. Hay muchos hechos que realmente han sucedido, pero que no son históricos porque “histórico”, en el sentido más auténtico, no es todo lo acaecido, sino sólo aquello que, además de haber sucedido, ha incidido en la vida de un pueblo, ha creado algo nuevo, ha dejado traza en la historia. ¡Y qué traza ha dejado la devoción a la Virgen de Guadalupe en la historia religiosa del pueblo mexicano y latinoamericano!

Es de gran significado simbólico el hecho de que, en los inicios de la evangelización del continente americano, en 1531, sobre la colina del Tepeyac, al norte de la Ciudad de México, la imagen de la Virgen se haya estampado en la tilma de san Juan Diego como “la Morenita”, es decir con los rasgos de una humilde muchacha mestiza. No se podía decir de manera más sugestiva que la Iglesia, en América Latina, está llamada a hacerse –y quiere hacerse- indígena con los indígenas, criolla con los criollos, toda a todos.

Notas

i Cfr. J. Glazik, en Storia della Chiesa, dirigida por H. Jedin, vol. VI, Milán Jaca Book, 1075, p. 702.

ii F. Sullivan, Salvation outside the Church? Tracing the History of the Catholic Response, Paulist Press, Nueva York 1992.

iii Juan Pablo II, Discurso a los participantes en el Simposio internacional sobre la evangelización en América Latina, 14 mayo 1992.

iv Cfr. Glazik, op. cit., p. 708.

v Juan Pablo II, “Los caminos del Evangelio”, nr. 24 (AAS 83, 1991, pp. 22 ss.)

vi Juan Pablo II, carta apostólica A Concilio Constantinopolitano I(25 marzo 1981).

vii San Buenaventura, Sermón para el IV Domingo después de Pascua, 2 (ed. Quaracchi, IX, p.311).

 

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EL IMPRESIONANTE ANUNCIO NAVIDEÑO DE LA CALENDA


http://www.esnips.com/displayimage.php?pid=986987

http://pagina-catolica.blogspot.com/2008/12/kalenda-de-la-natividad-del-seor.html

La ilustración: La Natividad del Señor, miniatura del Menologio de Basilio II (Año 985); manuscrito que está en la Biblioteca Apostólica Vaticana bajo la signatura Vat. Gr. 1613.

Les comparto este sustancioso relato sobre LA CALENDA gracias a mi entrañable amigo Emilio Iglesias, de Navalperal de Pinares

La Calenda o anuncio de la Navidad

se canta en el Monasterio de HH Oblatas de Xto Sacerdote

el 24 de diciembre a las 9 a.m. C/ Gral Aranaz 22 Metro Ciudad Lineal. Madrid (España)

En la Misa de media noche, que tiene un gran sentido litúrgico y goza del aprecio popular, se podrán destacar: al comienzo de la Misa, el canto del anuncio del nacimiento del Señor, con la fórmula del Martirologio Romano

(Directorio sobre la piedad popular y la liturgia, nn. 110s).

La Iglesia desea que, a ser posible, todos los fieles participen en la noche del 24 de Diciembre en el Oficio de Lecturas, como preparación inmediata a la celebración de la Eucaristía de media noche. Donde esto no se haga, puede ser oportuno preparar una vigilia con cantos, lecturas y elementos de la piedad popular, inspirándose en dicho Oficio. Cuando todo esto no se puede hacer conviene no olvidar la gran introducción que se expresa con el Canto de la Calenda o Anuncio Solemne de Navidad.

En efecto, un elemento para comenzar la Misa de Navidad es la proclamación de la Calenda a manera de pregón navideño. Este anuncio, que permanecía vivo en los usos monásticos –por la mañana del último día de Adviento- y en la liturgia papal –en la Nochebuena-, ha vuelto a ser propuesto por el Martirologio Romano (2001).

La Calenda, tal como figura en la edición tradicional del Martirologio, provendría de la mención que, en el año 205c., hace del Nacimiento de Cristo el presbítero romano Hipólito en el Comentario al Libro de Daniel 4,23 (según el manuscrito de Chalki). El 25 de diciembre sería la fecha de la tradición que habrían seguido Telesforo, papa de Roma (129-138) y el obispo de Cesárea, Teófilo (+195). El día habría sido transmitido por la comunidad judeocristiana que celebraba cada 25 de diciembre el aniversario de la Consagración del Templo (Janucá) con el progresivo encendido ritual de las luces.

"Así, la fecha del nacimiento de nacimiento de Jesús significaría al mismo tiempo que, con Él, que amaneció como la luz de Dios en la noche invernal, aconteció verdaderamente una consagración del templo: la llegada de Dios a esta tierra" (J. Ratzinger, 1997).

El solemne anuncio litúrgico afirma que Cristo ha querido consagrar el mundo con su venida.

La santificación en la Verdad

Este pregón, que se canta o se proclama con solemnidad, viene a ser como el compendio de la historia de la humanidad que espera la salvación realizada en Cristo. Como un último grito del Adviento realizado se contemplan la creación, la alianza y la promesa de salvación que, tras el diluvio, se concreta en la llamada al patriarca Abraham y el éxodo del Pueblo acaudillado por Moisés. El texto litúrgico incorpora la vocación de todos los pueblos con una interesante referencia al calendario de los griegos y romanos, pueblos de la cultura en la que se acogió históricamente el acontecimiento de la Encarnación. Son los diversos jalones que expresan la catolicidad del mensaje salvífico. La razón de toda esta historia de salvación es la voluntad amorosa de Dios de consagrar el mundo con su presencia.

Como aceptación de la Verdad la costumbre ha incorporado una genuflexión al final del Solemne Anuncio. El gesto expresa la adoración de la comunidad cristiana ante el insondable Misterio de Cristo: Dios asume la realidad de nuestra carne. El mismo gesto latréutico se prescribe después en la Profesión de Fe de las tres misas de Navidad, al cantarse o pronunciarse las palabras del Credo "Et homo factus est" (Y se hizo hombre). La comunidad creyente se arrodilla en este día, en señal de adoración, en el Símbolo de la fe como hace habitualmente en la Plegaria Eucarística.

***

Os anunciamos, hermanos, una buena noticia,

una gran alegría para todo el pueblo;

acogedla con corazón gozoso:

Habían pasado millones de años

desde que, al principio, Dios creó el cielo y la tierra

e hizo al hombre a su imagen y semejanza;

y miles y miles de años desde que cesó el diluvio

y el Altísimo hizo resplandecer el arco iris,

signo de alianza y de paz;

unos mil novecientos años después de que Abrahán,

obediente a la llamada de Dios,

partiera de su patria sin saber a donde iba;

unos mil doscientos años después de que Moisés

condujera, por el desierto hacia la tierra prometida,

al pueblo hebreo, esclavo en Egipto;

unos mil años después de que David

fuera ungido rey de Israel por el profeta Samuel;

unos quinientos años después de que los judios,

cautivos en Babilonia, retornaran a la patria

por decreto de Ciro, rey de los persas,

cuando permanecía fiel a la Alianza

un Resto de los hijos de Sión,

alegres por su Rey;

en la ciento noventa y cuatro Olimpíada de los griegos;

en el año 752 de la fundación de Roma;

en el año 42 del imperio de Octavio César Augusto,

mientras sobre toda la tierra reinaba la paz,

en la sexta edad del mundo,

hace cerca de 2011 años:

El Hijo de Dios Padre,

queriendo consagrar el mundo con su presencia,

concebido por obra del Espíritu Santo,

en Belén de Judá,

de María virgen, esposa de José,

de la casa y familia de David,

nació Jesús,

Dios eterno,

Hijo del eterno Padre y hombre verdadero.

¡Es la Navidad del Salvador que los hombres esperaban!

El nacimiento de Cristo

presagia su Pasión y su Resurrección gloriosa.

El pesebre y la noche de Belén evocan la cruz y las tinieblas del Calvario;

los ángeles que anuncian al recién nacido a los pastores nos recuerdan

a los ángeles que anunciaron al Resucitado a los discípulos;

los magos han precedido a las mujeres

en el anuncio del Evangelio de la Vida a todas las gentes.

Con justeza podemos decir que,

estamos celebrando el Paso del Señor en la realidad de nuestra carne.

¡Felices Pascuas!


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