Ayer domingo 8 de julio me sorprendió el nuevo color de esta emblemática iglesia limeña. Los nuevos colores tienen que ver con los colores del escudo de la orden trinitaria, no habitual en las fachadas y exteriores. Les comparto el clásico texto del maestro P. Antonio san Cristóbal
LAS TRINITARIAS
Quedó plasmada en la iglesia del Monasterio de Las Trinitarias la más pura expresión de la arquitectura limeña de principios del siglo XVIII, vale decir, la de la época en que el barroco limeño produjo las obras de más lograda madurez. Me alegro a veces de que la iglesia de Las Trinitarias guarde retablos mediocres; porque de este modo su depurada arquitectura no resulta opacada, como en Jesús María, por la deslumbrante arquitectura en madera dorada. Es tan recatada esta iglesia que hasta los terremotos y los urbanistas, destructores a cual más de Lima, han respetado su integridad.
La fundación del Monasterio presidió en bastantes años a las fábrica de la iglesia; por eso observamos en los planos de Lima anteriores a la iglesia (1720) que no destaca en lugar del Monasterio más que alguna humilde capilla. He leído entre los papeles del archivo del Monasterio que las religiosas facilitaron la entrada de don Bernardo de Gurmendi a la clausura para que este acaudalado señor sin descendencia, compadeciéndose de la pobreza de las monjas, se animara a construir la iglesia y el convento. La pícara estratagema de las monjas surtió el efecto deseado.
Se alza la iglesia sobre la planta típica de las pequeñas iglesias conventuales de la época barroca. En las iglesias de la primera mitad del siglo XVII, todavía renacentistas, como la de as Descalzas y la de Sta. Catalina, lacayillas mayor se separaba del cuerpo de la iglesia como un ambiente especial por el gran arco toral; y se labraban cubiertas independientes y de distinta arquitectura para cada uno de los dos recintos. En las Trinitarias, que ya es una iglesia barroca, aparece un siglo después de aquellas la planta de cruz latina con crucero de brazos poco profundos, formando en lo interior un ambiente unitario. Las dependencias monacales propias de las monjas se adaptan al nuevo diseño: en lugar del amplio coro a los pies de la iglesia dividido en coro alto y coro bajo, como a principios del siglo XVII, se colocó el coro bajo de Las Trinitarias al costado del presbiterio; y sólo se puso un pequeño coro alto a los pies sobre la entrada para la música. En esta disposición, puede alzarse a los pies de la iglesia la airosa fachada con imafronte, inexistente en las iglesias de los Monasterios del siglo XVII; además de contar con otra portada lateral, que es secundaria.
Las cubiertas de Las Trinitarias no suplantaron a otras previas cubiertas mudéjares o de crucería; sino que nacieron plenamente barrocas: por eso relabraron sin acomodos forzados y con todas las galas del estilo. El robusto entablamento recorre integralmente los muros laterales, incluso por los brazos sobre ménsulas superpuestas al entablamento. Todos los arcos: fajones, formeros y torales, no se alzan con perfil de medio punto, sino carpaneles; para moldear al mismo ritmo rebajado la curvatura de las bóvedas, sin que por ello pierda airosidad la elevación de la iglesia. Bajo los lunetos de la bóveda aparecen ventanales ovalados, no rectangulares, armonizando con el que en el centro de la fachada presta iluminación al coro alto. Es sin duda la media naranja sobre el crucero una de las más bellas y completas del barroco limeño: el anillo que la soporta, esmaltado por ocho ménsulas superpuestas, no desmerece al lado del de La Merced; y su luminoso intradós destaca aún más en contrastes con la bóveda rebajada de la nave.
Tiene la iglesia dos puertas, la lateral y la de los pies, cada una con su correspondiente portada. Se ha cerrado el vano de la lateral, pero sin destruir por ello la portada como hicieron en Las Descalzas. La portada principal se sitúa a mitad de la trayectoria estilística que va desde la portada lateral de San Francisco a las dos portadas posteriores de La Catedral. No pertenece, como tampoco ellas, al género de las portadas-retablos: en Las Trinitarias se alternan las columnas en el primer cuerpo y las pilastras con modillones a modo de capitel en el segundo; y separa ambos cuerpos a robusta cornisa del entablamento abierta por el centro en arcos verticales según la modalidad tan peruana difundida en Lima y en el Cuzco. Toda la portada forma un bloque de gran volumen cuyos lados extremos descienden hacia el muro del fondo en una armoniosa secuencia escalonada de planos quebrados, solo superada por la que ambienta lateralmente la portada de la sacristía de San Francisco.
Las torres y la portada principal integran la fachada de los pies. Nos encontramos también aquí con el más completo ejemplar que perdura en Lima la fachada anterior a 1746, junto con la de Santa Rosa de Las Monjas. Los cuerpos de campanas se elevan sobre altos y delgados cubos de base formados con pilastras a los lados y terminados con el entablamento a mayor altura que la del inicio de la curvatura de la bóveda. Las torres se han estilizado y alargado notoriamente en comparación con las de San Agustín, San Francisco y La Merced. Pero de esta suerte, la portada cobra mayor realce libre del agobio de los pesados campanarios.