SEBASTIÁN DE ANTUÑANO y RIVAS
EL MAYORDOMO DEL SEÑOR DE LOS MILAGROS
- "Sebastián, ven a hacerme compañía y a cuidar del esplendor de mi culto»
- Fueron las palabras que escuchó el cuarto y más destacado mayordomo y benefactor del Señor de los Milagros
Natural del pueblo Valmaseda (Vizcaya), fue bautizado el 20 de enero de 1652, en la parroquia de San Severino del mismo pueblo, hijo legítimo de Miguel de Antuñano y de María San Juan de Ribas Sus padrinos de bautizo fueron Valentín de Arrechaga, sargento mayor, y su esposa Casilda de Verástegui, actuando como padrinos el bachiller Lucas de Layseca y el bachiller Mateo de Salazar. Confirió el sacramento el bachiller Miguel de la Presa, cura y beneficiado de la parroquia[1]
Vino al Perú la edad de quince años y trabajó como cajero del mercader Nicolás de Olabarrieta, paisano y protector suyo. Cuatro años después regresó a España en apoyo de los negocios de su jefe. Vuelve a Lima con el deseo de emprender algo grande para la gloria de Dios. A tal fin, ahorra todo lo que le habían reportado sus dos viajes de negocios a las ferias de Portobelo y Tierra Firme.
Practica ocho días de Ejercicios en el Noviciado de la Compañía de Jesús (hoy Panteón de los próceres, junto la Casona de San Marcos) en Lima y el viernes 14 de junio de 1684, se dirige a la ermita del Señor de los Milagros. Allí vivirá un acontecimiento que le cambia la vida. Fue al contemplar la santa efigie, cuando siente una voz interior que le susurra claramente: «Sebastián, ven a hacerme compañía y a cuidar del esplendor de mi culto»[2]. Puesto de rodillas ante la imagen, le ofrece un servicio incondicional hasta la muerte.
Con indesmayable constancia se compromete en señalarse en el culto al Señor y hace lo posible para ser nombrado mayordomo. Todo ello le acarreó envidias, sinsabores y contratiempos. Con todos sus ahorros compra a varios propietarios los terrenos que rodeaban la ermita del Cristo –unos 22.000 metros cuadrados- y erradica –además- un muladar y un camal de carneros.
Gracias a un documento de 12 de octubre de 1700, conocemos la compra efectuada por Antuñano en 1699 al Maestre de Campo don Diego Manrique de Lara del "sitio que llaman del Santo Cristo de los Milagros, que es una cuadra en cuadro y otra cuadra en cuadro de diferentes personas y en ella está incluso un pedazo que compré al convento de Santo Domingo y asimismo está incluso otro solar que es sobre el que estaba el muladar grande de Pachacamilla" en 1688.Y deseando yo que en el dicho sitio se celebre el mayor culto y veneración de la maravillosa imagen del Santo Cristo de las Maravillas y Milagros, cuyo santuario y casa está en dicho sitio donde se celebra públicamente su mayor culto desde el año de 1671, por la especial providencia que la Majestad Divina dio para ello, Por lo cual informado y vista de ojos que hizo el excelentísimo señor Conde de Lemos, virrey que fue de estos reinos y gobernando en sede vacante el Cabildo Eclesiástico de esta ciudad, mandaron que se diese a dicha santísima imagen, Por las continuas maravillas y milagros que se experimentaban, se le diese toda veneración y culto a dicha santa imagen y deseando continuar y llevar adelante y que perpetuamente se conserve la memoria y culto de nuestro Dios y señor Crucificado en santísima imagen que está pintada y mantenida en la pared desde tiempo inmemorial a esta parte, que milagrosamente se está conservando aún con las repetidas ruinas de terremotos, temblores de tierra que ha padecido esta ciudad" dona a "doña Antonia Lucía Verdugo y Velasco, persona que está dedicada y reunida con algunas doncellas que Tratan solamente de virtud y de venerar, conservar la sagrada memoria de la Pasión y Muerte de Nuestro Redentor Jesucristo, para lo cual la sagrada túnica de Jesús Nazareno, cuya devoción conservan con notable edificación, enseñanza y ejemplo, del dicho sitio de dos cuadras de largo y una de ancho, con más el claro que ocupaba la calle. Y en esta donación se incluye todo lo edificado, labrado y mejorado en dicho sitio."[3]
Concluidas las obras, inició la ampliación de la capilla y la construcción de la sacristía, su casa particular y varias dependencias o celdas para los novenantes. Lógicamente, para realizar tamaña obra tuvo que servirse de las limosnas de los fieles devotos, con los consiguientes problemas con algunas personas del arzobispado.
Terminadas las obras, un violento terremoto asoló la ciudad de Lima, Callao y las localidades vecinas, sembrándolos de muerte y ruinas, en la madrugada del 20 de octubre de 1687. Por la tarde de aquel día, Sebastián de Antuñano tuvo la idea de sacar en procesión un lienzo que era copia del Cristo del mural. Fue así que se inició la primera procesión de las tradicionales procesiones de octubre del Señor de los Milagros de las Nazarenas. En su primer recorrido llegó hasta la Plaza Mayor y al Cabildo limeño, donde recibió muestras de fervor por parte de los fieles y vecinos de ambos lugares. Y fue ya, en esa primera vez, cuando a su paso por la Plaza Mayor, el Cabildo Secular de Lima, le tributó un entrañable homenaje. Posteriormente, declaró el 27 de septiembre de 1715 al Santo Cristo de los Milagros "Patrono Jurado de la Ciudad". Se tiene la seguridad que aquella replica es la misma que hoy en día nos sigue acompañando en los meses de octubre en su recorrido por la gran Lima.
Preocupado por asegurar la continuidad del culto al Señor tras su muerte, auguró la ocasión con la llegada a Lima de un grupo de Carmelitas Descalzos el 20 de marzo de 1690, a los que hospedó en sus celdas. Durante 25 meses, los frailes carmelitas se dedicarán con empeño a confesar, predicar y celebrar misas para cuantos fieles se acercaban al santuario. El celoso Antuñano –apremiado por dar continuidad al culto al Señor- quiso que los Carmelitas se obligaran por escrito a fundar en aquel lugar cuando llegase la licencia del Rey. Los frailes devolvieron a Sebastián sus aposentos y se trasladaron a vivir a otra parte de la ciudad.
Fue entonces cuando conoció a una fervorosa dama ecuatoriana de Guayaquil, Antonia Maldonado, quien intentaba consolidar la fundación de un beaterio. Había nacido el 12 de diciembre de 1646 y, muerto su padre, se había instalado con su madre en el puerto del Callao. Se casó aquí con Alonso Quintanilla, pero, después de algunos años de matrimonio vivido en castidad, conscientes de que el Señor les había destinado para una vocación especial, convinieron en separarse. Él entró en los franciscanos y ella fundó un beaterio que denominó Colegio de Nazarenas; beaterio que fracasó por exigencias excesivas de los donantes. Antonia de Maldonado también decidió entregarse al culto del Cristo y fundó el Beaterio, y posteriormente Monasterio, de las Nazarenas, adscrito al santo Cristo, a comienzos del Siglo XVIII. Antonia empezó su obra en el Perú con la creación de un beaterio en el Callao. Posteriormente, se trasladó a Lima para perfeccionar su trabajo. Todo parecía caminar bien cuando surgió el primer obstáculo: la institución necesitaba una autorización real para poder funcionar Antes de lograrlo, murió la M. Antonia Lucía. Era el 17 de agosto de 1709. Dos días antes había otorgado poder general a favor de Sebastián para que hiciera valer su última voluntad, declarándolo "Patrón de esta casa y Colegio", porque "a su gran celo, solicitud y cuidado se le debía el haberse efectuado dicha fundación y fábricas de ella dese su primera piedra"[4]
Siete años más tarde, en 1716, también Antuñano sintió cercano su fin y, habiendo hecho testamento el 17 de diciembre de ese mismo año, confesado y comulgado, falleció en la noche del 20 al 21 de diciembre del mismo año. Tenía 64 años de edad y 33 de mayordomo del Señor de los Milagros. Sus restos reposan en la pared de crucero de la derecha del que entra en el templo.
De estos dos pilares fundacionales se conserva un vivo recuerdo como se manifiesta en las lápidas de los sepulcros en el interior del templo. El de Antuñano: "Aquí yacen los restos del Hermano Sebastián de Antuñano, nuestro cofundador de nación vizcaíno-español, quien desde el año 1684 se consagró a promover el culto y devoción a Nuestro Señor de los Milagros y cooperó eficazmente a la fundación: del Beaterio de Nazarenas, actual Monasterio de Carmelitas Descalzas Nazarenas". De Madre Antonia Lucía: "Aquí yacen los restos de la Sierva de Dios, Madre Antonia Lucía del Espíritu Santo, fundadora del Instituto Nazareno, elegida por el Señor de las Maravillas para cuidar su culto y propagar su devoción. Falleció en olor de santidad en esta ciudad de Lima el 17 de agosto de 1709".
Antonio Unzueta nos proporciona un entrañable detalle del celo apostólico de Antuñano
"Genio propio de la divina conmiseración es perdonar muchos impíos por muy pocos justos cuando en esta catolicísima ciudad no fueran muchos los que piadosamente se puede creer que aplacan al Señor, especialmente en este tiempo en que llegó al ángel del fervor la devoción del Santísimo Rosario, que cantan en diversas congregaciones y cuadrillas por las calles y plazas de Lima todos los días sus moradores y vecinos todos, a imitación de la ciudad de Sevilla, de donde en galeones de este año de 91 vino la noticia a manos del devoto Sebastián de Antuñano, nuestro caritativo huésped, que con su santo celo y fervorosa industria la ha introducido, con una emulación celestial, hasta en los claustros más retirados. Y obsequio tan del especial agrado de la divina Madre María, nuestra abogada piadosísima, no puede dejar de aplacar los rigores de Jesús, su soberano Hijo, aunque tan irritado y ofendido de nuestras repetidas culpas"
"Carta relación de los sucesos del viaje que los Carmelitas Descalzos de la Congregación de España hicieron a los reinos del Perú para fundar en ellos su esclarecida reforma, desde el año 1687" Cap. III Lima a finales del siglo XVII, p.410
El escudo nazareno guarda un particular recuerdo de Antuñano: Conformado por los símbolos de origen y tradición nazarenas lleva en la parte superior la cruz nazarena y se divide en cuatro campos: el derecho superior, fondo azul y la figura del esclavo angola pintando al Señor; izquierdo superior; escudo de la ciudad de Lima, sede del culto al Señor, fondo de plata; derecho inferior; fondo de plata y la figura del roble, símbolo de Vizcaya, lugar de origen de Sebastián de Antuñano; izquierdo inferior,: fondo azul fachada de la Iglesia de las Nazarenas. El escudo lleva una cinta roja en el vértice inferior, con el emblema, el lema y el año de fundación de la Hermandad. El conjunto tiene como fondo el hábito morado y el cordón blanco.
El Beaterio designó por superiora a la M. Josefa de la Providencia, que, a los dieciocho años de muerta la Venerable, logró transformar el Beaterio en convento, cuando en febrero de 1720 el Rey de España, Felipe V, dio licencia para la fundación del Monasterio de las Nazarenas. Por parte de la Santa Sede, la aprobación fue dada por la Bula del Papa Benedicto XIII, el 27 de agosto de 1727: observarían las Constituciones de las Carmelitas Descalzas y vivirían -como era deseo de la M. Antonia Lucía del Espíritu Santo - como nazarenas
[1] Archivo Eclesiástico de Derio (Bilbao). Libro de bautizosd de la parroquia de San Severino de Valmaseda 1640-1658, fol.123 v. Cit. En A. Unzueta La Orden del Carmen en la evangelización del Perú Biblioteca Carmelitano-Teresiana del Perú Tomo X, Ediciones El Carmen Vitoria, 1992 p.221
[2] Manuscrito, sin titulación, de Sebastián de Antuñano. Archivo del Monasterio de las Carmelitas Descalzas Nazarenas.
[3] Archivo General de la Nación, Sección Notarial, Protocolos de Sebastián de Carvajal, protocolo 413, folios 787-789v. La cursiva y negrita es nuestra.
[4] Archivo General de la Nación, Protocolo 773, Notario Jacinto de Narbasta 1709, ff. 471-473)