Sólo su nombre y su obra bastan para deshacer la asimilación, en buena medida gratuita, entre clero vasco y nacionalismo vasco, o entre éste y el carlismo. Zacarías de Vizcarra y Arana (1880-1963), vizcaíno de Abadiano, era hijo de un voluntario carlista que se ocupaba de cuidar el caballo del rey Carlos VII, llevó toda su vida un diario personal en vascuence, pero será recordado sobre todo por tres cosas: por reconstruir la Acción Católica española, diezmada tras la oleada de odio frenteopulista durante la Guerrar Civil; por crear el término Hispanidad -que tomó luego otro vasco, Ramiro de Maeztu- para referirse a la herencia cultural común de los pueblos de los que España fue madre; y por escribir un libro,Vasconia españolísima, para demostrar la españolidad de su tierra, y que acaba de ser reeditado, tras largos años de ausencia de las librerías españolas, por la editorial Durandarte. El nacimiento de la Hispanidad Fue uno de los primeros alumnos del seminario pontificio de Comillas, convertido luego en universidad. Allí estudio y se ordenó sacerdote en 1906, pasando luego a dar clase en el seminario de Vitoria. En 1910 publicó su Cartilla de Acción Católica, de gran éxito en toda España, y comenzó a convertirse en una referencia nacional para la gran organización de los seglares bajo la dirección de los obispos. En 1911 publicó un Catecismo breve de la doctrina cristiana en castellano y en vascuence, y al año siguiente se trasladó a vivir a Argentina como capellán de la familia Pereyra Iraola. Estuvo un cuarto de siglo en aquellas tierras, un periodo decisivo para su comprensión de la huella española en América y de su configuración como una entidad cultural con personalidad propia: la Hispanidad. Un artículo suyo de 1929 consagró definitivamente su uso y sentido, que aspiraba a sustituir al Día de la Raza, surgido en 1913, como denominación común de lo hispano.
Por la Acción Católica El prestigio de Vizcarra como animador cultural en un sentido hispánico y tradicionalista fue creciendo en Argentina y en España. Colaboró en la revistaAcción Española, formó parte del comité organizador del multitudinario Congreso Eucarístico Internacional de Buenos Aires de 1934, y en 1937 regresó a España para colaborar con el cardenal Isidro Gomá en la reorganización de la Acción Católica, de la que fue nombrado consiliario general. Su Curso de Acción Católica de 1942, de más de quinientas páginas, formó a toda una generación de laicos comprometidos de la posguerra. En 1939 publicó en la Editorial Tradicionalista de San Sebastián su Vasconia españolísima, que aspiraba a recuperar la verdad histórica sobre su tierra tras el lamentable espectáculo que había dado en 1936 el nacionalismo vasco, teóricamente católico, haciéndose cómplice de la barbarie antirreligiosa del Frente Popular. Cuando en 1940 murió el cardenal Gomá, le sustituyó en Toledo el cardenal Enrique Pla y Deniel, de quien Vizcarra fue nombrado obispo auxiliar en 1947. En esa condición participó en la primera sesión del Concilio Vaticano II, poco antes de morir el 18 de septiembre de 1963. La unión entre los españoles La reedición de Vasconia españolísima es un homenaje a la figura de uno de los eclesiásticos más relevantes del siglo XX español. Quiso demostrar "que Vasconia es reliquia preciosa de lo más español de España" y lo logró mediante un pequeño tratado plagado de datos etnográficos, etimológicos, lingüísticos e históricos, suficientes para convencer a cualquiera. Y lo hizo con un objetivo: "Lo que yo pido a Dios, como fruto de este humilde trabajo, es que fomente entre todos los españoles los sentimientos más vivos de fraternidad y colaboración, para que todos juntos llevemos a cabo la gran misión que Él tiene reservada en el porvenir del mundo a esta gloriosa España, que ha sido en otras ocasiones, lo es ahora y lo será en el futuro, brazo derecho de la Cristiandad". |
Por H. Sergio Mora
ROMA, miércoles 19 diciembre 2012 (ZENIT.org).- Con cuatrocientos años de atraso, pero con paso firme se prepara para llegar a Roma, la causa de beatificación del obispo de la entonces diócesis mexicana de Michoacán, Vasco de Quiroga.
El siervo de Dios, primer obispo de Michoacán, fue un testimonio ejemplar en la transmisión e inculturación de la fe en el Nuevo Mundo. Pudiendo tener los cargos que hubiera deseado en la corona española, eligió por inspiración divina la predicación entre los indígenas, poco antes que la Virgen de Guadalupe se apareciera a Juan Diego.
La figura ejemplar del actual siervo de Dios fue recordada la semana pasada en un acto académico en el aula magna de la Universidad Gregoriana, con las intervenciones del arzobispo de Morelia,
Alberto Suárez Inda; del sacerdote Pablo Arce de la prelatura del Opus Dei; del secretario del Pontificio Consejo para América Latina, Guzmán Carriquiri, y con la presencia de dos cardenales, Giuseppe Bertello y Javier Lozano Barragán, además de embajadores, autoridades y un numeroso público.
Se trata de un abogado humanista del siglo XVI, nacido en Madrigal de las Altas Torres, en la región española de Castilla la Vieja, un letrado que se formó en la Universidad de Salamanca, que de auditor pasó a juez y decidió embarcarse hacia América para ejercer su profesión, seguro de hacer justicia. Ya ejerciendo en América como auditor, el papa Pablo III lo nombra obispo de Michoacán, si bien él era un laico. Una persona que creo muchas instituciones, demostró santidad y que debido a su cercanía con la población local tuvo que enfrentar muchas oposiciones, incluida la de un encomendero local.
"Lo que le pasó por la cabeza y el corazón al abogado Quiroga, laico, apenas conocido su nombramiento como obispo, no lo sabemos, ni tampoco las horas en oración que habrá pasado antes de aceptar", comentó en la conferencia el profesor Arce.
Sobre el tema, el arzobispo de Morelia Alberto Suárez Inda, concedió a ZENIT después de su exposición en la Gregoriana, la entrevista que proponemos a continuación.
¿Por qué solo hoy se propone la beatificación de este obispo de México?
--Monseñor Suárez Inda: Empezamos a traer el fruto de años de preparación, es una causa histórica que tiene una mole impresionante de documentos, unos veinte mil folios recuperados y sistematizados sobre su pensamiento. Tenemos que recoger lo esencial, pues si no en Roma no terminarán nunca de estudiarlo. Fundamentalmente por la heroicidad de las virtudes, la gran actualidad de su acción pastoral, su estrategia --diríamos- para transmitir el evangelio, sin obligar sino con los lazos del amor. Supo fascinar a aquel pueblo con su palabra y ejemplo.
¿A qué punto está el proceso de canonización?
--Monseñor Suárez Inda: Esperamos clausurar en julio el proceso diocesano. Ya está casi todo listo y estamos firmando actas en los notarios. Tenemos dos estudios de los censores teológicos sobre su pensamiento, y de cómo su figura está en el corazón del pueblo; sobre el sentido de su trabajo y de una fe llevada a la práctica.
¿La inculturación es también un parámetro en la nueva evangelización?
--Monseñor Suárez Inda: Sí, él decía que los indígenas eran como la cera blanca que se puede modelar, no con la fuerza sino con delicadeza. Supo entender la gran capacidad de los indígenas en el arte, la música, la escultura, la organización y el sentido de responsabilidad. Aún hoy en las poblaciones indígenas es un honor tener un encargo en el templo, para las fiestas, en el culto, para renovar las flores, todo esto les llega mucho y son aspectos de la vida social, fruto de una evangelización que no fue un barniz.
¿Era una figura incómoda? Su actitud despertó reacciones?
--Monseñor Suárez Inda: Estaba el encomendero Vasco de Guzmán que era muy cruel. Vasco de Quiroga tuvo la firmeza de denunciarlo y frenarlo. Claro, esto le habrá traído enemistades y calumnias. Al obispo entretanto le favorecía ser del mismo pueblo de la reina Isabel la Católica, de quien era contemporáneo. También sufrió litigios de límites de diócesis con los vecinos, no por poder sino buscando el derecho y el bien de la comunidad, si bien esto es más polémico.
¿Hay alguien que no quiere su canonización?
--Monseñor Suárez Inda: Algunos han considerado que canonizarlo le haría perder su prestigio en el ambiente secular, como que dejaría de ser el benefactor, el defensor de los derechos humanos, pues lo vamos a poner en las nubes. Alguien me dijo lo van a poner en el altar y ya no está al ras de la tierra. Nosotros pensamos en cambio que la santidad humaniza y acerca a la realidad de la gente.
¿A nivel popular su persona es conocida?
--Monseñor Suárez Inda: Por supuesto, especialmente en esta zona, su entonces diócesis de Michoacán que ahora son doce diócesis. Hemos desempolvado y recuperado todos los documentos originales, que confirman la opinión popular, que siempre lo ha considerado un hombre recto. Los indígenas lo llamaban tata Vasco.