martes, 30 de junio de 2020

FRAY RAMÓN ROJAS (P. GUATEMALA), APÓSTOL DE ICA (1775-1839), OFM


Su nombre completo fue José Ramón Rojas de Jesús María, natural de Quetzaltenango (Guatemala). Fueron sus padres Lázaro Rojas, un funcionario público, y Felipa Morales. Tuvo siete hermanos, lo que, con los bajos ingresos recibidos por sueldo del padre, obligó a la familia a vivir en extrema austeridad. Esa vida con tanta limitación, aunada a la gran religiosidad de los padres, facilitó el que cinco de los ocho hijos optaran por la vida religiosa.

Su educación escolar la cursó con los frailes franciscanos, mostrando grandes aptitudes para la literatura, el dibujo y la música, artes estas que desarrolló durante toda su vida.

Una vez concluidos sus estudios elementales, se fue al convento, siendo aceptado como novicio a la edad de 18 años (en el año 1794) en el convento de los recoletos de "Cristo Crucificado" de Guatemala, ordenándose como sacerdote en 1798 en la orden seráfica de San Francisco de Asís. Más tarde ingresa a la Universidad de San Carlos, donde estudia Filosofía, Historia, Derecho y Teología, al tiempo que aprende varias de las lenguas indígenas. Esta rica formación le lleva a compartirla en las misiones de Centroamérica; allí será celoso misionero entre infieles por tierras de Nicaragua, Honduras y Costa Rica.

En 1822 estalla la guerra civil en Guatemala y es perseguido y encarcelado por defender los derechos de la Iglesia. En concreto, el partido vencedor, sin permiso de la Santa Sede, erigió en 1824 una nueva diócesis, San Salvador, y nombró obispo al cura Delgado, quien dejándose llevar de la vana carrera eclesiástica tomó posesión del gobierno eclesiástico. Frente a tal atropello y a la nueva constitución liberal de su patria, protesta junto a su arzobispo ante el Papa León XII. Esto le llevó a la cárcel en un calabozo durante dos meses y a punto de ser fusilado. En tales circunstancias, en enero de 1831, se dirigió a Puerto Trujillo en la Bahía de Honduras, consolando y evangelizando a grupos de pobres negros. Viendo que su vida corría peligro, tuvo que salir a media noche del 10 de abril sin poder salvar nada más que su breviario. Con rumbo incierto, se embarcó en la fragata francesa "Mariana Isabel, logrando anclar un 22 de junio de 1831 en el Callao.

Al estar sin documentos que acreditaran su condición de sacerdote y religioso, dirige sus pasos hasta el Convento de los Descalzos de Lima, donde le acogen fraternalmente. Aquí, obtenidas las licencias sacerdotales para predicar y confesar, se lanza por las calles de Lima y Callao, promoviendo el culto y devoción al Santísimo Sacramento y a la Virgen de Guadalupe, imagen que siempre llevaba consigo y que también pintaba; en unión del virtuoso lego Fray José M. Prieto, construye en el puerto del Callao con las limosnas recogidas una capilla dedicada la Virgen de Guadalupe y un pequeño hospital. En el Jubileo Santo de 1834 predicó a los presos, repara la capilla del Hospital de San Andrés. Al ver su preparación y celo, el arzobispo de Lima, Don Jorge Benavente, con quien tuvo una estrecha amistad, le encarga buscar la reforma de la población y de las órdenes religiosas, como efectivamente lo logró.

 

Su gran vocación misionera le llevó a las tierras de Cañete, Chincha y Pisco, culminando en Ica, donde se centró apostólicamente. Allá llevó una imagen de Nuestra Señora de Guadalupe y promovió intensamente su culto. En esta ciudad levantó el hospital de Guadalupe de Pisco, donde se cuenta que hizo brotar agua en medio del arenal, en el lugar conocido hoy como Pozo Santo.

Su fervoroso apostolado le lleva a edificar y restaurar iglesias y capillas, fundar hospitales y levantar casas de ejercicios espirituales. Su vida de abnegación y de entrega total a los demás produjo abundantes frutos espirituales entre el pueblo y los religiosos; nombrado visitador de éstos -franciscanos, agustinos y hermanos de san Juan de Dios-, renovando sus vidas, mediante el establecimiento de la disciplina y el cuidado del culto.  

El presidente del Perú General Felipe Santiago Salaverry, a su paso por Ica, quedó admirado del fervoroso misionero y le propuso como obispo de Maynas, fray Ramón declinó por dedicarse de lleno a su apostolado iqueño. La tradición oral es muy viva al recordarle como propulsor y asiduo peregrino del Templo de la Virgen de Yauca. De igual modo, está viva en la memoria de los fieles numerosas gracias debidas a su intercesión. A él se le atribuye la calma del otrora amenazador volcán de Cerro Prieto.

Debilitado por los trabajos y mortificaciones, moría el 23 de julio de 1839, a los 63 años de una pleuresía causada por salir una noche de mucho frío y, estando enfermo, atender a la niña Presentación Mantillas en artículo de muerte, a quien consoló y cuya salud recuperó. Al entierro del Padre Guatemala asistió una multitud de más de 5 mil personas, en la antigua iglesia de la Merced –hoy catedral de Ica. Sus restos fueron sepultados en la capilla contigua y también levantada por él con la advocación de Jesús María, en la calle Cajamarca (Ica).

Como escribirá el historiador y hermano de su Orden, P. Julián Heras "a pesar de no haber permanecido sino cuatro años en Ica, la memoria del P. Guatemala no se ha borrado de los corazones de sus habitantes. Y todavía, después del siglo y medio de su muerte, perdura la fama de santidad de este humilde siervo de Dios".  

Dada la popular veneración por parte de los fieles de Ica, en 1871 se inició el proceso de su beatificación, y Dios quiera pronto sea elevado a los altares.

Con motivo del centenario de la muerte de fray José Ramón, el diario el Imparcial de Guatemala le dedicó una edición especial el día 22 de julio de 1932, y la Sociedad de Geografía e Historia le rindió un homenaje póstumo.

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martes, 23 de junio de 2020

MONSEÑOR ORACIO FERRUCCIO CEOL B., OFM OBISPO EMERITO DE KICHOW (HUPEH, CHINA) FUNDADOR DEL COLEGIO PERUANO-CHINO "JUANXXIII"

MONSEÑOR ORACIO FERRUCCIO CEOL B., OFM OBISPO EMERITO DE KICHOW (HUPEH, CHINA) FUNDADOR DEL COLEGIO PERUANO-CHINO "JUAN XXIII" (26-VII-1911 * 23-VI-1990)

P. Fortunato Mattivi, ofm[1]

Era muy fácil hablar de Mons. Ferruccio, cuando se trataba de su vida de Misionero. Muy pocos eran los detalles sobre su niñez en el pueblecito en que había nacido, y él los recordaba con simplicidad, sobre todo las travesuras; y se quedaba como sorprendido de la vivacidad que caracterizó su vida de jovencito, animada por su espíritu de aventura; que preanunciaba un propósito de vida que irá madurando después en el Seminario, para convertirse en espíritu misionero. El mismo lo sintetizó en un mensaje escrito con ocasión del XXV aniversario de fundación del Colegio Juan XXIII: "El propósito inicial y forma de mi vida fue dedicar todas mis fuerzas al Reino de Cristo y logré hacerlo realidad desde el año 1934 en la misión de China".

Hombre activo, tenaz, decidido y generoso. Nacido en el pueblecito de Daiano en el Valle de Fiemme, entre las montañas Dolomitas (los Alpes de Trento-Italia) el 26 de Julio de 1911; respiró el aire de sus montañas y recibió de la familia y de la comunidad parroquial, el ejemplo y la fuerza de una fe cristiana que sería duramente probada durante su itinerario misionero en China y en el Perú. Sus padres, muy pobres de bienes materiales pero ricos en la fe cristiana, le educaron con mucho amor a las virtudes, y se sintieron privilegiados y bendecidos por Dios cuando a los 11 años pidió ingresar al Seminario Menor Franciscano de Trento para cursar allí los estudios secundarios (que no había en su pueblo). Pronto moriría el papá, Marino Ceol, y su mamá, Anna Bozzetta, luchará con fe en la Providencia para criar y educar sola a cuatro hijos. Mientras tanto, el joven Horacio, terminados brillantemente esos estudios, obtuvo de ingresar al Noviciado Franciscano y, en 1932, emitía sus votos solemnes y perpetuos de pobreza, obediencia y castidad en la Orden Franciscana (Provincia de Trento); tomando el nombre de fray Ferruccio.

Tenía poco más de 22 años y medio cuando fue consagrado Sacerdote y pudo celebrar su primera Santa Misa en la pequeña y hermosa iglesia de su pueblo natal, habiendo completado sus estudios en Trento y en Roma (Universidad Antoniana). Ya la mamá y los hermanos sabían de su secreto propósito de ir misionero a China, en donde trabajaban otros frailes de Trento. Tres meses después de su ordenación sacerdotal, el p. Ferruccio toma el barco hacia China. Una vez llegado, inicia los estudios del idioma chino. Era el año 1934. Muy pronto el territorio de la diócesis de Kichow (Hupeh) se convierte en tierra de guerras sin fin: grupos guerrilleros enfrentan en guerra civil a los soldados del Gobierno y los campesinos y la gente de los pueblos sufren todo tipo de presiones e injusticias. P. Ferruccio, que vive con ellos, es buscado, pero se esconde y escapa; sin embargo, no deja solos a sus cristianos a quienes conforta, ayuda y defiende. Pronto cesará la guerra civil, porque un nuevo enemigo, Japón, está invadiendo y ocupando China.

Frente a los innumerables peligros, el Obispo llama a p. Ferruccio de su misión lejana a la ciudad, Kichow. Son muy numerosas las personas que huyen de los invasores; los heridos y los enfermos que llegan a la iglesia en busca de ayuda son miles. "No podemos dejarlos morir así" dice p. Ferruccio. Abre, entonces, una posta médica que pronto se convertirá en un hospital, donde él con otro franciscano serán los primeros médicos, enfermeros, consejeros y evangelizadores. Su obra humanitaria es reconocida por todos al punto que todos respetan el pequeño hospital y la iglesia y todos (la gente, los soldados japoneses, los soldados chinos, los escondidos de noche) acuden a él que a todos atiende.

En 1945 termina la segunda guerra mundial con la derrota de Japón y su retiro; pero, muy pronto, reinicia la guerra civil entre comunistas y nacionalistas. El 28 de junio de 1948 llega la noticia que el Papa le ha nombrado Obispo de Kichow para suceder al anciano obispo que yo no puede hacer frente a los peligros y dificultades de ser Pastor en ese momento y en tales circunstancias. Consagrado obispo, tomará posesión de su diócesis el 3 de octubre de 1948. Tenía 37 años y era el obispo más joven del mundo católico.

En el poco tiempo de paz, después de la II guerra mundial, el trabajo misionero era prometedor, y la iglesia florecía. Pero pronto llegará una hora negra y dolorosa, con una situación que fue destruyendo todas las expectativas. Entonces me acordé que el lema de mi escudo de obispo era "Per Crucem ad Lucem", "sólo se llega a la luz a través de la cruz, el sufrimiento y hasta la muerte por Dios".

En 1949, ya las fuerzas comunistas han conquistado todo el poder sobre China, proclamando la República Popular. La política del nuevo gobierno decide la supresión de todas las religiones, inspirándose en el marxismo ateo; así como obliga al retiro a la casi totalidad de extranjeros (que no sean del bloque comunista). Para Mons. Ferruccio se inicia un calvario que durará varios años, mientras que sus católicos (Sacerdotes, Religiosos y Laicos) son dispersados o sufren diferentes condenas. Monseñor estará primero bajo custodia, sufrirá cárcel y torturas. Muchas veces es visitado por la policía, llevado a la comisaría y objeto de largos interrogatorios. Pero ninguna acusación contra él se sostiene, se revela como un pretexto para poder hacerle perder el cariño y el respeto del pueblo; las amenazas quieren mermar su coraje y su salud. Pero, Dios está con Monseñor que resiste, hasta que en 1951 sufre un juicio popular y es condenado a muerte. Se quedará un año más hasta que la pena será conmutada en expulsión de por vida y el 27 de diciembre de 1952, acompañado por los soldados hasta el puente de Lo Wu (Hong Kong), va hacia la libertad.

Se cerraba así una etapa de su vida misionera marcada por la Cruz: "La hora del Calvario, amarga y dolorosa, convulsionó todas nuestras expectativas. El sufrimiento, la persecución y el martirio físico y espiritual que tuve que soportar, junto con la preocupación por mi Iglesia de Kichow, en donde quedan sacerdotes, catequistas, cristianos, religiosas y catecúmenos solos, indefensos y sin Pastor, me acompañan en todo momento de mi vida". Repetirá constantemente Monseñor.

Nueva Esperanza en Dios. Monseñor retorna a su tierra donde se reencuentra con su anciana madre. Han pasado 19 años desde que la dejó para seguir su vocación misionera; retorna a ella ya hecho Obispo y con las marcas de la persecución. El cariño de los suyos y los aires puros de sus montañas restablecerán prontamente la salud a Monseñor, aun cuando le queda grabado para siempre el recuerdo de la tragedia vivida y de sus cristianos que han quedado solos en la persecución. "Enfrentada y superada con la ayuda de Dios la durísima prueba de la persecución y de la expulsión de China, el Señor me abrió otro camino para hacer el bien entre los chinos emigrados al Perú".

En 1955 la Santa Sede ofrece a Mons. Ferruccio el encargo de ayudar a los Pastores de la Iglesia del Perú en el cuidado espiritual de los chinos residentes en ese país. Desde mediados del siglo XIX muchos chinos dejaron su patria, sumergida en tantas guerras y dificultades, buscando trabajo y residencia en Lima y en el Perú. En el siglo XX este éxodo continuó, porque la situación en la China lejos de mejorar fue haciéndose más y más difícil.

Al ofrecimiento del Papa, Monseñor responde: "Soy feliz de dedicar lo que queda de mi vida a este querido pueblo que vive tan lejos de su patria". Monseñor reinicia pues su camino misionero dando todas sus fuerzas para la evangelización de la familia china del Perú, dispuesto a toda clase de sacrificios y con un gran espíritu de fe y oración. Pronto descubre la necesidad de fundar un Colegio, para que la Colonia tenga una escuela católica que ofrezca esta opción educativa. Mientras tanto, en la Iglesia ha habido grandes cambios. A la muerte del Papa Pío XII, es elegido Papa el Cardenal Angelo Giuseppe Roncalli (1958), quien iniciará una gran reforma en la Iglesia. Pronto convocará a todos los Obispos a Concilio, y también Monseñor participará en el Concilio Vaticano II. Tendrá así la oportunidad de encontrarse varias veces con el Papa, que le escuchará y alentará en sus proyectos.

Una de las grandes preocupaciones del Papa es la situación de la Iglesia Católica en la China. Aprovechando la presencia de todos los Obispos en el Concilio, convocará a los Obispos de China y Mons. Ferruccio será el llamado a exponer ante el Papa el informe que los obispos han preparado. Nace entonces una buena amistad entre el Papa y Monseñor, quien un día le confía su deseo de fundar un colegio católico de la Colonia China, como instrumento de apostolado, educación e integración. El Papa le alienta en su decisión, bendice el proyecto y despide a Monseñor con una frase que es casi un testamento: "Regresa al Perú; trabaja en el nombre de Dios y en el mío y todo será un suceso". Acompañará estas palabras con el importe de 25,000 dólares que será el primer fondo para la construcción del colegio.

"Fortalecido por las palabras y las oraciones del Papa Juan XXIII, entre muchas dificultades, pasando por momentos de entusiasmo y otros de preocupación, pero siempre con la mente fija en hacer realidad mis ideales, pude iniciar casi desde cero la obra que ahora viene creciendo con la bendición del Señor". Escribirá Monseñor. El programa que se había planteado en su labor religiosa y social con esta obra es ambicioso, es importante y profético. El quiere lograr:

  • Que se produzca una sana integración de los niños y jóvenes de ascendencia china con los de ascendencia peruana a través de una sana coeducación.
  • Que las familias orientales conservando sus grandes valores originales de fidelidad, laboriosidad y amor a las tradiciones morales de los ancestros los enriquezcan con la cultura y formación cristianas del Perú.
  • Que se instaure la relación hogar-escuela, escuela-hogar, como base y cimiento de una verdadera educación.

Así nació el Colegio Juan XXIII que abrió sus puertas en abril de 1962 con tan sólo 63 alumnos en una casita alquilada y hoy alberga a casi 2000 alumnos en unas instalaciones que están al día con los mejores requerimientos pedagógicos.
No se tiene los recursos suficientes para construir el Colegio y, entonces, Monseñor Ferruccio se hace mendigo solicitando la generosidad de muchos: la Universidad Católica que le cede el terreno, la gente de la Colonia China que le da su colaboración, pero sobre todo, en los Católicos de Estados Unidos, Alemania e Italia y en los Franciscanos de Trento, que año tras año se acuerdan del obispo "Chino" y le envían los recursos necesarios.

Monseñor Ferruccio fue siempre muy profundamente hombre de Iglesia. Cada vez que podía amaba hacer casi como un peregrinaje a Roma, a visitar al Papa, como lo había hecho Francisco de Asís. A la muerte del Papa Juan XXIII, expondrá su obra al nuevo Papa, Pablo VI, quien tendrá para él palabras de aprecio y estímulo y lo apoyará económicamente. La misma devoción y el mismo cariño tendrá también en su relación con el Papa actual, Juan Pablo II quien se sentía particularmente ligado a Monseñor por compartir ambos la experiencia de la persecución por causa de la fe.

Ya los primeros alumnos son Padres de Familia y recuerdan a su querido "Tío Monse" quien fue para ellos un padre, un amigo, un sacerdote y el más grande bienhechor de la Comunidad China del Perú.

En 1983, Mons. Ferruccio se retiraba silenciosamente. Su obra ya es grande y sólida y está en buenas manos: de los Padres Franciscanos de Trento y de los Padres de Familia, quienes siguen el ejemplo de Monseñor trabajando con amor al Colegio y fe en la Providencia, para los ideales que inspirara el nacimiento de esta Gran Obra. Monseñor quiso que nadie supiera cuando se iba porque "no habría soportado" el sufrimiento de la separación. Como humilde fraile, lo dejó todo y no pidió nada para sí: con el dinero de la venta de la casa en que había vivido, se levantó -en su colegio- la primera parte de un edificio que acoge todos los servicios educativos. Se retiró a la casa para los Hermanos ancianos y enfermos de los Franciscanos de Trento, de donde por unos años salía para colaborar en el trabajo pastoral que el Arzobispo de Trento le solicitara. Pero su salud decaía constantemente y fue retirándose siempre más en oración y silencio, ofreciendo al Señor toda su vida con preocupación y afecto siempre vivos hacia aquellas almas que le fueron encomendadas y las obras que, con la ayuda de la Providencia, él había realizado.

Rodeado por el cariño y la atención de los hermanos, los médicos y amigos, fue apagándose hasta que a las 14.45 del día 23 de junio descansaba en el Señor, después de haber recibido los Sacramentos. Ahora su cuerpo descansa en el pequeño cementerio de los frailes de Trento, compartiendo la paz y la oración de los justos, junto con tantos frailes que como él dieron su vida para el Evangelio.

"Nunca el cristiano está solo, siempre está unido al hermano. Podemos ser misioneros también quedándonos en nuestra patria, con la oración, con el buen ejemplo, con la ayuda. Si así llegamos a salvar un alma, seremos bienaventurados porque esa alma vale Cristo". (Mons. Ferruccio).

 



[1] Semanario Diocesano de Trento, 25-VI-1990

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JOSÉ MANUEL BERMÚDEZ (1764-1830), Canónigo

 Escribió el libro "Anales de la Catedral de Lima", considerado como historia más completa y auténtica de la Catedral Limense durante la época virreinal, ya que recoge año a año los relatos de los actos de los diecisiete arzobispos de Lima "con llaneza de estilo y minuciosidad".
Nacido en Tarma en 1764, educado en el Seminario de Santo Toribio, del cual fue profesor, desempeñó por muchos años el curato de Huánuco, obteniendo en 1803 su traslación al coro de Lima en la condición de medio-racionero.
En 1806 ocupó la silla de racionero, a la vez que se le nombró Secretario del Cabildo, cargo que sirvió hasta 1814, en que obtuvo la dignidad de Magistral. Fue en esta época cuando el doctor Bermúdez registró archivos, compulsó documentos y acopió los datos que utilizara más tarde para redactar los interesantes Anales de la Catedral.
Como orador, merecieron caluroso encomio sus oraciones fúnebres en memoria del obispo Gorrichategui, del conde de la Unión, del arzobispo La Reguera y del Presidente de las Cortes de Cádiz Morales y Duárez, natural de Lima.
Como escritor, son sus producciones más notables: una Vida de Santa Rosa, (impresa en 1827), y tres opúsculos sobre   materias eclesiásticas, siendo muy elogiado el que consagró a la defensa de la Bula de Pío VI, sobre diezmos y rentas. Fue uno de los colaboradores del famoso Mercurio Peruano.
Gran conocedor de la lengua quechua compuso una gramática y un vocabulario, condenando el gravísimo error de los conquistadores el haber pretendido extinguir aquella lengua que no cede a otra alguna en energía, majestad, precisión, abundancia y dulzura.
Fue electo diputado por Tarma en las elecciones para las Juntas de Cádiz. También fue uno de los vocales que compusieron la junta de pacificación nombrada por el virrey La Serna, para pactar un armisticio con los patriotas y discutir sobre la manera de poner término a la guerra ante el comisario regio Abreu en 1821.
Murió el canónigo Bermúdez en 1830, desempeñando la alta dignidad de Chantre en el coro de Lima, a la edad de 66 años. Ver Mendiburu, Diccionario Histórico Biográfico del Perú, III, pp. 37-39.
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lunes, 22 de junio de 2020

ANTE UN MUNDO APESTADO ¡UN MUNDO ENSANTADO!

ANTE UN MUNDO APESTADO ¡UN MUNDO ENSANTADO!

Felicito al portal "Religión y Libertad" por su campaña "Oración de urgencia" en la que invita a escribir a "personalidades católicas relevantes" [quienes] pedirán a Jesucristo, a la Santísima Virgen o a los santos de su elección que nos protejan de estos males y nos ayuden a ponerles fin para que el mundo cumpla la finalidad para la que fue creado: dar gloria a Dios, en vez de arrebatársela". https://www.religionenlibertad.com/mundo/655573732/desconcierto-mundo-religion-en-libertad-campana-oracion-urgencia.html

Me han encantado las contribuciones de Miguel Ángel Velasco, J.M. Cotelo, Olaizola, Vallejo Nájera y desde el Perú colaboro con mi granito de arena.

Estoy convencido con Donoso Cortés que "hacen más por el mundo los que oran que los que pelean", así que oremos, en público y privado, a título corporativo y personal, en familia global planetaria y en la de nuestro hogar, porque aquí también tiene razón el P. Peyton "familia que reza unida permanece unida".

Si el mal de la pandemia nos ha unido de modo misterioso pero real, la lucha para vencerlo debe encadenarnos con un arma clara y mucho más letal, la enseñada por el mismo dador de vida y que se proclamó como la misma Vida, Jesús, el rostro de Dios hecho hombre y el rostro del hombre Dios; basta con recordar su lección: "Padre nuestro…venga a nosotros tu reino".

Si vivimos en un planeta apestado, oremos para que se convierta en un mundo ensantado. ¿Qué hicieron los santos ante las pandemias?

En la tierra ensantada del Perú los cinco santos oraron y actuaron. Así lo declaran los testimonios de su proceso de beatificación.

De Toribio Mogrovejo, segundo prelado limeño y patrono de todos los obispos de América, se lee que- "en el tiempo de las viruelas, que fue peste general en aquel Reino, proveyó de botica y médico y barbero a todos los pobres  y al hospital de san Lázaro, de todo lo necesario; En especial, en el tiempo de las viruelas y peste general que hubo en este reino, que por estar todos los indios en sus casas caídos con la dicha enfermedad, se andaba el dicho señor Arzobispo de casa en casa, a confirmarlos, sufriendo el hedor pestilencial y materia de la dicha enfermedad".

Martín de Porres convirtió el convento en hospital. "Y en este tiempo hubo una peste en esta ciudad de una enfermedad que llaman alfombrilla o sarampión en la cual tuvo este testigo en su enfermería sesenta enfermos, los más de ellos mancebos novicios. Esta enfermedad daba crueles calenturas que se subían a la cabeza… El siervo de Dios estuvo sin parar de día y de noche, acudiendo a dichos enfermos con ayudas, defensas cordiales, unturas, llevándoles también a medianoche azúcar, panal de rosa, calabaza y agua para refrescar a dichos enfermos.

Francisco Solano, cuando en 1604 Arequipa se vio afectada por la peste del vómito negro, predicó contra los pecados capitales, llenándose las iglesias; cientos de personas hicieron penitencia y pidieron a gritos que se expusiese el Santísimo. Un año después, en diciembre de 1605, abandonando su retiro y con un crucifijo en la mano, salió por calles y plazas exhortando a todos a la penitencia por sus pecados. "La vista de aquel fraile, espejo de la penitencia, el ardor de su mirada y el fuego de sus palabras, conmueve a sus oyentes; le siguen hasta la plaza mayor y allí el gentío se hace cada vez más numeroso de tal manera que deben dejar abiertas las iglesias por petición popular de la confesión".

Juan Macías visitaba a los pobres de los hospitales: "les daba los dulces y las flores; y les untaba las manos con el agua de olor para que se recreasen; les amonestaba a la paciencia en su pobreza y achaques, y les aconsejaba el amor de Dios y mudanza de sus vidas". Rosa de Lima "curaba a todos los que podía y para este efecto, los traía a su casa doliéndose de sus enfermedades, sin reparar que fuesen negros o indios, ni de enfermedades asquerosas"

 

Culmino invitándoles a orar como hiciese nuestro Papa Francisco ante las reliquias de los cinco santos peruanos en la Catedral limeña

Dios y Padre nuestro,
que por medio de Jesucristo
has instituido tu Iglesia
sobre la roca de los Apóstoles,
para que guiada por el Espíritu Santo
sea en el mundo signo e instrumento
de tu amor y misericordia,
te damos gracias por los dones
que has obrado en nuestra Iglesia en Lima.

Te agradecemos de manera especial
la santidad florecida en nuestra tierra.
Nuestra Iglesia arquidiocesana,
fecundada por el trabajo apostólico
de santo Toribio de Mogrovejo;
engrandecida por la oración,
penitencia y caridad de santa Rosa de Lima
y san Martín de Porres;
adornada por el celo misionero
de san Francisco Solano
y el servicio humilde de san Juan Macías;
bendecida por el testimonio de vida cristiana
de otros hermanos fieles al Evangelio,
agradece tu acción en nuestra historia
y te suplica ser fiel a la herencia recibida.

Ayúdanos a ser Iglesia en salida,
acercándonos a todos,
en especial a los menos favorecidos;
enséñanos a ser discípulos misioneros
de Jesucristo, el Señor de los Milagros,
viviendo el amor, buscando la unidad
y practicando la misericordia
para que, protegidos por la intercesión
de Nuestra Señora de la Evangelización,
vivamos y anunciemos al mundo
el gozo del Evangelio.

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sábado, 20 de junio de 2020

EL CARITATIVO CURA CABRERA “DESCUBRIDOR” del pacovicuña

EL CARITATIVO CURA CABRERA "DESCUBRIDOR" del pacovicuña

 

El francés Paul Marcoy[1] nos brinda un entrañable relato de un ejemplar sacerdote de Puno, el canónigo, Juan Pablo Cabrera, cura interino de ... Macusani. Este poblado concentra y aún mantiene la diversidad genética de las dos razas de alpacas (huacaya y suri) y sus bióticos, convirtiéndose en el centro del primer cruce dirigido entre alpaca y vicuña, de donde se obtuvo el "Pacovicuña -en pleno periodo independentista de 1824 a 1845- hecho que valió que el gobierno de Ramón Castilla expidiera un decreto de ley el 29 de agosto de 1854 a favor del citado presbítero. Con esta experiencia se logró obtener una mayor y más fina fibra.

Tiene sus orígenes en un premio que le concedió el Congreso de la Republica, al cura de Macusani, Padre Cabrera, allá por 1850, por haber cruzado la vicuña con la alpaca y "haber creado una nueva raza de abundosa y fina fibra: el Paco-vicuña". Hacendados exportadores que tenían licencia para exportar fibra de vicuña, introducían a sus rebaños de vicuñas, algunas alpacas para producir el cruce y obtener especímenes de mayor producción de fibra. Por ejemplo, en la Raya en la década del 60, se encontró un rebaño de Paco-vicuñas de todos los colores y de diversas producciones, herencia de la ex-Granja Modelo de Auquénidos de la Raya del Ministerio de Agricultura. Según los entendidos; a la fecha, si bien el cruce es viable, siendo dominante el color y el temperamento de la vicuña, su producción no es rentable.

Lo que nos importa es rescatar la entrañable y celosa figura sacerdotal descrita por nuestro inquieto y grato viajero. Dios quiera que alguien le dedique un libro a nuestro querido y olvidado cura Cabrera. Al menos, gocémonos con el presente delicioso texto.

 

El intrépido viajero se encontró en el museo de Lima, en un rincón de la sala donde se halla el árbol genealógico de los incas, un retrato del cura de Macusani, don Juan Pablo Cabrera, y declara que "aquella relación de una vida tan laboriosa y santa" le conmovió de tal modo que se prometió no dejar América sin haber "conocido al hombre venerable pintado en el retrato".  Cuando llegó hasta Cabaña el anciano sacerdote, ciego, con el rosario en la mano, le acoge con una gran ternura y le narra su vida:

"He nacido en Canima, una aldeíta de Puno y no en Macusani, como dicen mis biógrafos. A veinte y cinco años era sacerdote y cura párroco en la provincia de Carabaya. Mis dos hermanas Verónica y Epifanía que se quedaron solas después de la muerte de nuestros padres vinieron a vivir conmigo. Penetrado de la grandes de mi ministerio, emprendí la obra de sacar del embrutecimiento en que se hallaban sumergidos a los infelices indios que me había dado Dios a título de rebaño. Abrir los ojos de su espíritu a la luz verdadera, hacer de ellos los hermanos en Jesucristo, indisolublemente unidos por los lazos del cariño, tal fue mi ilusión antes de tomar las órdenes y tal la idea a que resolví consagrar mi vida una vez que había entrado en el sacerdocio.

Al cabo de un año que pasé desempeñando mis funciones y en cuyo tiempo reedifiqué a mi costa la iglesia de Macusani que se caía en ruinas, comprendí toda la dificultad de mi misión apostólica […]

Durante largo tiempo estudié a aquellos seres degradados por los males y por el miedo, buscando un punto vulnerable por donde pudiera penetrar la palabra evangélica, pero me cansé de tal estudio una vez reconocida su inutilidad: aquellas almas endurecidas habrían necesitado uno de esos prodigios particulares en cuya virtud Dios comunica los tesoros de su gracia a los pecadores que quiere convertir.

Cuando me hallaba en el colmo del abatimiento porque veía perdidas todas mis ilusiones, estalló la revolución de 1824 que nos trajo la república. Grandes instituciones se hundieron en un día, los escombros se amontonaron por todas partes y un momento creí que este trastorno político y social resultaría algo grande y útil que comenzaría una era afortunada para nuestras poblaciones, pero mi esperanza no duró mucho: la forma de las cosas cambió, el fondo continuó siendo el mismo. La palabra libertad inscrita en el estandarte de simón Bolívar no fue más que un letrero engañoso colocado sobre el nuevo poder; a los virreyes sucedieron los presidentes y el pueblo no salió de su ignorancia y de su miseria y lo que es peor, se mostró satisfecho de su condición o se consoló de sus males bebiendo.

De ahí la parte de mi ida que no figura en la biografía que acompaña a mi retrato, por la razón de que la han ignorado los hombres; y si yo he querido ocultársela como una llaga secreta, ha sido porque no habría despertado en ellos más que la incredulidad, la indiferencia o la burla, en vez de las simpatías que entre otros habría merecido.

Ahora voy al hecho que me ha valido el honor de figurar en el museo de Lima como uno de los fomentadores de la industria peruana. Un día que erraba yo por la parte montañosa que media entre Macusani y los primeros valles de Carabaya, encontré en el hueco de un peñasco una alpaca macho que había nacido la víspera y cuya madre huyó al verme. Tomé el pequeñuelo en mi sotana y le traje a mi casa confiándole al cuidado de mis hermanos y la alpaca creció en compañía de una vicuña que teníamos. Ahora bien, al cabo de quince meses estos animales nos dieron un vástago cuya lana era admirable y habiendo enviado una muestra de ella a comerciantes de la provincia, llamó en tal alto grado su atención que mis hermanas vieron en el cruzamiento de las razas pachoca y vicuña un medio de rehacer la fortunita que San Martín y los independientes nos habían quitado. Yo las ayudé en la ejecución de su proyecto y después de muchas correrías por las montañas logramos reunir algunos animales de ambas razas que a los siete años componían un rebaño de setenta cabezas. Pero ¡cuánto no nos costó este resultado!"

[Todo ello le valió una condecoración por parte del Congreso de la República, se acuñó una moneda en su honor y que eligieses en el departamento de Cuzco la parroquia que más le conviniera. Por modestia y celo, y por el cariño que a la gente le tenía tras sus 30 años de dedicación pastoral, no quiso salir. Sin embargo, la envidia y maledicencia hizo que envenenaran a sus animales y les obligasen a salir hasta llegar a Cabaña, donde a los dos años se quedó ciego. El obispo debió reemplazarlo nombrando cura párroco en Cabañilla. Al carecer de recursos, sus hermanas se dedicaron a la labranza, criaron gallinas y lechoncillos, hilaron para personas caritativas de Lampa]

"Cuatro años hace ya que llevamos los lazos de nuestro cariño a medida que nos acercamos al término en que la muerte viene a desunirlos". El cura cesó de hablar y su cabeza se inclinó lentamente como agobiada con el peso de un pensamiento secreto. Verónica continuaba hilando, impasible.

Había llegado la hora de recogerse. Yo me quedé solo con el cura, quien después de haberme dado las buenas noches se volvió a la pared y durante un momento le oí rezar en voz baja, mezclando algunos suspiros con sus oraciones".

[Al día siguiente, al despedirse, le ofreció interceder por él ante sus influyentes amigos de Arequipa y Lima y si quería algo. El buen padre le contestó]:

-Absolutamente nada, me respondió. Me quedan muy pocos días que pasar en la tierra para que la protección de los hombres me sea útil ya. Que Dios os guíe, hijo mío; las oraciones del anciano a quien habéis venido a ver de tan lejos no os faltarán mientras viva.

Y el venerable cura me estrechó en sus brazo y Verónica y Epifanía me estrecharon la mano como a un antiguo amigo".

 




[1] MARCOY, Paul. Segunda etapa. De Arequipa a Lampa In : Viaje a través de América del Sur. Tomo I: Del Océano Pacífico al Océano Atlántico [en ligne]. Lima: Instituto français d'études andines, 2001 (généré le 20 juin 2020). Disponible sur Internet: <http://books.openedition.org/ifea/1218>. ISBN: 9782821826670. DOI : https://doi.org/10.4000/books.ifea.1218.

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domingo, 14 de junio de 2020

P. JOSÉ MATEO AGUILAR (1794-1862), SABIO Y SANTO

P. JOSÉ MATEO AGUILAR (1794-1862), SABIO Y SANTO[1]

 

Nació el 21 de septiembre de 1794 en Ica, de Andrés Aguilar y María Isabel Donayre y, siendo bautizado el 19 de junio de 1795 en la iglesia matriz de San Jerónimo, por el P. José del Río, quien también ofició de padrino.

Su adolescencia transcurrió en Lima, donde se matriculó en el Convictorio de San Carlos en 1808, en tiempos de Toribio Rodríguez de Mendoza, (1750-1825) y José Faustino Sánchez Carrión (1787-1825) y adoptando "doctrinas peligrosas e impías".

Ordenado sacerdote, se le confió la enseñanza de matemáticas y filosofía en los colegios de San Carlos y Santo Toribio, y en vísperas de la Independencia, el 16 de marzo de 1821, fue nombrado examinador de matemáticas y física, en calidad de pasante, en la hasta entonces Real Universidad de San Marcos. Como el Seminario de Santo Toribio había sido clausurado, Aguilar se sumergió en la biblioteca de esa institución para preparar las clases que impartía en el Convictorio carolino. A partir de 1824, José Mateo Aguilar residió en el Seminario de Santo Toribio, y desde 1837, y hasta su deceso, en la casa de la congregación del Oratorio de San Felipe Neri. Tres años más tarde, y hasta el día de su muerte, cumpliría con el cargo de examinador sinodal del arzobispado, por especial pedido de Francisco de Sades Arrieta, quien lo apodaría "Timoteo" por estar dispuesto siempre a cooperar.

En esta segunda etapa de su vida se le pudo ver absolutamente consagrado al prójimo y a la oración. Justamente, los pobres, especialmente las mujeres, constituían una de sus principales preocupaciones y así en mayo de 1853, financió la compra de una casa en la calle de "Llanos", conocida también como la del "Monasterio de Santa Rosa", destinada a damas y doncellas pobres. El P. Mateo vivirá con gran austeridad y se dedicará de lleno al trabajo apostólico con sus sermones y el socorro al necesitado.

Aguilar era naturalmente serio por carácter, sin embargo, en el trato familiar con sus amigos era afable, bondadoso, jovial y hasta festivo en sus conversaciones privadas.

En 1824 tuvo lugar la reapertura del Seminario, nombrándole regente de estudios del mismo. De igual modo se le asigna la dirección y capellanía de la Casa de Ejercicios de San Ignacio de Loyola, conocida también como la del Sagrado Corazón, misión en la que logró numerosas conversiones, contando con el apoyo de los celosos sacerdotes Pedro José Tordoya (1813-1883), Juan Ambrosio Huerta (1823-1897) y Jacinto Amador Sotomayor, y las damas caritativas María de las Mercedes Flores, Josefa Coz y Tiburcia Conde. También en la iglesia de San Pedro, el tercer domingo de cada mes, organizaba retiros para la cofradía de San Luis Gonzaga, fundada en 1824, en el monasterio de Las Trinitarias de Lima, en compañía del P. Juan de Dios Cortés (1788-1843), capellán del convento.

Consciente de los ataques doctrinales del liberalismo supo contrarrestar sus ideas a través de impresos independientes, el diario El Comercio y el Redactor eclesiástico. Son célebres las  controversias con Manuel Lorenzo de Vidaurre y Encalada, Francisco Javier Mariátegui y José Gregorio Paz Soldán y Ureta .

En tiempos del presidente Manuel Ignacio de Vivanco en abril de 1843, fue propuesto para consejero do Estado pero prefirió combatir la injusticia social libre de compromisos políticos. Así lo hizo contra de la usura o "préstamo a interés", contemplada en el artículo 1,265 que venía del Código Civil del Estado Nor Peruano de la Confederación del mariscal Andrés de Santa Cruz, y que se había practicado de forma desmedida en el país.

Lleno de méritos, el Colegio de Abogados de Lima lo incluyó entre sus miembros honorarios, y el 15 de agosto de 1843 la Universidad de San Marcos le otorgó un doctorado en sagrada teología, dándole la cátedra de Nona. Propuesto como obispo en 1855, declinó, aunque el Papa Pío IX no dejó de nombrarlo misionero apostólico y le concedió bendiciones y privilegios espirituales a las obras piadosas que él dirigía.

A fines de 1861, va cayendo su salud por una afección pulmonar y un notorio escorbuto, empezaba a manifestarse y anunciaba el final que tuvo lugar el lunes 28 de abril de 1862.

Ya en el siglo XX, Rubén Vargas Ugarte, S.J. (1886-1975), diría del religioso iqueño que: "Su palabra siempre cálida y penetrante, su caridad inagotable y la austeridad de su vida hicieron de él un nuevo Juan de Ávila"[2]. Su biógrafo, Rafael Sánchez-Concha, le califica como hiciese su discípulo José Antonio Roca y Boloña el san "Jerónimo del Perú".



[1]Basado en el artículo "JERÓNIMO DEL PERU": APUNTES SOBRE LA VIDA Y OBRA DEL DOCTOR JOSÉ MATEO AGUILAR (1794-1862) RPHE, 11, 2011 pp.175-203, Rafael Sánchez-Concha Barrio

[2] VARGAS UGARTE, S.J., Rubén. Historia de la Iglesia en el Perú. Burgos, Imprenta de Aldecoa, 1962, tomo V, p. 348.

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jueves, 11 de junio de 2020

P.JUAN GARCÍA BLANCO (Salamanca 1933-Colonia 1962) DIO SU VIDA POR LOS EMIGRANTES Y UNO DE ELLOSLO ASESINÓElmartirio olvidado del primer capellán de la Misión de Remschei

P. JUAN GARCÍA BLANCO (Salamanca 1933-Colonia 1962)

 DIO SU VIDA POR LOS EMIGRANTES Y UNO DE ELLOS LO ASESINÓ

El martirio olvidado del primer capellán de la Misión de Remscheid 

 

La brutal guadaña del Covid-19 que ha segado la vida de miles de hermanos sin apenas un adiós y en muchos casos sin digna sepultura, con el agravante en muchos casos del olvido, me ha motivado a rescatar el bello testimonio de este sacerdote, capellán de emigrantes en Alemania y que murió acuchillado precisamente por un emigrante. Agradezco a mi prima Lola García Benito, su sobrina, quien me ha facilitado parte del material. Queda pendiente su semblanza y la publicación de su diario de 1952. Les adelanto una de las perlas escritas: "Yo no sé por qué, Señor, me parece moriré joven. Lo que tenga que hacer en esta vida, he de hacerlo pronto para gozar de Dios. Me edifica el estilo del sacerdote francés de comunidad, de caridad. Unido al trabajador alemán. Maravilloso, Señor" (Jueves, 14 de marzo, 1962).

Les presento algunos datos generales, la mención del Archivo de TVE, y el entrañable artículo de don Lamberto Echeverría

Natural de Calzada de don Diego (Salamanca), 23 de febrero de 1933, murió el 5 de abril de 1962. Fue ordenado sacerdote el 16 de abril 1960 en Salamanca. Apoyó la naciente obra de don Juan Trujillano en Armenteros. Por invitación de su Sr. Obispo, en noviembre de 1961, tomó a su cargo la dirección pastoral de sus compatriotas residentes en el Arciprestazgo de Remscheid, Archidiócesis de Colonia (Alemania).

 

Del Archivo de Televisión Española:https://www.rtve.es/television/20150525/alemania-tan-lejos-tan-cerca/1150180.shtml

Alemania Federal, diezmada por la Segunda Guerra Mundial, necesitaba mano de obra extranjera para reconstruir sus ciudades y trabajar en sus fábricas. Viendo una oportunidad para mejorar sus precarias condiciones de vida miles de españoles hicieron las maletas y emigraron a Alemania. Los emigrantes jugaron un papel importante en el llamado "milagro alemán". La Iglesia española envío sacerdotes para  atender espiritualmente a los emigrantes y la Iglesia católica alemana los acogió y puso a su disposición iglesias y locales para que pudieran llevar a cabo su Misión. Así nacieron las Capellanías Españolas en Europa que más tarde pasaron a llamarse Misiones Católicas de Lengua Española para que tuvieran cabida los emigrantes que llegaban de Hispanoamérica. 

Visitamos la Misión de Remscheid que se abrió en 1961. Su primer capellán fue el salmantino Juan García Blanco y todos se entregaron en cuerpo y alma al servicio de los emigrantes. Entre ellos el navarro  José Antonio Arzoz que lleva 48 años en Alemania,  los últimos 15  desempeñando el cargo de delegado nacional de las Misiones Católicas de Lengua Española. 

En Bonn tiene su sede la Delegación Nacional de las Misiones Católicas de Lengua Española y la Academia Española de Formación cuyo director ejecutivo es el asturiano Vicente Riesgo. La Academia, que inició su andadura en 1984, tiene programas para personas mayores, segunda y tercera generación y nuevos emigrantes. Más de 25.000 personas han recibido formación en la Academia. Regresamos a Colonia una ciudad con algo más de un millón de habitantes de ellos 120.000 extranjeros. 4.000 son españoles y más de 5.000 latinos. El número de hispanohablantes aumenta de año en año. Al frente de la Misión Católica de Lengua Española en Colonia  está el vasco Juan María García, religioso "amigoniano" que lleva 35 años en Alemania.  Nos ha dicho que en torno a los mil emigrantes hispano-hablantes  participan en las celebraciones y actividades de la Misión. Son de distintos países  pero todos hablando una misma lengua.

 

 

El bello y difícil oficio de capellán de emigrantes

(Meditación ante el cadáver de don Juan García Blanco) Lamberto de Echevarría, El Adelanto, sábado 14 de abril de 1962

A las doce de la noche del 2 de abril arrancaba yo de la estación de Colonia, bien lejos de pensar que, unos pocos días después, un sacerdote de esta diócesis de Salamanca iba a regar con su sangre aquella tierra de la de Colonia que ya venía regando con su sudor. La admiración que, en cualquier contacto con los españoles del extranjero, se concibe hacia los capellanes que les atienden, se iba a hacer en esta ocasión más inmensa, más inexplicable, al ver rematarse con el martirio los trabajos habituales en su vida.

¡Bella y difícil vida la del capellán de emigrantes! Ante todo, por lo que hacen. Don Juan ha hecho algo muy hermoso: morir mártir de su minsterio. Pero antes había hecho otras cosas no menos hermosas. Aceptar esa vida dura, de permanente tensión, de constante cansancio que es la vida del capellán de emigrantes. Diez, once, doce... hasta quince o dieciséis horas de trabajo. Acosados constantemente por unas necesidades que crecen de manera inexorable. Atendiendo, oyendo, consolando, remediando, desviviéndose. Esta es la palabra: desvivirse. La muerte espectacular, trágica, ha sido mucho. Pero ¡ojo! Que es necesario que sea solo llamamiento a atender a la dureza inexorable y tremenda de la vida de constante sacrificio que lleva el capellán de emigrantes.

Difícil también, aunque bella, por lo que no hacen, por lo que no pueden hacer. El gran sufrimiento del capellán es ver constantemente tragedias a las que no puede alcanzar, males a los que no 'puede poner remedio. Es su gran dolor. Llaman los pobres españoles a su puerta creyendo en su omnipotencia, pensando que él se lo ha de remediar todo. Y él no puede. Son muchos, son tremendos sus problemas, es mínima su cultura y su preparación. No puede. Es suficiente un rato de conversación con cualquiera de ellos para darse cuenta de este constante dolor. El emigrante no comprende, no quiere entender, le resulta demasiado doloroso hacerse cargo de la imposibilidad en que el capellán se encuentra. Y él, después de haber hecho mil favores, después de haberse desvivido, tropieza al fin con la ingratitud más dura. Fue vano que buscara colocación, que encontrara un albergue, que sirviera de intermediario para aplacar una sanción, que facilitara la solución de un problema familiar... El emigrante, al no encontrar una cosa más que pedía, se volvió ingrato. Y el capellán, que no podía hacer aquello, experimenta ese gran dolor de su impotencia y de la ingrata incomprensión con que son acogidas sus explicaciones.

Difícil también, aunque bella, la vida del capellán, al pensar en lo que tiene que hacer. Eso que tan admirablemente entendió nuestro querido don Juan García Blanco. Que la fe, las costumbres, la vida familiar de millares y millares de españoles se está jugando a la hora de su marcha al extranjero. Que esos millares de españoles pueden ser, como supieron ser los irlandeses, fermento de una vida católica y firme soporte para una iglesia floreciente. Que pueden llegar a ser mensajeros de un prestigio conquistado por ellos para su patria lejana. Que todo exige la presencia del sacerdote, presencia sólo posible a trueque de grandes sacrificios. Como los que hizo don Juan al dejar su querida Salamanca, y al irse a vivir, bajo cielo extraño, triste, plomizo, en país de lengua difícil y de costumbres tan diversas. Pero es que era mucho lo que estaba por medio...

Uno de los mejores sacerdotes salmantinos ha muerto. Con muerte hermosísima, en pleno ejercicio de su ministerio sacerdotal. Ha muerto en el corazón de Europa, lejos de su patria y de los suyos. Ha muerto al servicio de los españoles más necesitados. Ha muerto con muerte violenta, mártir en el más pleno sentido de la palabra, al testificar con su sangre la verdad de lo que unos momentos antes había predicado desde el púlpito. Ha muerto con la más hermosa de las muertes que puede apetecer un sacerdote.

Dejar su muerte reducida a una anécdota trágica pero efímera, sería traicionarla. Creo que importa percibir toda su amplia dimensión Esa muerte ha de ser aldabonazo. A unos, con las rudas y hermosas tareas de los capellanes de emigrantes. A otros invitándoles a pensar en la existencia de un problema gigantesco en el que ellos apenas habían reflexionado. A sus hermanos en el sacerdocio, invitándoles a la imitación en el desprendimiento y la entrega. A todos en el deseo de percibir lo que de ejemplaridad, humana, cristiana y sacerdotal hay en ese episodio.

Y junto a estas consideraciones trascendentales justo será también abrir el ánimo a otras, no por menores menos justas. Un pensamiento de sentida condolencia hacia sus familiares. Un recuerdo para su seminario y su diócesis. Y, aunque piadosamente pensemos, y hasta podamos estar seguros de que ya está intercediendo por nosotros, una oración por su alma y por... el arrepentimiento y el bien espiritual de su asesino.

 

NOTA DE "EL Adelanto" (14 de abril de 1962)

Esta mañana, en la iglesia del Arrabal, se celebrará el funeral por el alma del sacerdote asesinado en Alemania. Los restos del Padre García Blanco llegaron ayer a Salamanca.

Procedente de Francfort llegaron a Barajas los restos del Padre asesinado el día 5.

Allí se encontraban el director general de Emigración don Clemente Cerdá, vicesecretario de Obras Sociales, Sr. Galán. Los restos mortales fueron colocados en una ambulancia para ser trasladado a Beleña. En el templo del Corazón de María se celebró una Misa presidida por Monseñor Fernando Ferril. Participaron el Dr. Gral. de Emigración, vicesecretario de Obras Sociales y sus cinco hermanos. En la tarde del viernes 13, a las 7, llegaron los restos a Salamanca.

La Organización Sindical agradece a todos los participantes para honrar al que fue becario de la Organización y más tarde "llevado de su afán social y su celo apostólico, llegó hasta las lejanas tierras de emigración.

 

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