domingo, 25 de septiembre de 2022

CICATRICES Y ARRUGAS EN EL CUERPO Y EN EL ALMA, P. Benjamín Crespo, 2022

Les comparto estas bellas y hondas reflexiones acerca de nuestras cicatrices y arrugas (en el cuerpo y en el alma) del P. Benjamín Crespo, SJ, desde Roma

 

LAS CICATRICES EN NUESTRA VIDA

 

Pensando y dando vueltas a este tema se me ha ocurrido escribir unas notas sobre las cicatrices en nuestro cuerpo, en el alma, en nuestra vida. A todos nos ha sucedido experimentar un golpe, una herida, un accidente, una intervención quirúrgica, que nos causan pequeñas y grandes heridas que necesitan cicatrizarse, simples y sencillas, a veces las ocultamos, otras no podemos tapar, unas son visibles, las invisibles son a veces peores, no solo del cuerpo, mucho más las del alma. Son de tamaño, de color, de espesor y de profundidad diferentes, unas se van borrando dejando algo de huella, otras ahí están y nos retan a asumirlas con humor, sin depresión alguna. Las cicatrices revelan quienes en realidad verdaderamente somos.

Hay personas que no tienen cicatrices epidérmicas, o se maquillan y disfrazan, pero tienen muchas heridas en el alma y abiertas, sangran y debilitan el espíritu. Y también al revés. Hay personas de un corazón lleno de inmensa bondad, ternura y cariño, nos conmueven, nos tocan lo más profundo de nosotros mismos. Algunas enfermedades corporales o espirituales nos dejan cicatrices. De todo hay y cada persona sabe, conoce, las ve, las oculta, las asume o las rechaza. La experiencia nos hace vivir situaciones inesperadas, nunca deseadas ni imaginadas ni queridas. Hay situaciones que nos vienen, limitaciones y fragilidades, y que con la ayuda y gracia de Dios y la fuerza que viene de lo alto, seguimos viviendo con calidad humana y espiritual. Incluso más fortalecidos, aunque parezca incomprensible. Y esto no se improvisa, brota luego de años de sembrar valores y cosechar frutos que duran y perduran.

Hay diferentes tipos de cicatrices, de todo color, de todo tamaño, más o menos serias, sencillas unas y complejas otras que no podemos descuidar, ahí están y nos revelan lo que somos, lo que sentimos y experimentamos. Tienden a desarrollarse en ciertas partes del cuerpo, según los casos y las causas de su origen. Hay factores que retardan la cicatrización como también hay factores que ayudan a cicatrizar en poco tiempo. Nuestro cuerpo cuenta con la capacidad para recuperarse después del daño. Los accidentes y las lesiones son frecuentes y todos hemos sufrido alguno en ciertas ocasiones. En estos momentos nuestro organismo trata de responder para recomponerse o mantenerse en las mejores condiciones a pesar del daño sufrido. Un ejemplo de ello son las cicatrices.

En algunas personas puede suceder que la cicatrización sea más lenta de lo esperado y en otras una cicatriz aparentemente severa pueda suavizarse con el paso del tiempo y los cuidados y atención que requiera evitando molestias y tal vez complicaciones. El cuerpo tiene una gran capacidad de recomponerse después de los daños, aunque a veces es preciso adoptar ciertos cuidados para prevenir complicaciones en el proceso de cicatrización. Cada persona sigue unos ritmos de cicatrización diferentes, ya que esto depende de factores como el tipo de lesión, la edad, la alimentación o el estado de salud de la persona, tanto a nivel físico, como psicológico y espiritual.

Las cicatrices se forman cuando se sanan las heridas de la piel. Son parte natural del proceso de curación cuando el cuerpo repara el daño de la piel que se ha cortado. El tejido nuevo formado por una cicatriz se sentirá de manera diferente y tendrá una textura diferente a la piel que lo rodea. Hoy hay especial atención al cuidado, y ojalá seamos siempre personas expertas en cuidar, en acompañar, en alentar, reconociendo con sinceridad que esa persona a quien cuidamos, es casi siempre la que nos alienta y da fuerzas desde sus cicatrices. Cuidémonos, dejémonos cuidar y cuidemos a los demás, y seamos agradecidos. Reconozcamos que Dios nos cuida y a su lado las personas que más amamos y más recordamos nos siguen cuidando siempre.

Roma, 24 septiembre 2022

Benjamin

 

NUESTRAS ARRUGAS EN LA VIDA O VIVIR CON NUESTRA ALMA  ARRUGADA

Ayer sábado por la tarde se me ocurrió o más bien sentí el impulso y la necesidad de escribir unas notas sobre lo que sentía en ese momento acerca de las cicatrices en nuestra vida y traté de ponerlo por escrito. Siempre ayuda a volcar sentimientos y a discernir lo que pasa y atraviesa nuestra alma, espíritu y corazón, compartirlo y acompañarnos de manera cercana, empática, comprensiva, cordial y afectuosa.

 

El corazón es lo más profundo que tenemos para expresar lo que sentimos, "te amo con todo mi corazón, con toda mi alma". No es sólo un órgano corporal, es mucho más, muchísimo más. A veces late normal, a veces agitado, y hasta llega a paralizarse, se produce el paro cardiaco. Muchas veces cuando lo sentimos latir nos alegramos, tal vez otras veces nos asustamos, tenemos también cardiopatías corporales, psíquicas y espirituales, éticas y morales. Nuestro corazón y nuestro espíritu se manifiestan a través de emociones, de sentimientos, de todo aquello que nos afecta, nos toca interiormente, nos totaliza, engloba y abarca por entero, tal como somos y lo que somos.

Según la teología cristiana la persona se compone de tres elementos: el cuerpo, el alma y el espíritu. Nos permiten contactar con Dios, sentir y gustar a Dios. Expresar y compartir a Dios. Dios se hace presente encarnado, en cada uno de nosotros. Es decir, Dios con nosotros, en nosotros, en nuestro ser personal y en el ser de todos. Nuestro "corazón" en la Biblia es una composición de todas las partes de nuestra alma: nuestra mente, emoción y voluntad y la parte más importante de nuestro espíritu: nuestra conciencia. Por eso somos vitales, existenciales, no divorciemos lo corporal y lo espiritual, cuerpo y espíritu, somos personas nacidas integradas desde el corazón de Dios. Por eso amamos con el corazón, con el cuerpo, con todo nuestro ser.

Hace tiempo recuerdo esta frase de Sócrates: "El paso del tiempo arruga tu piel, pero la falta de entusiasmo arruga tu alma". Y ocurre de todo, pieles estiradas y corazones arrugados, y viceversa también, corazones llenos de ternura y pieles arrugadas que tratamos de estirar y maquillamos, pero las arrugas del alma son muchísimo peores y dañinas que las arrugas del cuerpo, o ¿acaso no es cierto? En muchas o en algunas ocasiones vemos cómo las personas, cada uno se lo dice a sí mismo, tratamos de ocultar, disimular o eliminar externamente las arrugas, marcas o cicatrices que hay en nuestros cuerpos, quitar las "imperfecciones", lo que nos "afea", lo que pensamos o sentimos nos quita o disminuye belleza física, y no siempre nos examinamos más interiormente, ni queremos tocar el fondo de nuestro espíritu, de nuestro corazón y alma.

Sin embargo, cuando vemos las arrugas, las cicatrices, podemos ser testigos del camino que hemos recorrido y atravesado, los recuerdos que guardamos, los sentimientos que muestran nuestra propias historias y experiencias personales, familiares, grupales, comunitarias. Con el paso de los años, las arrugas empiezan a aparecer por las expresiones habituales de nuestros rostros, de las subidas y bajadas de peso, de enfermedades y curaciones. Con el pasar de las experiencias vamos acumulando arrugas en nuestro cuerpo y nuestra alma que son parte de nosotros, de nuestro aprendizaje, crecimiento, de los golpes, caídas, sufrimientos, etc. Las arrugas de nuestras continuas sonrisas, o nuestros fruncidos de ceño, nuestras arrugas por el paso de los años, por las preocupaciones, las horas en vela cuidando a un enfermo, a quien más queremos, a quienes nos aproximamos, nos hacemos prójimos, esperando la sanación y la solución a los problemas. Esa expresión que solo hacemos cuando nos asombramos, cuando nos concentramos. Las arrugas de nuestras manos, de nuestros esfuerzos, desvelos y trabajos.

Las arrugas que nos recuerdan aventuras, experiencias, diversiones, caídas, enfermedades, noches y días sin dormir ni comer, perdemos sueño y apetito. Arrugas que nos muestran batallas ganadas, enfermedades superadas que nos dieron más tiempo y calidad de vida. Arrugas que nos recuerdan segundas oportunidades, que nos enseñan lo valioso de la vida, lo valioso de tener el tiempo y poder dedicarlo a las personas y experiencias que de verdad importan. A veces confundimos lo esencial, y decimos que todo lo otro es más urgente y prioritario y descuidamos lo esencial. Y también priorizamos lo superfluo sobre lo fundamental, y lo primero es lo primero siempre. La belleza de una persona no la conseguimos en el gimnasio ni en los ejercicios aeróbicos, aunque es valioso el cuidado físico de la salud. Pero no "es eso", no se reduce "a eso", ni se obtiene "por eso". Y "en eso" se invierten mucho dinero y mucho tiempo, incluso a costa de la misma familia. Se vive con valores invertidos, prostituidos, aunque suene mal y escandalice a los cultivadores del cuerpo.

Hay arrugas visibles e invisibles, muchas otras que no vemos o nos hacemos los ciegos y no queremos ver, las del alma. Tenemos a veces almas y corazones arrugados por breve o lamentablemente por mucho tiempo. Aquellas arrugas que solo podemos ver y sentir cuando prestamos atención a la expresión de la mirada, a lo profundo del corazón, al saber escuchar, acompañar, acercarnos, aproximarnos. La enfermedad o pérdida de alguien querido, el sentirse minusvalorado, los miedos por las circunstancias de la vida, las inseguridades que nos llevan muchas veces a querer desaparecer, el dolor de ver sufrir a los que amas, las actitudes de otras personas que nos hieren en lo profundo.

Estas arrugas no son tan visibles, no las asumimos y es muy difícil ver su proceso de curación, pero que bueno y excelente es cuando tenemos a nuestro lado a personas que son capaces de ver a través de nuestra mirada, de estar a nuestro lado y cuidar nuestra vida, que se toman el tiempo de escuchar, de estar, de saber ayudar, amar sin esperar recompensa ninguna. Esas personas y pongamos rostros y nombres, están ahí, a nuestro lado, son capaces de ayudarnos en el proceso y sobre todo sin figurar, "sin figuretismos", sin protagonismos, sin auto referencialidades dice el Papa Francisco, sin decir a nadie mira que buena persona soy, todo lo que hago por los demás, y queremos que nos vean, que todos sepan, que se conozca y quede registrado, es todo lo contrario a Jesús y al evangelio, "que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha", queremos que la derecha sepa lo que hace la izquierda. Eso no es ni humano ni mucho menos evangélico y permítanme también decir si no es humano ni evangélico, por eso mismo no es ignaciano.

 

Jesús pasó haciendo siempre el bien a todos, sin excluir a nadie, pero atendiendo preferencialmente a los pobres, a los enfermos, a los desvalidos y excluidos, a los que son samaritanos, y nos dio ejemplo "hagan ustedes lo mismo", "denles ustedes de comer". No busquen ser servidos sino en todo amar y servir. Jesús se ofreció, nos dio su vida entregándola hasta la última gota de sangre, la derramó por nosotros, cada uno puede decir "por mi". Jesús estuvo dispuesto a llenarse de cicatrices y arrugas por amor a ti, por amor a y con su dolor aliviar el nuestro. Pero resucitó, venciendo a todo ello. ¡Gracias Jesús! Aprendamos a reír y sonreír con arrugas, con cicatrices y agradezcamos el don y regalo de la vida, cuidémosla siempre, la de todos. Agradezcamos a los que están a nuestro lado y nos apoyan y ayudan a sanar heridas, cicatrices y arrugas, porque miran más allá de lo que los ojos ven. Como dice "el principito" que seguro hemos leído: "lo esencial es invisible a los ojos".

Benjamín Crespo, s.j. Domingo 25 septiembre 2022.

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