El Instituto “Riva Agüero” siempre pronto a servir a la sociedad con los ricos fondos que custodia exhibió en la Biblioteca Central de la Pontificia Universidad Católica del Perú una carta del célebre Miguel de Unamuno a José de la Riva-Agüero, el 6 de marzo de 1911. Su lectura nos ayudará a conocer estos dos espíritus superiores hermanados por el ideal común de trabajar por sus patrias, España y el Perú y por elevar al hombre a través de su compromiso cultural.
José de la Riva Agüero (1885-1944) profesará durante un tiempo ideas teístas racionalistas. Hasta el propio Miguel de Unamuno, quien se proclamó “hereje de todas las herejías”, llega a aconsejarle en carta personal (10-I-1910):
Lo que me dice de sus preocupaciones religiosas me recuerda mis 25 años. También yo pasé por un período de positivismo, mejor aún de fenomenismo. Salí de ello por impulsos de sentimiento...Los estudios históricos le darán a usted una fe, confío en ello.
Sr. D. J. De la Riva-Agüero
Quería, mi buen amigo, no haberle escrito a usted hasta haber acabado la lectura de su tesis sobre “La historia de Perú” pero he tenido que suspender ya por dos veces su lectura. Insisto en que usted tiene ahí una labor hondamente espiritual que cumplir y es la de escribir la historia de su patria, una historia que sea a la vez una sociología y una psicología –mejor que aquello- y no ya de sus pueblo sólo sino a través de él de todos. Si yo fuese más joven y no me hubieses metido ya en tan diversas empresas me dedicaría a escribir una historia de España. No hay filosofía ni poema como ése. Necesita más penetración filosófica que un tratado sobre el libre albedrío o la casualidad y más imaginación que para hacer una novela. ...La historia, además, es sedante y es consoladora. La fe que se pierde estudiando filosofía abstracta se recobra estudiando historia. Dios se revela en la historia, no en la naturaleza. Una revolución tiene una finalidad que desconocen los que la promueven; la marcha de un cometa no nos revela finalidad alguna. Dios, que es la Conciencia del Universo, sólo en conciencias y en obras de ellas se revela. Y la historia al justificar en parte hasta los prejuicios, nos hace amar a nuestros hermanos todos; es la gran escuela de fraternidad y de amor.
Tras una juventud a la deriva en cuanto a fe católica se refiere, vuelve a la Iglesia, como confesó en el célebre discurso del colegio de La Recoleta (24 de septiembre de 1932) Obras completas de José de la Riva-Agüero Tomo X, PUCP, Lima 1979, pp.181-187):
Así he reconquistado la armonía y la paz, así he cerrado con firmeza mi ciclo de experiencias cogitativas: la vida tiene un fin por encima de la mezquina utilidad, el esfuerzo y el dolor se esclarecen y santifican, la libertad moral se reafirma, y la inteligencia recobra su ley primordial y su objetivo perenne...Convertido como mis paisanos Olavide y Vidaurre, desengañado como ellos de la perturbadora herencia del siglo XVIII, que a todos nos perdió, reanudando la interrumpida solidaridad salvadora con nuestros auténticos precursores en el espíritu y el tiempo, puedo al fin repetir sinceramente las palabras de quien acertó, en aquella inquieta y estragada época, prefiguración de la tempestuosa nuestra, a ser el servidor leal de su Dios, de su tradición y de su pueblo; y decir de mí como Jovellanos:
Sumiso y fiel a la religión augusta
de nuestros padres y su culto santo
sin ficción profesé.
Bibliografía: Pacheco, César Apuntes: "Unamuno y Riva-Agüero: un diálogo desconocido" Revista de ciencias sociales, Rev.56. , Lima, 1977, 7, p. 101-165